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El amor en tiempos absurdos

Seguimos mandando mensajes de amor, seguimos comprando flores y reservando en restaurantes cenas para dos, pero lo hacemos con menos ganas, más cansados. El amor da sentido a nuestra vida, pero parece que ya no tuviera ese poder, o que el sinsentido de la vida fuera tan grande que ni el amor vale para taparlo

Mario Marquina

¿Ha cambiado tanto el amor?

El amor es viejo, tan viejo como los poetas. Desde que Safo escribiese aquellos versos a orillas del Mediterráneo («Mi voz cuando te veo cerca / se niega a aparecer»), el amor no se ha podido separar de sus imágenes, de sus manifestaciones en nuestro imaginario (si es que no es, como dicen algunos, enteramente eso y todos nosotros no cumplimos más que un papel).

El amor es antiguo, sí, pero se actualiza de vez en cuando. Donde hubo diosas y pastores hubo después caballeros y princesas, y hoy influencers de moda con influencers de deportes. Donde Safo usó hexámetros otros usarán alejandrinos, cartas y whatsapps. Lo que esperaríamos de nuestro acelerado tejido social es que el amor se moviese tan rápido como lo hace el resto, pero ese no parece ser el caso.

Hace poco tuve una cita. Nos conocimos en Hinge (la app más popular en Australia). Dimos un paseo para comprar vino, cocinamos en mi casa y nos besamos antes de que se fuera. Ahí quedó la cosa. Un tiempo después, uno de los dos mensajeó al otro —no recuerdo quién, probablemente quien más solo se sintiese en ese momento— y quedamos en vernos de nuevo, esta vez en el parque. Era una tarde de verano cálida y agradable. El cielo estaba despejado, los pájaros trinaban y la gente en la calle parecía relajada y llena de una risa ligera. Lo último que me apetecía era verla.

El amor es antiguo, sí, pero se actualiza de vez en cuando. Lo que esperaríamos de nuestro acelerado tejido social es que el amor se moviese tan rápido como lo hace el resto, pero ese no parece ser el caso

Qué nos dice Antonioni sobre el amor

Mientras caminaba por el parque a la hora convenida, con las manos en los bolsillos y un poemario bajo el brazo, me acordé de la película de Michelangelo Antonioni L’eclisse, rodada en 1962. Con las aburridas urbanizaciones de la periferia romana como escenario, Antonioni nos presenta a Vittoria (interpretada por Monica Vitti) como una joven privilegiada que comienza la trama dejando a su pareja, afligida ya por un profundo desasosiego del que duda poder librarse.

Por el otro lado, aparece Piero (Alain Delon) como un joven y exitoso bróker (un finance-bro, que decimos ahora) que se mueve en bolsa con la frialdad de un tiburón, incapaz de estarse quieto durante cinco minutos y de mantener una conversación sobre algo distinto al trabajo o al dinero.

Ver una película de Antonioni es estudiar cine en directo porque compone los planos como lo haría un pintor. Si me viese aquí tirado en el césped bajo los últimos rayos de sol leyendo mi libro, compondría una imagen que me separase de los demás (de la fiesta de cumpleaños y de la pareja con el perro), pero no de los árboles, de forma que el movimiento de las hojas y de los tallos fuese aún perceptible.

En L’eclisse hace exactamente lo mismo con Vittoria y con Piero. Los separa mediante amplias y sólidas columnas, mediante tablones, barandillas y verjas. Los lanza contra edificios nuevos sin personalidad, la hoja en blanco de los suburbios, o contra interiores amenazantes en los constreñidos espacios sociales del centro de la ciudad. En ambos, aparecen continuamente solitarios, atrapados en el marco de las puertas o ventanas, desplazados hacia las esquinas de la pantalla, casi como tratando de escapar pero sin saber de qué.

El amor como el color de nuestra vida

Vittoria lo intuye, busca señales, signos, restos de sentido por todas partes. Algo dentro de ella quiere escapar de esta vida gris e insignificante: de la batalla por la acumulación, de la búsqueda de seguridad en matrimonios e hipotecas, del deseo insatisfecho de encuentros reales y de una ausencia de propósito que convierte cualquier horizonte en una fuente de ansiedad.

Se nota que quiere sentir de nuevo, pero su rostro se ensombrece cada vez que se ilusiona. En cada ocasión en la que Piero va a besarla, ella se aparta abruptamente, seria, triste, como si de pronto recordase una verdad desagradable que preferiría olvidar.

En cuanto a Piero… ni siquiera Antonioni sabe lo que un finance-bro quiere en realidad. Quizá algo de certeza: «Cuando lleguemos al otro lado del paso de cebra te daré un beso», dice, como si pudiese domesticar la incertidumbre. Exactamente igual que hacemos nosotros un viernes por la tarde, terminada la jornada laboral, cuando escribimos un «¿te apetece hacer algo?» a esa persona que no termina de gustarnos, pero que dirá a todo que sí, o como cuando planeamos unas vacaciones dando por sentado que, cuando llegue la fecha, aún querremos vernos las caras en el desayuno del hotel.

Vittori, la protagonista de L’eclisse, busca señales, signos, restos de sentido por todas partes. Algo dentro de ella quiere escapar de esta vida gris e insignificante

La muerte de la pasión

En Vittoria y en Piero observamos una inercia a reproducir las imágenes del amor (el paseo, darse la mano, esperarse a la salida) sin que este necesariamente tenga que darse. Esta inercia por la seducción es, en realidad, la confirmación de una muerte: la muerte de la pasión. Una sensación que puede parecer abstracta pero que es fácilmente reconocible en nuestras formas de consumo, ya sean de cuerpos, de ropa o de comida rápida: se elige online, es rápido, conveniente y a menudo decepciona pasadas las primeras sensaciones.

A medida que el filme avanza, ella no para de buscar algo. Él no tiene nada que decir. No hay ninguna química entre ellos, ni la más mínima razón para que se besen. Y, sin embargo, acaban haciéndolo. El primer beso que se consiguen dar es a través de un cristal: hay, por lo tanto, un velo, una secreta distancia.

Surge la pregunta: ¿son realmente ellos quienes se besan o no es más que su reflejo? En las siguientes escenas, incluso cuando están en los brazos del otro, son incapaces de compartir plano. Cada vez que vemos la cara de uno, el otro abandona el rectángulo de la imagen. Parecen dolorosamente incapaces de intimar.

¿Por qué nos besamos si no hay pasión?

¿Por qué se besan entonces? ¿Por qué tenemos citas con personas que apenas nos gustan? En Fragmentos de un discurso amoroso (1977), el teórico francés Roland Barthes habló de una anulación: «Es mi deseo lo que deseo y el otro no es más que su agente». Que es parecido a decir que no es la persona que tenemos delante lo que nos atrae, sino la idea misma de sentir atracción, la sacudida que supone el amor: la promesa de encontrar una salida a este laberinto.

Sesenta años han pasado desde el estreno de esta película que postula al amor como el gran superviviente del derrumbe posmoderno de las narrativas. El amor es aún un gran mosaico de imágenes que componen una estructura de significancias: una vez insertos en ella, los días grises se llenan de color; los actos insignificantes se tornan cruciales (elegir una camisa u otra, acelerar el paso para coincidir en la puerta); lo arbitrario son designios (si el autobús se retrasa, si ella dice que prefiere una cosa sobre otra), y las coincidencias terminan por ser destino (no podría haber ocurrido de otra forma).

Frente a la desabrida apatía contemporánea, frente a la impotencia que sienten los jóvenes para cambiar su vida o frente a las aciagas visiones de futuro, el amor promete intercambiar el absurdo por significado.

Roland Barthes: «Es mi deseo lo que deseo y el otro no es más que su agente». Esto es parecido a decir que no es la persona que tenemos delante lo que nos atrae, sino la idea misma de sentir atracción, la sacudida que supone el amor: la promesa de encontrar una salida a este laberinto

El fin del amor

No hay promesa más dulce, pero no siempre se cumple. Hacia el final de la película, los amantes improbables, habiéndose confesado su incapacidad para comunicarse («Me siento en un país extranjero», dice Piero. «Qué curioso, así me siento yo contigo», contesta Vittoria) se arrullan, ruedan y besan casi con infantil ingenuidad. Parecen felices. No obstante, es tan frágil que solo hace falta un timbre para sacarles del embrujo.

Prometen verse ese mismo día a las ocho en punto enfrente del edificio en construcción. Lánguidamente llegan las ocho y ninguno de los dos se presenta. Vemos hombres y mujeres que podrían ser ellos, pero que no lo son. Y el edificio permanece inacabado, interrumpido, suspendido en el tiempo.

Es inevitable acordarse de las palabras de Pasolini en Cartas luteranas (1975), cuando habla precisamente de esos años y describe con horror el proceso de aculturación por el cual toda la población italiana perdió sus particularidades y pasó, como copias espectrales, a ser como Vittoria y como Piero. «Se les convirtió a otro modo de ser y de concebir la existencia: el pequeño burgués».

Sesenta años después, hemos llegado al final de esos raíles, pero aún nos sentimos como ellos: tratando de sustituir con consumo lo que solo puede llenarse con sentido. Individuos solitarios tan alejados unos de otros que ni el lenguaje parece alcanzar ya la orilla del otro. Agotados bajo las formas paradójicas del capitalismo tardío, perdidos en cambios acelerados y en su distintiva vacuidad.

