La búsqueda del bien de Concepción Arenal
A pesar de que se ocupó de una multitud de temas, el interés de Concepción Arenal, escritora e intelectual española, se centró principalmente en el campo moral. De sus descubrimientos éticos derivan sus propuestas para la educación, las prisiones o sus ideas feministas. Repasamos su búsqueda del bien y uno de los pensamientos morales más relevantes del siglo XIX.
Por Javier Correa Román
¿Quién es Concepción Arenal?
Concepción Arenal nació en Ferrol en 1820 y murió en Vigo en 1893, ambas en Galicia, España. Fue una de las filósofas más notables del siglo XIX español y sus letras corrieron por múltiples formatos: conferencias, prensa, poesía, ensayo, teatro… Además, Arenal fue una de las primeras mujeres en asistir a la universidad en España. De hecho, se cuenta que los primeros años tuvo que asistir de oyente disfrazada de hombre hasta que pudo realizar el examen de acceso y entrar a la universidad.
Esta anécdota ilustra a la perfección la elevada masculinización del espacio intelectual en el que tuvo que hacerse un hueco Arenal. Su pensamiento se desarrolló, pues, en un terreno hostil para una mujer, siempre puesta en duda y siempre desafiada y obligada a demostrar constantemente su valía.
A pesar de estas dificultades, o quizá precisamente por estas dificultades, la escritura y el pensamiento de Concepción Arenal produjeron ideas originales y multitud de escritos. Al principio su escritura comenzó de una forma más literaria y con unos interés más artísticos hasta arribar más tarde a preocupaciones puramente filosóficas y con un estilo más ensayístico. Aunque, como argumenta Anna Caballé en su introducción a Concepción Arenal, la pasión por el bien. Antología de su pensamiento, siempre hubo una preocupación moral en sus escritos:
«Lo importante es que tanto las Fábulas en verso como antes sus novelas, teatro y versos juveniles dan fe de la temprana inquietud de Arenal por la filosofía ética, el motor de su vida. Desde el comienzo encontramos el grandioso tema kantiano que siempre la inspirará: ser lo que se debe ser y hacer lo que debe hacerse».
A pesar de la multiplicidad de formas literarias y de su escritura prolífica, Concepción Arenal no fue una mujer únicamente de teoría, sino también —y especialmente— una mujer que aunó pensamiento y praxis. A lo largo de su vida participó en multitud de organizaciones sociales y espacios de beneficencia con el fin de incidir en la realidad social de su tiempo.
Es igualmente importante a la hora de examinar su pensamiento tener en cuenta el horizonte cristiano que recorre sus escritos. Concepción Arenal fue una mujer cristiana, una persona creyente que pensó desde estas coordenadas. Pero no por esto fue menos ilustrada o con un pensamiento más atado a los dogmas que sus coetáneos ateos o agnósticos. El suyo fue un cristianismo social (lo que más tarde se llamó «catolicismo social»), un pensamiento que recoge la preocupación cristiana por el otro y su dolor.
Por este motivo, la filosofía práctica tuvo un espacio privilegiado dentro de todas las preocupaciones filosóficas de Concepción Arenal. Más que preguntarse por el ser o por el conocimiento, la primera y principal preocupación de esta pensadora fue el bien, el dolor del que sufre y cómo es (y cómo llegar a) una sociedad justa. Vamos a repasar algunos de los puntos fundamentales de esta original filosofía práctica, tanto moral como política.
A pesar de sus múltiples intereses, la filosofía de Concepción Arenal es una filosofía principalmente moral, una filosofía que se preocupa por el bien y la justicia
Sobre el bien y el ser humano
En primer lugar, la filosofía moral de Arenal se caracterizó por un optimismo antropológico, es decir, por la idea de que, a pesar de las dificultades sociales o psicológicos de los individuos malos, estos pueden realizar el bien. El ser humano tiene siempre la posibilidad del bien y esto es fuente de esperanza para cualquier persona que busque cambiar la sociedad. En La Beneficencia, la filantropía y la caridad, leemos: «La cuestión, pues, se reduce a organizar la Beneficencia de modo que vaya a buscar ese algo bueno que tienen hasta los más malos».
Además del optimismo antropológico, la filosofía moral de Arenal sostiene que realizar el bien o el mal es asunto de la voluntad (voluntarismo moral). En Dios y Libertad escribió la autora: «En la sociedad, como en el individuo, la voluntad precede a la acción». Esto tiene fuertes implicaciones para la concepción moral del ser humano. Entre ellas, la idea de que el bien o el mal que realizamos en el mundo es, al fin y al cabo y de forma irremediable, asunto nuestro («Tengamos por cosa cierta que todo el que quiere hacer el bien puede contribuir a él»).
