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Los 60 espléndidos años de ‘Crónicas Marcianas’, el libro que cambió la ciencia ficción

Minotauro reedita la colección de relatos que convirtió a Ray Bradbury en un autor de éxito y traspasó los límites del género.

¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías y de una manera tan íntima?» Las preguntas se las hacía Jorge Luis Borges hace ahora 60 años. El hombre de Illinois era Ray Bradbury (1920-2012), autor de obras maestras como Farenheit 451 (1953), y el libro en cuestión Crónicas marcianas. La única inexactitud, quizás, era llamar a Bradbury hombre de Illinois, porque aunque había nacido en este estado, vivía en Los Ángeles desde que tenía 14 años y en esta ciudad murió. Por todo lo demás, las preguntas siguen vigentes y surgen con cada relectura. ¿Cómo lo hizo?

«La he estado revisando. Tengo un ejemplar de hace 30 años. Es uno de esos libros de los que no se hace, de una ambición tremenda. Lo pongo al mismo nivel que los trabajos de Isaac Asimov, al mismo nivel que Fundación«. Los elogios los afirma ahora, seis décadas después, el escritor y científico Juan José Gómez Cadenas, quien se declara admirador de esta novela.

Con motivo del 60 aniversario de su publicación en España, Ediciones Minotauro ha decidido recuperar Crónicas marcianas, el libro con el que inició su andadura en 1955. Y lo ha hecho con una edición especial, numerada y con portada ilustrada por Javier Olivares, en la que se incluye un nuevo relato, ‘Los globos de fuego’, que se había publicado antes en la colección El hombre ilustrado. Además, esta nueva edición contiene cuatro ilustraciones de Edward Miller y dos prólogos que no estaban presentes en la original por evidentes razones cronológicas: uno a cargo del propio Bradbury, escrito en 1997, y otro de la mano del escritor John Scalzi, redactado en 2009.

Se aglutinan pues 27 relatos y se mantiene en 26 de ellos la traducción original de Francisco Porrúa (1922-2013), histórico editor criado en la pampa argentina que fue el visionario que trajo a España esta novela y otras obras maestras de la Literatura universal como Rayuela de Julio Cortázar, o del género fantástico como la obra completa de Tolkien. Aunque en el caso de Crónicas marcianas cabe reconocer que su elección fue azarosa.

Según confesó en una entrevista concedida en 2009 al periodista argentino Patricio Lennard para Página 12, Porrúa eligió el libro para ser el debut de Minotauro después de verlo citado en la revista de Jean-Paul Sartre Les Temps Modernes. «Me encontré con un artículo que se llamaba algo así como Qu’est que c’est la science-fiction? (¿Qué es la ciencia ficción?), y allí se mencionaba a un escritor norteamericano de apellido Bradbury. Entonces fui a una librería a la que iba habitualmente, conseguí un libro suyo en inglés y eso fue lo primero que leí de la ciencia ficción moderna».

Una novela que surgió como tal también por azar. Según explica el propio Bradbury en el nuevo prólogo incorporado al libro, fue tras un viaje a Nueva York cuando se planteó darle una estructura que ya le rondaba la cabeza. Su amigo Norman Corwin, («el primero que me escuchó contar las historias de Marte») le puso en contacto con quien sería futuro editor Walter I. Bradbury (ningún parentesco). Este le dijo: «Todos esos cuentos marcianos, ¿no podría usted juntarlos armado de aguja e hilo, coserlos, para dar forma a Crónicas marcianas?». Bradbury, que había crecido obsesionado con el libro Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, un conjunto de relatos sobre un pequeño pueblo de Estados Unidos, le respondió al día siguiente llevándole el plan para Crónicas marcianas. Ya tenía su propio Winesburg, Ohio.

Crónicas marcianas apareció publicada a finales de la primavera de 1950 y obtuvo pocas críticas al principio. El desinterés no duró mucho. Prontó saltó las fronteras de la ciencia ficción y llegó a los cenáculos literarios más serios. Una novela popular sojuzgó a los popes. Entre los fans, otro autor imprescindible del género, Aldous Huxley, quien había publicado veinte años antes una de las distopías más famosas de la Historia: Un mundo feliz (1932). Durante un encuentro entre Bradbury, Huxley y el filósofo inglés Gerald Heard, en casa del primero, los dos escritores británicos le preguntaron:

—¿Sabe qué es usted?

—¿Qué?  —respondió Bradbury desconcertado.

—Un poeta —dijeron.

Un poeta con Arcadia propia, en este caso triste, y nombre real: Marte. «El tema de Marte nos obsesiona porque es un espejo de la Tierra. El ciudadano moderno sigue soñando con ese Marte que no es sino un reflejo de nuestro mundo, con viajar hasta allí», dice Cadenas. Un Marte en el que da igual la rigurosidad científica. Como recuerda Bradbury en su prólogo, «hasta los físicos de culo duro de CalTech aceptan la atmósfera compuesta por oxígeno fraudulento que he liberado en Marte». «Lo más reseñable es que la ciencia es una excusa, y además barata», comenta de nuevo el físico valenciano. «Su Marte es de mentira, como el de Edgar Rice Burroughs y los libros de la serie sobre John Carter como Una princesa de Marte. Lo que le interesan a Bradbury son los problemas sociales y los psicológicos«, añade. Nada de leyes robóticas. Nada de números. Sólo el alma.

Pese a su magisterio, o quizás por su grandeza, Bradbury no tuvo novelistas seguidores de inmediato. ¿Cómo imitar lo insuperable? ¿Quién podría hacerlo mejor? «Lo mismo que Asimov abre tres o cuatro canales a él no le sigue tanta gente», constata Gómez Cadenas. Su senda, dice, se retomó de manera notoria a partir de los años 90, con la serie de libros Marte Rojo, Marte Azul y Marte Verde, la Trilogía Marciana de Kim Stanley Robinson, herederos directos del trabajo de Bradbury.

Los nuevos narradores no ocultan ya su admiración hacia él y hacen bandera de su obra. Así lo cree por ejemplo el escritor valenciano Juan Miguel Aguilera, autor, entre otros libros y textos, del guión de Náufragos, la película de la cineasta valenciana Luna ambientada en Marte. «Crónicas marcianas es un referente para la gente de toda nuestra generación», dice Aguilera, «sobre todo porque él no era un escritor de ciencia ficción sino de Literatura. En su época ya se sabía cómo era Marte y se sabía que no podían ir con carretas como el Oeste. A él todo eso le da igual porque lo que quería era hacer una metáfora sobre el encuentro de civilizaciones, de culturas», explica.