Se está haciendo tarde cuando decido cerrar el libro y levantarme. Ella no ha venido. Marco su número, por educación. «Lo siento… sí, estoy bien… es solo que estaba muy cansada», dice, replicando con exactitud las palabras de Vittoria: («Estoy cansada, exhausta, asqueada, desorientada. Hay días en que una mesa, una tela, un libro o un hombre me dan lo mismo»). Palabras que podrían haber salido del Ensayo sobre el cansancio (1990) de Peter Handke, cuando describe a una pareja incapaz de comunicarse, ni siquiera para discutir: «estos cansancios nos quemaban la capacidad de hablar, el alma, sin dejar rastro».

Por mi parte, respiro aliviado. Regreso a casa despacio, disfrutando del calor de la noche, extrañamente satisfecho. Ha sido una buena tarde. Sin mentiras. Sin deseo artificial. Es mejor así.

Sobre el autor

Mario Marquina (Madrid, 1998) es graduado en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en comunicación en el ámbito de la cooperación internacional. Ha publicado artículos en medios como El Salto o en la revista El Ciervo, de quien recibió el Premio Enrique Ferrán de artículos periodísticos en 2023. Ocasionalmente, también publica en revistas de poesía como Casapaís (2024).

Fuente: https://filco.es/amor-tiempos-absurdos/

Tres días escuchando a Byung-Chul Han

Byung-Chul Han es un autor discreto, que concede muy pocas entrevistas. Por eso mismo, cada encuentro, cada seminario transcrito, cada conversación es de un alto valor, porque ayuda y enriquece su obra. El autor de este artículo asistió a las conferencias que Han impartió en Santander (España) en 2022 sobre la insignificancia de los objetos en el capitalismo de masas y narra aquí lo que vio y escuchó.

Por Íñigo García-Moncó

Un fetiche es un objeto poderoso, y nuestra época tiene hambre de poder y de magia. En un espacio saturado, neutro, surgen de forma natural los fetiches porque estos son objetos cargados de sentido, llenos, los únicos objetos que parecen ser algo. La cuestión es que los fetiches no son lo que realmente son, sino que son otra cosa. En este «ser otra cosa» consiste la magia del ídolo antiguo, la magia de la herramienta, del smartphone o de la inteligencia artificial. Todos estos elementos tienen para nosotros el poder que le falta a lo demás. De esta forma, el mundo que se piensa a sí mismo como el más descreído es el mundo más supersticioso y fetichista.

Como contrapoder a los fetiches tenemos la crítica. Pero nuestro ejercicio filosófico también puede caer en esta dinámica, ser cómplice de la industria de contenidos, y ser reducido a un nuevo formato de consumo. En este caso, le podemos poner cara y nombre: Byung-Chul Han. Lo que nos parecía una experiencia radicalmente distinta basada en el pensamiento crítico, una alternativa a la superstición tecnológica, se nos termina ofreciendo bajo el mismo encanto del fetiche.


Una personalidad, no un personaje

En 2022, el profesor Byung-Chul Han impartió en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Santander, España) el curso titulado «Digitalización y disrupción en el mundo de la vida». Tres días, traducción simultánea.

Nunca tuve la intención de escribir sobre esa experiencia, porque no es única —muchos fuimos los asistentes— ni me permitió una gran profundidad. Solamente eran unas jornadas dentro de un curso de verano. Un ambiente separado y tranquilo, con algunos filósofos como residentes invitados. Un palacio al estilo inglés, regalo de la ciudad a Victoria Eugenia de Battenberg, con caballerizas, campo de polo y paseo, todo reunido en mitad de una bahía, en la Península de la Magdalena.

Volver a ese escenario después de haber tomado tiempo y distancia me permite ahora no proyectar una imagen viciada de aquel curso. Me remite a la experiencia puntual de una personalidad concreta y no de un personaje.

Nuestro ejercicio filosófico también puede ser cómplice de la industria de contenidos y ser reducido a un nuevo formato de consumo. En este caso, le podemos poner cara y nombre, es lo que nos pasa con Byung-Chul Han

Byung-Chul Han: no-retrato

«Yo no tengo paciencia. Soy un holgazán» dijo Han. Consiguió sorprendernos. Han comenzó en las primeras frases de su ponencia su batalla contra el tópico, contra lo que más o menos todos esperábamos de él como figura intelectual de primera línea. Ich habe keine Geduld [No tengo paciencia]. Byung-Chul Han comparte con sus adversarios la denuncia de los defectos de su propia obra, principalmente la ausencia de sistematización en su pensamiento filosófico.

Así, Han mencionó desde el principio del curso sus contradicciones y sus vicios: la pereza, la ligereza, la obstinada falta de interés por ciertos temas… Sin embargo, tal vez la más cruda contradicción sea el hecho de haberse convertido en un fenómeno mediático de consumo digital. Y es que con él se forman largas colas al final de cada clase para llevarse sus obras firmadas.

«Siempre escribo el mismo libro: La sociedad del cansancio». Dijo que todos los demás son variaciones de este, pero que eso no le resta valor (también dijo que las Variaciones Goldberg, de Bach, se ajustan a treinta diferencias musicales sobre un mismo tema).

«Mis libros son cada vez más finos». También: «Me encanta mirar al techo». Así, poco a poco fue ganando nuestra simpatía. Se dibuja a sí mismo como una persona real, llena de gustos y de limitaciones. Creo que nadie pensó en falsa modestia. Nos reconoció, de hecho, que las clases tenían lugar después de la hora de comer porque él no suele levantarse antes.

Contaba cómo tuvo que escapar de su entorno para poder estudiar filosofía en Alemania. Nos habló sobre la estética retirada y la contemplación, ideas que tomarían forma más tarde, en 2023, en libros como Vida contemplativa.

Le pidieron una dedicatoria escrita en coreano. Se negó.

Han comenzó en las primeras frases de su ponencia su batalla contra el tópico, contra lo que más o menos todos esperábamos de él como figura intelectual de primera línea

El mundo digital y la necesidad de un pensamiento

Para Byung-Chul Han, el homo digitalis no tiene manos, solo tiene dedos. Este es el tipo de imagen que usa en sus textos para escenificar la transformación epistemológica que opera en nuestros hábitos y cómo esta transformación altera nuestra esfera vital. Las manos se hunden en la realidad, la moldean, se ensucian y se resienten, se le forman durezas por el trabajo. Las manos abrazan las cosas, pero el índice las huye y las domina en la distancia, el índice tan solo las señala. El índice hace aparecer como un truco todas las cosas que quiere en el smartphone.

Puso otro ejemplo. El traje de un joven coreano hace décadas no era solo un traje, sino el traje que llevé a mi primera fiesta, o bien el traje que llevé al entierro de mi abuela. Su terrible particularidad no se agotaba, no se hacía pesada porque significaba algo en la vida. En cambio, mucha ropa que hoy compramos se usa rápido y se olvida en su insignificancia, es tan solo una prenda y termina por sernos demasiado pronto un bulto sobrante. Es anónima, se deshecha.

La pérdida de valor vital de los objetos y la saturación informativa son dos efectos estructurales de nuestro paradigma cultural. Y junto con otras dinámicas, estos efectos derivan en nuevas relaciones patológicas con el otro en el plano de lo estético, en lo meramente afectivo, en lo imaginario y en lo social. Teniendo en cuenta esta distancia mórbida del individuo contemporáneo con las cosas y con las personas que le rodean, la pandemia no nos ha llevado a un lugar que no estuviese ya señalado para nosotros.

Los dispositivos digitales forman parte de estos objetos sin significancia, sin historia personal, impermeables, pero en ellos se ha dado un salto a una ontología superior. Es precisamente porque han sido desustanciados que pueden dar acceso a todas las cosas y pasar así de «objeto neutro» a «fetiche de poder».

Las reflexiones de Byung-Chul Han afianzaban nuestro interés y supongo que en muchos de nosotros la preocupación era cómo sistematizar estas ideas en un campo de investigación rigurosa. «Necesitamos una fenomenología de las tecnologías digitales», dijo. Pienso ahora en el proyecto de ontología de Yuk Hui, especialmente en su Sobre la existencia de los objetos digitales, y en el camino que inaugura junto a Han y otros. Pienso en si podremos servirnos de esas ficciones académicas (como lo es la propia universidad) para generar una crítica elaborada, capaz de ser agente en el mundo digitalizado.

Casi isla

A través de Ortega y Gasset y otros intelectuales, la Segunda República española (1931-1936) hizo del conjunto palaciego una universidad de verano, análoga en espíritu a la Residencia de Estudiantes, un centro internacional para acoger en la península —ibérica y Magdalena— a científicos y literatos: Hugo Obermaier, Johan Huizinga, Marcelle Auclair, Henri Léon Lebesgue, Jean Prévost… Xavier Zubiri respondió aquí a Heidegger con una lección sobre la filosofía griega y su concepto de cosa. Ortega leyó sus Meditación de la técnica. También fueron invitados María de Maeztu, Unamuno, Jorge Guillén, Pedro Salinas. Incluso La barraca (el grupo de teatro dirigido por Lorca) representó varias obras, a la altura de la playa, en el teatro de las caballerizas.

A las diez de la noche la península se cierra. Cada día, se baja una barrera para impedir el paso y solo con acreditación de la universidad puede uno entrar y salir. Es la ruptura simbólica, administrativa, del istmo para encerrar la Magdalena en sí misma. Un espacio separado, que pone al continente entre paréntesis. A partir de esas horas se veía la figura de algunos residentes conversando mientras deambulaban por el paseo. Disfrutaban entonces de una comunidad perfecta, en mitad del mar, sin ruido, sin tiempo, cuando la sociedad exterior y sus categorías eran por el momento únicamente hipótesis, mientras seguía íntegra la ínsula de los filósofos.