Como consecuencia de los dos puntos anteriores (del optimismo antropológico y del voluntarismo moral), Arenal postuló una ética del deber: si todos los seres humanos tienen la posibilidad de hacer el bien y la posibilidad de realizarlo reside en su voluntad, entonces esta posibilidad del bien implica el deber moral de hacerlo. Si podemos hacer el bien y hacerlo es asunto de la voluntad propia, entonces sería inmoral no hacerlo.
Además, y esto es algo que tiene una fuerte resonancia actual, el dolor juega un papel fundamental en la ética de Arenal. Según la filósofa española, el dolor es la condición de posibilidad de la moral, es decir, el ser humano es un ser moral porque sufre y percibe el sufrimiento de sus semejantes. En su artículo La Beneficencia, la filantropía y la caridad, Concepción Arenal escribió: «No se concibe sin dolor el mundo moral».
Esta sentencia es de una importancia crucial porque sitúa al bien no como una idea etérea cuya mera existencia nos obligue a realizar ciertas acciones, sino que el bien consiste en reducir el dolor y el sufrimiento de los seres humanos aquí y ahora. Si no hubiera dolor, no tendríamos que preocuparnos de la moral. No habría acciones buenas ni malas, de hecho. Es el dolor y el sufrimiento por lo que podemos decir que hay acciones y acciones malas.
Pero el dolor no es únicamente condición de posibilidad de la moral, sino que, además —y aquí asoma su cristianismo—, es parte de las acciones virtuosas. Cuando hacemos el bien, sufrimos, porque hacer el bien no es tarea sencilla. En el mismo artículo, leemos: «Buscad el origen de todas las virtudes, de todas las sublimes acciones que ennoblecen la naturaleza humana, y le hallaréis en el dolor».
Hacer el bien conlleva necesariamente sufrimiento. Cumplir con nuestro deber, procurar una vida mejor para todos los que nos rodean, no es tarea fácil. ¡Ni mucho menos! Conlleva esfuerzo, sufrimiento, dolor. En sus palabras:
«¿Qué es el amor maternal sin sus penalidades y sus sacrificios? Un instinto grosero. ¿Qué es el amor sin sus inquietudes, sus recelos, sus melancolías y sus tormentos? Un deleite que envilece. ¿Qué es la amistad sin días de prueba? Una ilusión. ¿Qué es la virtud sin combate, la abnegación sin sacrificio, la compasión sin penas, el perdón sin ofensas, el arrepentimiento sin amarguras? Otros tantos imposibles».
El bien consiste en reducir el dolor y el sufrimiento de los seres humanos aquí y ahora. Si no hubiera dolor, no tendríamos que preocuparnos de la moral. No habría acciones buenas ni malas, de hecho
Del idealismo cristiano a la práctica moral
Esta filosofía moral, de profunda raigambre cristiana, no se queda en las nubes de la teorización. A diferencia de muchos filósofos, Concepción Arenal tuvo siempre en mente que bajar las ideas a la tierra es un paso crucial para cualquier concepción sobre el bien y el mal. Uno no teoriza sobre el bien en abstracto, sino sobre el bien que se puede aplicar al abuelo, al vecino, al enfermo. ¿Por qué si no hablaríamos del bien si no es para llevarlo cabo?
Así todo, para la filosofía moral de Arenal, lo importante del Bien no es conocerlo, sino hacerlo. Es cierto que el bien es más valorado si se sabe que se hace, es decir, si se hace con conciencia de hacerlo, pero eso da igual para sus efectos (que son los mismos se sepa que se está haciendo el bien o no). En La Beneficencia, la filantropía y la caridad leemos:
«Se hace el bien por noble instinto, por la necesidad de buscar consuelo al dolor que causa ver sufrir a un desdichado, por amor de Dios, por un sentimiento de justicia, por espíritu de orden, por hábito, por vanidad, porque se sepa que se ha hecho, por debilidad, porque no se sepa que ha dejado de hacerse, por imitación. Pero el bien, cualquiera que le haga, es siempre bueno; utilizadle».