La huella de Crónicas marcianas ya es indeleble y se encuentra en gran parte de los narradores actuales.»Me ha influido bastante porque casi todas mis novelas han tratado el tema del encuentro entre culturas», comenta Aguilera. Scalzi, quien leyó Crónicas marcianas por encargo de un profesor en sexto de primaria, dice en el prólogo que este libro le enseñó «lo que las palabras pueden hacer». «Me mostró la magia», añade. Bradbury como el gran mago.

«Es un adelantado a su tiempo», insiste Gómez Cadenas. «Puso el género patas arriba», dice Gómez Cadenas. «Hubo otros escritores que apostaron por la calidad científica, pero él apuesta por calidad literaria. La parte psicológica me interesa mucho, la percepción de la realidad… la construcción es como de tragedia. Cambia la manera de pensar y le da calidad literaria a la ciencia ficción. Era un auténtico escritor«.

Por eso, al margen de su carácter acientífico, lo realmente importante del libro es su capacidad de adentrarse en el alma humana con un estilo cuidado y atractivo. Esa es posiblemente la clave que explica la vigencia de un libro único, que reinventó el género y que ahora ha vuelto a las estanterías de la mano de la editorial que lo trajo a España, Minotauro. No se trata de una novela de ciencia ficción en sentido estricto. Es más. Es una metáfora sobre el ser humano. Los códigos y usos narrativos de la ciencia ficción se pusieron al servicio de la descripción de tipos, de personas reales. Es, en el fondo, una reflexión existencialista sobre el individuo y su papel en el universo, en la vida. «Es ya una obra clásica», concluye Gómez Cadenas.

Esta entrada fue originalmente publicada por Carlos Aimeur en Valencia Plaza, el 26-6-2015

DEFICIT DE PLURALISMO Y CRIMINALIZACIÓN DE LA DISIDENCIA

El concepto de disidencia ante la constitución de unas instituciones más plurales pero más difíciles de gestionar tras los próximos procesos electorales.

En la  conferencia “La penalización de la disidencia y el déficit de pluralismo y legitimidad de la democracia” impartida en la Fundación Cañada Blanch, dentro del cuarto ciclo “ConecTalks” de divulgación científica que dirige VICENT MARTÍNEZ, (catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València), JAVIER DE LUCAS (Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política), se propone abordar no sólo el problema del estrechamiento del pluralismo democrático y sus causas, sino también el concepto de disidencia en el marco de unas instituciones que serán mucho más plurales aunque más difíciles de gestionar tras los próximos procesos electorales:

“Una democracia fuerte es aquella capaz de albergar como natural el conflicto que deriva de la pluralidad, el conflicto en serio, y no aquella en la que el conflicto se refiere solo a anécdotas como las costumbres o la gastronomía… Una democracia fuerte es aquella que sabe gestionar la diversidad ideológica, la diversidad en el sentido de identidades nacionales con proyectos de autonomía política fuerte, que va incluso más allá del tipo de autonomía política que nos dimos en la Constitución del 78, la diversidad en el sentido incluso de la desobediencia o que sabe gestionar la desafección de aquello que venimos presentando como común y que cada vez no lo es para más sectores de la población”.

Javier de Lucas reconoció que, pese al patente recorte de libertades y de elementos tan básicos de la democracia como son la discusión pública y el respeto a la pluralidad realizado por el gobierno de Rajoy, cabe señalar que ese estrechamiento, que institucionalmente se centra en el Parlamento, no es sólo de ahora sino que “ha sucedido siempre que ha habido mayoría absoluta y eso hay que decirlo de los dos partidos que la han tenido”. “La democracia en España, que ya lleva 40 años, no se ha caracterizado prácticamente nunca por tener un Parlamento fuerte, en el sentido de que juegue de verdad con una cierta independencia del poder que tiene el ejecutivo”.

En ese contexto hay que referirse  a dos circunstancias externas globales pero de enorme impacto en el funcionamiento de la lógica democrática, como son la situación de crisis económica, -“que ha llevado al Parlamento a un espacio vacío donde no se discute y meramente se da fe de una política unilateral que el PP entiende que es la única posible en una situación extrema, que es la política de austeridad”-, y la emergencia ante la reaparición del terrorismo internacional yihadista, “que se ha constituido como un eje de la acción política”. Así, esas dos circunstancias globales han traído como consecuencia dos fenómenos particularmente graves.

Una crisis de calidad democrática
El primero, una legislación de sustitución con el uso de decretos leyes, “que es absolutamente desproporcionado pese a que haya una razón de urgencia extrema como es la situación económica, pero que no favorece una vida democrática activa”. El segundo, que nace como contraposición al anterior, es la efervescencia del movimiento ciudadano del 15-M, “que toma como enseña la necesidad de superar una arquitectura institucional democrática que denuncia como muerta e inservible, dice que la vida política está en manos de una casta bipartidista que ha reducido la pluralidad y ve necesaria una reconstrucción de la arquitectura institucional para salvar la democracia”.

Como síntoma de la baja calidad democrática, “la emergencia de algo que aparentemente hemos tolerado todos, que es la corrupción y que está en el núcleo mismo del funcionamiento de los partidos que han monopolizado la vida democrática”. “Y aquí –añadió De Lucas- no se puede decir que toda la corrupción sea del PP, porque el PSOE tiene manchas de corrupción brutales, empezando por Andalucía pero no solo Andalucía”.

Quién es y qué valor tiene la disidencia
Esos dos fenómenos, contrapuestos pero que en el fondo tratan de poner de relieve que estamos ante un momento de crisis de la calidad democrática, tiene un último factor que contribuye a enrarecer las posibilidades de reconstrucción institucional. Se trata de la acusación de baja calidad democrática por incapacidad para reconocer la manifestación más básica de pluralidad, como es la existencia de fenómenos de identidad nacionales fuertes y diferentes dentro del Estado, tal es el caso de Cataluña.

En ese contexto, se plantea quiénes constituyen hoy la disidencia, qué reconocimiento hay que hacerle y qué valor tiene, no tanto como test de la pluralidad sino sobre todo como modelo del tipo de democracia fuerte por el que apostar. Es en ese sentido en el que abogó por una democracia fuerte que sepa gestionar los conflictos, la diversidad y la pluralidad nacional: “Esta situación, que parece peligrosa, puede contribuir al fortalecimiento de la democracia si se sabe gestionar, y es una noción de la ciudadanía activa, no solo como participación sino también como resistencia”.

Un arco parlamentario más amplio y plural
Así, el problema de la actual disidencia extraparlamentaria se resolverá en los próximos procesos electorales con un arco parlamentario mucho más amplio y plural. “La vigilancia del poder, el hecho de que los ciudadanos no traguen, estén más vigilantes y que, por tanto, exijan un mejor funcionamiento de los mecanismos de vigilancia y la no patrimonialización del Estado por dos fuerzas, hará que las instituciones representen realmente a la pluralidad de la ciudadanía”.

