Archivo de la categoría: Miembros de la REF

Aquí encontrarás un enlace a cada una de las asociaciones que forman parte de la Red Española de Filosofía.

Congreso de Filosofía organizado por el centro Imaginalia de Alicante, dedicado al tema Filosofía y Progreso.

En conmemoración del Día Mundial de la Filosofía proclamado por la UNESCO que se celebra anualmente el tercer jueves de noviembre, la Organización Internacional Nueva Acrópolis, ha celebrado el Congreso de Filosofía, cuyo lema ha sido “Filosofía y Progreso”.

El Congreso se ha inaugurado con las palabras de bienvenida del Director Juan Adrada, quien ha recalcado el compromiso de este Centro con la educación. Desde hace 40 años en Alicante y 60 años en el mundo se realiza, desde el voluntariado, una labor de difusión del estudio de la filosofía como herramienta para la búsqueda de la verdad.

Entre nuestros  invitados estuvo Delia Manzanero Fernández, catedrática de Ética, Desarrollo Emocional y Social, en la Universidad Rey Juan Carlos. En su ponencia Tras la virtud: el vínculo entre educación, compasión y ética, se refirió a la necesidad de vincular la educación con la enseñanza de la ética y al papel imprescindible de la filosofía dentro de la formación humanística.

Otro de los participantes ha sido Luis Martínez de Velasco, doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, en cuya exposición Una aproximación a la inteligencia moral, explicó la ética como la culminación de la inteligencia moral y la mejor manera de llevarla a la práctica.

El profesor de filosofía y filólogo clásico Juan Antonio Negrete Alcudia, trató el tema Pensar en el futuro, y reflexionó sobre lo que debería y lo que puede llegar a ser nuestro futuro, así como del lugar que debería ocupar el pensamiento.

Por último, Juan Carlos del Río Álvarez, licenciado en Matemáticas por la Universidad Complutense de Madrid, y director del Área de Internet para la Organización Internacional Nueva Acrópolis, en su disertación Ética y filosofía en los recientes avances tecnológicos, propuso el análisis del impacto social de las tecnologías de la información y la postura ética que conlleva su desarrollo.

feudalismo digital

El coronavirus bajo el liberalismo

Byung-Chul Han: vamos hacia un feudalismo digital y el modelo chino podría imponerse

El filósofo coreano y ensayista bestseller alerta que el coronavirus podría llevarnos a una sociedad de vigilancia total: el control digital podría imponer el régimen chino y jaquear las libertades occidentales.

El surcoreano Byung-Chul Han (F. Fischer Verlag / Archivo).LAS MÁS LEÍDAS

La amenaza del terrorismo ya bastante nos lleva a someternos a medidas denigrantes de seguridad en los aeropuertos sin oponer la menor resistencia. Con los brazos en alto dejamos que nos escaneen el cuerpo. Permitimos que nos palpen en busca de armas ocultas. Cada uno de nosotros es un terrorista en potencia. El virus es terrorismo que viene del aire, representa una amenaza considerablemente mayor que la del terrorismo islámico. Resulta intrínseco a la lógica de todo esto pensar que la pandemia tendrá consecuencias que transformarán al conjunto de la sociedad en una zona de seguridad, en una cuarentena permanente en la que cada uno será tratado como un potencial portador del virus.

Europa y Estados Unidos están perdiendo todo su esplendor en medio de la pandemia. Van a los tumbos. Parece que son incapaces de controlar la epidemia. En Asia, lugares como Taiwán, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur o Japón supieron controlarla con relativa rapidez. ¿A qué se debe esto? ¿Qué ventajas sistémicas evidencian los países asiáticos? En Europa y en Estados Unidos el virus se encuentra con una sociedad liberal en la que se propaga sin esfuerzo. ¿Acaso el liberalismo tiene la culpa del fracaso europeo? ¿Será que el virus se siente a gusto en el sistema liberal?

El panóptico del coronavirus rastrea tus contactos

Mirá tambiénEl panóptico del coronavirus rastrea tus contactos

Pronto se impondrá la idea de que la lucha contra la pandemia indica actuar a pequeña escala, es decir, poniendo el foco en la persona, el individuo. Pero el liberalismo no permite fácilmente un procedimiento de este tipo. Una sociedad liberal se compone de individuos con libertad de acción que no autorizan la injerencia estatal. La sola protección de datos impide la vigilancia a pequeña escala de las personas. La sociedad liberal no contempla la posibilidad de hacer de las personas, individualmente, el objeto de la vigilancia, por eso no le queda más remedio que el shutdown, con consecuencias económicas masivas. Occidente llegará pronto a una conclusión fatal: que lo único capaz de evitar el cierre total es una biopolítica que permita tener acceso ilimitado al individuo. Occidente concluirá que la protegida esfera privada es justamente lo que ofrece refugio al virus. Pero reconocer esto significa el fin del liberalismo.

Trabajadores médicos en el hospital de Dongsan en Daegu (Corea del Sur) / DPA

Trabajadores médicos en el hospital de Dongsan en Daegu (Corea del Sur) / DPA

Los asiáticos están combatiendo el virus con un rigor y una disciplina que para los europeos resulta inconcebible. La vigilancia se centra en cada persona en forma individual, y esto constituye la principal diferencia con la estrategia europea. Los rigurosos procedimientos asiáticos recuerdan a aquellas medidas disciplinarias adoptadas en la Europa del siglo XVII para combatir la epidemia de la peste. Michel Foucault las describió de manera impactante en su análisis de la sociedad disciplinaria. Las casas se cierran por fuera y las llaves se entregan a las autoridades. Se condena a muerte a quienes violan la cuarentena. Se mata a los animales que andan sueltos. La vigilancia es total. Se exige obediencia incondicional. Se vigila cada casa en forma individual. Durante los controles, todos los habitantes de una casa deben asomarse por las ventanas. A quienes viven en casas que dan a patios traseros se les asigna una ventana al frente por la cual asomarse. Llaman a cada persona por su nombre y le preguntan por su estado de salud. Quien miente se expone a la pena de muerte. Se establece un sistema de registro total. El espacio se vuelve una red anquilosada de células impermeables. Cada quien está atado a su lugar. Cualquiera que se mueva pone en riesgo su vida.

El confucianismo coreano busca vencer al virus

Mirá tambiénEl confucianismo coreano busca vencer al virus

En el siglo XVII Europa devino en una sociedad disciplinaria. El poder biopolítico penetra hasta en los más mínimos detalles de la vida. Toda la sociedad se transforma en un panóptico, es atravesada por la mirada panóptica. El recuerdo de esas medidas disciplinarias se ha desvanecido por completo en Europa. En realidad, eran medidas mucho más rigurosas que las que toma China ante esta pandemia. Pero se podría decir que la Europa de los siglos XVII y XVIII es la China actual. Entretanto, China ha creado una sociedad disciplinaria digital con un sistema de crédito social que permite una vigilancia biopolítica y un control sin fisuras de la población. Ni un solo momento de la vida cotidiana escapa a la observación. Se monitorea cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. Se utilizan 200 millones de cámaras de vigilancia con reconocimiento facial. Quien cruza un semáforo en rojo, tiene contacto con personas opositoras al régimen o publica comentarios críticos en las redes sociales vive en peligro. Quienes, en cambio, compran comida sana o leen los periódicos oficialistas, son recompensados con créditos baratos, seguros de salud o visas de viaje. En China esta vigilancia total es posible porque no existe restricción alguna al intercambio de datos entre los proveedores de internet y de telefonía móvil y las autoridades. Así que el Estado sabe dónde estoy, con quién me encuentro, qué estoy haciendo en este momento, qué ando buscando, en qué pienso, qué compro, qué como. Es muy probable que en el futuro el Estado también controle la temperatura corporal, el peso, los niveles de azúcar en sangre, etc.

La vigilancia digital total de la población está demostrando ser por demás eficaz contra el virus. Cualquiera que salga de la estación de trenes de Beijing es capturado por una cámara que mide su temperatura corporal. Si tiene temperatura alta, se informa por teléfono móvil a todas las personas que iban en el mismo vagón. El sistema sabe quién, cuándo y dónde iba sentado en el tren. Y las personas potencialmente infectadas se detectan usando solo datos tecnológicos. Las redes sociales informan sobre el uso de drones para vigilar la cuarentena. Si una persona abandona clandestinamente su cuarentena, el dron vuela hacia ella y la insta a volver a casa. Incluso puede que el dron imprima una multa en el momento y la deje caer sobre su cabeza. Parece que se está produciendo un cambio de paradigma en el control de la pandemia y Occidente no termina de darse por enterado. El control de la pandemia se está digitalizando. No sólo la combaten virólogos y epidemiólogos sino también ingenieros informáticos y especialistas en big data.

