Erik Olin Wright (1947-2019), fallecido a la edad de 72 años, cuando acababa de terminar su libro Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI (Akal, Madrid, 2020), fue un reconocido sociólogo estadounidense y uno de los más importantes teóricos del «marxismo analítico». Sus dos grandes contribuciones teóricas fueron, por un lado, la revisión de la teoría marxista de las clases con un riguroso enfoque empírico (Comprender las clases sociales, Akal, Madrid, 2018), y, por otro lado, su estudio de las «utopías reales» (Construyendo utopías reales, Akal, Madrid, 2014). A él debemos, pues, la temática e incluso la expresión que el Laboratorio ha elegido para el debate de este mes. Por eso, hemos querido recuperar un texto suyo en el que se ocupa de una esas «utopías reales»: la Renta Básica. Este texto, publicado originalmente en Basic Income Studies, nº 1, 2006, fue traducido al español por Julie Wark y Daniel Raventós, publicado en Sin Permiso, nº 1, 2006, pp. 145-152, y reeditado de nuevo en 2019, tras la muerte del autor.
La mayor parte de las discusiones sobre la Renta Básica (RB) giran alrededor de dos grupos de cuestiones: el primero, las implicaciones normativas de la RB para distintas concepciones de la justicia; el segundo, los problemas prácticos de sostenibilidad de la RB dado un ámbito de consideraciones económicas que incluyen los efectos sobre los tipos impositivos, los incentivos, el mercado laboral, etc. Realmente se trata de importantes cuestiones, pero yo quiero explorar un tema diferente: ¿en qué aspectos puede una RB garantizada ser considerada parte de un amplio desafío socialista al capitalismo?
Esto puede parecer a alguna gente una cuestión irrelevante, quizás incluso estúpida, ya que la misma idea de socialismo ha perdido mucho de su atractivo político e intelectual en los últimos años. La idea de que hay una alternativa sistémica factible al capitalismo, sea en el sentido de un diseño viable de instituciones económicas alternativas, sea en el de un objetivo políticamente alcanzable, parece muy rocambolesco incluso a mucha gente que aún mantiene las críticas tradicionales socialistas al capitalismo.
Creo que tiene aún sentido hablar del desafío socialista al capitalismo incluso en ausencia de un diseño claro y bien articulado de instituciones socialistas. Lo que podemos tratar de hacer es articular un conjunto de principios socialistas anticapitalistas y usarlos para indicar si los movimientos van en una dirección socialista incluso si no tenemos una clara comprensión de nuestro destino. Como cuando nos orientamos con una brújula que nos señala la dirección en que nos movemos, pero sin un mapa que muestre todo el camino desde el punto de partida hasta el destino. Lo que conlleva peligros, claro: podemos encontrar abismos que no podemos sortear, así como obstáculos imprevistos que nos fuercen en una dirección que no habíamos proyectado. Pero también puede ser el caso que si nosotros queremos abandonar el mundo social en el que vivimos no tenemos mejor recurso que estos principios orientadores, más que destinaciones conocidas de antemano.
Esta forma de pensar acerca del socialismo rechaza la simple dicotomía capitalismo contra socialismo. Esto implica que las sociedades capitalistas difieren en cómo son de “socialistoides” —para usar una vieja expresión derechista— y que, con respecto a los valores y las aspiraciones socialistas emancipatorias, es mejor estar en una sociedad capitalista con fuertes elementos socialistas que en una sociedad capitalista sin estos elementos. Cosa que deja abierta la cuestión de hasta cuán lejos deben llegar estos principios, cuán estrechos son los límites de las posibilidades impuestas por el capitalismo, y si algunas rupturas más profundas con las instituciones capitalistas serían necesarias para posteriores avances. No sé si una larga secuencia de movimientos socialistas dentro de los espacios institucionales permitidos en el capitalismo podría conducir acumulativamente a una metamorfosis del propio capitalismo o si al final llegaría a límites infranqueables. No sé cómo responder a estas cuestiones y sospecho que no pueden responderse. En ausencia de una respuesta convincente, lo mejor que podemos hacer entonces es trazar los criterios que nos orienten hacia un cambio progresivo sin un claro destino.
Si se está de acuerdo en que esto es una buena manera de pensar sobre la idea de un desafío socialista al capitalismo, la cuestión entonces se transforma en la siguiente: ¿cuáles son los principios que nos dicen si nos estamos moviendo en la dirección correcta y cómo la RB puede contribuir a este movimiento?
Tres principios de un desafío socialista al capitalismo
Hay muchos principios posibles que nos pueden guiar por la senda socialista. Voy a detenerme en tres:
1. Fortalecer el poder obrero frente al capital. Este es uno de los temas centrales del pensamiento socialista, especialmente en su versión marxista: el socialismo es un sistema de producción en el que la clase obrera es la clase dominante; el capitalismo es un sistema en el cual la clase capitalista es la clase dominante. Dentro del capitalismo, entonces, los cambios sociales que fortalezcan el poder obrero pueden ser considerados como movimientos en la dirección del socialismo aunque no amenacen inmediatamente el dominio del capital en sí.