Sin embargo, eso solo será posible “si la ciudadanía considera el salto de una ciudadanía consumidora y pasiva, característica de la democracia representativa de baja calidad que tenemos, y pasa a ser una ciudadanía activa en la que se advierte que no solo son los partidos y los sindicatos los agentes del espacio público, sino que también lo son los movimientos sociales, las asociaciones vecinales, y en definitiva, los propios ciudadanos ejerciendo la disidencia y la crítica y apretando los mecanismos de control”.

Por otra parte, y pese a considerar “irrenunciable” la desobediencia civil como instrumento de acción política, la clave está en que el ámbito político sea mucho más plural, “porque entonces el marco de razones de desobediencia se reducirá”, a diferencia de la situación actual en la que el Parlamento “no tiene nada que ver con el punto de vista de las necesidades sociales ni de la pluralidad, las opciones de vida, de cultura, de mundo o de ideología”.

El riesgo de caer de nuevo en un juego político limitado  al reparto del pastel
En la última parte de su intervención, se trata de resaltar como positivo que los próximos procesos electorales vayan a desembocar en unas instituciones más plurales, “lo cual no significa ni mucho menos que lo que se nos viene encima sea más fácil de gestionar, porque creo que es infinitamente más difícil”. Para afrontar esa situación se requiere de una cultura de negociación y de pacto “y aquí no hay ninguna cultura de eso”. “Aquí, en Valencia, hay una demonización de la noción de tripartito, de coalición, que el PP identifica como horrible e inestable por definición”.

En el anterior sentido se trata de subrayar no tanto la dimensión negativa de la carencia de una cultura de la negociación y del pacto, sino el riesgo de caer en el reparto de cargos e instituciones a la italiana, es decir, hacer lo mismo que hasta ahora pero en lugar de con dos partidos hacerlo con cuatro. “Vale la pena hacer todo el esfuerzo posible porque esta oportunidad que tenemos no devenga en un desastre del reparto del pastel que nos deje a todos más frustrados que antes y, por el contrario, suponga algunos avances en calidad democrática”.

Esta reseña fue originalmente publicada en el Blog de Javier de Lucas

 

Entrevista a Josep Monserrat Molas, Decano de Filosofía de la UB

Con ocasión del reconocimiento de la Facultad de Filosofía de la Universitat de Barcelona como una de las 50 mejores  facultades del mundo, entrevistamos a su Decano, Josep Monserrat Molas, para que nos cuente en qué han consistido los esfuerzos realizados para  llegar a colocarla en ese puesto.

1) ¿Cómo valora que la titulación de Filosofía de la UB esté entre las cincuenta mejores del mundo según el ranking?

Es una señal del reconocimiento internacional de nuestros estudios de filosofía. Si bien es cierto que la Universidad de Barcelona cuenta con un prestigio internacional consolidado estos últimos años, aparecer en tal excelente posición en este importante ranking que valora la calidad de las disciplinas académicas no deja de ser una satisfacción mundana añadida a nuestro trabajo real de cada día en la Facultad.

2) ¿Qué opina sobre estos rankings?

La inflación de la cantidad de rankings se debe a la necesidad que tienen los agentes de gobierno (del gobierno de lo que sea) de disponer de “datos” a partir de los cuales justificar decisiones, aunque sea a costa finalmente de desconocer la realidad misma a la que no se presta la debida atención. Deben tomarse con muchas precauciones y, aunque en ocasiones sus “resultados” son propicios (y permiten entrevistas como esta misma), no creo que deban usarse para justificar decisiones políticas. Su “validez” dependerá de la conmensurabilidad de lo que traten en cada caso y no sé yo si la realidad toda lo es. En cualquier caso, son un elemento fundamental de la ideología de la evaluación que pretende  cada vez más dominar y controlar la vida de las Instituciones (y de los individuos).

3) ¿Cuáles cree que son los puntos fuertes del Grado en Filosofía y los Máster de su Facultad? ¿cuáles son los puntos en los que podría mejorar?

Es una fortaleza poder disponer de varios núcleos temáticos, metodológicos e, incluso, de concepciones de la filosofía que son reconocidos en nuestro entorno e internacionalmente como valiosos. Un alumno de nuestro grado puede tener acceso a diferentes concepciones de la filosofía “en vivo” y no meramente explicadas por otros porque un buen número de profesores vuelcan los resultados de su tarea de investigación en la docencia. Con este bagaje los alumnos pueden posteriormente escoger entre los máster que se ofrecen, entre los que puede encontrar adecuada especialización, interdisciplinariedad e internacionalización. La vinculación de la docencia con unos equipos de investigación con resultados excelentes y una destacada internacionalización permiten una buena preparación también para los estudios de doctorado.

Mejorar, en todo, porque nada es perfecto. Pero es urgente la mejora en la coordinación docente y la mejora en la atención académica que deben culminar en una evaluación entendida no como examen sino como responsabilidad de un proceso de aprendizaje en común, sin olvidar que el acompañamiento al alumnado debería prestar atención personalmente a las diferentes necesidades e itinerarios de formación.

4) ¿Puede valorar la situación de la Filosofía en España y muy especialmente en su faceta educativa?

La situación es de una extrema gravedad. Puede que se esté reclamando algo así como filosofía por parte de ciertos sectores de la sociedad, pero a menudo de manera muy desdibujada y fácilmente sustituible por “humanidades” o “saberes de soluciones”. Ahora bien, pienso que sería muy útil la labor de la estricta filosofía en la dotación a la ciudadanía de instrumentos para que construyera el vocabulario y las herramientas conceptuales de análisis con las que debería intervenir en la realidad social y política. Ello justificaría la necesidad de la presencia de la enseñanza de la filosofía en la secundaria obligatoria. La filosofía también es necesaria en la revisión crítica de los saberes y las pasiones que gobiernan nuestro conocer, hacer y vivir. Su presencia en el bachillerato sería indispensable. Pero temo que algunas decisiones recientes, sumadas a otras anteriores, indican la puerta de salida y la conversión de la filosofía como algo residual en la educación reglada.