Distancia. El subte en Seúl, Corea del Sur. /EFE

Distancia. El subte en Seúl, Corea del Sur. /EFE

En la lucha contra el virus, el individuo es vigilado individualmente. Una aplicación le asigna a cada persona un código QR que indica con colores su estado de salud. El color rojo indica una cuarentena de dos semanas. Solo pueden moverse libremente quienes puedan mostrar un código verde. No es solo China, otros países asiáticos también implementan la vigilancia individual. Para detectar personas potencialmente infectadas se cruzan los más diversos datos. El gobierno de Corea del Sur está considerando incluso la posibilidad de obligar a las personas que entran en cuarentena a llevar un brazalete digital que permita controlarlas las 24 horas del día. Hasta ahora ese método de vigilancia estaba reservado para quienes habían cometido delitos sexuales. De modo que, frente a la pandemia, cada individuo es tratado como un criminal en potencia.

El feudalismo digital

El modelo asiático para combatir el virus no es compatible con el liberalismo occidental. La pandemia pone en evidencia la diferencia cultural entre Asia y Europa. En Asia sigue imperando una sociedad disciplinaria, un colectivismo con fuerte tendencia al disciplinamiento. Se aplican sin más medidas disciplinarias radicales que encontrarían fuerte rechazo por parte de los europeos. No se las percibe como restricción de los derechos individuales sino como cumplimiento de deberes colectivos. Países como China y Singapur tienen un régimen autocrático. Hasta hace pocas décadas también en Corea del Sur y Taiwán prevalecían condiciones autocráticas. Los regímenes autoritarios hacen de las personas sujetos disciplinarios, las educan para la obediencia. Y Asia está marcada por el confucianismo, que dicta la obediencia incondicional a la autoridad. Todas estas peculiaridades asiáticas resultan ventajas sistémicas para contener la epidemia. ¿Será que la sociedad disciplinaria asiática terminará imponiéndose a escala global a la luz de la pandemia?

Contra el eclipse del deseo

Mirá tambiénContra el eclipse del deseo

Ni siquiera es necesario remitirse a Asia para señalar el peligro que la pandemia representa para el liberalismo occidental. La vigilancia panóptica no es un fenómeno exclusivamente asiático. Ya estamos viviendo en un panóptico digital global. Las redes sociales también se parecen cada vez más a un panóptico que vigila y explota sin piedad a los usuarios. Nos exponemos voluntariamente. No entregamos nuestros datos por la fuerza sino por necesidad interior. Constantemente se nos incita a compartir nuestras opiniones, preferencias y necesidades, a comunicarnos y a contar nuestras vidas. Después, los datos son analizados por plataformas digitales dedicadas al pronóstico y a la manipulación de comportamientos, y explotados comercialmente sin tregua ni cuartel.

Incluso ellas. Un barbijo sobre la cara de una estatua en honor a las mujeres que fueron sometidas a esclavitud sexual por los japoneses. /   EFE/EPA/YONHAP SOUTH KOREA OUT

Incluso ellas. Un barbijo sobre la cara de una estatua en honor a las mujeres que fueron sometidas a esclavitud sexual por los japoneses. / EFE/EPA/YONHAP SOUTH KOREA OUT

Vivimos en un feudalismo digital. Los señores feudales digitales como Facebook nos dan la tierra y dicen: ustedes la reciben gratis, ahora árenla. ¡Y la aramos a lo loco! Al final, vienen los señores y se llevan la cosecha. Así es como se explota y vigila la totalidad de la comunicación. Es un sistema extremadamente eficiente. No existe la protesta porque vivimos en un sistema que explota la libertad en sí misma.

El capitalismo en su conjunto se está transformando en un capitalismo de vigilancia. Plataformas como Google, Facebook o Amazon nos vigilan y manipulan, con el propósito de maximizar sus ganancias. Se registra y analiza cada clic. Somos dirigidos como marionetas por hilos algorítmicos. Pero nos sentimos libres. Asistimos a una dialéctica de la libertad, que la vuelve servidumbre. ¿Esto todavía es liberalismo?

Corea del Sur: la filosofía de Byung Chul-Han, encarnada en el rigor estudiantil

Mirá tambiénCorea del Sur: la filosofía de Byung Chul-Han, encarnada en el rigor estudiantil

La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿por qué toda esta vigilancia digital, que está teniendo lugar de todas formas, debería detenerse ante el virus? Es probable que la pandemia haga caer ese umbral de inhibición que venía impidiendo que la vigilancia se extendiera biopolíticamente al individuo. La pandemia nos lleva hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, también nuestro cuerpo, nuestro estado de salud, se está convirtiendo en objeto de vigilancia digital. La sociedad de la vigilancia digital está experimentando una expansión biopolítica.

Según Naomi Klein, autora de No Logo, el shock es un momento oportuno para instalar un nuevo sistema de dominación. El shock pandémico hará que se imponga a nivel global una biopolítica digital que se apodere de nuestro cuerpo con su sistema de control y vigilancia, una sociedad disciplinaria biopolítica que vigile permanentemente hasta nuestro estado de salud. Tampoco descartemos que vayamos a sentirnos libres en ese régimen de vigilancia biopolítica. De hecho vamos a pensar que todas estas medidas de vigilancia son en pos de nuestra propia salud. La dominación se completa en el momento en que coincide con la libertad. En medio de la conmoción causada por la pandemia, ¿se verá Occidente obligado a abandonar sus principios liberales? ¿Corremos el riesgo de volvernos una sociedad de cuarentena biopolítica que restrinja de manera permanente nuestra libertad ? ¿Es China el futuro de Europa?

Byung-Chul Han, filósofo de origen surcoreano y docente en Berlín, ha sido casi integralmente traducido al castellano. Es autor de ensayos breves como «La agonía del eros», «Enjambre», «La sociedad del cansancio» y «Topología de la violencia». Traducción del alemán: Carla Imbrogno.

Fuente:

https://www.clarin.com/cultura/byung-chul-vamos-feudalismo-digital-modelo-chino-podria-imponerse_0_QqOkCraxD.html

Existencialismo

Existencialismo para tiempos revueltos

El existencialismo se pone ante los interrogantes atemporales de la filosofía y aboga por poner en nuestra mano la responsabilidad de nuestro sentir y nuestro actuar.
El existencialismo se pone ante los interrogantes atemporales de la filosofía y aboga por poner en nuestra mano la responsabilidad de nuestro sentir y nuestro actuar. Diseño hecho a partir de una imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

Más que nunca, en tiempos aciagos, el existencialismo y su cuestionadora doctrina vuelven a cobrar un papel preponderante. Necesario, podríamos decir. Incluso apremiante. En momentos difíciles, en los que el ser humano se enfrenta a sus peores pesadillas y temores, resulta imperativo recuperar el pensamiento que vela por la autenticidad, por la negación y condena de la mala fe en nuestros actos: en definitiva, para recuperar la verdad.

Por Carlos Javier González Serrano

Guía existencialista para la muerte, el universo y la nada, de Cox (Alianza).
Guía existencialista para la muerte, el universo y la nada, de Cox (Alianza).

Se publica en Alianza Editorial una muy compendiosa y atinada Guía existencialista para la muerte, el universo y la nada, escrita por Gary Cox, en la que el autor nos recuerda con amenidad y rigor la actualidad, siempre pujante, del existencialismo para hacernos cargo de la realidad. Más, si cabe, en tiempos revueltos. En tiempos en los que hay que pensar nuestra circunstancia y situarnos en ella, sin miedos ni tapujos, sin excusas.

El existencialismo no solo se pone ante los atemporales interrogantes de la filosofía (por qué nacemos, quiénes somos, adónde vamos, por qué morimos, etc.), sino que, dando un paso más, asegura que la existencia tiene el sentido que nosotros queramos darle. El sentido es una conquista, y no un don. Somos un proyecto, un cúmulo de posibilidades, que solo se hacen efectivas y reales con la participación de nuestra decisión. Como recuerda Cox, «los existencialistas son seres con los pies en la tierra, entre otras cosas porque se preocupan por temas prácticos como la existencia, la experiencia y las interacciones que sufre el ser humano en el entorno urbano». Una filosofía para vivir, y no solo para pensar.