La filosofía moral de Arenal es, pues, una filosofía realmente práctica, una filosofía moral pensada desde los efectos. No se busca la mejor teoría, se busca promover el bien y desterrar el mal y sus consecuencias. Como dice Anna Caballé, «la caridad, insistiría siempre Arenal, debe aplicarse con sensatez y sentido común. Decirle al enfermo que tenga paciencia porque Dios así lo quiere, como si fuera una llamada papal, no sirve de nada. Lo que necesita el enfermo es que se le coloque bien la almohada».
Esta primacía de la práctica cristaliza en el deber cristiano de la caridad. La caridad es, según esta filósofa, la praxis del bien, el ejercicio del deber moral. A diferencia de otros grandes filósofos, la presencia del mal y del sufrimiento como elemento vital no la lleva, como ocurre por ejemplo en Schopenhauer, al pesimismo, sino que, cristianismo mediante, culmina en la acción virtuosa para intentar sofocarlo.
A diferencia de muchos filósofos, Concepción Arenal tuvo siempre en mente que bajar las ideas a la tierra es un paso crucial para cualquier concepción sobre el bien y el mal. Uno no teoriza sobre el bien en abstracto, sino sobre el bien que se puede aplicar al abuelo, al vecino, al enfermo
De la moral a la política
La filosofía práctica se compone tradicionalmente de dos aristas: la moral y la política. ¿Cuál es el pensamiento político de Concepción Arenal? ¿Cómo se conjuga con la moral hasta aquí descrita? En el pensamiento de Arenal, la política se piensa desde la moral, es decir, los principios morales sirven para comprender la realidad política y proponer sus soluciones.
Hay, por tanto, un reduccionismo moral de la política, que deriva en Concepción Arenal en un individualismo político («No desdeñemos emplear los medios más insignificantes, los grandes ríos se componen de leves gotas que vemos caer una a una sobre las montañas que tocan el cielo»). En otras palabras, la sociedad será justa si sus individuos son buenos. Por tanto, se tratará de lograr esto último, se tratará de promover la ética entre los ciudadanos. En El pauperismo, escribió: «El objeto principal de la sociedad, su verdadero fin, es la mayor perfección de los que la componen». Así todo, de igual forma que los individuos deben aspirar a las buenas relaciones sociales, las naciones deben aspirar a la paz.
Dado este reduccionismo, los anteriores conceptos morales tienen una aplicación política. Así, el optimismo antropológico que llevaba a Arenal a formular la posibilidad humana del bien (todos los seres humanos tienen la posibilidad de hacer el bien) deriva en el campo de la política en un optimismo social: no estamos condenados a una distopía, en la sociedad ya es posible la justicia.
¿Por qué no hay justicia, entonces? Porque, a pesar de que se dé la justicia como posibilidad, no se dan las condiciones objetivas que la podrían realizar. Para ello, el deber moral se transforma aquí en deber político. Un deber político que consiste, principalmente, en organizar los elementos dispersos, en formar las condiciones para que de estos elementos (que ya están dados) florezca la justicia.
Por último, en El pauperismo, en su discusión en torno a la miseria (según su definición: falta de las condiciones básicas para la vida), Concepción Arenal llegó a conclusiones tremendamente actuales. El mandato moral de eliminar la miseria de los seres humanos le hizo preguntarse a Arenal por qué estudiar las galaxias y no los problemas del hombre enfermo en las fábricas, es decir, porque emplear dinero en la investigación básica (células, galaxias, materiales) si cada día mueren miles de personas: «Se estudia con más medios la astronomía que la miseria».
Visitadora de prisiones
Entrando ya en temas más específicos, uno de los asuntos en los que Concepción Arenal más destacó como intelectual fue en el de las prisiones. De hecho, en octubre de 1863 fue nombrada visitadora de prisiones, puesto en el que estuvo dos años. A este tema dedicó algunos de sus mejores escritos.
En sus Cartas a los delincuentes, Concepción Arenal apostó por un intelectualismo moral: los delincuentes necesitan conocer la ley para no incurrir en ella porque conocer el bien es condición necesaria para no hacer el mal. Se necesita, por tanto, una política educativa dentro de las prisiones que haga que estos tengan conciencia de sus actos y, así, puedan evitar las indeseadas consecuencias (como la cárcel).
Pero fue su libro Estudios penitenciarios el que le daría cierta proyección internacional. Como hemos dicho, para Concepción Arenal la posibilidad del bien implica el deber moral de llevarlo a cabo. Esta máxima moral se traduce en el tema de las prisiones en que los delincuentes tienen posibilidades de mejora (como todos los seres humanos, optimismo antropológico) y, por esta razón, es un deber llevar a cabo esa mejora de la persona (mandato moral). En sus palabras:
«La tendencia de nuestro siglo es convertir la pena en medio de educación, y ver en el delincuente un ser caído que puede levantarse, y darle la mano para que se levante. Lejos de ser un objeto de desprecio, lo es de meditación».