Ojo con él

Reseña de «Campo de retamas» escrita por José Luis Pardo

Los pecios de Rafael Sánchez Ferlosio, reunidos en su libro ‘Campo de retamas’, no son los residuos superficiales de su prosa, sino que brillan por sí solos

Decía Nietzsche que los aforismos deben ser cumbres, de tal manera que la lectura de un libro de sentencias habría de causar en el espíritu la impresión de ir saltando de pico en pico, prescindiendo del trabajo afanoso y arriesgado de la subida y del interminable y tedioso proceso de descenso, de tal modo que quien lee se vea siempre sorprendido por la fórmula, no sabiendo nunca “cómo ha llegado allí” ni tampoco cómo podrá coronar la cumbre siguiente sin despeinarse, con el mismo gesto elegante y despreocupado con el que David Niven y Cantinflas, en la versión cinematográfica de La vuelta al mundo en ochenta días, utilizan al pasar junto a ellas la providencial nieve de las montañas para enfriar una botella de champán que, cómo no, llevaba preparada en la despensa del globo. En este sentido, puede que los aforismos de Nietzsche pertenezcan a la misma estirpe que los de La Rochefoucauld e incluso que los de Lichtenberg, pero está claro que su linaje no es el mismo que el de los pecios de Rafael Sánchez Ferlosio, espléndidamente reunidos en su último libro, Campo de retamas.

El hecho de que un pecio sea, técnicamente, el resto de un naufragio, nos indica solamente que no es una “sentencia”, término que —para empezar, en su acepción judicial— sugiere la confección de un veredicto resolutorio e inapelable, aunque nos hurte toda la larga y compleja instrucción del sumario que ha llevado a esa conclusión. Una sentencia es siempre un éxito, la salida terminante y acabada de un proceso (pues un proceso judicial interminable, sin declaración de culpabilidad o de inocencia y sin reparto de responsabilidades, como los que a menudo parecen tener lugar en nuestros tribunales, va siempre acompañado, para nosotros, de una resonancia angustiosa y kaf­kiana de fracaso, de expectativas insatisfechas). Los pecios de Sánchez Ferlosio tienen más bien el aire de un comienzo, de un incipit, de una incoación de final incierto que, ciertamente, arroja una luz sobre el asunto que trata, pero no es la del relámpago o el fogonazo de una iluminación deslumbrante y definitiva que localiza en la oscuridad el blanco posible de un disparo, sino más bien la de “una bombilla temblorosa e impávida, desafiando la ominosa noche, en la ciudad bajo los bombarderos”, como dice uno de ellos. Y, si algún parentesco se les hubiera de buscar, sería más bien con escritos del tipo de las Voces de Antonio Porchia (“La verdad tiene muy pocos amigos, y los muy pocos amigos que tiene son suicidas”) o de los Pensamientos despeinados de Stanislaw Jerzy Lec (“Es difícil andar con la cabeza alta sin darse aires”).

Se ha dicho a veces que los pecios de Sánchez Ferlosio son como “la otra cara” de su escritura, la vertiente paratáctica, breve, directa e inmediata de una prosa habitualmente cargada de subordinaciones, intrincados vericuetos y prolijos apéndices que dibujan un mapa de pensamiento lleno de laberintos. Pero es posible que esta contraposición sea en sí misma artificial, como la que su autor denuncia a menudo en el presuntuoso contraste entre lo profundo y lo superficial. Quiero decir que estos pecios no son los residuos “superficiales” de una prosa que, en otras manifestaciones, enunciaría un pensamiento más “profundo”, no son maneras comprimidas de expresar lo que en otros textos se dice con mayor escrupulosidad. Es más, ni siquiera creo que pueda decirse que son construcciones sintácticas “directas”. Si en algún sentido son “restos” de algo, podría sostenerse que son más bien frases subordinadas sueltas y perdidas de su contexto, al que han dejado de necesitar para brillar por sí solas como esa bombilla temblorosa recién citada, frases accesorias emancipadas de su conexión con la principal como retamas que, en lugar de ofrecerse como simple combustible para hornos que cocinan discursos de relleno o masticables para lectores iracundos, se convierten en extrañas flores de racimo, formaciones de malas hierbas que adquieren una inesperada belleza, “flores del mal” de un conocimiento impensado. Y en ese punto muestran un elemento fundamental del “método” de esta escritura, a saber, que en ella lo subordinado se insubordina contra lo presuntamente principal y adquiere un protagonismo inhabitual, que los desvíos aparentemente secundarios son en ella lo más importante, y el “argumento” general solamente un pretexto, como cuando su autor “comenta” textos periodísticos, coplas populares o fórmulas ideológico-propagandísticas. Y si lo de “método” hay que ponerlo entre comillas es porque esta transformación no ocurre nunca de modo deliberado, sino que acontece justamente como un naufragio que arruina el equilibrio argumental o al menos lo torpedea, como el resultado imprevisible pero irremediable que impide al jardinero podar del todo las excrecencias improductivas que invaden los cultivos, porque a menudo encuentra algo más y algo diferente de lo que creía estar buscando. La escritura de Sánchez Ferlosio nunca es “profunda” en el sentido de “oscura” o de “solemne”; puede ser difícil, pero nunca abandona la claridad.

También por ello es corriente, tanto a propósito de los pecios como de los ensayos, subrayar la “originalidad” de Sánchez Ferlosio, extremo este que con razón suele indignarle. Porque su obra está tan vinculada a la trama viva de nuestra tradición cultural que exhibe siempre la inconfundible condición de lo impersonalmente originario, sin tener que depender para nada de la “originalidad” literaria característica del estilo personal, invariablemente obsesionada por la novedad y la distinción. Pero es completamente injusto hacer de Ferlosio un escritor “raro”, “heterodoxo” o (aún peor) “maldito”. Alguien dijo una vez que todas las grandes obras están escritas en una suerte de “lengua extranjera”, y no hay mayor elogio para un escritor que decir de él que ha sido capaz de mostrarnos nuestra lengua como si fuera otra, de hacernos sentir extraños a lo que decimos de tan inadvertido como nos pasa; pero en este caso no hay dudas de que esa lengua extranjera es el castellano llano, cuyo cuidado no consiste en salvaguardas académicas, sino en el ejercicio sistemático y continuado de la lengua para decir a alguien algo acerca de algo. Y, en este punto, Sánchez Ferlosio sigue siendo un ejemplo cabal de lo que significa ser un escritor. Que eso se haya convertido en una “rareza” debería, como decía cierto usuario de las tarjetas black pillado in fraganti, hacernos reflexionar.

José Luis Pardo

Este artículo fue originalmente publicado el 15 de mayo de 2015 en el suplemento Babelia de El País

¿Necesitamos tantos científicos?

El avance de la tecnología hace que EE UU se plantee la recuperación de las humanidades y el arte en su sistema educativo

Facebook nos hizo replantearnos nuestra noción sobre la privacidad. Gracias a Google nos preguntamos si tenemos derecho al olvido. Ahora llega la tecnología móvil a nuestras muñecas, un reloj puede analizar nuestra última carrera o las calorías que acabamos de quemar y Estados Unidos se pregunta si las humanidades se han convertido en un estudio irrelevante o son más necesarias que nunca.