Pero esto se traducía a un hecho prosaico. Pronto en la mañana se levantaba la barrera, y visitantes y bañistas se confundían de nuevo. Volvían los horarios y los cursos. Fuera del palacio lo encontré, en el final de la Magdalena. Byung-Chul Han miraba al mar Cantábrico, miraba cómo la península se iba quedando sola, miraba cómo a lo lejos la Isla de Mouro, con su faro, era el último vestigio de tierra antes del horizonte.

Las reflexiones de Byung-Chul Han afianzaban nuestro interés y supongo que en muchos de nosotros la preocupación era cómo sistematizar estas ideas en un campo de investigación rigurosa. «Necesitamos una fenomenología de las tecnologías digitales», dijo

Un hombre insulta a Byung-Chul Han

Asumo que todos los que estábamos allí nos acordamos. Y con cualquiera de los asistentes, que eran estudiantes, profesores, o simplemente interesados en el pensamiento de Han, uno podría tomar un café y escuchar cómo se narra esto mismo.

Para estas personas, Han estaba impartiendo un curso magistral, un curso oficial, pero no especializado. Nada teníamos que saber previamente sobre filosofía, ni sobre dispositivos digitales, ni sobre el mismo profesor o su obra. Era el tercer día, el último, y Han hablaba de esto mismo, de su afán divulgativo y de su voluntad expresa de no impartir contenidos complicados por un espíritu excesivamente académico. Lo repitió varias veces. Quiere divulgar.

Los demás asistentes respondieron inmediatamente al hombre de atrás. La gente mostraba su indignación. Todos asistíamos a esa figura que se había levantado y que continuaba gritando desde el final de la sala, haciendo gestos, insultando a Byung-Chul Han, acusándole de que nos tomaba por tontos. «Fantasma. Quién te crees».

Sentí vergüenza, todos la sentimos. Vergüenza de un país, de un sector del país, de un sector acomplejado por un ego excesivo y que no es capaz de justificar —autofetiche del presunto intelectual—. Han pareció no haber entendido mucho de lo que había ocurrido. Tal vez prefirió no entender.

El hombre abandonó la sala y seguimos escuchando con un renovado aire de acuerdo, de sana humildad por parte de gente que solo estaba allí por el placer de conocer.

Era el tercer día, el último, y Han hablaba de su afán divulgativo y de su voluntad expresa de no impartir contenidos complicados por un espíritu excesivamente académico. Lo repitió varias veces. Quiere divulgar

Byung-Chul Han piensa la muerte

Una cosa misma

Byung-Chul Han puede convertirse en una imagen, en un objeto extraño que irradia esa tensión atrayente y aversiva. Otra pieza industrial de nuestro consumo. Es un fenómeno posible, también forma parte de los personajes que nos inventamos para evitar personas reales y no dar con el otro. Siempre nos ha amenazado el hecho de elaborar una crítica basándonos en este proceso, en el personaje, mientras la obra escrita (la propiamente literaria o filosófica) queda suplantada por otra obra, también a su modo literaria, pero posterior, apócrifa y constantemente manipulada, que es la imagen biográfica de las autoras y autores: el fetiche final de su persona.

La distorsión puede continuar indefinidamente, cuando se haga moda de su olvido y se le desprecie más aún de lo que ya se le desprecia, y cuando años más tarde llegue la moda de su reivindicación y utilicen de nuevo su nombre. Para entonces, los dispositivos digitales habrán evolucionado, más en su lenguaje y en su contenido que en su formato. Olvidemos el nombre, olvidemos la cara. Atendamos lo que los textos y esa voz traducida nos están diciendo.

Algo debe de existir entre los objetos neutros e insignificantes (sin rastro de experiencia humana) y los fetiches mágicos que lo significan todo. Algo particular, algo que ofrezca resistencia, pero que pueda ser asumido en nuestra vida. Algo que sea un otro, pero que por ello no nos anule, sino todo lo contrario.

Sobre el autor

Íñigo García-Moncó es doctorando en la Universidad Carlos III de Madrid y miembro del grupo de investigación Técnica y Humanidades Ecológicas (THECO). En 2021 recibió el Premio San Isidoro de Sevilla de Iniciación a la Investigación (Universidad CEU San Pablo) y cursó con una beca de excelencia el máster en Cultura Contemporánea en el Instituto Universitario Ortega-Marañó, centro adscrito a la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente, sus principales campos de estudio son la fenomenología y la filosofía de las tecnologías digitales.

Fuente: https://filco.es/byung-chul-han-espana/

Hegel y la inteligencia artificial vistos por Žižek

En su libro «Hegel y el cerebro conectado», el filósofo esloveno Slavoj
Žižek no plantea algo completamente nuevo, pero sí lo es la forma de
abordarlo. ¿Qué sucede con la esencia del ser humano cuando una máquina
puede leer y procesar nuestros pensamientos? El autor reflexiona sobre
el mundo de hoy desde una perspectiva hegeliana, trayendo a este
filósofo a nuestro siglo.

Julieta Lomelí

En su libro Hegel y el cerebro conectado, el filósofo esloveno Slavoj Žižek no plantea algo completamente nuevo, pero sí lo es la forma de abordarlo. ¿Qué sucede con la esencia del ser humano cuando una máquina puede leer y procesar nuestros pensamientos? El autor reflexiona sobre el mundo de hoy desde una perspectiva hegeliana, trayendo a este filósofo a nuestro siglo.

Vivimos y recorremos una época del mismo modo que recorremos las páginas de Hegel y el cerebro conectado: sin un aparente hilo conductor. Una época en la que parece suceder todo y nada en un tiempo simultáneo. La actualidad no puede ser explicada cabalmente porque nos rebasa y avanza a paso veloz en sus productos culturales, tecnológicos, científicos y sociales.

El presente ha dejado de ser presente para convertirse en algo confuso, en un tiempo acelerado, un futuro sin certezas, voraz y de índole desconocido. Del mismo modo pasamos por Hegel y el cerebro conectado, sin una idea clara de lo que pretende el autor, en una obra que puede ser leída de atrás hacia adelante o de en medio hacia el final.

La sensación que nos deja Hegel y el cerebro conectado es parecida a la forma en que experimentamos el tiempo hoy: amanecemos con muchas ideas nuevas, con nuevas guerras al otro lado del mundo, con conflictos sociales y económicos de los que nos enteramos de forma inmediata gracias al uso de internet; mientras, la tecnología, el uso de la inteligencia artificial (IA) y de la ciencia nos arrojan innovadores objetos e inventos que abren nuevos retos morales y bioéticos sobre los cuales reflexionar.

El transhumanismo en «Hegel y el cerebro conectado»

Hegel y el cerebro conectado, del filósofo Slavoj Žižek, puede parecer, como tantos de sus libros, una obra compleja, un pensamiento laberíntico. Con el exceso de información y las ideas que viajan de una coordenada del mundo a su otro extremo en microsegundos, perdemos un poco la brújula de nuestra realidad, sintiéndonos aturdidos por un montón de opiniones que quedan en el tintero mental o bien se expulsan, como lo ha hecho de una lúcida manera Slavoj Žižek en sus páginas.

Ahora bien, el libro de Žižek tiene su centro en el análisis de un asunto muy contemporáneo: el transhumanismo. Y aunque sus reflexiones broten de manera caótica y libre hacia múltiples temas, como si fueran un rizoma, el corazón de su obra advierte sobre el desarrollo de la inteligencia artificial. Desarrollo que vemos materializado en un montón de mercancías tecnológicas y médicas que ahora también intentan, o mejor dicho, podrían intentar, legislar lo más profundo de nuestro propio cuerpo: la consciencia, los pensamientos.

Para esbozar esta preocupación, el filósofo analiza a lo largo de sus páginas dos ideas principales: la llegada de la «singularidad», concepto de Roy Kurzweil, y cómo se puede ver objetivada en el neuralink, un proyecto liderado por Elon Musk que desarrolla «interfaces cerebro-ordenador (BCI) implantables, también llamadas interfaz de control neural (NCI), interfaz mente-máquina (MMI) o interfaz neural directa (DNI); todos estos términos indican la misma idea de una vía de comunicación directa, primero entre un cerebro mejorado o conectado y un dispositivo externo, y luego entre los propios cerebros».

Hegel y el cerebro conectado tiene su centro en el análisis del transhumanismo y advierte sobre el desarrollo de la inteligencia artificial, que vemos materializado en mercancías tecnológicas y médicas que podrían intentar legislar sobre lo más profundo de nosotros mismos

Este proyecto ambicioso, no exento de polémica, es el que intenta analizar Žižek desde la ética, que es la característica más crítica de su mirada filosófica. El autor de Hegel y el cerebro conectado considera que lo que se está intentando desde ya con el neuralink podría ser el primer episodio para llegar a la «singularidad», la que el futurólogo Raymond Kurzweil definió en 2005 —en su peculiar libro The Singularity is near— como la que se «caracterizará por el rápido ciclo de la (cada vez menos biológica) inteligencia humana, capaz de abarcar y de impulsar sus propias capacidades».

Sería, entonces, una gran máquina que podría leer los procesos mentales e incluso transferirlas a otras mentes humanas. Una «singularidad» humana moldeada por un «dominio de experiencia mental global compartida que funcionará como una nueva forma de divinidad: mis pensamientos estarán directamente inmersos en un pensamiento global del propio universo».

La inteligencia artificial y el proyecto de Elon Musk son el parteaguas para llegar a dicho momento en el cual la inteligencia humana no solo podría ser superada por las máquinas, sino que también sería revertida por las mismas, siendo las máquinas quienes configuren los deseos y pensamientos del ser humano.