El existencialismo se pregunta por qué nacemos, quiénes somos, adónde vamos, por qué morimos, y da un paso más: asegura que la existencia tiene el sentido que nosotros queramos darle; el sentido es una conquista, no un don

Somos seres finitos

Porque, se pregunta el existencialista, ¿qué filosofía podría pensarse sin llevarse a cabo? O más exactamente, ¿es posible pensarnos sin, tras haber pensado, actuar? La visión existencialista sobre nuestra vida se encuentra transida por uno de sus momentos cumbre, o al menos decisivos: la muerte. Somos seres finitos que viven, de continuo, con la consciencia de su final. Como ya explicó Heidegger, el ser humano es un ser-para-la-muerte. No se trata de morbosidad, sino de lucidez ante nuestro porvenir, para conocer las implicaciones que la mortalidad tiene para nuestras acciones.

Junto a la muerte, la nada es otro de los grandes temas que afronta el existencialismo. En palabras de Cox, «los existencialistas consideran la nada como la base de la consciencia, y solo cuando emerge el poder negador de la consciencia el universo se divide en los distintos fenómenos que experimentamos». Traduzcamos. A juicio del existencialista, la nada no es una entidad o un estado que se halle en los confines del universo, sino el hueco, el vacío que tenemos que crear en el ser para poder actuar. Nosotros mismos somos una nada relativa, un «no» a ese omniabarcante ser, que se impone frente a las circunstancias y decide cómo quiere proceder. Por eso, el existencialismo, lejos de lo que se ha querido pensar en ocasiones, es un gran «sí» a la vida, pero tomada en serio, de manera plenamente consciente.

La visión existencialista sobre nuestra vida se encuentra transida por uno de sus momentos cumbre, o al menos decisivos: la muerte

Responsabilidad individual

Puede que la vida carezca de sentido, que sea absurda y no tenga un fundamento palpable, o que, al menos, tengamos que dárselo nosotros, pero eso no impide que tengamos que actuar. De hecho, esa circunstancia es la que nos impele, como ninguna otra, a actuar y a hacernos responsables de cuanto hacemos. Nuestra vida no es un cuento de hadas. Y, en caso de que fuera un sueño, el existencialista querría hacernos despertar. Zarandearnos hasta que consigamos alcanzar la claridad suficiente para asumir nuestra responsabilidad individual, en lugar de culpar constantemente a las normas, al sistema, a la sociedad, al universo o, en fin, a la divinidad.

La mala fe, en opinión de Sartre, consiste en emplear tu libertad contra ti mismo para no elegir, para que renuncies a tu responsabilidad y quedes (aparentemente) exonerado de la posible culpa. «Los existencialistas aborrecen la mala fe», escribe Gary Cox, y la autenticidad es, por ello, su santo grial, su gran aspiración. «En pocas palabras, ser auténtico implica vivir conforme al hecho de que no eres una entidad fija como una roca o una mesa, que está completamente definida por las circunstancias, sino un ser libre y responsable de sus propias decisiones», puntualiza Cox.

Los principios y los valores, a cuyo amparo se cobijan los esencialistas, no sirven de nada si solo quedan en pura teoría y concepto, si no se actualizan mediante el único modo que tenemos para saber quiénes somos y mostrarlo a los demás: la acción efectiva en y sobre el mundo. Ya lo dijo Sartre: el cobarde se hace cobarde y el héroe llega a serlo por ser valiente, por decidirse por la valentía a pesar de que las circunstancias no sean esperanzadoras. Y por eso, también, escribió Sartre que «la existencia precede a la esencia»: porque primero hemos de actuar, primero estamos en el mundo, con el que hemos de hacer cosas, relacionarnos, y, después, pensar en él… para de nuevo descender al terreno de los asuntos humanos y seguir actuando.

Nuestra vida no es un cuento de hadas. Y, en caso de que fuera un sueño, el existencialista querría hacernos despertar

Este libro, breve y muy entretenido, invita a zambullirse —a través de sus principales protagonistas (Simone de Beauvoir, Martin Heidegger, el propio Sartre o Camus, con alusiones a Nietzsche u otras más literarias como Tolstói)— en el campo de minas del existencialismo. Un campo de minas que siempre obliga a dar un nuevo paso, a no rendirse frente a la adversidad, frente a la certeza de la muerte o de la derrota, frente al fracaso amoroso, frente a la enfermedad. «Esta guía —escribe Cox— está repleta de verdades existenciales duras y contundentes sobre la condición humana, que pueden resultar desconcertantes a nivel físico, emocional y filosófico». Y añade, de manera brillante: «Los existencialistas son como todo el mundo: libres, responsables, mortales, abandonados… La única diferencia es que son conscientes de ello, no intentan negarlo y tratan de sacarle el máximo partido».

El existencialismo siempre aboga por poner en nuestra mano la responsabilidad de nuestro sentir y nuestro actuar. La mala fe es tan propia de los humanos como poco apropiada para quien quiere ser un auténtico ser humano. Y esa, quizá, sea la mayor lección del existencialismo. Solo los elegidos se atreverán a acatarla y ponerla en práctica.

Fuente:

https://www.filco.es/existencialismo-para-tiempos-revueltos/

Despues-de

Coronavirus en Europa: cómo prepararse para la posguerra

Nada será igual luego de la pandemia. La gente necesitará empleos y sentirse segura, afirma el ensayista y Ministro de Universidades de España.

Vista general del hospital improvisado en Ifema, un centro de convenciones que alberga habitualmente ARCO, la feria de arte de Madrid. Foto: Reuters/Sergio Pérez.

Todas las guerras acaban. Incluso cuando son contra un enemigo invisible que amenaza a los humanos como especie. La cuestión escómo, cuándo, con qué sufrimiento y cuáles serán sus consecuencias.

Es difícil pensar en el día después cuando estamos sumidos en la angustia, confinados, enmascarados, sintiendo enfermedad y muerte alrededor. Y sin embargo, sabemos que en algún momento habrá un brote de alegría, de volver a sentir el placer del paseo, del juego, del abrazo, de la vida en las calles, en los parques, en las playas, en los bosques y en restaurantes a rebosar de fiesta.

Las últimas noticias sobre el virus que afecta a la Argentina y al mundo.

La vida, ahora en suspenso, retornará. Con el añadido de una nueva filosofía espontánea del placer infinito de las pequeñas cosas.

Sentir la belleza de la vida sin más, apreciar el simple hecho de ser y de estar, de amar y ser amados, con un sentimiento nuevo de solidaridad como si siempre estuviéramos aplaudiendo a las ocho.

Volverá la luz. Con sus tonos rosados de amanecer y rojizos de atardecer, con un aire fresco renovado porque dejamos de contaminar por un tiempo.

Nada volverá a ser como antes. Todos saldremos transformados de esta experiencia. Pero ¿habremos aprendido algo sobre nuestro modo de vivir, de producir, de consumir, de gestionar?

Coronavirus, un escorpión gigante copa la silenciosa Nueva York

 ¿Sabremos interpretar esta brutal advertencia para prevenir otras pandemias, posibles por nuestra interconexión global? ¿Y la catástrofe ecológica predicha por los científicos y cuyos signos se multiplican mientras los congresos se divierten? ¿Podemos rectificar colectivamente e institucionalmente la dinámica de autodestrucción en la que nos hemos metido?

Nunca hemos tenido tanto conocimiento y nunca hemos sido tan irresponsables con su uso. Tal vez la posguerra sea el punto de inflexión que estábamos esperando.

Pero la posguerra será dura, todas lo son. Pasado el momento de euforia, habrá que enfrentar la realidad de una crisis económica y financiera que podría ser tan grave como la del 2008, con un aparato productivo dañado, un sistema sanitario exhausto, una cooperación europea en entredicho, una economía global desglobalizada de forma caótica, un resurgimiento del nacionalismo primitivo del cierre de fronteras contra el mal que viene de fuera, una proliferación de bulos dañinos, difundidos por poderes fácticos o mentes calenturientas, un orden geopolítico trastocado por la superioridad china en la respuesta a la crisis, mientras que la errática política de otros países habrá mostrado los destrozos de la ideología neoliberal en la vida de la gente.

Coronavirus en Europa: muertos sin funeral y adioses virtuales en tiempos de desconsuelo

Esa posguerra hay que prepararla desde ahora, porque la forma en que gestionemos la crisis, con prioridad absoluta a la salud de la población, hará más o menos difícil la reconstrucción.

A una economía de guerra tendrá que sucederle una economía de posguerra, en la que el gasto público sea el motor de la recuperación, como lo ha sido en todas las posguerras. Pero solo se consolidará si se genera empleo y si la gente se siente segura y recupera su vida cotidiana.

La financiación de esa política expansiva, más allá del obligado endeudamiento, requerirá imaginación para crear una nueva arquitectura financiera y capacidad de gestión para operar una economía distinta, que no caiga en la trampa secular de una austeridad de servicios esenciales. Porque el Estado de bienestar es la fuente de productividad que es la fuente de riqueza.