La tecnología nos ha impuesto todo tipo de “métricas” para asuntos que en realidad no se pueden medir, argumenta Leon Wieseltier, editor cultural de la revista The Atlantic. Wieseltier ha sido una de las últimas voces en desatar la polémica al hacer un llamamiento en defensa de la educación en humanidades frente a la oleada de campañas para educar y reclutar científicos en EE UU. Sin filósofos, políticos ni pensadores, alega, ¿quién va a redefinir los límites morales y éticos que sigue rompiendo el avance de la tecnología?

“Se asignan valores numéricos a cosas que no pueden capturar los números. Conceptos económicos inundan ámbitos no económicos. ¡Los economistas son nuestros expertos en felicidad! Donde antes quedaba la sabiduría, ahora reina la cuantificación”. El ensayo de Wieseltier, Among the Disrupted, publicado por The New York Times y en el que comentaba una obra del escritor Mark Greif, ha sido interpretado también como una crítica a la tecnología. Las palabras del intelectual vibran con intensidad en un momento de debate en EE UU sobre lo que muchos consideran como un énfasis excesivo en la educación científica frente a las artes y las humanidades.

“Para aquellos que piensan que todo lo que necesitamos son programas de ciencias, les recomiendo que miren a los lugares donde se ha hecho así anteriormente”, afirma Deborah Fitzgerald, decana de la Facultad de Historia y Ciencias Sociales del Massachusetts Institute of Technology (MIT). “En esos países ahora hay generaciones de licenciados sin preparación para ser políticos ni jueces, que no confían en el pensamiento crítico para resolver problemas humanos”.

El MIT de Boston, donde el 100% de sus alumnos estudian grados científicos, obliga a los estudiantes a tomar un cuarto de sus asignaturas en el ámbito de las ciencias sociales o el arte. Fitzgerald, profesora de Historia de la Tecnología en el MIT, asegura que el último empuje de los estudios de humanidades surgió a principios del siglo XX “en reacción al enorme abrazo que se había dado justo antes a las ciencias”. La decana lo describe como un “péndulo” que va y viene a lo largo de la historia.

El estallido intelectual y romántico en la Inglaterra del siglo XVIII, dice Fitzgerald, fue una respuesta a la oleada de migrantes rurales al Londres de la revolución industrial, cuando la población de la capital se multiplicó dos veces y media en solo 100 años. La reubicación de la población, explica Clay Shirky en su obra ‘Cognitive Surplus’ sobre la creación de conocimiento colaborativo, donde también hace una parábola entre aquel momento y el actual, que provocó tanto la destrucción de los modos de vida antiguos como la creación de un nuevo modelo urbano.

Si lee este texto en una pantalla digital, está viendo un ejemplo de cómo la última revolución tecnológica es la que ya ha introducido dispositivos electrónicos y móviles en casi todas nuestras actividades diarias. Los institutos enseñan a los alumnos a escribir el lenguaje de los ordenadores y el código HTML, PHP o JavaScript se suma a las asignaturas de idiomas. En EE UU, la tendencia ha cobrado tintes políticos.

El senador republicano y candidato a la presidencia en 2016 Marco Rubio bromeó recientemente si “merece la pena tomar un préstamo de 40.000 dólares para licenciarse en Filosofía Griega, ya que el mercado para contratar a filósofos griegos es muy competitivo”. Rubio no es el único que ha rechazado la importancia de subvencionar la educación en humanidades. Su compañero de partido y gobernador de Carolina del Norte, Pat McCrory, declaró en 2013 que no quiere “subvencionar una licenciatura que no vaya a garantizar un empleo”.

Los defensores de la importancia de las humanidades se muestran preocupados también por el énfasis que ha realizado la Administración Obama en programas conocidos como STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) y cuyo objetivo es aumentar el número de estudiantes de ciencia y tecnología en los institutos, pero no incluye más recursos ni más horas para las clases de humanidades.

Obama ha vinculado estas iniciativas con la demanda de ingenieros e informáticos que ejerce el sector tecnológico, siguiendo las líneas de líderes como Steve Jobs o Bill Gates. El fundador de Microsoft declaró ante el Congreso que EE UU sufre “la escasez de científicos e ingenieros con experiencia para desarrollar la próxima generación de inventos revolucionarios”. Sin embargo, voces como el columnista de The New York Times Nicholas Kristof alertan de que por cada licenciado en filología inglesa en EE UU, ya hay siete en una rama de negocios.

Wieselter lidera las voces que recuerdan que toda tecnología “ha sido utilizada antes que comprendida completamente” y que esa comprensión llega desde el conocimiento de las humanidades y el arte, no sólo la tecnología. “Siempre hay un hueco entre la innovación y el entendimiento de sus consecuencias. Ahora vivimos en ese paréntesis y es el momento adecuado para reflexionar”.

En la actualidad, 1.5 millones de estudiantes de primaria en EE UU no reciben clases de música y otros 4 millones tampoco participan en lecciones de artes visuales, según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Educación. El 100% de los estudiantes de escuelas públicas, un total de 23 millones, nunca tienen una clase de danza ni de teatro.

Zakaria denuncia que el estudio de las artes y las humanidades es percibido como “un lujo costoso” y que el énfasis en las asignaturas de ciencias se debe a una “malinterpretación” de los datos que pone a EE UU “en una vía muy peligrosa”. El autor de ‘En defensa de la educación progresista’ pide la creación de un sistema educativo que promueva la creatividad y el pensamiento crítico. Y cita a Steve Jobs, fundador de Apple, quien aseguró en la presentación del iPad en 2007 que en “el ADN de Apple no es la tecnología, sino su combinación con las artes y con las humanidades, lo que nos aporta el resultado”.

“Puedes juntar a todos los Zuckerberg del mundo pero si los aíslas y no los combinas con las razones, el por qué de lo que están haciendo, tendríamos un mundo muy difícil de manejar”, dice Dave Csyntian, presidente de la organización See The Change, que aboga por la inmersión en programas de ciencias a edades más tempranas. “El pensamiento crítico es imprescindible”.

Csyntian reconoce que la idealización de creadores como el fundador de Facebook puede atraer a muchos adolescentes hacia la tecnología, pero puede ser un arma de doble filo. “La tecnología nos ayuda a responder el qué con aparatos en nuestra muñeca, nuestro reloj, nuestro teléfono… pero nos estamos perdiendo el por qué”. Esa cuestión, afirma, depende del pensamiento crítico de los alumnos como de los ciudadanos, y “si sacamos esa parte de la ecuación, nos estamos perdiendo algo fundamental”.