En términos históricos, ¿esto significaría el fin de la humanidad como la conocemos hoy en día? ¿Sería la llegada de una época poshumana, una época que inició con el estado policial alentado por el avance de la IA y el control de los datos biométricos y que devendría hasta la programación y el control total de la consciencia individual?

Posiblemente sí, contestará Žižek, pensando en el estado actual de nuestra libertad social:

«La perspectiva de la digitalización exhaustiva de nuestra vida cotidiana, combinada con el escaneo de nuestro cerebro (o el seguimiento de nuestros procesos corporales con implantes), abre la posibilidad realista de que una máquina externa nos conozca, biológica y psíquicamente, mucho mejor que nosotros mismos: registrando lo que comemos, compramos, leemos y vemos, y discerniendo nuestros estados de ánimo, miedos y satisfacciones, la máquina externa obtendrá una imagen mucho más precisa de nosotros mismos que nuestro Yo consciente que, como sabemos, ni siquiera existe como entidad consistente».

Lo que se está intentando con el neuralink podría ser el primer episodio para llegar a la «singularidad», la que Raymond Kurzweil dijo que «caracterizará por el rápido ciclo de la (cada vez menos biológica) inteligencia humana, capaz de abarcar y de impulsar sus propias capacidades»

Los habitantes vigilados por el Estado

Para entender lo anterior no hace falta ir tan lejos, basta con mirar lo que sucede en algunas ciudades chinas y el cada vez más creciente control y vigilancia que el Estado ejerce sobre sus habitantes, con el uso de la IA y la recopilación de sus datos biométricos.

Concluye así Žižek su primer capítulo con la reflexión sobre cómo la policía, cuando el poder del Estado parece decaer, le ayuda a no perder el control aparentando no ser una milicia antagónica a la sociedad civil, sino cercana a la ciudadanía, para entonces insertarse en la sociedad civil, volviéndose algo así como una milicia emanada desde el pueblo, una milicia popular que sea la intermediaria entre el Estado y sus habitantes, una que logre devolverle al Estado su poder sobre la comunidad.

Escribe Žižek:

«Aquí deberíamos plantear la pregunta: ¿se está marchitando realmente el Estado en el capitalismo global actual? ¿No se está haciendo más fuerte que nunca, no solo regulando la sociedad civil, sino interviniendo directamente en ella y colaborando con (partes de) ella?»

Colaborando desde lo más íntimo del individuo, desde el aporte que este mismo hace desde su privacidad al control público: «Hoy, la milicia adquiere una nueva forma en la red de control digital bautizada por Shoshana Zuboff como capitalismo de la vigilancia».


Sin embargo, a pesar de esta actualización policial que va trazando el uso de las IA y de la tecnología, parece ser que Žižek concibe cierta esperanza de no sucumbir por completo al control, derivada de la naturaleza ambigua, subjetiva y compleja que la conciencia y el pensamiento humano consignan. Esto podría ser un obstáculo para el desarrollo tan rápido del neuralink y, por ello, podría retardar la llegada de la «singularidad».

Como escribe Žižek, las palabras «expresan demasiado poco porque nunca pueden captar adecuadamente nuestra intención interior: siempre fallamos en poner en palabras lo que queríamos decir. Simultáneamente, expresan demasiado porque en y a través de este mismo fracaso expresan más de lo que queríamos decir, la verdad de lo que subjetivamente queríamos decir».

A través de la imprecisión y el fallo es como se logra decir algo, sobre todo en el momento de querer expresar lo que sentimos. Por ejemplo, muchas veces fallamos al asegurar a los demás que no sentimos nada romántico por una persona, cuando en realidad el deseo nos quema por estar con ella.

La expresión y comunicación de los afectos siempre se han caracterizado por no tener una concordancia directa con las palabras. El amor y el odio, el sufrimiento y la alegría, superan las fronteras del lenguaje objetivo, volviéndose materia de las metáforas y del arte, de la poesía y de eso que da cabida a un excedente de sentido: uno que quizá escapa a la concordancia de todo lenguaje discursivo.

La expresión y comunicación de los afectos siempre se han caracterizado por no tener una concordancia directa con las palabras

El lenguaje, las palabras

Para explicar esta imprecisión entre lo exterior y la exuberancia de lo que se siente interiormente, Žižek retoma a Hegel, quien, en su Fenomenología del espíritu, afirmaba que las palabras…

«… expresan demasiado lo interior como que lo expresan demasiado poco; demasiado: porque lo interior mismo brota en ellas, y no queda ninguna oposición entre ellas y él; ellas no solo dan una expresión de lo interior, sino que lo dan inmediatamente, en ellas mismas; demasiado poco: porque, en el lenguaje y en la acción, el lenguaje se hace otro, se abandona así al elemento de la trasmutación que tergiversa la palabra hablada y el acto ejecutado, y hace de ellos algo distinto de lo que son en y para sí en cuanto acciones de este individuo determinado».

El lenguaje muchas veces naufraga en el momento en que intenta recuperar la vastedad oceánica que es el mundo subjetivo de cada uno de nosotros. Por ello, sucede en momentos que decimos algo cuando finalmente deseamos todo lo opuesto. Este «fracaso» quizá dé un atisbo de esperanza al voraz desarrollo del neuralink que en algún momento podría llegar hasta el lugar más recóndito del individuo y fecundar, en sus propias contradicciones, una nueva forma de pensamiento, una alineada al rigor de lo político, al control de determinados agentes, a la alineación del Estado al que se suscriba.

Escribe Žižek:

«El fracaso del sujeto en decir lo que realmente quería decir puede sacar a la luz una dimensión de su deseo de la que no era consciente. Así pues, en lugar de preocuparnos por la pregunta: ¿puede el neuralink captar el verdadero sentido de nuestro flujo de pensamientos?, deberíamos centrarnos en otra cuestión: ¿puede captar la superposición de lo poco y lo mucho indicada por Hegel, puede captar el exceso producido por el propio fracaso?».

Es quizá muy pronto para saber cuándo la IA llegaría a ese momento de la «singularidad», pero Žižek, al igual que muchos de los lectores, sabe que dicho momento llegará y se pregunta cómo podremos definir a lo humano cuando ello suceda. ¿Será posible conservar algo de lo humano en una época que amenaza con volver toda subjetividad en algo alienable a una objetividad común?

El lenguaje muchas veces naufraga en el momento en el que intenta recuperar la vastedad oceánica que es el mundo subjetivo de cada uno de nosotros. Por ello, sucede en momentos que decimos algo cuando finalmente deseamos todo lo opuesto

En este pos o transhumanismo, se pregunta el filósofo esloveno, «¿qué pasa con las consecuencias sociales del paso a la ‘singularidad’? ¿Qué tipo de orden social implica su ascenso? Está claro que la democracia liberal contemporánea, con su individualismo, está condenada en este caso, así que ¿qué la sustituirá?»

Podría ser que —imaginándolo desde un tipo de distopía o utopía dependiendo desde la lente del poder en que se mire—, la perfección del neuralink y la llegada de la «singularidad» reviente el capitalismo, tan aborrecido por muchos contemporáneos, volviéndonos partícipes de un neocomunismo neuronal, fundado en el compartimiento total de los pensamientos de unos hacia otros, y, por supuesto, en el control de tales pensamientos si no son adecuados al régimen o al orden social en turno.

Escribe Žižek:

«Así que, por decirlo de nuevo en hegeliano, el neuralink promete promulgar su propio juicio infinito en el que lo más bajo (la realidad material de las redes neurales y digitales) y lo más alto (la mente) coinciden. Se abre así la perspectiva del pensamiento puro: un pensamiento que será puro en el sentido preciso de un vínculo directo entre las mentes sin necesidad de ninguna mediación comunicativa. ¿No es esto también una versión del comunismo en el sentido de un espacio de pensamientos directamente compartidos?».

No sé si realmente nos gustaría ver realizada esa gran obra de la IA dibujada, o, mejor dicho, advertida, desde algún tipo de sueño distópico, por Žižek. Lo que advierte el autor de Hegel y el cerebro conectado no es algo completamente nuevo, sin embargo, la manera de abordarlo sí lo es. El libro de Žižek es una precisa —o imprecisa, aún no lo podemos saber— exhortación que realmente vale la pena tomarse en serio, más en un mundo en el cual el futuro de la humanidad no es el futuro de la ética ni de la bioética.

El desarrollo de la reflexión filosófica no parece caminar a la par que el desarrollo de la tecnología ni mucho menos de la inteligencia artificial. Si la filosofía no logra volar a la par de los nuevos avances de la IA, posiblemente se volverá un tipo de nueva Inquisición que mire con desprecio y de forma reaccionaria al desarrollo tecnocientífico. O, por otro lado, al verse rebasada por una muy acelerada actualidad, será desaparecida convenientemente en esa nueva época liderada por las máquinas, de la misma forma en que podría ser borrado también el último resquicio humano y humanista. La amenaza sigue presente.

Fuente: https://filco.es/hegel-y-el-cerebro-conectado/

La sociedad de la mentira

Carlos Eduardo Maldonado

Filosofía y verdad

No es un fenómeno local, ni tampoco casual. La mentira está diseñada estratégicamente como un mecanismo consciente y voluntario de engaño. En líneas generales, esta es la característica de los grandes medios de comunicación masivos. Prensa, radio y televisión, principalmente. Y, a raíz de la emergencia de las redes sociales —cuya primera y más básica expresión son los correos electrónicos—, también es la característica de los diferentes canales en la web.

Una cosa es una equivocación involuntaria y personal; otra muy distinta es hacer de la mentira un objeto de trabajo planeado, diseñado, controlado al milímetro. En la historia más reciente de la humanidad, la expresión más acabada de una mentira diseñada estratégicamente es el nazismo y el fascismo. Contra todas las apariencias, vivimos, aquí y allá, bajo regímenes nazis y fascistas après la lettre.