Pero también sería el momento de ensayar modelos no consumistas que conduzcan a la transición ecológica y cultural que tanto se proclama. ¿Puede reactivarse la economía disminuyendo el consumo superfluo? Sólo si hay un cambio en los patrones de gasto, que faciliten la inversión, mantengan empleo e incrementen productividad.

En Italia, clubes de barrio y una panadería de Oregina ofrecen pan gratis a los vecinos en situación de necesidad, agravada por la pandemia. Foto:  EFE/EPA/Luca Zennaro.

En Italia, clubes de barrio y una panadería de Oregina ofrecen pan gratis a los vecinos en situación de necesidad, agravada por la pandemia. Foto: EFE/EPA/Luca Zennaro.

Los servicios básicos (lo que se recortó en las políticas de austeridad destructivas) deberían ser no solo el motor de la inversión sino también de la demanda. Y no habrá otra forma de financiarlo a largo plazo que mediante un aumento de la carga fiscal a grandes bolsas de acumulación de capital que hoy día tributan poco o nada.

Reinventar la fiscalidad quiere decir superar el enfoque de gravar sobre todo a las personas o a las empresas para centrarse en una regulación impositiva del mercado global de capitales que hoy día ha perdido gran parte de su función productiva para incrementar sus ganancias mediante creación de valor virtual y crecientemente inestable.

Una fiscalidad inteligente podría a la vez generar recursos para gasto público de manera no inflacionista y regular los flujos globales de capital. Entre la desglobalización aventurada y la globalización descontrolada de capital hay margen para iniciativas coordinadas de los estados que asuman un control estratégico de la economía en un marco al menos europeo.

Esa economía debería, además de ser sostenible, incluir un Estado de bienestar desburocratizado y preparado para los choques venideros.

Choques que serán tanto menos dañinos cuanto que vayamos encontrando un equilibrio entre producir, vivir y convivir. Convivir entre nosotros y con este maravilloso planeta azul que seguimos maltratando.

Después de la guerra podemos desembocar en una espantosa crisis económico-social o en una nueva cultura del ser, sin la cual no sobreviviremos mucho tiempo.

Fuente:

https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/coronavirus-europa-prepararse-posguerra_0_FPDAJ02t8.html

Coronavirus

Biopolítica y coronavirus

Roberto Esposito  

«Secciones enteras de la población, consideradas en riesgo, pero también portadores de riesgo de contagio, se ven afectadas por prácticas profilácticas, al mismo tiempo protegidas y mantenidas a distancia —escribe Esposito en este artículo—. Este es también el resultado del síndrome inmune real que durante mucho tiempo ha caracterizado el nuevo régimen biopolítico. Lo que se teme, incluso más que el daño en sí mismo, es su circulación incontrolada en un cuerpo social expuesto a procesos de contaminación generalizados».
«Secciones enteras de la población, consideradas en riesgo, pero también portadores de riesgo de contagio, se ven afectadas por prácticas profilácticas, protegidas y mantenidas a distancia —escribe Esposito—. Es el resultado del síndrome inmune real que durante tiempo ha caracterizado el nuevo régimen biopolítico. Lo que se teme, incluso más que el daño en sí mismo, es su circulación incontrolada en un cuerpo social expuesto a procesos de contaminación generalizados».

Cuando comenzamos a hablar de biopolítica, la noticia fue recibida con cierto escepticismo. Parecía una noción apenas verificable en la realidad. De pronto la situación cambió rápidamente. Y la retroalimentación se ha vuelto cada vez más densa, hasta que ahora alcanza cotas impresionantes.

Por Roberto Esposito, profesor de Filosofía Teorética

Desde procedimientos biotecnológicos, dirigidos a modificar eventos que antes se consideraban naturales, pasando por el terrorismo suicida, hasta la crisis de inmigración más reciente, los problemas de vida y muerte se han asentado en el centro de las agendas y los conflictos políticos. Hasta la explosión del coronavirus, con las consecuencias geopolíticas que ya vamos viendo, estamos llegando al clímax de la relación directa entre la vida biológica y las intervenciones políticas.

Habría tres pasos básicos. El primero es el cambio del objetivo político de los individuos a ciertos segmentos de la población. Secciones enteras de la población, consideradas en riesgo, pero también portadores de riesgo de contagio, se ven afectadas por prácticas profilácticas, al mismo tiempo protegidas y mantenidas a distancia. Este es también el resultado del síndrome inmune real que durante mucho tiempo ha caracterizado el nuevo régimen biopolítico. Lo que se teme, incluso más que el daño en sí mismo, es su circulación incontrolada en un cuerpo social expuesto a procesos de contaminación generalizados. Por supuesto, la dinámica de la globalización ha aumentado este miedo, en un mundo que parece haber perdido todas las fronteras internas. El contraste violento con la inmigración por parte de los partidos soberanistas, más que como una continuación del viejo nacionalismo, debe interpretarse en esta clave inmune.

Hasta la explosión del coronavirus, con las consecuencias geopolíticas que ya vamos viendo, estamos llegando al clímax de la relación directa entre la vida biológica y las intervenciones políticas

El segundo paso de la dinámica bipolítica en curso tiene que ver con el doble proceso de medicalización de la política y politización de la medicina. También en este caso es una transformación que se remonta al nacimiento de la medicina social. Pero la aceleración en progreso parece cruzar el umbral de la guardia. Por un lado, la política, desvaneciendo sus coordenadas ideológicas, ha acentuado cada vez más un carácter protector contra riesgos reales e imaginarios, persiguiendo temores que a menudo se produce a sí misma. Por otro lado, la práctica médica, a pesar de su autonomía científica, no puede dejar de tener en cuenta las condiciones contextuales dentro de las cuales opera. Por ejemplo, las consecuencias económicas y políticas que determinan las medidas sugeridas. Esto explica de alguna manera la sorprendente diversidad de opiniones entre los principales virólogos con respecto a la naturaleza y los posibles resultados de los coronavirus.

El tercer síntoma, quizás aún más perturbador, del entrelazamiento de la política y la vida biológica es el cambio de los procedimientos democráticos ordinarios hacia disposiciones de emergencia. El decreto urgente también tiene una larga historia. Se basa en la idea de que, en condiciones de alto riesgo, en lugar de la voluntad del legislador, se aplica el estado de necesidad. Por ejemplo, si un terremoto destruye un territorio, se determina un estado de urgencia que puede pasar fácilmente a un estado de excepción.

La práctica médica, a pesar de su autonomía científica, no puede dejar de tener en cuenta las condiciones contextuales dentro de las cuales opera. Por ejemplo, las consecuencias económicas y políticas que determinan las medidas sugeridas

Esto es lo que está sucediendo en los últimos días, con las medidas aprobadas, por un lado, por algunos gobiernos y, por otro, por las regiones,con el riesgo de una superposición indebida entre las dos potencias. Este impulso hacia el estado de excepción es aún más perturbador porque tiende a estandarizar los procedimientos políticos de los estados democráticos a los de los estados autoritarios como China. Con la advertencia de que, en este terreno, los estados autoritarios, por la propia naturaleza de su tipo de poder, siempre estarán por delante de los democráticos.

*Artículo publicado con expresa conformidad del autor. Apareció en italiano en La Repubblica (28 de febrero de 2020). Traducción: Miquel Seguró.

Sobre el autor

Comunidad, inmunidad, biopolítica, de Roberto Esposito (Herder).
Comunidad, inmunidad, biopolítica, de Roberto Esposito (Herder).

El pensador italiano Roberto Esposito enseña Filosofía Teorética en la Scuola Normale Superiore de Pisa. Es autor de Comunidad, inmunidad y biopolítica,publicado en Herder. Las tres palabras que conforman el título de este libro inauguran un nuevo modo de pensar la política en el momento que más interpela a la vida, entendida en su dimensión biológica. «¿Qué es, qué puede ser, una política que ya no piense la vida como objeto, sino como sujeto de política? —se pregunta el filósofo—. Una política, así, ya no sobre la vida sino de la vida. Son preguntas que, evidentemente, no pueden responderse en una investigación individual, sino que reclaman un esfuerzo colectivo al que estamos todos convocados».

Fuente:

https://www.filco.es/biopolitica-y-coronavirus/

Nuccio Ordine

Pensador italiano

Filosofar en el coronavirus: “Las clases deben prolongarse en el verano”, dice Nuccio Ordine

Encerrado en su casa de Calabria, el intelectual recuerda pestes del pasado, habla del peligro de depender de otro país y apunta contra la idea de que los vínculos que vienen son virtuales.

