«Los restos documentales del perpetrador: textos e imágenes» (Call for Papers Thémata Revista de Filosofía 65, junio de 2022)
La figura de la víctima ha ocupado un lugar preeminente en los procesos de memorialización desarrollados en aquellos contextos nacionales cuyo pasado se ha visto marcado por la perpetración de crímenes de masas. Su testimonio ha permitido articular narrativas sobre los crímenes, sus experiencias han sido motivo de creación de representaciones culturales, sus recuerdos han estructurado procesos de justicia transicional y sus documentos se han convertido en evidencias históricas con independencia de si la violencia sufrida ha sido de carácter bélico, dictatorial, genocida o terrorista. Por el contrario, la figura del perpetrador, ya se ubique esta en el nivel de la ideología, de la arquitectura, de la organización o de la ejecución de los crímenes, no ha recibido una atención analítica similar. Esto se debe, por una parte, a una necesidad memorialística de restitución de dignidad, identidad y humanidad de las víctimas y, por otra, a la inaprehensibilidad y opacidad que caracteriza a la figura del perpetrador. Sin embargo, el examen y escrutinio del perpetrador en su contexto resultan fundamentales para lograr comprender íntegramente los episodios de violencia de masas que ha protagonizado y los procesos de memoria que de estos se derivan. No en vano, ha podido apreciarse recientemente un interés creciente en el análisis de este tipo de figuras en el marco de los estudios de memoria. Las identidades, actuaciones, motivaciones, creencias, posiciones ideológicas, enunciados, configuraciones sociales y representaciones culturales del perpetrador se han convertido en objetos de investigación capaces de alumbrar zonas oscuras de las sociedades marcadas por un pasado violento.
En relación con esta figura existe, sin embargo, una categoría que, a pesar de su enorme productividad, no ha sido, por lo general, explorada en toda su profundidad dentro de los estudios de memoria. Se trata de la producción material de carácter documental del perpetrador. Usualmente, los episodios de perpetración de crímenes de masas, sobre todo aquellos enmarcados dentro de regímenes dictatoriales violentos, dejaron tras de sí, además de abismos de devastación, una gran cantidad de documentos, tanto textuales como audiovisuales, sobre los que se sustentó la maquinaria de destrucción. Los motivos de la desatención recibida por estos documentos de perpetrador son muchos y variados, pero todos remiten a las diversas funciones desempeñadas por ellos en el pasado. De aquellos documentos que sobrevivieron a la destrucción voluntaria por parte del sistema que los creó, algunos de ellos fueron utilizados como evidencias jurídicas en los procesos judiciales subsiguientes a los crímenes, otros se convirtieron en artefactos propagandísticos en los procesos transicionales posteriores, muchos de estos documentos se transformaron en fuentes historiográficas, varios fueron convertidos en parte integrante de producciones culturales, otros se transformaron en objetos museísticos o formaron parte de exposiciones y, en último lugar, una gran cantidad de ellos fue relegada al olvido archivístico.
Sin embargo, hubo documentos que lograron escapar de todas estas funciones y encontraron un espacio en la esfera pública de sus respectivos contextos de producción a fuerza de ser reproducidos. La familiarización con estos documentos derivada de su reproducción ha implicado, además de una desensibilización del público que se enfrenta a ellos, la puesta en marcha de un proceso de significación aparentemente paradójico: por un lado, estos documentos han sido convertidos en objetos anclados en un espacio-tiempo inmodificable, pero, por el otro, tanto los textos como las imágenes han quedado, al mismo tiempo, separados de su contexto original de producción y recepción. Es decir, se han transformado en una suerte de artefactos metonímicos y metafóricos que sustituyen el episodio de violencia que representan en lugar de referirse a él. Si bien la presencia constante de estos documentos permite la conexión de diferentes generaciones en relación con el episodio traumático, lo cierto es que dificulta una lectura más profunda de ellos.
En un nivel general, estos textos e imágenes no deben únicamente ser tenidos en cuenta por lo que revelan, sino también por cómo revelan o por cómo fallan al intentar revelar. Es decir, los documentos de perpetrador no son solamente repositorios de contenidos históricos, sino también dispositivos capaces de reflejar las necesidades, deseos y motivaciones de su creador, los propósitos de su creación y la audiencia hacia la que estaban dirigidos en el momento de su producción. Sin embargo, muchos de estos documentos se han visto abocados a procesos de resemantización que los han convertido en aquello que son ahora (un símbolo o icono, un objeto en un archivo oficial o en un museo, o un documento marginal ajeno al archivo, dependiendo del caso), por lo que, a modo de palimpsesto, aglutinan en ellos diversas capas de significado de difícil acceso que conviene desentrañar.