Orígenes recientes de la mentira como arma política

Los dos ministerios más importantes del régimen de Hitler fueron el Ministerio de Ciencia, Educación y Cultura (dirigido por Bernhardt Rust) y el Ministerio Imperial para La Ilustración Pública y la Propaganda (dirigido por Paul Joseph Goebbels). De lejos, mucho más importantes que los ministerios de guerra o de finanzas. Y muy por encima de las fuerzas de seguridad (las famosas SS) del sistema nazi. Vale la pena leer dos veces los nombres de ambos ministerios.

El fascismo y el nazismo, no hay que olvidarlo, fueron movimientos de masas. Su gran fortaleza fueron las clases medias. Y el medio en el que emergieron y se sostuvieron fue el de la opinión. El nazismo y el fascismo son regímenes sociales, políticos y culturales que sostienen ampliamente la importancia de la opinión, es decir, los lugares comunes.

Hitler mismo, como también Mussolini, eran fantásticos oradores. La retórica floreció en el nazismo y el fascismo y fue ella la que los sostuvo. Gracias, originalmente, al megáfono; luego a los micrófonos, y, finalmente, a la radio y los medios de comunicación masivos. Las masas se sentían verdaderamente atraídas por la facilidad que tenían Hitler y los suyos para la palabra. Técnicamente, todo ello se llama hoy por hoy marketing político. Esto no alude únicamente al estudio, sino —y mejor aún— también a la producción de mensajes de amplio calado social perfectamente producidos.

El fascismo y el nazismo, no hay que olvidarlo, fueron movimientos de masas. Su gran fortaleza fueron las clases medias. Y el medio en el que emergieron y se sostuvieron fue el de la opinión

En las facultades de comunicación social se enseña que las noticias son producidas, posproducidas, editadas (y casi siempre de manera velada) y sometidas a censura (ya sea abierta y explícita o tácita y velada). En numerosas ocasiones, los propios comunicadores sociales implementan, con diferentes argumentos, adicionalmente, la autocensura (habitualmente para conservar su trabajo).

Una metáfora ingenua ilustra perfectamente la situación: de la leche, a la gente no le llega ni el agua. Se les enseña generalmente a los comunicadores que los hechos no existen. Una noticia se construye, ya sea en forma de fotografía, o de crónica, o de entrevista, o de crítica y demás.

Las fronteras entre periodismo, comunicación y propaganda son móviles y difusas, según parece. Goebbels implementó lo que ha llegado a conocerse como los once principios de la propaganda. Estos once principios se refuerzan recíproca y necesariamente. Una mirada desprevenida pone en evidencia, en verdad, mucha inteligencia y sagacidad.

Los principios pueden condensarse en uno solo: una mentira repetida muchas veces termina por convertirse en una verdad. Para ello se requiere la orquestación de los medios de comunicación masivos y de los principales periodistas y voceros de la opinión pública. En otro contexto, un autor destacado, Marshall McLuhan, lo pone en evidencia con otras luces: lo importante no es tanto el mensaje que se transmite, sino quién y cómo se transmite.

Como dice McLuhan en su libro El medio es el masaje, el medio es el principal mensaje. Esto vale en general para el mundo actual, incluido el mundo académico y científico, por ejemplo. Lo importante no es lo dicho, sino la fuente de quien lo dice. En esto exactamente consiste entender la lógica de los medios de comunicación de masas. Medievalismo puro, pues se impone un criterio de autoridad sobre el contenido mismo de la información.

En el mundo académico, por ejemplo, siempre una información va precedida o inmediatamente acompañada por algo como: «… profesor de tal». Después se nombra una prestigiosa universidad, para terminar con un «publicado en cual» y se nombra una prestigiosa revista científica.

En eso consiste la opinión: en el peso de la autoridad sobre el criterio y la reflexión. Peor aún, es propio del nazismo y el fascismo la asunción de que un dato es suficiente y habla por sí mismo. Se olvida así que todo dato implica un relato; es decir, un ejercicio de reflexión, de interpretación de crítica, de estudio. Al fascismo como sistema político y cultural le es concomitante el positivismo. El positivismo jurídico, el positivismo científico o el positivismo metodológico, por ejemplo.

La perversidad de la mentira no es que ella suceda en el mundo, sino su carácter diseñado, ingenierado, en fin, estratégicamente planificado. Ya Nietzsche llamó la atención al respecto en Verdad y mentira en sentido extramoral. En pocas palabras, hablamos del engaño premeditado a la sociedad y de la deformación acomodaticia de la realidad y de los hechos.

La gente ya no sabe qué es verdad y qué no, qué sucede verdaderamente y qué no. «La gente» hace referencia a todos aquellos que son, literalmente, consumidores de información. Información que proviene de la industria de la cultura y del entretenimiento (al interior de la cual entran, hoy en día, los medios de comunicación de masas). Pero también el cine cuando se realiza como una industria (y cuando es por suscripción), las grandes editoriales y sus canales de distribución, la radio, la prensa y la televisión.

En pocas palabras, la gente no importa. Son objetos manipulables a voluntad. Para ello, existe todo un complejo entramado de dispositivos, todos perfectamente panópticos. El mundo está constituido con base en innumerables mecanismos y sistemas de micropoder. Al cabo, como bien señala Mbembe en su libro Necropolítica, el capitalismo, en la escala cotidiana, no mata a la gente, sencillamente la deja morir.

Si el interés fuera filosófico o epistemológico, cabría decir igualmente que la verdad es convertida en un objeto de manipulación cuya consecuencia es que la ética, el derecho público e internacional, la filosofía moral, la religión, la filosofía política y la ciencia política, notablemente, resultan en algo menos que ciencia ficción.

Desde esta óptica, la democracia, la libertad y los derechos humanos no son más que palabras para quienes detentan el poder de la sociedad y del mundo. Y las palabras son hoy objeto de diseño y edición. Literalmente, hacemos cosas con palabras (como decía Austin en su libro Cómo hacer cosas con palabras) y la mayoría de las veces resolvemos los problemas reales en términos, únicamente, de palabras.

La connivencia, primero, y luego, también, la cooptación de los grandes medios de comunicación y sus directores y periodistas con los poderes hace tiempo que es un hecho consumado. Para ello no se requiere, en modo alguno, de ninguna teoría de la conspiración.

Por ejemplo, en el marco de la teoría de juegos y de la teoría de la decisión racional, es conocido el trabajo de Thomas Schelling en su libro La estrategia del conflicto. Lo importante no es qué sean los hechos, sino hacerle creer al enemigo, contrincante u opositor que se tienen todas las fortalezas, aunque no sea el caso. El juego político es mucho más que un juego de palabras e información, de creencias, de hechos datos, argumentos y demostraciones. Subrayemos: se trata de la estrategia del conflicto.

Para ello, la información espuria y engañosa resulta, más que un medio, un fin en sí mismo. Por eso los bulos y todas las bodegas y bots de información falsa. Sorprendentemente, sin embargo, el verdadero enemigo o contrincante u opositor no es otro país, otra nación u otro ejército, por ejemplo, sino la propia sociedad. Todos los trabajos, incluso con sus matices y gradientes, en torno a la biopolítica son suficientemente ilustrativos al respecto. Giorgio Agamben y Toni Negri, Michel Foucault y Slavoj Žižek, Roberto Esposito y Hannah Arendt, Michael Hardt y Emmanuel Lévinas y tantos otros ya lo han señalado.

Lo importante no es qué sean los hechos, sino hacerle creer al enemigo, contrincante u opositor que se tienen todas las fortalezas, aunque no sea el caso. El juego político es mucho más que un juego de palabras e información, se trata de la estrategia del conflicto

La biopolítica, la necropolítica y la geopolítica

Nada castiga tanto al stablishment como la verdad y la transparencia. El dramático caso de Julian Assange (fundador de WikilLeaks y exiliado de su país durante años) es el más evidente. WikiLeaks fue prácticamente desmantelado, Assange detenido arbitrariamente y el sistema de derecho acomodado a los intereses políticos y militares. Contra los filósofos técnicos y academicistas, nada hay de más filosófico hoy en día que el caso Assange.

A los ciudadanos comunes y corrientes les parecería que las tergiversaciones en su país son puntuales; aunque graves, aisladas. Nada más lejano de la realidad. Una mirada cuidadosa pone en evidencia los nexos entre los grandes medios de comunicación en un país y los de otros países. Esto puede (y debe) extenderse a las editoriales, la industria cultural y la industria del entretenimiento. Los tentáculos conducen siempre a un puñado de dueños, intereses y poderes.

Así las cosas, la política es verdaderamente biopolítica, pero con el reconocimiento explícito de que las grandes decisiones sobre un país usualmente no se toman en ese mismo país. Se toman fuera. La política es actualmente geopolítica, pero en el centro están los juegos sobre las creencias de los seres humanos, cuyo núcleo mitocondrial es la información. La necropolítica es política de muerte con base en la construcción de información y creencias falsas, acomodaticias, engañosas.

El problema filosófico por la realidad —por el ser, dicho en la jerga filosófica—, no le interesa a nadie. ¿Alguien ha observado que los grandes tomadores de decisión no aparecen, por regla general, jamás como actores en las redes sociales? «Cuando el producto es gratis, tú eres el producto».