¿La pandemia del coronavirus obliga a repensar el mundo? Con el objetivo de fomentar el debate, La Vanguardia inicia hoy una serie de entrevistas con destacados intelectuales y creadores que reflexionan sobre la cuestión. Uno de los pensadores más respetados de Italia, el profesor y filósofo Nuccio Ordine (Diamante, 1958), gran experto en el Renacimiento y autor de obras como El umbral de la sombraLa utilidad de lo inútil o Clásicos para la vida, abre fuego, desde el confinamiento que sufre en su casa de Calabria, mediante una conversación por videoconferencia.

Nuccio Ordine: “Si no transformamos el saber en una forma de vivir, resulta inútil”

-¿Cómo está?

-Un poco triste. Hoy ha fallecido por coronavirus mi amigo, el gran arquitecto Vittorio Gregotti, acabo de escribir su obituario para el Corriere della Sera.

-¿Dónde se encuentra?

-En mi casa, los italianos estamos todos en prisión. Es una gran tristeza, todo está cerrado, solo abren las farmacias y los supermercados.

-¿Cómo lo ha afectado en lo cotidiano?

-Mi vida es la misma, me levanto a las seis de la mañana y trabajo hasta la noche. Me falta la libertad de salir a comer con los amigos, ir al cine o a un concierto. Se han anulado todas mis actividades, el 11 de marzo iba a dar un concierto-conferencia junto a Jordi Savall en el auditorio Verdi de Milán, el mismo que hicimos en el Palau de la Música hace dos años.

-¿Qué pensamientos le genera la situación?

-Es un momento muy importante para reflexionar. Es una ocasión para revisar nuestra vida social, política y personal. La crisis es la fase decisiva de una enfermedad y puede ser una modificación positiva o negativa, crisis significa en latín decisión, elección, y tenemos que tomar muchas decisiones.

“En internet muchos sitios hablan de punición divina, hay gente que propaga ideas locas”

-Por ejemplo…

-Comprender que la literatura permite comprender el pasado para, a través suyo, comprender el presente. En el Decamerón de Boccaccio, de 1348, se reúnen unos amigos en el campo a contarse historias como terapia frente a la peste que asuela Florencia. Ellos respetarán unas reglas convenientes no solo a su salud física sino a la salud del espíritu porque la peste genera tristeza y depresión. Boccaccio es inteligente y nos dice que lo peor es el miedo al miedo, esa extrema confianza que te hace hacer cosas contra ti mismo y tu comunidad, él describe la irracionalidad de esa gente que cree estar haciendo cosas para mejorar su salud pero que en realidad son muy dañinas. Leamos la primera frase del libro: «Humana cosa es tener compasión de los afligidos», es maravilloso. ¿Ve el poder de la literatura como fármaco? La enfermedad no es solo del cuerpo, sino también del espíritu.

-¿Qué casos cita de ese miedo al miedo?

-La gente cae en comportamientos extremos: comer mucho, acudir a discotecas muy frecuentadas a bailar salvajemente… Es irracional. El miedo a contactar con otra gente es positivo, evita que se difunda más la enfermedad.

-¿Más lecciones?

-La realidad social y económica de aquella Florencia era caótica, no había un poder religioso, político, sanitario… nada, todo era el caos. Mientras la gente cae en la irracionalidad, los diez confinados practican el comportamiento contrario, se cuentan historias en el campo y deciden llevar una vida ordenada por reglas.

“En Italia hemos comprendido que la educación y la salud no pueden ser delegadas a los gobiernos regionales, cada uno con su política.”

-¿Había otro tipo de discursos?

-Matteo Villani escribió su crónica de la peste, la enfermedad que lo mató, para él la enfermedad es un castigo que Dios nos envía por la corrupción y los pecados que dominan el mundo. Boccaccio no tiene esa visión. Hoy, en Internet, muchos sitios hablan de punición divina, hay gente que propaga ideas locas.

-¿Destaca alguna referencia literaria anterior sobre las plagas?

-El texto más importante es la descripción que hace Tucídides de la peste en la Historia de la guerra del Peloponeso, en el siglo V a.C.

“Frente a una epidemia extrema ¿como vamos a esperar que las mascarillas nos lleguen de China?”

-¿Qué temas se repiten a lo largo de los siglos?

-Por ejemplo, cómo estalla la noticia de la infección, la reacción de la gente, la difusión del miedo, la impotencia ante el mal, la degradación moral, la peste vista como un elemento extranjero que penetra en la comunidad…

-¿Qué nos enseña el coronavirus?

-La necesidad de una estructura central. En Italia, el ejemplo más avanzado del problema, hemos comprendido que la educación y la salud no pueden ser delegadas a los gobiernos regionales, cada uno con su política. En un momento de emergencia nacional, no puedes crear 26 dispositivos para arreglar el problema, la estructura debe ser centralizada. Italia sufre una tendencia a regionalizar la escuela y la salud, es un error gravísimo. Son los dos pilares del desarrollo de la sociedad. El economista Amartya Sen, en un libro maravilloso, Una gloria incierta, habla de Khera, en la región más pobre de la India, que, invirtiendo mucho dinero en sanidad y educación, se ha convertido hoy en el estado con un PIB per cápita más alto de todo el país. Y no lo dice un literato, sino el premio Nobel de Economía. El estado debe ocuparse del bien común, el interés de una región puede resultar negativo para la región que está al lado. Pero una centralización no es suficiente, porque si Italia toma unas medidas y Alemania, Austria y Francia no lo hacen no sirve de nada.

Una antigua experiencia. El "Decamerón", de Bocaccio.

Una antigua experiencia. El «Decamerón», de Bocaccio.

-¿Qué nos dice la crisis de Europa?

-Europa no existe ¿dónde está la solidaridad? La presidenta europea ha decidido invertir unos 8.000 millones de euros contra el coronavirus… y solo el gobierno italiano ha gastado ya 25.000.

-¿Qué más lecciones han aprendido en Italia?

-Algo básico sobre la producción empresarial. Italia no tiene producción nacional de mascarillas, nada, todas vienen de China. Frente a una epidemia extrema ¿como vamos a esperar que las mascarillas nos lleguen de China? Es un pequeño modelo de cómo deberíamos funcionar en muchas otras cosas.

-¿Y en lo personal?

-En este momento en que la gente no se puede abrazar, darse la mano o besarse descubrimos que no es verdad la idea que regía el mundo, ese individualismo que asegura que las personas son islas separadas. Al contrario, tenemos necesidad del otro. Si me daño yo, daño a la comunidad entera. La humanidad es un continente. Lo decía el poeta John Donne: «Ningún hombre es una isla», ese es el tema de un libro mío que aún no ha llegado a España. El gesto irresponsable de una sola persona tiene enormes consecuencias en toda la comunidad: tras la decisión del gobierno italiano de cerrar toda la Lombardía, 20.000 personas tomaron el coche, el tren, el bus y emigraron al sur de Italia, es un gesto irresponsable que infecta zonas donde no estaba el virus.

-¿En Estados Unidos es muy diferente?

-Esa nación, gobernada por un loco, carece de solidaridad sanitaria, su sistema de salud es privado y un test de coronavirus puede costar 2.000 dólares, eso solo lo pueden pagar los ricos, no los trabajadores. El virus se difunde de manera incontrolable entre los pobres, que se infectan masivamente. En Italia ya hemos vivido que, en los hospitales, no hay suficientes máquinas de respiración asistida, con lo que si, de las 50 maquinas de un hospital, solo quedan dos libres y de repente entran cuatro enfermos, el médico está teniendo que elegir quiénes de los cuatro van a sobrevivir. ¡Es terrible para una sociedad! O el loco de Boris Johnson, que prefiere que se expanda el contagio y declara tranquilamente que va a tener muchos muertos, ¿cómo pueden existir políticos capaces de hablar así? Esa es otra pregunta que nos lanza el coronavirus: ¿Una sanidad privada es un buen sistema? Yo creo que no lo es.

-El virus despierta gestos generosos, pero otros muy negativos…

-La especulación. En estos momentos dramáticos para la humanidad, hay gente que piensa en hacer dinero. En Internet se venden cosas que cuestan 50 céntimos por 30 euros porque la gente, en su desesperación, está dispuesta a pagar lo que sea por mascarillas o desinfectante para las manos (agotado en toda Italia). En La peste de Albert Camus hay un personaje que piensa que la plaga es positiva porque le permite hacerse rico. También se venden hoy ‘vitaminas contra el virus’, que, por supuesto, no hacen nada contra él.