Textos de perpetrador
La primera categoría propuesta para análisis en este número monográfico es la de documentos textuales o textos de perpetrador. Esta categoría comprende todos aquellos documentos que contienen información estructurada lingüísticamente y han sido escritos por perpetradores o por orden de estos. Estos pueden subdividirse en varias categorías dependiendo de la función desempeñada: 1. Documentos oficiales como órdenes, instrucciones, reglamentos, informes, archivos judiciales, boletines y registros penitenciarios o médicos, entre otros. 2. Documentos propagandísticos como discursos públicos, periódicos y otros medios impresos, emisiones radiofónicas, panfletos o folletos informativos, entre otros. 3. Documentos artístico-científicos como novelas, obras teatrales, guiones cinematográficos, relatos, poemas, ensayos, artículos científicos o académicos, entre otros. 4. Documentos personales como diarios, diarios de guerra, cartas, testimonios o agendas personales, entre otros.
Histórica y judicialmente se ha otorgado una relevancia mayor a aquellos documentos considerados como pruebas evidenciales, esto es, documentos oficiales estrechamente ligados con el acto de perpetración (como, por ejemplo, las órdenes de ejecución) y que, por lo tanto, proveen de información directa sobre este. Este tipo de documentos, a pesar de ser esencialmente diferentes al acto en sí, se encuentran inextricablemente unidos al acto de violencia, hasta el punto de poder ser considerados actos de violencia adicionales o suplementarios.
Sin embargo, todos los documentos textuales de esta categoría, con independencia de su función y receptor potencial originales, reproducen, dada su condición de creaciones de perpetrador, el lenguaje de la maquinaria de destrucción en mayor o menor medida. Todos ellos suponen una vía de acceso a ciertas configuraciones subyacentes e inscritas en un marco doctrinario determinado. Los documentos textuales de perpetrador o textos de perpetrador son, en definitiva, pruebas que esconden dentro de sí un rastro de la imaginería de un régimen de perpetración o de un crimen particular y que, por lo tanto, nos acercan a su hic et nunc, aunque no todos lo consigan del mismo modo.
Conviene destacar que, inevitablemente, el grado de objetividad –en el caso de documentos oficiales– o, en su defecto, de subjetividad –en el caso de documentos personales o artísticos– condicionará la lectura e interpretación que de ellos se haga. La gran mayoría de estos documentos están destinados a la lectura interna de los participantes en un crimen determinado o, en un plano más general, de aquellos que comparten una misma ideología, por lo que aparecen caracterizados por un cierto hermetismo que dificulta el acceso a la lógica que los constituye, pero todos resultan esenciales para acceder a ciertos aspectos lingüísticos –tales como tecnicismos, elipsis, eufemismos, neologismos, resignificaciones, campos semánticos, expresiones idiomáticas, metáforas o abreviaturas– sobre los que, en última instancia, se sustenta a nivel ideológico un régimen de perpetración.
Imágenes de perpetrador
La segunda categoría propuesta para análisis en este monográfico es la de imágenes de perpetrador. En ella se inscriben todos aquellos documentos visuales, audiovisuales o pictóricos que hayan sido tomados o realizados por perpetradores o por orden de estos. Cabe dividirlos en varias categorías no exentas de porosidad ni autoexcluyentes: 1. Documentos oficiales como noticiarios, fotografías carcelarias o policiales, negativos de fotografías o vídeos. 2. Documentos artísticos como fotografías, vídeos o cuadros. 3. Documentos propagandísticos como películas, fotografías o carteles. 4. Documentos científicos como fotografías o vídeos tomados con este afán. 5. Documentos personales o privados como vídeos caseros o fotografías del ámbito privado. Un estudio pormenorizado de estos documentos puede revelar la capacidad de la imagen para mostrar no solo un marco real, sino también un marco ideológico; no solo el contexto externo –histórico–, sino también el interno –lo que ocurrió en el momento en que se tomó–.
