El Laboratorio conversa con Tica Font i Gregori

Tica Font i Gregori es licenciada en Física, investigadora del Centro Delàs de Estudios para la Paz y de AIPAZ (Asociación Española de Investigación para la Paz).

Utopía, Antropoceno y reto nuclear

Antropoceno es el nombre de la época geológica actual. Este nombre alude al periodo geológico de la Tierra y a la época histórica de la humanidad en la que la propia actividad de los humanos ha provocado cambios geológicos y biológicos a escala planetaria. A algunos científicos sociales les incomoda este nombre, pues alegan que no todos los humanos han contribuido por igual a este cambio planetario. Gabriel Hercht, profesora de la Universidad de Stanford, considera que el concepto de Antropoceno no tiene en cuenta la geopolítica o las dinámicas de poder y de desigualdad; para ella, no todos los habitantes del planeta han contribuido por igual a los cambios globales («The African Anthropocene», aeon, 6 de febrero de 2018).

Otras cuestiones a debate: ¿cuándo se inició esta nueva época?, ¿cuál ha sido el desencadenante? Ante estas preguntas caben dos respuestas: una de ellas sugiere que el Antropoceno comenzó con la Revolución Industrial y por tanto estaría ligado a las emisiones de dióxido de carbono producidas por los combustibles fósiles; la otra posibilidad consiste en afirmar que el Antropoceno se inicia con la aparición de los radioisótopos emitidos por las explosiones atómicas de los años 40 o 50 y cuyo rastro durará 4.500 millones de años.

En resumen, el concepto de Antropoceno está en construcción, pero lo interesante radica en que el debate no ha quedado restringido a los geólogos y se ha ampliado a otras disciplinas científicas y a los activistas sociales y medioambientales.

Si finalmente se decide que la característica que define al Antropoceno es la presencia de radioisótopos, conviene abordar los retos actuales que tenemos ligados a los isotopos radioactivos.

1. Los residuos nucleares

Por una parte, tenemos los residuos procedentes de la industria nuclear, principalmente los procedentes de las centrales de producción de electricidad o los procedentes de pruebas de armas nucleares. Según la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), actualmente hay más de 370.000 toneladas de residuos, de ellas 250.000 toneladas son de combustible nuclear almacenadas y 120.000 toneladas de combustible nuclear gastado y reprocesado, a las que habrá que añadir las procedentes de cientos de instalaciones en vías de desmantelamiento. El 98% de estos residuos provienen de centrales nucleares, el resto provienen de hospitales, centros de investigación, centros de producción de isótopos o instalaciones militares. Cabe destacar que los militares no informan públicamente de los residuos nucleares que generan, sus residuos aparecen computados dentro del inventario global de su país.

La cuestión no resuelta es el almacenaje, que demanda unos requisitos tan singulares que no se ha encontrado una solución técnica y segura que impida la fuga de radionucleidos al exterior (Andrew Blower, The Legacy of Nuclear Power, Routledge, 2016).

2. Los arsenales de armas

Actualmente hay 14.465 armas nucleares: Rusia tiene 6.500, Estados Unidos 6.185, Francia 300, China 290, Reino Unido 200, Pakistán 150-160, India 130-140, Israel 80-90 y Corea del Norte 20-30. El total de armas nucleares ha disminuido desde el final de la Guerra Fría, pero teniendo en cuenta la potencia de estas armas, podemos afirmar que las actuales existencias equivaldrían a 100.000 explosiones como las de Hiroshima y Nagasaki.

Los países que las poseen están revisando su política respecto a estas armas, no en el sentido de eliminarlas y crear un mundo más seguro, sino en el de desarrollar nuevas armas nucleares menos potentes, para que su uso sea más fácil y más creíble, ampliando así los escenarios de su posible utilización; por otra parte, pretenden renovar los bombarderos y submarinos que transportan estas armas y que ya tienen más de 30 años de servicio. En definitiva, continúa vigente la doctrina militar de que las armas nucleares pueden ser un instrumento político disuasorio. Las armas nucleares estratégicas son demasiado destructivas para que resulte creíble su poder disuasorio, mientras que las nuevas armas nucleares tácticas podrían permitir librar una «guerra nuclear limitada» con Rusia, China Irán o Corea del Norte.

El salto más relevante en la modernización de los sistemas nucleares es la introducción de la Inteligencia Artificial (IA). Por ejemplo, Rusia, China y Estados Unidos trabajan en prototipos de vehículos submarinos sin tripulación dotados de propulsión y de cabezas nucleares, y también en un misíl hipersónico intercontinental con propulsión y cabezas nucleares, todos ellos dotados de tecnología que les permita evadir los sistemas de defensa. Por otra parte, se trabaja en la integración de sensores para aumentar la autonomía con respecto a los humanos en el reconocimiento automático de objetivos e incrementar así la capacidad de guiado de las armas.

En definitiva, introducir la IA en el sistema de disuasión nuclear actual modificará los equilibrios de estabilidad que se han mantenido hasta ahora y entraremos en una fase de inestabilidad. Por consiguiente, la amenaza nuclear será cada vez más real. La introducción de la IA puede desdibujar los límites entre la guerra convencional y la guerra nuclear, lo que puede comportar una escalada de conflictos cada vez más peligrosos.

3. Hacia un mundo libre de armas nucleares

La respuesta de la sociedad civil organizada, a través de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN son sus siglas en inglés), ha sido la de impulsar que se aprobara un Tratado Internacional sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Este tratado entró en vigor el 22 de enero de 2021. Los países que disponen de armas atómicas como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China o Rusia (que son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y con derecho de veto) y los países de la OTAN, incluida España, no asistieron a la votación de esta asamblea de la ONU, no han firmado el Tratado y se oponen al mismo.

El texto del Tratado menciona las consecuencias catastróficas, en términos humanitarios, que conllevaría el uso de armas nucleares, menciona la imposibilidad de atender a las víctimas de la catástrofe y recuerda que su uso vulneraría el Derecho Internacional Humanitario. Desde el 22 de enero de 2021, las armas nucleares son ilegales: será ilegal poseer, desarrollar, desplegar, probar, usar o amenazar con el uso de estas. Este tratado proporciona un instrumento muy valioso a la sociedad civil para estigmatizar dichas armas y presionar a los gobiernos que no lo han ratificado a que lo hagan.