"La peste", una advertencia de Albert Camus

Mirá también“La peste”, una advertencia de Albert Camus

-El sistema educativo, una de sus obsesiones como autor, se ha visto sacudido…

-Han cerrado las escuelas y universidades. ¿Cómo evitar la ruptura total entre profesores y estudiantes? La única posibilidad son los cursos a distancia, telemáticos. Yo soy contrario a esa enseñanza pero entiendo que es la única posible ahora. Sin embargo, escucho a rectores de universidad y pensadores que dicen que el coronavirus es la oportunidad de aprender que el e-learning es el futuro. ¡Menuda sandez! Transformar la educación de emergencia en la normalidad es muy peligroso. La verdadera enseñanza no es virtual, sino en el aula, con el profesor mirando a los ojos del estudiante, solo la mediación física, la palabra del maestro en clase, puede cambiar la vida de los estudiantes. No es solo comunicar un contenido sino la experiencia humana que se tiene conjuntamente en clase. Leer elQuijote en pantalla no es lo mismo que leerlo en papel, los neurocientíficos demuestran que, aunque el texto de Cervantes ​sea el mismo, la concentración del lector es muy diferente, en la pantalla hay más distracciones y una menor comprensión del texto que en papel.

-¿Qué propone para este curso?

-Que las clases se prolonguen, presencialmente, en los meses de verano.

-Estos días podemos ver a nuestros amigos por internet.

-Las redes sociales no aumentan las relaciones humanas, las banalizan. Muchos estudiantes creen que la amistad es un click. Un perfil en facebook te da 1.500 amigos, eso banaliza el término amistad. Si se privilegia la relación humana virtual ante la directa se crea una nueva y terrible forma de soledad, la gente que pasa las horas en su casa, solos, creyendo que tienen muchas relaciones. No tienen nada.

-Un mensaje final…

-La última página de La peste de Camus. El médico protagonista se pregunta qué hemos aprendido en estos momentos de peste. La respuesta, precisa, es: “Esto es lo que se aprende en medio de las plagas, que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

Fuente:

https://www.clarin.com/cultura/filosofar-coronavirus-clases-deben-prolongarse-verano-dice-nuccio-ordine_0_9EDDIhGD.html

El Virus

El valor de lo simple

Hygge, la filosofía danesa que propone el disfrute de estar en casa

En tiempos de aislamiento por coronavirus, vuelve a tomar auge la tendencia que revaloriza lo hogareño.

Un rico café en el sillón más cómodo, una cena con unos pocos amigos, un libro pendiente, retomar una actividad manual, disfrutar de un buen vino o simplemente no hacer nada.

A esto remite la filosofía hygge, un término danés, difícil de traducir y que suele estar asociado con la idea de bienestar y confort y también del goce de la cosas simples, entre ellas, el hogar. Algo que en estos tiempos de aislamiento preventivoactividades suspendidas y home office, como medidas frente al coronavirus, tiene una nueva dimensión. 

“En Dinamarca tenemos inviernos fríos y largos. Esto influye en el desarrollo de este concepto. Pero el hygge no sólo está relacionado con el invierno. Implica poner mucha atención en el relax y sentirse en casa tanto como sea posible, olvidándose de las preocupaciones”, explicó Susanne Nilsson, profesora de danés en Londres, en una nota para la BBC.

Menos pantallas y más juegos de mesa, para tiempos de aislamiento por coronavirus (AP).

Menos pantallas y más juegos de mesa, para tiempos de aislamiento por coronavirus (AP).

Cuarentena por Coronavirus: mascarillas de belleza para un spa improvisado

“Ahora, en muchos países, por una prevención de salud, necesitamos resguardarnos y quedarnos en nuestros hogares. Justamente la casa es nuestro refugio, el espacio adonde siempre llegamos y muchas veces la usamos de paso, no le damos valor o entidad. Habitar los espacios, cada rincón, es muy beneficioso para el bienestar, sobre todo en estos tiempos”, explica la doctora y psicoterapeuta Gabriela Paz, especializada en medicina natural, aromaterapia y ayurveda.

Hacer de la casa nuestro refuguio, una de las premisas de la filosofía Hygge (Digs Decor).

Hacer de la casa nuestro refuguio, una de las premisas de la filosofía Hygge (Digs Decor).

Cinco hábitos para una vida hygge

¿Cómo implementar estos conceptos? Pequeños ajustes en la vida diaria pueden hacer una gran diferencia.

Restricción a Netflix

Una maratón de series o de películas pendientes es una gran tentación. Aunque también puede generar abulia y un poco de hastío. Entonces, mejor dosificar y buscar tiempos offline.

Disfrutar de una copa de vino, en versión slow.

Disfrutar de una copa de vino, en versión slow.

Fijar horarios de home office

El trabajo remoto también tiene su contracara. Uno de ellos es olvidarse del reloj, no sacarse el pijama en todo el día, extender la jornada sin límites o ni siquiera hacer un corte para el almuerzo.

Proponer actividades sin pantalla

Esto es válido para chicos y grandes. Disponerse a cocinar algo especial y casero, a hacer una actividad creativa o manual, leer o plantear un juego de mesa darán efectos positivos para el bienestar.

La filosofía "Hygge" propone el disfrute en nuestros hogares (Shutterstock).

La filosofía «Hygge» propone el disfrute en nuestros hogares (Shutterstock).

Hacer pequeñas reuniones

 Salvo en casos de necesidad de aislamiento o indicación médica, no habría motivos para no reunirse y disfrutar entre algunos amigos u otros integrantes de la familia.

“Se trata de interrumpir o dosificar los estímulos externos, para conectarnos con nuestro ser y redescubrir los vínculos cercanos”, completa Paz.

Fuente:

https://www.clarin.com/internacional/hygge-filosofia-danesa-propone-disfrute-casa_0_I-oo8uYI.html

Super Mario Bunge

Resultado de imagen de foto mario bunge

Juan Carlos Ortega

El filósofo ayudó a que los seres humanos pensáramos las cosas bien pensadas antes de darlas por supuestas

Esta semana ha fallecido Mario Bunge, el filósofo de la ciencia argentino. Hay personas, como él, que pasan por la vida y se nota. La mayoría de nosotros nos iremos de aquí sin haber ayudado nada a los demás, pero él lo hizo, y probablemente sin que fuera del todo consciente.

Podría suponerse que un filósofo de la ciencia, un epistemólogo, no es alguien que ejerza una labor de ayuda al prójimo, pero eso no es cierto en absoluto, o al menos no lo fue en el caso de Mario Bunge. Él ayudó, y además durante mucho tiempo, a que los seres humanos pensáramos las cosas bien pensadas antes de darlas por supuestas. 

Su lucha contra el pensamiento irracional, sus colaboraciones con colectivos escépticos, a los que ayudaba de forma desinteresada, supusieron durante décadas toneladas de oxígeno para los que, casi en solitario, intentaban derribar a los gigantes del embuste en la ciencia y en la vida.

Él nos enseñó que ser riguroso en la ciencia no debe quedarse solamente ahí, que ese rigor, ese método, debe aplicarse a todo.

La mayoría de los científicos y de los filósofos (él era las dos cosas) apuestan y defienden la racionalidad en sus áreas, pero luego, en las cosas de la vida, parece que la cosa se relaja.

Mario Bunge insistió en que el método que la ciencia ha ideado para observar y comprender el mundo es el mismo que todos nosotros, en nuestros asuntos, podemos utilizar para dirimir que es verdadero y que es falso.

Gracias a sus enseñanzas, todos nos convertimos un poco en científicos. El método riguroso y serio de la ciencia no es solo patrimonio de los especialistas, sino de todo el mundo, o al menos así debería ser. Eso es en lo que él insistía desde que empezó a escribir hasta esta misma semana en la que nos ha dejado.

La primera vez que oí su nombre, recuerdo que no sabía cómo se pronunciaba. Esa ‘g’ en su apellido podía decirse de varias formas y yo ignoraba cuál era la correcta. Vi ese nombre en la portada de un libro gordísimo donde se hablaba de epistemología en una época en la que yo no sabía del todo qué significaba esa palabra.

Me sonaba como a medicina. Luego, poco a poco, y gracias a él, supe que era la rama de la filosofía que aborda el tema del conocimiento, de hasta qué punto podemos saber, y de cuales son sus límites.

Luego volví a escuchar su nombre en boca de amigos míos pertenecientes a un colectivo de escépticos. Me hablaron de él y volví a sus libros con cariño.

Lo que aprendí de él no lo apliqué a la ciencia, porque, por desgracia, no soy científico, pero sí a la vida. Cómo él pretendía, empecé a usar el método de esos señores tan serios en los asuntos cotidianos, y supe que funcionaba tan bien en la vida como en el universo.

