El Laboratorio conversa con Matxalen Legarreta

Matxalen Legarreta es socióloga y profesora de la Universidad del País Vasco UPV/EHU. Sus principales líneas de investigación son: trabajo doméstico y los cuidados, desigualdades de género, Encuestas de Presupuestos de Tiempo y sociología del tiempo.

Matxalen, te agradecemos tu participación en El Laboratorio. En primer lugar, te preguntamos: ¿qué es la crisis de los cuidados?

La crisis de cuidados hace referencia a las dificultades del sistema en la provisión de cuidados. En los Estados de Bienestar denominados familistas, como el español, son las familias, y en ellas principalmente las mujeres, las que se encargan de abastecer las necesidades de cuidados. El Estado proporciona escasos servicios de atención. Este modelo tradicionalmente se ha basado en una división de tareas y roles ejemplificada en las figuras de hombre ganador de pan y mujer ama de casa.

A grandes rasgos, se puede afirmar la crisis de cuidados deriva, principalmente, de la confluencia de dos procesos. Por un lado, aumento de la incorporación de las mujeres en el mercado laboral. Según la Encuesta de Población Activa del INE la tasa de actividad de las mujeres crece 10 puntos porcentuales entre 2002 y 2020: de 42% a 52%. Y, por otro, incremento de la esperanza de vida y de la proporción de población mayor y, por ende, crecimiento de la demanda de cuidados. Según el INE, la esperanza de vida al nacer de la población española entre 1975 y 2019 aumenta en 10 años (de 73 a 83 años) y se dobla el porcentaje de personas de 65 y más años (de 10,2% a 19,4%).

¿Por qué el análisis de los usos de tiempos es importante para entender la crisis de cuidados?

El análisis de los usos del tiempo es importante para entender la crisis de cuidados porque ofrece datos cuantitativos sobre el reparto del trabajo doméstico y de cuidados. De esta forma, es posible observar si ha habido un avance hacia una distribución más equitativa entre mujeres y hombres y, de haberla, estimar su magnitud. Como contrapunto, centrar la mirada en la cuantificación del tiempo implica no poner atender a las dimensiones relacionales y subjetivas del cuidado: la intensidad y calidad del tiempo, los sentimientos con los que se lleva a cabo, la preocupación por la otra persona y la anticipación a sus necesidades, entre otros.

¿Puedes darnos algunos datos sobre el reparto de las labores de cuidados en España?

Los datos sobre los usos del tiempo muestran que en 2002-03 los hombres dedican 1 hora y 29 minutos al trabajo doméstico y de cuidados y las mujeres 4 horas y 29 minutos. La brecha de género es de casi tres horas. En 2009-10 los hombres invierten 1 hora y 53 minutos y las mujeres 4 horas 7 minutos. La brecha de género es de 2 horas y 13 minutos. Por tanto, se perciben avances hacia un reparto más equitativo de estos trabajos. No obstante, si atendemos al porcentaje de personas implicadas, se observa que, mientras la participación de las mujeres en el ámbito doméstico-familiar es universal, entre los hombres, tres de cada diez afirma no dedicar ningún momento del día a estos trabajos en 2002-03 y un cuarto en 2009-10. El absentismo de los hombres muestra el arraigo del modelo ganapán.

El INE ha llevado a cabo una Encuesta de Empleo del Tiempo en 2002-03 y en 2009-10, por lo que únicamente disponemos de datos para estos años. Habrá que esperar a la siguiente edición para determinar la consistencia de los avances hacia la igualdad y observar si aumenta el porcentaje de hombres implicados en el trabajo doméstico y de cuidados.

¿Qué incidencia ha tenido la crisis de la covid en la ya existente crisis de los cuidados?

La crisis socio-sanitaria ha agravado la crisis de cuidados y ha puesto de manifiesto, de una forma más dramática si cabe, las dificultades de las mujeres para compaginar el empleo con el trabajo doméstico-familiar.

Durante el confinamiento, muchas mujeres estuvieron en primera línea y tuvieron que acudir a sus puestos de trabajo: enfermeras, trabajadoras de residencias, reponedoras y cajeras de supermercado… Con las criaturas en casa, con mayores o personas dependientes a cargo, tuvieron enormes dificultades de conciliación y mucho miedo al contagio. Así nos lo han relatados las trabajadoras de residencias a las que hemos entrevistado para un estudio sobre el impacto de la Covid en el trabajo de cuidado, coordinado por Dolors Comas (Universidad Rovira i Virgili) y en el que participamos once universidades del contexto español.

Asimismo, durante los meses de encierro, muchas mujeres tuvieron que hacer frente a las dificultades de teletrabajar con las criaturas, mayores o adultos dependientes en los hogares, debido al cierre de colegios, guarderías, centros de día y otros recursos de atención a la dependencia. La dificultad de poder contar con un espacio propio, de poder separar tiempos y funciones, tuvo un impacto negativo en el bienestar de muchas mujeres (falta de sueño, estrés…). Desde las instituciones públicas no se ofreció ninguna solución contundente a estos problemas, ni se planteó una revisión estructural del sistema de cuidados.

¿Qué políticas públicas podríamos implementar para paliar el impacto de género de la crisis de la covid, sobre todo en lo relativo a los trabajos de cuidado?

Para paliar el impacto de género de la crisis de la covid es necesario dejar de pensar que son las familias las responsables de la provisión de cuidados. El cuidado es una cuestión pública, política: no es un problema individual, familiar, ni un problema de las mujeres. Considerarlo una cuestión pública y política implica plantear soluciones estructurales. El primer paso es garantizar un sistema de atención público y universal. Unido a ello, es necesario revisar el modelo de empleo: disminuir las jornadas laborales es fundamental. Todo ello, debe ir unido a una revalorización del cuidado y un mayor reconocimiento social. El cuidado es imprescindible para sostener la vida.

Más allá de las políticas públicas, parece imprescindible que reorganizar el reparto del cuidado y eso pasa por un cambio social y moral de gran calado. ¿Cómo crees que podemos contribuir a esa transformación?, ¿qué papel consideras que podría desempeñar la universidad?, ¿y los movimientos sociales e iniciativas ciudadanas?

Desde la universidad es importante que sigamos llevando a cabo estudios sobre las múltiples dimensiones del cuidado y resulta necesario que compartamos los resultados con la sociedad en su conjunto. Es parte de nuestra labor socializar el conocimiento. También creo que podemos hacer una contribución importante para poner en valor el cuidado. Los movimientos sociales y las iniciativas ciudadanas están haciendo mucho trabajo también para promover el reconocimiento social del cuidado. Además, las redes de cuidado y las iniciativas comunitarias han puesto de manifiesto que es posible des-familiarizar el cuidado y desarrollar fórmulas alternativas para proveerlo. Junto con la transformación por parte de las instituciones y el cambio en el mercado laboral, la labor de las universidades y de los movimientos sociales e iniciativas ciudadanas resulta clave para poner la sostenibilidad de la vida en el centro y avanzar hacia un sistema de provisión de cuidados más justo y equitativo.

Matxalen, muchas gracias por conceder esta entrevista a El Laboratorio.