Vivimos en un régimen nazi o fascista

El fascismo y el nazismo fueron militarmente derrotados. No cabe la menor duda. Sin embargo, si entendemos que en la base del nazismo y el fascismo estaban estas estrategias de propaganda, entendemos que resultaron social y culturalmente triunfantes. La situación de los grandes medios de comunicación masiva así lo pone en evidencia. Ellos y todas sus redes y extensiones. Es bastante más que el cuarto poder. Social y culturalmente son el primer poder.

El fascismo y el nazismo comienzan en sus raíces y se alimentan de mentiras. Muchas mentiras, estratégicamente diseñadas. El verdadero enemigo, según parece, es la propia sociedad. Y filosóficamente, el verdadero enemigo es la verdad. La verdad y transparencia.

Sobre el autor

Carlos Eduardo Maldonado es doctor en Filosofía por la Universidad KULeuven (Bélgica). Entre otras cosas, ha realizado posdoctorados como profesor visitante en la Universidad de Pittsburgh, en la University of America (en Washington D. C.) y en la Universidad de Cambridge. Es doctor honoris causa por la Universidad de Timisoara (Rumania), la Universidad Nacional del Altiplano (Perú) y el Colegio de Morelos (México). Actualmente, es profesor titular en la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque (Colombia).

Unos papiros quemados revelan dónde estaba la tumba de Platón

La inteligencia artificial ha permitido la lectura de un rollo que contenía esta información y que hasta ahora no se había podido leer

Sofía campos

Es una de las haciendas más conocidas del yacimiento arqueológico de Herculano, una ciudad situada al lado de Pompeya. Es conocida como la Villa de los Papiros, que se supone pertenecía a la familia de Julio César. Su nombre se le debe a la gran cantidad de estos documentos que se han encontrado en su interior. Son un conjunto de 1.800 rollos que quedaron sepultados por la erupción del Vesuvio, que tuvo lugar en el 79 d. C. y que, a pesar de que presentan un delicado estado, están carbonizados en gran parte, se han convertido en una fuente de muchas alegrías para los arqueólogos, además de estar siendo tremendamente útiles para los investigadores, porque contienen un montón de información que se desconocía hasta este momento.

Es cierto que se descubrieron en el siglo XVIII, pero jamás se ha podido tener acceso a su escritura y a lo que ponían. Su mermado estado de conservación no lo permitía y, tampoco, la tecnología del momento. Pero ahora, gracias a la aplicación de la inteligencia artificial, que está siendo capital para descifrar lo que ponen, y los nuevos métodos de análisis por capas, está permitiendo que los historiadores accedan a sus secretos ocultos y revelar por primera vez lo que ponen.

Uno de los grandes papirólogos del mundo, el italian Graziano Ranocchia, de la Universidad de Pisa, de hecho, ha accedido a uno de los temas que más había intrigado a los pensadores, en esta ocasión, centrados en la filosofía Grecia: Platón. Su atención se había centrado en uno de los documentos que han llegado hasta hoy y que relataba la Historia de la Academia. Es un texto del filósofo Filodemo de Gadara, que era epicúreo. Aunque este texto siempre ha estado en el archivo, la posibilidad de su lectura era limitada. Ahora, sin embargo, ha podido acceder a una mayor parte de lo que cuenta y se ha podido descifrar casi un tercio de la narración. Y ahí es donde ha aparecido la sorpresa, y cuando nadie la esperaba.

Por lo visto, el autor se tomó la molestia de describir en qué lugar se depositaron los restos de Platón, una de las tumbas más buscadas de todos los tiempos. El filósofo griego, llamado así por la anchura de su espalda, es una de las grandes figuras del pensamiento occidental y siempre ha habido un enorme interés es saber dónde se enterró. Se sabía que en sus últimos días, estuvo en la Academia, donde impartía lecciones y que, a pesar de su malograda salud, todavía tenía tiempo para gastar alguna obra, fijarse en la música y en las flores. Pero poco más había trascendido. Ahora se ha descubierto que sus alumnos y seguidores decidieron darle sepultura dentro de este edificio.

Según ha comentado el propio Ranocchia, se le reservó un lugar en un sitio privado en los propios jardines que tenía la Academia de Atenas. Pero, además, según dice este texto analizado ahora, estaría cerca del llamado Museion, que era un templo dedicado a las grandes Musas. Este dato, aunque se barajaba, acaba por enfocar una investigación y cerrar un punto desconocido dentro de la biografía de este pensador.

Fuente: https://www.larazon.es/cultura/papiros-quemados-revelan-donde-estaba-tumba-platon_20240428662e090e8e66020001bbdfd0.html

¿Quién era Marco Aurelio, qué pensaba y cómo podemos aplicar su filosofía estoica hoy?

Es uno de los padres del método estoico, en lo que respecta a la época romana, así como un personaje histórico conocido por su ascendencia en la batalla.

Marco Aurelio, de nombre completo Marco Aurelio Antonino, fue un emperador del Imperio Romano entre los años 161 y 180, quien durante su gobierno tuvo que lidiar con una etapa convulsa para su territorio con conflictos en la Galia, Germania o en Asia contra el Imperio Parto. Sin embargo, su figura también es muy destacada en la filosofía, como parte de renombre en el estoicismo, junto con Epicteto

A continuación, repasamos parte de la vida y obra de Marco Aurelio, un hombre influyente cuyos principios y preceptos se siguen incluso en la actualidad, dentro del movimiento del estoicismo. ¿Quién era, cuál fue su obra y las bases de su pensamiento estoico? Te lo contamos. 

Vida y obra de Marco Aurelio

La gran obra de Marco Aurelio es Meditaciones, que escribió de la mano de Lucio Vero, el otro hijo adoptivo de Antonino Pío. Con la muerte de su padre de adopción, Marco Aurelio aceptó ser emperador del Imperio Romano y podía serlo de la mano de Lucio, nombrado Augusto conjuntamente. En su mandato, cambió la legislación, buscando el fin de los abusos de poder y mejores condiciones en población rechazada o inferior, caso de esclavos, viudas o niños menores de edad. También evitó la persecución del los cristianos, si bien les reprimió y castigó cuando excedieron los límites.

En 180 con su muerte y la subida al poder de su heredero, su hijo Cómodo, finalizó el mandato de Marco Aurelio, aunque su obra permaneció y continúa casi 2000 años después gracias a las nuevas bases que sentó en un movimiento, el estoicismo, que no se entiende al 100% sin su figura.

Principal activo del método estoico

Definido como el arte de dominar el discurso interior, la principal materia del método estoico gira alrededor de la búsqueda de la felicidad. Para ello, se intenta separar lo que está bajo control de lo que no y se trabaja para aceptar circunstancias que aparten las preocupaciones, la ansiedad y la inseguridad del ser humano. 

Tanto Marco Aurelio como Epicteto son líderes del movimiento y pensamiento estoico, gracias al poder que ejercieron con sus líneas en la época romana. Si bien el origen del estoicismo está en la época helenística, en el Siglo III a.C, la evolución que se dio en la etapa romana fue mucho más importante a la hora de trasladar el pensamiento a la vida actual. 

Cómo aplicar hoy la filosofía de Marco Aurelio

Dentro de los principios y recomendaciones de Marco Aurelio para la vida, que se pueden aplicar hoy en día, se encuentran la meditación, sin excepción y a poder ser, varias veces al día, o la lectura como fuente de sabiduría y en modo elitista de la cultura.

También podemos destacar la observación desde la tercera persona, pensando que ciertos actos no son nuestros y así poder analizarnos y corregirnos. Por último, también destacar dentro del modo de entender la filosofía estoica de Marco Aurelio, con posibilidad de aplicación hoy en día, el acto de escribir las reflexiones y necesidades, no sólo como diario, si no para poder trabajar en ellas y mejorar día a día. 

Fuente: https://www.elindependiente.com/tendencias/2024/04/26/marco-aurelio-que-pensaba-como-podemos-aplicar-filosofia-estoica/

La fiesta de la Filosofía

Rafael Guardiola Iranzo

Hoy es un día especial para la celebración de la vida. El 22 de abril de 1722 vio la luz en Königsberg, Inmanuel Kant, un referente imprescindible del pensamiento occidental. Su apelación a la osadía de pensar para lograr la mayoría de edad del entendimiento individual y social, a la convivencia pacífica, al respeto y el cosmopolismo, es un alimento imprescindible para afrontar la incertidumbre y los acontecimientos que sacuden nuestro tiempo y la zozobra de nuestra humana condición. También un 22 de abril nació en Vélez-Málaga, pero en 1904, la filósofa María Zambrano. Su peregrinaje humanista como exiliada no le impidió ofrecernos un rico legado recordándonos que la filosofía aspira a formular buenas preguntas y, gracias a la poesía y la literatura, nos podemos topar, tal vez, con las ansiadas respuestas. No en vano, como sugiere Kafka, la vida es un conjunto de enigmas de los que hemos olvidado la clave, y los libros, claves cuyo enigma no hemos localizado convenientemente. Tanto Kant como María Zambrano se plantean la vida como una investigación y nos invitan a recorrer sus pasos, casi sin saberlo. No en vano, ‘investiga y ama’ fue el lema de Ibn Gabirol, ese filósofo y poeta judío malagueño que nació en Al-Ándalus hace mil años. Al contar hoy con brújulas tan ilustres, ¿podremos socavar con ello el estéril individualismo de la sociedad contemporánea, así como sus goznes, el infantilismo y el victimismo, o poner fin al estúpido belicismo? Pienso que no, pero lo digo por si acaso. Pido disculpas por mi escepticismo.