Por eso, para mí, Mario Bunge será, para siempre, el auténtico Súper Mario.

Fuente:

https://www.elperiodico.com/es/opinion/20200229/super-mario-bunge-por-juan-carlos-ortega-7866836

Más filosofía y menos tecnología

Lecciones de vida de pensadores de todos los tiempos en la era de la distracción

Las ideas de los grandes filósofos son de gran ayuda para lidiar mejor con nuestro día a día

Más filosofía y menos tecnología: lecciones de vida de pensadores de todos los tiempos en la era de la distracción
La filosofía puede ayudarnos a pensar en nuestros objetivos vitales pero también a gestionar mejor la vida cotidiana (dusanpetkovic / Getty Images/iStockphoto)

ROCÍO CARMONA

¿Qué le pides a la vida? Según tu momento vital puede que respondas: tener una pareja cariñosa, acabar de pagar la hipoteca, conseguir un alquiler razonable –si es que tal cosa existe–, encontrar un trabajo interesante y que permita pagar el supuesto alquiler razonable o la mencionada hipoteca…

Pero todas estas respuestas, como advierte William B. Irvine, autor del magnífico ensayo divulgativo El arte de la buena vida (Paidós), se limitan a enumerar algunas de las cosas que queremos en la vida. La pregunta importante, no obstante, va mucho más allá. De todo lo que buscamos en nuestra existencia, ¿qué es lo más valioso?

La celeridad  y las distracciones de la sociedad tecnológica dificultan pararse a pensar en nuestros propósitos
La celeridad y las distracciones de la sociedad tecnológica dificultan pararse a pensar en nuestros propósitos (Tzido / Getty Images/iStockphoto)

Explica Irvine que a muchas personas les cuesta enumerar su objetivo. Saben lo que quieren a cada instante, incluso hacen planes anuales o por décadas, pero no se han detenido nunca a considerar cuál es su gran propósito, si es que lo tienen. “Nuestra cultura no anima a la gente a pensar en estas cosas; de hecho, proporciona una interminable corriente de distracciones para que no tengan que hacerlo”, afirma en la introducción de su obra.

La tecnología, ese ente amorfo que envuelve nuestra existencia y acerca del que pocas veces nos detenemos a reflexionar, es una de dichas distracciones, por no llamarla “la gran distracción”. Según un informe de 2019 de la plataforma Hootsuite y la agencia We Are Social, los españoles pasamos una media de 5 horas y 18 minutos al día conectados a internet a través de cualquier dispositivo. Que estamos enganchados y distraídos es un hecho. ¿Cómo encontrar tiempo en estas circunstancias para pararse a pensar? Y antes que nada, ¿por qué es tan importante hacerlo?

¿Por qué pararse a pensar?

La respuesta más evidente es que sin un objetivo, sin una filosofía de vida, corremos el riesgo de malvivir. Según William B. Irvine, el peligro consiste en que “a pesar de toda tu actividad, a pesar de todas las agradables diversiones de las que has podido disfrutar, acabes viviendo una mala vida. En otras palabras, existe el peligro de que en tu lecho de muerte eches la vista atrás y descubras que has desperdiciado tu vida. En lugar de perseguir algo verdaderamente valioso, la has desaprovechado al dejar que te distraigan las baratijas de la vida”.

Para el autor, del mismo modo que cuando necesitamos ayuda con nuestras finanzas para dejar de desperdiciar el dinero recurrimos a un asesor, cuando lo que pretendemos es dejar de distraernos y de desperdiciar nuestra existencia podríamos buscar también a un experto que nos guíe: un filósofo. ¿Necesitamos, pues, más filosofía y menos tecnología para empezar a vivir una vida más plena y con sentido?

Si para aclarar nuestras finanzas pedimos ayuda a un asesor, para aclarar ideas es útil recurrir a un filósofo que nos guíe.
Si para aclarar nuestras finanzas pedimos ayuda a un asesor, para aclarar ideas es útil recurrir a un filósofo que nos guíe. (juanestey / Getty Images)

En opinión de Miquel Seguró Mendlewicz, filósofo, profesor de los estudios de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autor de La vida también se piensa (Herder), “probablemente vivimos en un entorno en el que se asume que la tecnología es neutra. Es decir, que no hay ninguna idea o concepción del mundo detrás de ella. Y esto me parece muy discutible. No porque tenga ninguna consideración sospechosa en relación a la tecnología, sino porque todo lo que hacemos parte de unas creencias y unas finalidades a las que se pretende llegar. Dicho esto, en lo que la filosofía puede ayudar es, precisamente, a iluminar y a entender qué elementos ideológicos y de concepción del mundo hay detrás de los anhelos, los usos y las perspectivas alrededor de la tecnología. Teniendo en cuenta, además, que es necesario apreciar el impacto que ocasiona en conceptos como la identidad personal, la comunicación, la intimidad o la idea del espacio público”.

¿De qué te sirve la filosofía?

Nerea Blanco, que se define como filosofer y es filósofa y divulgadora de la web Filosofers.com, afirma que la misión de la filosofía es cuestionarlo todo: “En un mundo en el que cada vez se nos llena más y más de información, la filosofía nos ayuda a encontrar qué preguntas son las más relevantes, cuáles son mentira, o cuáles son innecesarias. Es cierto que hay una aceleración a la hora de hacer las cosas (parece que todo es para ayer) y eso provoca que vayamos como proponen los Javis: lo hacemos y ya vemos. Y como no es cuestión de ir tan a lo loco, por no acabar como el planeta, agotados y exhaustos al acabar cada jornada laboral, es interesante ver cómo afrontamos el día a día. Nos hablan mucho del mindfulness, pero yo propongo que leer es otro interesante ejercicio. Leer con el teléfono apagado o muy lejos. La filosofía también tiene mucho que aportar aquí”.

“Pensar, pensamos a todas horas. Yendo hacia el trabajo, volviendo del supermercado, haciendo deporte o en las noches de insomnio”, explica por su parte Miquel Seguró. “Lo que quizá nos faltan son espacios, no forzosamente físicos –aunque también–, donde poder desarrollar preguntas que exigen tiempo para poder ser contestadas. La velocidad, o mejor dicho, la aceleración de nuestro tiempo imposibilita no solo la experiencia de la pregunta en toda su expansión, sino sobre todo la calidad de la misma”.

“Pensar, pensamos a todas horas; lo que nos faltan son espacios para desarrollar preguntas que exigen tiempo para poder ser contestadas”

MIQUEL SEGURÓ Filósofo, profesor en la UOC

No hablamos aquí de las grandes preguntas, sino de aquellas relacionadas con la vida concreta, con el día a día que experimentamos en este mundo. Con lidiar con esa ansiedad difusa que quizá nos ataca al meternos en la cama después de un largo día de ir de aquí para allá.

Entonces, volviendo al ejemplo del asesor financiero, ¿por qué no recurrimos entonces más a menudo a los filósofos en esa búsqueda de sentido de lo cotidiano? Irvine explica muy bien en su libro que lo habitual es que en las facultades de Filosofía hallemos filósofos especializados en metafísica, lógica, política, ciencia, religión, ética, filosofía del deporte, del feminismo… Pero es poco probable que hallemos lo que él llama “filósofos de la vida”. Para encontrarlos, según este autor, deberíamos remontarnos a las enseñanzas de los filósofos griegos y romanos, pues ellos pensaban que las filosofías de la vida merecían no solo ser contempladas, sino que la razón de ser de la filosofía no era otra que desarrollarlas.

Recetas de filósofos para el día a día

Irvine, concretamente, hace un repaso, actualizado, de las enseñanzas y valores que podemos extraer de la filosofía estoica, como por ejemplo, prepararse siempre para lo peorno tomarse demasiado en serio lo bueno o lo malo que nos sucede, puesto que ambas cosas son circunstancias externas que escapan de nuestro control, o aprender a navegar con aquello que trae la vida en cada momento.

“Hay muchas ideas flotando entre todos los pensadores de la historia que siguen vigentes a día de hoy”, corrobora Nerea Blanco. “Tan sencillo porque… ¡todos somos humanos y tenemos emociones similares ante situaciones parecidas! Todos hemos intentado encontrar respuestas para dotar se sentido a nuestros días, y ellos lo hicieron tiempo atrás y nos dejan pistas para que sepamos cómo sobrellevar los nuestros. Yo en las redes cuento cada vez que me visitan “mis amigos muertos” (los filósofos)”, dice.