“La industria demanda cualificaciones científicas e informáticas, pero son el arte y las humanidades las que lo unifican todo”, dice Edward Abeyta, asesor del decanato de la Universidad de California en San Diego. Abeyta argumenta que no se puede obviar cómo un estudiante de música aprende a trabajar en equipo en una orquesta, adquiriendo cualidades que va a necesitar en el futuro. “Somos una nación de creadores e innovadores. Sin el arte, sin el diseño, lo perderíamos”.

El último presupuesto de Obama destinó 3.100 millones de dólares a programas de educación pública, sin que la tendencia haya mejorado significativamente el nivel de los estudiantes ni resolver la falta de profesionales especializados que demanda el mercado. EE UU sigue atascado en el puesto 29 del informe PISA en matemáticas y el 22 en ciencias, por detrás de países como Estonia, Taiwan, Singapur, Suiza y Holanda.

Según Csyntian, una de las razones es que los estudiantes no reciben clases de física o matemáticas hasta una edad más tardía que en Europa o Asia. “Lo entendemos como un catalizador para que los alumnos puedan tomar mejores decisiones de cara al futuro”. Esas decisiones dependen para Csyntian de que los adolescentes entren en contacto con el conocimiento científico desde una edad temprana. “Sea en el campo que sea, les ayuda entender cómo funciona el mundo que nos rodea”.

Para Wieseltier, “el procesamiento de información no es el máximo al que puede aspirar el espíritu humano, como tampoco lo es la competitividad en una economía global”, dice en respuesta a la filosofía de compañías como Google. “El carácter de nuestra sociedad no puede quedar determinado por ingenieros”.

Diversas campañas como la impulsada por el presidente Obama han ayudado a concienciar a la población de que EE UU necesita más profesionales en el ámbito de las ciencias y la tecnología. Sin embargo, asegura Csyntian, todavía no se ha comprendido del todo que lo más importante es el contacto de los alumnos con esos contenidos a una edad más temprana para que puedan elegir mejor.

“La innovación no es solo un asunto técnico sino de comprensión de cómo funcionan las personas y las sociedades, lo que quieren y lo que necesita”, escribe Zakaria. “América no va a dominar el siglo XXI haciendo chips sino reimaginando cómo interactúan los ordenadores y otras tecnologías con los seres humanos”.

Este artículo fue originalmente publicado el día 10 de mayo de 2015 en el diario El País

Pajak: “La literatura no revela nada; en todo caso, esconde algo”

La inmensa soledad’, biografía cruzada de Nietzsche y de Pavese, alumbró un género: el ensayo gráfico. Su autor es el primero que recibe el Premio Médicis por su obra gráfica

Frédéric Pajak (Suresnes, 1955) vive bajo el tejado de zinc de un edificio parisiense situado frente a un convento de monjas, cuyas ocupantes no tienen permitido salir al exterior más que unas cuantas veces al año. Sobra decir que la calma reina en el lugar. “Necesito este silencio, ya que combino dos oficios a jornada completa. Mi semana laboral dura entre 70 y 80 horas”, explica este hombre de timbre grave y mirada doliente. Su primer empeño es el de editor. Hace 20 años fundó la editorial Les Cahiers Dessinés, donde publica a los grandes dibujantes de nuestra era (una exposición repasa su historia, hasta el 14 de agosto en la Halle Saint-Pierre de París). Su segunda ocupación es la de escritor e ilustrador, que le ha llevado a firmar una veintena de volúmenes, con los que incluso ha llegado a inventar lo que muchos consideran un nuevo género, a medio camino entre el dibujo y la filosofía. No le gusta la etiqueta, pero se le suele llamar “ensayo gráfico”.

En sus obras, Pajak entreteje la biografía de grandes figuras del pensamiento y la literatura —Benjamin, Schopenhauer, Beckett, Joyce, Breton o Apollinaire— con la suya propia. Este peculiar formato germinó en 1999 con la publicación de La inmensa soledad, biografía cruzada de Nietzsche y Pavese con la ciudad de Turín como telón de fondo. La editorial Errata Naturae la edita ahora en castellano, a la espera de traducir también su Manifiesto inacabado, que contará con nueve volúmenes, tres de los cuales ya han sido publicados en Francia. Su profundidad y su rotunda belleza hicieron que Pajak se alzara con el Premio Médicis de ensayo en 2014, el primero de esta disciplina que se concede en Francia a una obra obra gráfica.

PREGUNTA. ¿Diría que La inmensa soledad marca el nacimiento de un nuevo género?

RESPUESTA. No lo veo exactamente así. En realidad, años atrás ya había escrito otro libro usando un formato similar, que hablaba de la vida de Martín Lutero. Sin embargo, aquel libro no tuvo ningún eco y no encontró ningún público, así que me dije que ese híbrido no tenía futuro. Que La inmensa soledad funcionara fue una sorpresa mayúscula para todo el mundo, empezando por mí mismo.

P. ¿Por qué cree que este libro funcionó y el anterior fue ignorado?

R. Lutero no significa nada para los franceses. Incluso para los protestantes, que son de tendencia calvinista, excepto en Alsacia. Para muchos creyentes fue un libro escandaloso, porque se alejaba totalmente de la versión oficial. Presenté a Lutero como un hombre no creyente, que veía al diablo cuando observaba el crucifijo, además de llamarle alcohólico, bulímico, obeso y suicida. Lo consideraron un libro teológico excesivo y poco serio.

P. ¿Fue su empatía respecto a los protagonistas de La inmensa soledad, Nietzsche y Pavese, lo que hizo que en el segundo intento tuviera mejor suerte?

R. No lo creo. En realidad, cuanto más extraño me resulta un personaje, más me interesa hacer un libro sobre él. Por ejemplo, si pude escribir sobre Walter Benjamin fue porque no me reconocía en su dialéctica marxista, ni en su judaísmo mesiánico. Sin ir más lejos, el propio Nietzsche es un tipo difícil de entender. Me cuesta estar de acuerdo con él o sentir esa empatía de la que habla usted. Por ejemplo, cuando habla de su nostalgia por la Grecia presocrática me pierde.

P. Es curioso que diga eso, porque el libro parece marcado por su comunión con ambos protagonistas, a quienes está unido por un rasgo biográfico fundamental: los tres son huérfanos de padre desde una edad temprana.