Por si no se han dado cuenta, este largo preámbulo, producto de la logofilia filosófica, es una incitación a que acepten una falacia ad verecumdiam y otra ad populum. Mi propósito es, pues, seducir. Me explico. Acabo de llegar, cargado de endorfinas, de la fiesta anual del pensamiento joven a la que se bautizó hace once años como ‘Olimpiada Filosófica’, una de las actividades señeras, desde el año 2013, de la Red Española de Filosofía a la que pertenece la asociación andaluza que me honro en presidir. Nuestra fiesta (la XI Olimpiada Filosófica de España) ha tenido lugar, esta vez, en la ciudad de Bilbao, los días 19 y 20 de abril, y su tema, «¿qué es el ocio?». Han participado en ella, con una lucidez entusiasta 94 finalistas de las cuatro modalidades previstas: Disertación, Dilema moral, Fotografía y Vídeo, de las diecisiete comunidades y las dos ciudades autónomas del estado español.

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Este artículo fue originalmente publicado en La opinión de Málaga el 24 de abril de 2024

Los filósofos de Elon Musk

Los filósofos de Elon Musk echan el cierre en Oxford: «Hay algo más detrás»

Nick Bostrom y los suyos anuncian su disolución después de 19 años en activo, aunque las razones oficiales no convencen, sobre todo a Antonio Diéguez, filósofo español que les ha seguido de cerca.

Enrique Zamorano

Se acabó: la humanidad se ha quedado sin futuro. Los grandes pensadores de nuestro tiempo, encargados de garantizar la supervivencia de nuestra especie en las próximas décadas (¡o siglos!), como vienen a ser los largoplacistas radicales y los altruistas eficaces se han quedado sin su mayor referente académico, el prestigioso Instituto para el Futuro de la Humanidad (FHI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Oxford. Estas corrientes filosóficas relacionadas con la lógica, la moral y, sobre todo, con la tecnología, han sido muy alabadas por los amos de la industria de la inteligencia artificial, la robótica o la exploración espacial, como Elon Musk o el rey caído de las criptomonedas Sam Bankman-Fried, el joven de tan solo 32 años que fundó un gran imperio para luego ser condenado a 25 años de prisión por fraude en Estados Unidos.

Todos ellos seguro que han lamentado (o se han alegrado, el tiempo lo dirá) del cese de actividad del FHI, dirigido por Nick Bostrom, el filósofo que desde hace veinte años empezó a hablar de riesgos existenciales y a lanzar hipótesis de que todos vivimos en una simulación informática, y que luego las mentes más brillantes de Silicon Valley asimilaron, dando lugar a una cultura tecnooptimista que llevó sus presupuestos lógicos, éticos y políticos hasta extremos insospechados, en algunos casos delirantes, como el ya mencionado largoplacismo radical, representado por uno de los discípulos de Bostrom, el joven William MacAskill.

Fue el propio Bostrom quien atribuyó a meras razones burocráticas la disolución del grupo. «Es la culminación de un proceso que ha durado varios años», explicó en declaraciones recogidas por el rotativo The Guardian. «Con el tiempo, la presión por conformarnos formalmente como grupo empezó a aplastarnos (estábamos alojados administrativamente en la Facultad de Filosofía, incluso cuando la mayoría de nuestro equipo de investigación en aquella época no eran filósofos) y hubo una muerte por burocracia». Sin embargo, como opina el filósofo español Antonio Diéguez, especialista en transhumanismo y literalmente vecino de este famoso grupo de estudios británico, todo indica a que «hay algo más detrás».

«Eran personas muy influyentes que atraían mucho dinero. Hay muchas cosas que nunca llegaremos a saber, al menos de forma oficial»

«Fue una enorme sorpresa, para mí y para todos los que les seguimos y conocemos», afirma, en conversación telefónica con este diario. «Yo he ido un par de veces a Oxford, en concreto al Centro Uehiro por la Ética Práctica, que está en el mismo edificio que el Instituto del Futuro de la Humanidad. Ellos estaban en el piso de abajo. Una vez fui a hacer una entrevista a Anders Sandberg, discípulo de Bostrom. Eso fue hace en 2015, y supuse que les iba francamente bien, a nivel económico y de influencia, eran bastante poderosos desde el punto de vista filosófico y empresarial, por eso me ha sorprendido mucho la noticia. Eran personas muy influyentes que atraían mucho dinero. Hay muchas cosas que nunca llegaremos a saber, al menos de forma oficial».

Curiosamente, la disolución del FHI coincide casi en el tiempo con el lanzamiento del nuevo libro de Bostrom, titulado Deep Utopia: Life and Meaning in a Solved World, que sin duda parece ser el culmen de sus reflexiones filosóficas durante las dos décadas de vida del instituto. Las dos mayores aportaciones en el mundo de las ideas del grupo se pueden resumir en dos conceptos: el largoplacismo radical, del cual hablamos ampliamente en un artículo, y el altruismo eficaz (conocido por sus siglas EA), el cual ha sufrido una campaña de descrédito en medios de comunicación tras la ya comentada caída en desgracia de uno de sus mayores adalides, Sam Bankman-Fried y la demostración de que muchas de las asociaciones vinculadas al desarrollo de sus principios operaron de manera fallida, como las agencias de altruismo eficaz que evalúan las donaciones privadas.

Nos preguntamos si esta merma reputacional ha supuesto el cierre del FHI, pero Diéguez lo duda. «Es muy posible que no estuvieran muy contentos con ciertas ideas sobre ellos que se estaban difundiendo», asume el profesor, quien también ha colaborado en varias ocasiones con este periódico. «Pero en realidad en Oxford surgen ideas mucho más polémicas y atrevidas que las del Instituto del Futuro de la Humanidad. Promover debates arriesgados es parte de la intención de las universidades de élite, da igual lo polémicos que sean».

Defensores de una eugenesia «liberal»

Otro de los mayores descréditos fue un mail que envió Bostrom siendo adolescente en el que reconocía que «los negros son más estúpidos que los blancos»; un mensaje que podría pasar por una payasada racista sin maldad de no ser por venir de alguien que años más tarde acabaría alentando debates sobre la eugenesia o el hipotético perfeccionamiento de la especie humana a partir de la manipulación genética de alta tecnología. Un tema sobre el que precisamente está investigando Diéguez.

«Encontrarán salidas, porque tienen mucho prestigio dentro y fuera de Oxford. Se está hablando de un instituto similar en Suecia»

«Ellos son partidarios de una eugenesia liberal, que se distingue de la vieja eugenesia porque no viene impuesta desde el poder político o desde un gobierno», explica el profesor, quien se encuentra actualmente investigando en los aspectos no solo bioéticos de este tipo de tecnologías, sino también biopolíticos. «La eugenesia liberal postula que los padres son libres de elegir qué fenotipo quieren darle a sus hijos, lo que se traduce en una serie de cualidades respecto a los demás».

Si algo distingue a este grupo de filósofos es la reivindicación de la libertad individual a expensas del resto de factores morales o éticos, lo que puede acercarles al credo anarcocapitalista del que tanto hacen gala algunos grandes empresarios del ámbito tecnológico. «Sería como en la película Gattaca, ¿no?», asume Diéguez. «Si solo un pequeño y selecto grupo social puede permitirse cierto tipo de alta tecnología para perfeccionar sus habilidades y las de sus congéneres, ¿qué sucede con esa otra gran parte de la población que no pueden acceder a ese tipo de herramientas de perfeccionamiento humano?».

Un ‘futuro’ cargado de futuro

El hecho de que el FHI haya cesado su actividad no quiere decir que de ahora en adelante no vayan a realizarse estudios que amplíen o desarrollen sus líneas de investigación. «Ellos querían tener influencia en el mundo empresarial y la consiguieron, pero están muy ligados a la actividad académica y así lo estarán», opina Diéguez. «Encontrarán salidas, porque tienen mucho prestigio dentro y fuera de Oxford. Se está hablando de un instituto similar en Suecia».

Sea como sea, el tecnooptimismo cuenta con un gran desarrollo dentro de las élites filosóficas y empresariales. Diéguez sigue sin encontrar una explicación factible a la disolución del grupo, pero el impacto de sus ideas y de las cabezas que las pensaron seguirá creando debates urgentes en la sociedad, sobre todo en todo lo relacionado con el uso de la inteligencia artificial y los conflictos que planteará a la hora de combatir la desinformación. «En el futuro, habrá que instaurar una especie de pruebas de verificación básicas para que el ciudadano sepa distinguir qué es una noticia verdadera de un deepfake hecho con inteligencia artificial», vaticina el filósofo. A Bostrom y a los suyos les queda mucho camino por delante, al igual que las personas que quieran refutar sus planteamientos.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2024-04-24/instituto-futuro-humanidad-oxford-fin-largoplacismo_3872652/

La computadora planetaria

Cuando los mundos computan todo cambia: la computadora planetaria

Una computadora planetaria en Mercurio impulsaría la búsqueda ET y la explicación de la consciencia.

Eduardo Martínez de la Fe

La idea de construir una computadora gigante utilizando el planeta Mercurio como base tiene suficiente fundamento científico como para imaginar lo que ayudaría a la búsqueda de inteligencia extraterrestre y a la exploración de la consciencia, incluso utilizando la computación cuántica.

En un fascinante ejercicio de especulación científica, la revista IEEE Spectrum presenta un relato corto de ciencia ficción escrito por Karl Schroeder, titulado «Hijack». La historia explora las consecuencias inesperadas de construir una computadora utilizando el planeta Mercurio como su base.

El gran misterio sobre cómo se origina la consciencia en el cerebro sigue sin resolverse

La premisa se basa en la evolución histórica de las computadoras, que han aumentado su potencia a lo largo de las décadas al reducir el tamaño de sus componentes electrónicos.

Sin embargo, este relato lleva la pregunta al extremo opuesto: ¿qué tamaño puede llegar a tener una computadora? ¿Es posible convertir un planeta entero en una computadora y, de ser así, cuál sería su propósito?