Habitualmente se ha dado primacía a los documentos fotográficos, pues estos han sido los que en mayor cantidad y más fácilmente han sido distribuidos al conjunto de la población y son los que de manera más concreta representan el acto de perpetración. No obstante, no son los únicos. Y cabe detenerse aquí un momento: la actual es una sociedad sobresaturada de imágenes de todo tipo en la que se ha normalizado la continua ubicuidad de estas, pero esto no siempre fue así. Algunas de las imágenes de perpetración con las que se puede trabajar surgieron en una época en la que, si se capturaba algo con una cámara era porque se le atribuía una especial importancia. Si esas imágenes fueron tomadas es porque deseaban atesorarlas, lo cual indica ya algunos aspectos sobre la posición de los perpetradores. Aun con sus diferencias, todos los documentos audiovisuales de perpetradores que hemos nombrado son muestra de la maquinaria del horror y la destrucción, de las lógicas perversas y del fuerte componente ideológico del que surgieron, que protegió y apoyó este tipo de atrocidades. En ellas quedan reflejados, aunque no siempre puedan verse, los perpetradores: desde su mirada, sus deseos o su forma de actuar, su concepción de las que son sus víctimas o su sensación de impunidad, hasta la audiencia hacia la que dirigen este tipo de documentos –compañeros directos o de ideología–.
Sin embargo, la fuerza del visionado de estas imágenes de perpetrador es tan potente porque estas aúnan dos prismas unidos por una desquiciante tensión: la perspectiva del perpetrador –reflejada en el marco de la imagen, en lo que esta muestra y en lo que deja fuera– y la mirada de la víctima –o su ausencia–. Así, la imagen se convierte en inherente al acto de violencia: aunque sean diferentes en sí, los documentos audiovisuales aparecen, en estos casos, como inseparables de los actos de violencia que registran, incluso podrían considerarse un acto de violencia añadido, complementario.
Así, el análisis de estas imágenes de perpetrador como huellas de lo que ocurrió permitirá ahondar en el estudio de la figura del perpetrador y en el de la maquinaria del horror que muestran, refuerzan y, desde una mirada crítica, denuncian.
Líneas de trabajo
- Análisis sincrónico de un documento de perpetrador: los elementos que confluyen en la creación de dicho documento en el momento de su producción.
- Análisis diacrónico de un documento de perpetrador: los diferentes procesos de resemantización a los que se ha visto expuesto el documento a lo largo de su historia.
- Análisis comparativo de documentos de perpetrador: 1. Las semejanzas y diferencias existentes entre dos o más documentos de una misma categoría (textos e imágenes) de un mismo o diferente contexto. 2. La relación de continuidad entre dos o más documentos de diferentes categorías (textos e imágenes) de un mismo contexto respecto a un crimen concreto.
- Análisis del papel desempeñado por el documento de perpetrador en la construcción de los relatos memorialísticos contemporáneos.
El propósito de este monográfico es el de contribuir a los estudios de memoria a través del análisis de los documentos textuales y audiovisuales que produjeron los propios perpetradores ubicados en cualquiera de los niveles de la perpetración –ideología, arquitectura, organización o ejecución–. Para ello, se aceptarán artículos de las distintas disciplinas de las ciencias sociales y de las humanidades que estudien estos documentos. Se evaluarán aquellos trabajos que sigan cualquiera de las líneas de investigación propuestas, con independencia de si estos se centran en documentos textuales, en documentos audiovisuales o en ambas categorías. El monográfico se presenta, pues, como una ayuda a la hora de desentrañar, no solo la figura del perpetrador, sino, también, las lógicas que operan en contextos y situaciones enmarcadas en los regímenes dictatoriales y, por ende, estos regímenes dictatoriales, en sí.
Envío de textos hasta el 15 de febrero de 2022.
Coordinado por Juanjo Monsell e Irene Cárcel. Universitat de València. Grupo de Investigación REPERCRI. Proyecto ‘Representaciones Contemporáneas de Perpetradores de Violencias de Masas: Conceptos, Relatos e Imágenes’ (HAR2017-83519-P), Ministerio De Ciencia, Innovación y Universidades, y Proyecto ‘De espacios de perpetración a lugares de memoria. Formas de representación’ (PROMETEU/2020/059).
Más información en Los restos documentales del perpetrador: textos e imágenes (Call for Papers Thémata 65, junio de 2022) | THÉMATA. Revista de Filosofía (us.es)