Las ideas de Aristóteles, como las de otros grandes pensadores, siguen vigentes a día de hoy
Las ideas de Aristóteles, como las de otros grandes pensadores, siguen vigentes a día de hoy (thelefty / Getty Images/iStockphoto)

De los estoicos podemos aprender a prepararnos para lo peor, a no tomar demasiado en serio ni lo bueno ni lo malo, a navegar con lo que trae la vida

Y explica que los considera buenos consejeros “aunque no pueda escribirles por whatsapp para contarles mis dramas, porque puedo ir a sus libros y ver qué lecciones puedo sacar”. Y desgrana un buen puñado de ejemplos.

Nietzsche, cuando estoy de bajón, me susurra siempre que no me rinda y que la vida tiene mucho que ofrecer. Y es el que me dice: ¡vive y disfruta! Que la vida hay que exprimirla. Su idea del eterno retorno me dice: piensa en si esto que haces te gustaría hacerlo eternamente. Si es así, es que estás disfrutanto, ¡sigue! ¡Haz de tu vida una obra de arte!”

“Cuando estoy de bajón, Nietzsche me susurra que no me rinda, que la vida tiene mucho que ofrecer y hay que exprimirla”

NEREA BLANCO Filósofa, divulgadora Filosofers.com

Y continúa: “Aristóteles, por ejemplo, me viene en momentos en los que tengo que ser más prudente y me dice: cuidado con los excesosZambrano me recuerda que soy persona, que soy ciudadana, amante de las letras y de la soledad, pero que no puedo dejar de lado que vivo en sociedad y que es bonito tratar de lograr un mundo más justo. Marx me sirve para pensar en lo que el trabajo significa y no odiar el despertador cada mañanaBeauvoir, para luchar por una mejora de la situación de las mujeres (y en consecuencia del mundo en general). Camus, para cuándo estás en el atasco de que nada parece tener sentido. En plena crisis existencial. Te da aliento”.

“Y cuando sientes que nada permanece y te agobia no poder controlarlo”, concluye Blanco, “hay que pensar en Heráclito y en su río; que total, agua siempre va a haber, aunque no sea siempre la misma: vida vamos a tener aunque esta no pare de cambiar”.

“Aristóteles ayuda a ser más prudente, Zambrano nos insta a lograr un mundo más justo, Marx sirve para no odiar el despertador…”

Fuente:

https://www.lavanguardia.com/vivo/lifestyle/20190914/464187388849/filosofia-tecnologia-lecciones-pensadores-vivir-mejor.html

Un Sócrates enamorado

Cuando Sócrates se enamoró: Aspasia, la brillante mujer que el machismo redujo a «puta»

Aspasia de Mileto.

En ‘Sócrates enamorado’, el profesor Armand D’Angour arroja luz sobre la pasión del filósofo por Aspasia, una intelectual experta en amor y retórica. 

Lorena G. Maldonado @lorenagm7

Aspasia era una mujer brillante, genuina, bella, misteriosa, distante: una hembra dinámica e intelectual, una auténtica rara avis allá en sus fueros atenienses, una joven escurridiza y admirada por los maestros de la época que, sin embargo, ha pasado a la historia como una mera prostituta, cómo no, por la misoginia de los autores, aunque no existen datos que puedan atestiguar que fuese concubina. Así lo cuenta el profesor de Estudios Clásicos en Oxford Armand D’Angour, que acaba de publicar Sócrates enamorado (Ariel), un libro que arroja luz en los puntos ciegos de la vida, el pensamiento y la trayectoria emocional del filósofo. El pobre no pudo hacer frente a una mujer como ella, a la que conoció alrededor del 450 a. C., y por quien siempre vivió boquiabierto.

Los expertos la tildan como una de las mujeres más controvertidas y extraordinarias de toda la Antigüedad clásica. Aspasia, hija de Axíoco, tenía sólo 20 años cuando fue en barco hasta Atenas con su hermana y su cuñado, Alcibíades El Viejo. Éste último había sido desterrado de la ciudad de Mileto -que era un centro de comercio bullicioso situado al otro lado del Egeo- por reyertas políticas. Aunque muchos de los investigadores estimaron que Aspasia viajó con su hermana y su cuñado para apañar en Atenas un matrimonio de prestigio con un aristócrata ateniense, lo cierto es que la tesis no tiene mucho sentido, porque sólo un año antes, en el 451 a. C., Pericles había introducido una ley de ciudadanía que impedía que los hijos de mujeres no atenienses se convirtieran en ciudadanos atenienses.

Es decir, esta ley servía para disuadir a los hombres atenienses de clase alta de que se casaran por conveniencia con mujeres no atenienses: la idea es que este cambio mejorase el estatus de las madres nacidas en Atenas y ser “ateniense” se revalorizase. En cualquier caso, Aspasia era toda una joya de joven y no necesitaba un hombre para nada. Sus padres la habían educado en una mentalidad progresista, abierta, y además su formación era bastante ambiciosa. Era persuasiva, hermosa, experta en el amor y en la retórica: con todo ese arsenal sedujo al mismísimo Pericles, que le doblaba la edad y ya tenía dos hijos de otro matrimonio, pero quien se había divorciado hacía diez años.

Su amor con Pericles

A él se unió aproximadamente en el año 445 a. C., dejando a Sócrates con cara de póker. Hay autores que cuentan que Pericles estaba tan enamorado de Aspasia que “durante todo el tiempo que duró su relación, no dejó pasar un solo día sin darle un beso por la mañana y otro por la noche”. Aspasia fue la esposa de Sócrates de facto, aunque no de nombre -Pericles, como es lógico, no podía saltarse su propia ley sobre la condición de ciudadano ateniense-, pero esta circunstancia la minusvaloró a los ojos de la sociedad. Los poetas satíricos se burlaron de esta unión y llamaba a Aspasia “puta”, y a su hijo, el niño Pericles, “bastardo”.

Ahí poetas como Cratino o Hermipo, que soltaban en sus textos bilis y resentimientos contra una mujer tan poderosa como Aspasia; o los biógrafos, que la tildaron de “concubina con ojos de perro”. Plutarco, por su parte, la comparó con Targelia, una cortesana jónica que seducía a hombres poderosos y ejercía su influencia sobre ellos. Lo más bonito que le dijeron fue “hetaria”: una hetaria era una cortesana de alto nivel, bastante más respetable; una mujer que procedía de una familia no ateniense y que se dedicaba al entretenimiento. Las heterias eran jóvenes de exigente nivel educativo e independientes en lo económico que, por supuesto, proporcionaban favores sexuales a cambio de dinero y que ofrecían diversiones refinadas en los banquetes más selectos. Chicas de compañía.

Algunas eran tan poderosas que podían ser consideradas auténticas empresarias, porque eran dueñas de su propio burdel. Sin embargo, ningún dato ni ningún escrito antiguo nos permite suponer hoy que Aspaia era una hetaira. El profesor D’Angour lo deja claro: todo esto pinta a calumnia misógina. Lo cierto es que Pericles amó con locura a Aspasia y que la honró “sobre todas las mujeres” hasta que él murió a causa de la peste en el año 429 a. C.

La mujer que todo lo sabía

Aspasia, no se lo pierdan, aparece en El banquete de Platón bajo el nombre ficticio de Diotima, que significa “honrada por Zeus”: ahí es cuando Sócrates dijo que ella le había enseñado “todo lo que sabía del amor”, parece ser que en calidad de terapeuta sexual y de pareja -la mayoría de sus discursos versaban sobre el amor-. El filósofo reconoce que Aspasia también le había instruido en cuanto a componer discursos fúnebres se refería, concediéndole total solvencia intelectual, y al nombrarla así es capaz de asumir ciertos vínculos con una mujer que no era su esposa ni pariente suya. En un párrafo de Jenofonte, cuando preguntan a Sócrates cómo puede instruirse a una mujer, él responde: “Te presentaré a Aspasia, porque ella sabe mucho más que yo del asunto. Ella te lo explicará todo”. En esa época no era normal valorar así la elocuencia de una mujer.

Tras la muerte de Pericles -por cierto, otro gran orador al que ella preparó-, Aspasia pasó a ser la pareja del político ateniense Lisicles, con el que tuvo un hijo. Nunca volvió con Sócrates, quien pasó a idealizarla toda su vida y a recordar siempre la “inextinguible pasión” que sentía por ella, registrado tal cual en un poema de Hermesianax en el siglo III a. C. El autor cree que no llegó a consumarse este amor y que la relación debió verse obstaculizada por “la preocupación del propio Sócrates por las voces interiores, su tendencia a la catalepsia y su inclinación a seguir un camino en la vida”. No dejó espacio para un torrente como Aspasia de Mileto.

Fuente:

https://www.elespanol.com/cultura/20200122/socrates-enamoro-aspasia-brillante-mujer-machismo-redujo/461454943_0.html