R. Tiene razón, pero eso vino mucho después. Lo que llegó primero fue la ciudad. Al descubrir las colinas de Turín me pareció ver a Pavese. Entendí hasta qué punto sus descripciones eran precisas, y su melancolía, perceptible. Poco después me encontré en la plaza donde Nietzsche sufrió su primera crisis de apoplejía. Me puse a leer todo lo que escribieron sobre Turín y descubrí dos visiones opuestas. Para Nietzsche era la ciudad ideal, barroca y aristocrática. Para Pavese, en cambio, se trataba de una villa triste, a la que los campesinos como él se desplazaban para encontrar trabajo en la fábrica de la Fiat. Si le soy sincero, nunca me había parado a pensar en la orfandad, porque ninguno de los dos habla abiertamente de ello en sus textos, como tampoco lo hago yo. En el fondo, creo que la literatura no revela nada. En todo caso, esconde algo.

P. Turín acabó con los dos hombres: uno se volvió loco y el otro se suicidó. ¿Qué efecto tuvo en usted?

R. La ciudad fue una bendición o incluso un milagro. Piense que yo ya no era un hombre joven —había cumplido 40 años— y seguía sin saber qué camino tomar en la vida. Quería hacer cine, pero también escribir libros y convertirme en pintor. Al descubrir Turín y experimentar los sentimientos que le describo, decidí instalarme cerca de la ciudad y trabajar durante cuatro años, sin rumbo fijo y sin saber qué surgiría de aquel trabajo. Me dejé llevar y creé sin saber adónde iba.

P. Aunque suene a tópico, ¿la creación le salvó?

R. Expresarse a uno mismo siempre implica liberarse. Con La inmensa soledad encontré una forma de expresión que me correspondía plenamente, entre la biografía, la autobiografía, el ensayo filosófico y la crítica de arte y literatura. No sé si inventé un nuevo género, pero creo que no existe equivalente a lo que hago. No es cómic, ni novela gráfica, ni tampoco autoficción. Tampoco me convence llamarlo “ensayo gráfico”. Prefiero decir que es “un relato escrito y dibujado”.

P. ¿Diría que ha creado una escuela? ¿Se siente imitado o incluso plagiado por otros autores?

R. No tengo esa sensación. Mi posición es bastante solitaria. No formo parte de una camarilla de escritores, ni tampoco de dibujantes. En el fondo, mi oficio es el de editor. Me encanta ayudar a otros a dar a conocer su trabajo. En especial, si son personalidades infrecuentes. Por ejemplo, he editado a El Roto en Francia. Él sí ha inventado algo. Es un pensador que con cada dibujo nos da un puñetazo. En Francia no tenemos la suerte de contar con alguien como él.

P. ¿No hay ninguna otra personalidad que le interese en el dibujo de prensa?

R. Solo queda Willem, que publica en Libération. El resto, como Topor o Gébé, ya han fallecido. El último superviviente era Honoré, que fue asesinado en el atentado de Charlie Hebdo. Fue un dibujante brillante, que tenía un problema: trabajar para esa publicación, que ya no tiene nada que ver con lo que fue en los setenta…

P. ¿En qué ha cambiado Charlie Hebdo?

R. Antes daban una página a cada dibujante, que tenía derecho a expresarse libremente. Al llegar Philippe Val [director del semanario entre 1992 y 2009], a quien considero un impostor y un arribista, se convirtió en un periódico de militantes, en la antecámara del Partido Socialista. Eso fue lo que les condenó. La verdad es que no me gusta. No me convence su humor escatológico, que tenía sentido en los sesenta, cuando nos tuvimos que liberar de la religión y la austeridad, pero no en la sociedad de hoy, donde todo está permitido. Yo defiendo una vuelta, si no a la moral, sí a una cierta ética. La conducta de un dibujante debe ser irreprochable. Los daneses que hicieron aquellas horribles caricaturas de Mahoma no tuvieron ningún sentido de la responsabilidad. Es normal que cualquier musulmán sin ninguna cultura satírica se moleste.

P. ¿Y por ese motivo hay que dejar de satirizar? ¿No cree en la libertad de expresión como principio universal?

R. Todo eso es pura ideología. Nada de lo que decimos puede ser universal. Si en Alemania el humor ya es distinto, imagínese en Níger. En Francia convivimos con musulmanes que han asfaltado nuestras carreteras, fabricado nuestros coches y limpiado nuestras calles. Durante décadas han hecho trabajos que nadie quería hacer. ¿Tenemos, encima, que insultar a su religión? Una cosa es criticar a los ayatolás, que me parece muy bien, y otra a la creencia en sí. ¿Cómo podemos imponer imágenes a una religión que no acepta las imágenes? Además, suelen ser imágenes vulgares y feas. No se puede combatir el oscurantismo con la fealdad.

P. “Todos los hombres tienen un cáncer que les corroe”, decía Pavese en referencia a la muerte de su padre. ¿Lo comparte?

R. No. Desde que mi padre murió, cuando tenía nueve años, he mantenido un diálogo benevolente con él. Él, que era pintor, siempre me ha animado a expresarme. Incluso le he oído hablar alguna vez. Pero no soy místico, no se preocupe. Nunca he ido a ver su tumba, porque cuando murió no me dejaron, pero pienso ir pronto, cuando esté preparado…

P. En el primer tomo de Manifiesto inacabado escribe lo siguiente: “Tengo ganas de escribir como quien escribe un diario, pero no todos los días y mejor por la noche, cuando todo muere, al fin”. ¿Qué tiene la noche que no tenga el día?

R. Es el momento en que el murmullo de la ciudad desaparece. Por la noche, uno encuentra otro tipo de inspiración, de orden más poético y metafórico. Y yo estoy a favor de la metáfora, de la lírica y de la narración. En definitiva, de todo lo que prohibió el nouveau roman. Usted no lo vivió porque es joven, pero yo sí lo sufrí, y fue duro. En los setenta también estaba prohibido hablar de la biografía de un autor, cuando para mí resulta fundamental. Por ejemplo, no se puede entender el desarraigo de Pavese sin abordar su biografía.

P. Ha declarado que sus sueños son fuente de inspiración. ¿Su obra es, como se ha dicho a veces, un psicoanálisis de cara al público?

R. Eso me dicen los psiquiatras. No es mi voluntad, aunque supongo que algo de eso hay. Toda mi familia ha hecho psicoanálisis: mi madre, mi hermano, mis dos hermanas, mis tíos… Todos menos yo, aunque puede que exista una explicación. A los 13 años, las cosas me iban muy mal. Era el peor alumno de mi clase, no me entendía con mi familia y no me gustaba la sociedad. Un buen día decidí tirarme a la piscina y ahogarme hasta morir. Cuando me rescataron, mi madre me llevó a ver a un psicólogo. Para mi sorpresa, ese hombre le dijo: “No se preocupe. Todo irá bien. Él ya sabe qué quiere hacer en la vida”. En realidad no tenía ni idea, pero desde ese momento mi madre decidió dejarme tranquilo y yo recobré la confianza en mí mismo. Ese tipo me salvó la vida…

P. Al final de su vida, estando interno en Jena, Nietzsche seguía soñando con Turín. ¿Qué marca le dejó a usted la ciudad?