El artículo no solo se sumerge en la narrativa de Schroeder, sino que también incluye anotaciones contextualizadas que demuestran cómo la historia, aunque especulativa, está arraigada en ciencia y tecnología reales.

La idea de una computadora a escala planetaria no es nueva en la ciencia ficción; sin embargo, el enfoque de Schroeder es único al considerar los usos prácticos y las limitaciones físicas de tal emprendimiento.

Búsqueda SETI

Científicos y futurólogos han reflexionado sobre los límites de la computación a gran escala. Por ejemplo, Jason Wright, director del Centro de Inteligencia Extraterrestre de Penn State, ha pensado seriamente en cuán grande puede ser una computadora, enfatiza IEEE Spectrum.

Un ordenador a escala planetaria podría tener aplicaciones en la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI), ya que la computación es una actividad que se espera sea común en cualquier civilización avanzada.

La idea de una computadora del tamaño de Mercurio podría desempeñar también varios desarrollos en el descubrimiento y la comprensión de la consciencia.

Aproximación a la consciencia

La comprensión de la consciencia puede abordarse desde diferentes perspectivas, incluyendo la biología, la filosofía y la neurociencia, tal como explica la revista Nature.

En el contexto de la consciencia, es importante distinguir entre la conciencia y la consciencia, ya que, aunque ambos términos tienen el mismo origen etimológico, su uso ha venido a asignar al término conciencia el ámbito ético del conocimiento, mientras que la consciencia se refiere a la capacidad de estar despierto, alerta y tener conocimiento de uno mismo.

La consciencia así entendida es un estado unificado de la mente, cualitativo y subjetivo, y una de sus formas más especiales es la autoconsciencia, que nos permite darnos cuenta de que nos damos cuenta y de reflexionar sobre nuestros propios pensamientos.

¿Máquinas conscientes?

En cuanto a la posibilidad de que máquinas tengan consciencia, se ha discutido la necesidad de profundizar en el conocimiento de sus niveles y cómo estudiar la creación de modelos de máquinas capaces de tener consciencia.

Sin embargo, hay opiniones divergentes sobre si las máquinas pueden llegar a tener consciencia, ya que la consciencia está profundamente arraigada en nuestra naturaleza como criaturas vivas.

Se discuten temas como la relación entre materia y consciencia, la posibilidad de crear modelos de máquinas con consciencia y cómo evaluar los niveles de consciencia.

IEEE Spectrum también se centra en la importancia de encontrar parámetros comunes para evaluar la consciencia humana y cómo estudiar la creación de modelos de máquinas capaces de tener consciencia. Es aquí donde podríamos pensar en la aportación de una enorme computadora planetaria.

Megacomputación y consciencia

La idea de una computadora del tamaño de Mercurio podría tener implicaciones significativas en la investigación de la consciencia.

Aunque es un concepto especulativo, una computadora de tal magnitud podría desempeñar varias aproximaciones hacia el descubrimiento y la comprensión de la consciencia, particularmente a través de conceptos avanzados en la investigación de la consciencia y la inteligencia artificial

La primera aproximación posible sería a través de un Modelo Computacional Avanzado: se trata de simulaciones realizadas por computadoras que son capaces de replicar o modelar procesos complejos, como los que podrían estar involucrados en la consciencia humana o artificial. Estos modelos pueden ayudar a entender cómo emergen propiedades como la autoconsciencia de la interacción de procesos más simples.

Otra posible aproximación podría conseguirse a través de la Integración de Datos Cognitivos: este concepto se refiere a la combinación de información de diversas disciplinas que estudian la mente y el cerebro, como la psicología, la neurociencia y la filosofía de la mente, para obtener una comprensión más completa de la consciencia.

Recreación artística de una computadora planetaria en pleno funcionamiento.
Recreación artística de una computadora planetaria en pleno funcionamiento. / Generador de imágenes de COPILOT para T21/Prensa Ibérica.

Apofática y relativista

Una tercera aproximación podría desarrollarse a través de la así llamada Investigación Apofática: es un enfoque que busca entender un concepto definiendo lo que no es, en lugar de lo que es. En el contexto de la consciencia, esto podría significar identificar sistemas que carecen de consciencia para entender mejor qué características son necesarias para que la conciencia surja.

Por último, una aproximación podría realizarse considerando la consciencia como fenómeno relativista: algunas teorías recientes sugieren que la consciencia podría ser mejor entendida a través de un marco que toma en cuenta la relatividad, es decir, cómo la información y la percepción pueden variar dependiendo del observador o del sistema de referencia.

Estos términos representan áreas de investigación que podrían ser exploradas por una computadora de escala planetaria, como la hipotética computadora del tamaño de Mercurio, para avanzar en nuestro entendimiento de la consciencia.

Computación cuántica planetaria y consciencia

Otro aspecto que no podemos olvidar en esta especulación es lo que la computación cuántica a escala planetaria podría tener en nuestra comprensión y exploración de la consciencia, algo que ya ha imaginado el físico de Oxford Tim Palmer, a partir de los intentos que ya se están realizando para llevar las tecnologías cuánticas al espacio. La idea no es muy descabellada, teniendo en cuenta que se considera seriamente la posibilidad de que el propio universo sería una enorme computadora cuántica.

La computadora planetaria que imagina IEEE Spectrum podría, en primer lugar, conseguir simulaciones inéditas de estados de consciencia extremadamente complejos, posiblemente incluso los que no se han experimentado en la realidad humana o animal y que están fuera del alcance de la computación binaria y de la supercomputación.

Entrelazamiento y universos alternativos

En segundo lugar, el entrelazamiento cuántico aplicado en una computadora planetaria podría ofrecer nuevas formas de entender la interconexión de la consciencia a través de distancias espaciales, lo que podría llevar a una nueva teoría de la consciencia que trascienda los límites físicos tradicionales.

No podemos descartar tampoco que esa computadora cuántica planetaria pueda abrirnos el acceso a realidades alternativas: algunos teóricos sugieren que la consciencia podría estar relacionada con la capacidad de acceder a información de realidades alternativas o universos paralelos, algo que la computación cuántica podría explorar o simular.

Tema fronterizo

Por último, también podría explorar la relación entre la consciencia y física fundamental: la computación cuántica podría ayudar a descifrar si la consciencia está vinculada a procesos fundamentales de la física, como se sugiere en algunas interpretaciones de la mecánica cuántica.

Estas son solo algunas de las maneras en que la computación cuántica a escala planetaria podría avanzar nuestra comprensión de la consciencia, un campo que está en la frontera de la ciencia y la filosofía.

Problemas técnicos

De todas formas, no podemos dejarnos llevar por la imaginación, ya que existen restricciones físicas significativas, de las que deja constancia IEEE Spectrum, para que una computadora a escala planetaria pueda existir.

Esta computadora no podría consistir en una esfera sólida debido al excesivo calor generado por la computación: los microchips y centros de datos actuales ya enfrentan problemas de gestión térmica no resueltos, que escalarían a escala planetaria. Además, la concentración de demasiada masa en un solo lugar podría provocar que la estructura colapse bajo su propio peso.

La solución propuesta sería dispersar la masa de la computadora planetaria en una flotilla globular de nodos, conocida como enjambre de Dyson. Este enfoque también facilitaría la recolección de energía solar y evitaría los problemas mecánicos asociados con un objeto único y masivo. Pero todo esto no deja de ser un entretenido y sugerente sueño de primavera que tal vez algún día llegará a ser realidad.

De momento debemos seguir esperando para averiguar si estamos solos en el universo y para desentrañar los misterios de la consciencia

Fuente: https://www.elperiodico.com/es/tendencias-21/20240401/mundos-computan-cambia-100489886

Jornada de Ética Aplicada y Comités de Bioética en el IES Santo Domingo de EL Ejido

Antonio Guerrero

Estos días se ha producido en el IES Santo Domingo de El Ejido una jornada sobre Ética Aplicada y Comités de Bioética a la que han asistido como ponentes miembros del Comité de Bioética del Poniente.

El acto, que ha contado con unos 70-80 alumnos del IES Santo Domingo, ha sido organizado además de por el centro por la asociación Filosofía en la Calle, El Observatorio Internacional para la defensa de los derechos humanos, y el mismo Comité de Bioética del Poniente. Con un gran interés los alumnos han podido seguir las ponencias de Antonio Guerrero, filósofo y miembro del comité de bioética citado, Álvaro Tortosa, enfermero y miembro también, María del Mar Martín, médica pediátrica y miembro, e Isabel Córdoba, enfermera escolar además de miembro del comité referido.  También hemos contado con la participación de Francisco José García Carbonell, miembro del comité de Ética asistencial del área 3 del servicio murciano de salud y asesor del área de bioética del Observatorio Internacional para la defensa de los derechos humanos.  Así mismo es investigador dentro del campo ético sobre la problemática de la objeción de conciencia en el ámbito sanitario.

Las ponencias comenzaron haciendo una introducción sobre los conceptos de ética, moral, ética aplicada, bioética y las características de cada uno de los conceptos. Por otro lado luego se centró en los requisitos y el funcionamiento de los Comités de Bioética así como le método deliberativo con el que se produce su funcionamiento. Finalmente Isabel Córdoba narró su experiencia personal dentro del comité y mostró el ejemplo de algún caso dentro del mismo.

Los alumnos que estuvieron entusiasmados en su mayoría, pertenecían a segundo de bachillerato así como a todas las ramas sanitarias de formación profesional sitas en el centro.

Este evento generó el deseo de repetir más experiencias como esta en el centro en un futuro breve.