Por último, una idea políticamente potente que se encuentra en los escritos de Arenal es la idea según la cual el delincuente es el centro de los problemas políticos de un país. No porque los delincuentes sean algún tipo de desgracia o quebradero de cabeza para el Estado, no; los delincuentes son el centro de los problemas políticos porque toda la sociedad está interpelada cuando se comete un crimen. Del hecho de la infracción emanan todos los problemas sociales y morales que afectan a una nación. Es estudiando los delitos y las faltas desde donde podemos comprender las fallas de un país, sus quiebres, sus fugas, sus mayores problemas.
El mandato moral de eliminar la miseria de los seres humanos le hizo preguntarse a Arenal por qué estudiar las galaxias y no los problemas del hombre enfermo en las fábricas, es decir, porque emplear dinero en la investigación básica (células, galaxias, materiales) si cada día mueren miles de personas
Feminismo
Aunque no se reivindicó como tal, los escritos de Arenal son claramente feministas. El feminismo de Concepción Arenal, en comparación con feminismos más contemporáneos, es un feminismo muy ligado a sus preocupaciones morales. De hecho, Concepción Arenal creía en la superioridad moral de la mujer frente al varón.
De sus escritos sobre la mujer, La mujer del porvenir, de 1869, fue el que más éxito tuvo (de hecho, es su obra con más ediciones). La importancia de La mujer del porvenir es altísima porque, como dice Anna Caballé, «nunca en la cultura española se había abordado el pensamiento feminista (aunque ella no se definía como tal) con tal rigor de planteamiento».
En este libro se constata todo el atraso que sufrían las mujeres de su época y las diversas injusticias que sufrían en casi todos los ámbitos. Sin embargo, probablemente lo más importante del libro sea que la vindicación de los derechos de la mujer se plantea como tema universal, es decir, como un tema que compete a toda la sociedad. Concepción Arenal universaliza el problema y lo saca de lo minoritario. Así, una sociedad que lucha por los derechos de las mujeres es una sociedad mejor.
Menos éxito editorial tuvo La mujer de su casa, de 1882. En este libro, Concepción Arenal elimina todo valor a las tareas del hogar. Según ella, ser la mujer de la casa es una tarea sin ningún prestigio, una tarea que nadie quiere hacer y precisamente por eso el hombre encierra a la mujer ahí. Además de este análisis, La mujer de su casa es un libro con aspiraciones más políticas, donde se apuesta, por ejemplo, por el sufragio universal.
Aunque no se reivindicó como tal, los escritos de Arenal son claramente feministas. El feminismo de Concepción Arenal, en comparación con feminismos más contemporáneos, es un feminismo muy ligado a sus preocupaciones morales
Educación
Junto con el tema de las prisiones y el tema de la mujer, la educación conforma el tridente de preocupaciones morales de la filosofía práctica de Concepción Arenal. El ser humano, cree Arenal, no es un ser únicamente material, sino también un ser espiritual. En La Beneficencia, la filantropía y la caridad leemos:
«El niño abandonado por su madre a la puerta de la Inclusa ¿no necesita más que vestido y alimento? ¿No ha menester el alimento del alma, que se llama educación? ¿Es educarle acostumbrar sus manos a ciertos movimientos, enseñarle un oficio? ¿El enfermo, el anciano no deben recibir consuelos y lecciones al mismo tiempo que cuidados materiales?».
Una concepción antropológica que tuvo mucha influencia en las décadas siguientes en España y que encontramos, medio siglo después, en el poeta español Federico García Lorca. En un célebre discurso, dijo el poeta:
«No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos».
Así todo, la importancia de la educación en la filosofía de Concepción Arenal deriva de su intelectualismo moral, es decir, si las personas hacen el mal por desconocimiento, la educación será la clave para un mundo más justo. La educación no es, desde esta perspectiva, un saber accesorio o algo erudito, ni mucho menos un lujo. La educación en esta filosofía es la llave para abrir las conciencias al bien y, a partir de ahí, sentar las bases de un mundo más justo.
«El niño abandonado por su madre a la puerta de la Inclusa ¿no necesita más que vestido y alimento? ¿No ha menester el alimento del alma, que se llama educación?»
Fuente: https://filco.es/busqueda-del-bien-concepcion-arenal/