R. He vuelto muchas veces, pero nunca he reencontrado el sueño. Desde que dejé Turín, no he vuelto a dormir igual que antes. Es una ciudad que me volvió un poco loco.

Esta entrevista apareció originalmente en El País, el día 2 de mayo de 2015. Puede consultarse aquí.

Publicado el libro «La lengua de las matemáticas y otros relatos exactos»

Publicado el libro «La lengua de las matemáticas y otros relatos exactos», de Fernando Álvarez, Óscar Martín y Cristóbal Pareja.

Fernando Álvarez, Óscar Martín y Cristóbal Pareja son tres profesores de la Universidad Complutense, dos de ellos matemáticos y un doctor en informática, que publican este pequeño libro de divulgación con la editorial Catarata

Son doce relatos que recogen historias antiguas sobre las matemáticas 

Publicamos la introducción y el primer capítulo para nuestros lectores (1)

El lector conoce, sin duda, que en el Egipto faraónico de los ptolomeos, Eratóstenes halló la longitud de la circunferencia de la Tierra, asomándose a un pozo que reflejaba los rayos del Sol. Pero quizá le sorprenda saber que, de todo el antiguo mundo occidental, solo allí podía hacerse ese descubrimiento.

Otra historia mil veces repetida cuenta que Tales de Mileto, con la sola ayuda de un palo, pudo determinar la altura de la Gran Pirámide, pero un poco de astronomía plantea hoy serias dudas sobre la versión popular. En esta obra se recogen muchas historias antiguas, porque es probable que la invención de las matemáticas –pues invención fue– viniese impulsada en su origen por el deseo de medir el mundo.

No en vano Aristarco, utilizando sus eclipses como una regla graduada, fue capaz de decir a sus coetáneos cuán lejos estaba el Sol y cuán cerca la Luna. Así, de la mano de personajes como Tales de Mileto, Eratóstenes, Al-Juarismi, Arquímedes, Bach y Beethoven, este libro nos pasea por estos y otros relatos – relatos exactos , al decir de los autores– para desvelarnos la belleza de las matemáticas.

(1) Esta noticia apareció originalmente en Diario Turing, la sección de cultura científica de Eldiario.es. Para acceder a la lectura de la introducción y primer capítulo del libro, pincha aquí.

Publicación: El materialismo dialéctico: sistema e historia

Venancio Andreu Baldó es profesor de secundaria y doctor en filosofía por la Universidad de Murcia. El verano pasado participó en el I Congreso de la REF, con una comunicación titulada «El mundo en que vivimos: una teoría de teorías sobre la globalización».

Venancio ha puesto a nuestra disposición un libro que he escrito recientemente sobre materialismo dialéctico. Su título es: «Materialismo dialéctico: sistema e historia. La actualidad del marxismo revolucionario». Está publicado por Nexosofía, La Torre del Virrey, dirigida por Antonio Lastra,  el 6 de marzo de 2015, y se encuentra en la Red.

El libro está centrado en las cuatros grandes interacciones dialécticas, a su juicio, de la realidad, y de la teoría marxista: lo abstracto y lo concreto, el todo y las partes, el objeto y el sujeto, y la teoría y praxis.

Es un libro extenso, que pretende abarcar, en la concepción marxista revolucionaria de la realidad, la realidad en sus múltiples momentos, y sus referencias son, amén de los clásicos Marx y Engels, autores marxistas occidentales clave del XX, sobre todo Gramsci, Lukács, Korsch, Sartre, entre otros, también Lenin y Trotski, y otros más recientes de tendencia trotskista, como los teóricos en torno a International Socialism: Ch. Hraman, T. Cliff, A. Callinicos, etc.

Puede encontrarse aquí:  www.latorredelvirrey.org/nxs/?p=109

Cierra exitosamente IV Congreso Dominicano de Filosofía

Con una asistencia masiva de personas cerró el pasado jueves 16 de abril de 2015, el IV Congreso Dominicano de Filosofía, titulado Los desafíos de las ciencias sociales: Una mirada filosófica, celebrada los días 14, 15 y 16 de abril 2015, en diferentes espacios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo ( UASD ).

Maestros de diversas áreas de las ciencias sociales y estudiantes de todas las carreras académicas, se presentaron desde las 8:00 am, en los varios espacios donde se exhibieron las ponencias de maestros tanto de la UASD, como otros invitados de otras universidades del pais y el extranjero.

La actividad organizada por la escuela de filosofía de la (UASD) y su director el Dr. Leonardo Díaz, con el apoyo de Ramón Rodríguez Espinal Decano de la Facultad de Humanidades, la Academia de Ciencias de la Republica Dominicana y la colaboración de la Asociación de Estudiantes de Filosofía de la  UASD (ASEUFIL), se mantuvo desde las 8:30 hasta las 7:30 en constante movimiento de los disertadores, invitados, estudiantes y curiosos, “ la actividad ha sido todo un éxito, hemos recibido más del doble de asistencia de lo previsto “  expreso Díaz a LOSMINA.NET, prensa oficial del evento.

Los estudiantes que asistieron al evento mostraban asombro e interés por lo que estaba allí ocurriendo, durante las varias horas que duro se observo una asistencia masiva de diferentes provincias y sectores del país, tanto de la carrera de filosofía como de otras de la ciencia y el saber humano.

“… hemos visto el entusiasmo y la disposición de los jóvenes asistentes, se nos han acercado a preguntar por la carrera de filosofía y lo hemos invitado a pasar por la escuela de filosofía de la UASD, ubicada en el 5to piso del edificio administrativo de la universidad o llamarnos a los   teléfonos: 809-535- 8273, ext. 5780: Cels.809-448-7019/809-982-7502 y también seguirnos en Facbook: ASEUFIL o Escuela Filosofía Uasd  y en Twitter @escuelafiluasd ” dijeron los miembros de ASEUFIL a LOSMINA.NET, y agregaron “ es la FILOSOFIA y los filósofos de Quisqueya quienes descontaminaremos al país de las malas costumbres que nos afectan»

Al cerrar con la actividad los conferencistas, maestros y miembros de ASEUFIL se dirigieron a la academia de ciencias dominicana a presenciar la ponencia del invitado de honor el Doctor Antonio Campillo, finalista del XIII premio de Ensayo  Anagrama y Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.

Originalmente publicado en Losmina.net