El Laboratorio conversa con María Teresa López de la Vieja

Mª Teresa López de la Vieja de la Torre es catedrática emérita de la Universidad de Salamanca, Adjunct Professor en el Departamento de Bioética de la Case Western Reserve University (Cleveland), investigadora principal de proyectos I+D del MINECO e integrante del CEMUSA (Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de Salamanca) y del grupo ESPACyOS (Ética Salubrista para la Acción, Cuidado y Observación Social).

NUEVA NORMALIDAD. LA CARGA DE LAS PALABRAS

El pasado 6 de junio se publicaba el Real Decreto-ley 21/2020, sobre la transición desde el estado de alarma sanitaria hacia la nueva normalidad. Los objetivos eran tanto poner fin a las medidas de contención como prevenir «posibles rebrotes». Días más tarde, el responsable de la Organización Mundial de la Salud en Europa, Dr. Kluge, se dirigía a una de las comisiones del Parlamento Europeo para analizar la situación y advertir sobre la eventualidad de una segunda ola. El confinamiento solo había permitido ganar tiempo frente a la expansión del virus SARS-CoV2 y sus consecuencias. Los riesgos de la enfermedad, la Covid-19, seguían ahí. Por lo tanto, había que mantenerse vigilantes y seguir preparándose.

Debido, tal vez, al distinto modo de valorar los riesgos, la «nueva normalidad» ha resultado aquí precaria y fugaz. Entre la primera ola de contagios y la siguiente, ni siquiera han pasado dos meses: en agosto el New York Times y BBC News informaban ya de una «segunda ola» en España. Desde comienzos de septiembre, los datos sobre el aumento de casos en todo el país son alarmantes. La progresión de los contagios ha sido más rápida de lo esperado, el impacto va a ser mayor que en otros países del entorno.

Por tanto, la recuperación de la vida y las actividades cotidianas, tal y como eran antes, queda aún lejos. Hay, entonces, razones de peso para un debate abierto –siempre con argumentos- sobre la «nueva normalidad». ¿Por qué se ha optado por una expresión que está en circulación desde hace un siglo? ¿Se ha tenido en cuenta su marcada carga ideológica? Siendo la actual pandemia un asunto de salud pública –muy grave-, durante el tiempo ganado con las medidas de confinamiento y gracias al compromiso de tantos grupos de profesionales ¿se ha reforzado lo suficiente el sistema público de salud? Estaba claro que procedía incrementar los programas y las medidas de prevención ¿se ha hecho o se está haciendo así?

¿«Nueva» normalidad o salud pública?

«Normal» es lo que se encuentra en su estado natural, lo que es habitual, según el Diccionario de la Real Academia. Para empezar, el término «normalidad» (normalcy) fue utilizado hace un siglo, en 1920 y por el entonces candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. La «nueva normalidad» ha aparecido luego en los medios de comunicación y en el discurso público en dos etapas cruciales, tras los atentados del año 2001 y a raíz de la crisis financiera del 2008 (new normal). Los mensajes eran claros: defensa de la seguridad, aun a costa de derechos fundamentales, y políticas de austeridad. A la vista de cómo ha sido utilizada en momentos decisivos, cabe preguntarse si la «nueva normalidad» es una expresión más cargada de pasado que de futuro.

«Normal» quiere decir también lo que sirve de regla o de norma, en la definición de la Real Academia. Desde hace años está en vigor la Ley 33/2011 de salud pública. Contempla la prevención y la alerta precoz y se refiere expresamente a factores importantes para la salud de la población: los condicionantes sociales y las desigualdades. La norma tampoco deja lugar a dudas sobre cuál ha de ser el principio básico: la equidad. ¿Van en esta dirección los planes y las medidas tomadas -y por tomar- para hacer frente a la pandemia y a sus consecuencias?

Ejercicio público de la razón

Ahora, en la segunda ola, corresponde analizar los datos disponibles, compararlos y, claro está, aprender de lo ocurrido a lo largo de los últimos meses. De mirar más hacia atrás, convendría tener presente la llamada de atención hecha ya por Max Weber. En 1919, tras los desastres de la primera guerra mundial, él advertía sobre el sacrificio del intelecto. Por todo ello, el ejercicio público de la razón es más necesario, si cabe, en los momentos críticos. Ahora, como antes, ahí está la filosofía.