2. Desmercantilizar la fuerza de trabajo. Este es también un tema familiar en las discusiones socialistas. Una de las características distintivas del capitalismo es que la gente que no dispone de medios de producción debe vender su fuerza de trabajo en el mercado laboral a un empleador para poder adquirir sus medios de subsistencia. Ello recibe a veces el nombre de mercantilización del trabajo (o quizás más precisamente, de la fuerza de trabajo) puesto que la capacidad de trabajar de la gente es tratada como si fuera una mercancía. En la medida que los trabajadores puedan tener sus necesidades cubiertas fuera del mercado mediante algunos mecanismos de provisión social, su fuerza de trabajo es desmercantilizada. La mercantilización es así una variable y se puede hablar del grado de mercantilización o desmercantilización de la fuerza de trabajo. Si el socialismo es una economía directamente orientada a la satisfacción de las necesidades más que a la maximización del beneficio, entonces la desmercantilización de la fuerza de trabajo puede ser interpretada como un movimiento en la dirección del socialismo.
3. Fortalecer el poder de la sociedad civil para conformar las prioridades del uso del excedente social y de la organización de la actividad económica. Este tercer punto es el menos familiar, y quizás el más controvertido. Implica un contraste entre lo que llamo Estatismo y Socialismo. Ambas son formas de organización económica no capitalista. En el Estatismo, el poder del estado juega el papel principal en la asignación del excedente social entre prioridades alternativas y en la dirección del proceso productivo. Como claramente fueron los sistemas de dirección económica altamente burocratizados en países como la Unión Soviética. En contraste, en el socialismo lo que podría ser llamado sin mucho rigor “poder social” juega este papel. Esto es una idea mucho menos clara que el Estatismo, y en efecto mucha gente usa el término “socialismo” para referirse a lo que aquí he llamado Estatismo. La idea de un socialismo enraizado en el poder social supone dos nociones cruciales. En primer lugar, la idea de que el poder social configure el uso del excedente social significa que las prioridades de inversión al nivel macro son decididas mediante una deliberación democrática, participativa y vigorosamente pública más que mediante el ejercicio del poder económico privado en el mercado o el ejercicio del mando autoritario burocrático mediante el estado. En segundo lugar, a un nivel más micro, las asociaciones colectivas en la sociedad civil están directamente comprometidas en actividades económicas para satisfacer las necesidades. Esta producción orientada a las necesidades no está organizada mediante los mercados o por las burocracias estatales, sino mediante la autoorganización de los actores colectivos de la sociedad. Lo que se llama en algunos círculos “economía social”. Podría incluir aspectos como el cuidado de los menores, de las personas mayores y servicios de cuidado de la salud en el hogar, servicios recreativos, y una gran cantidad de actividades culturales y artísticas. La producción de estos servicios en la economía social —y esto debe ser enfatizado—, es social, no privada: no se trata aquí de trasladar el cuidado de los menores o de las personas mayores del ámbito del mercado o de la provisión estatal hacia la familia. Más bien la economía social está construida alrededor de la provisión pública de estos servicios mediante la asociación colectiva más que por el estado o el mercado. El socialismo, entonces, combina la deliberación democrática sobre amplias asignaciones de inversión con la autoorganización asociativa voluntaria de la actividad económica. Como en los otros dos principios, la influencia del poder social sobre la economía es una variable y así podemos concluir que nos movemos en una dirección socialista cuando esta influencia aumenta.
Renta Básica y socialismo
Si aceptamos estos tres principios —fortalecer el poder obrero frente al capital, desmercantilizar la fuerza de trabajo y fortalecer el poder social sobre la actividad económica— como criterios para movernos del capitalismo hacia el socialismo, la siguiente cuestión sería cómo las distintas propuestas de las reformas institucionales dentro del capitalismo pueden contribuir de una u otra forma a estos tres objetivos. Por ejemplo, las reformas de los fondos de pensiones que dieron a los sindicatos un potencial para ejercer control sobre el poder de las corporaciones, como defiende William Greider, podrían ser vistas como contribuciones de alguna forma hacia el tercer criterio. ¿Qué decir de la RB? Argumentaré que la RB puede ser vista como una reforma socialista a partir de los tres criterios expuestos. Por supuesto, el alcance de cómo la RB contribuye al proyecto socialista depende en aspectos importantes de su cuantía, y esto depende de la sostenibilidad de la RB en términos estrictamente económicos según todas las habituales razones que han sido exploradas en los debates sobre esta propuesta. En beneficio de mi argumento, de momento haré dos supuestos: en primer lugar, una RB incondicional de una cuantía que posibilitaría a una persona vivir decentemente, aunque sin el menor lujo. Esto es, el nivel de la asignación es suficientemente alto para que la salida del mercado laboral capitalista sea una opción posible. En segundo lugar, asumiré que una asignación de la mencionada cuantía no genera problema de incentivo ni para los trabajadores ni para los inversores, de forma que la asignación no resultase insostenible a lo largo del tiempo. Con estos supuestos, la RB contribuiría a cada uno de los tres principios del proyecto socialista.
1. Renta Básica y el equilibrio del poder de clase. Una RB generosa tiene el potencial de contribuir a largo plazo al fortalecimiento del poder del trabajo respecto al capital por tres razones. Primera, en la medida que el mercado laboral se vuelve más limitado en una economía capitalista con RB, el poder de negociación individual de los trabajadores aumentará. Segunda, en general los trabajadores están en una mejor posición negociadora cuando el mercado laboral es limitado. Y tercera, la RB es, en caso de huelga, una especie de caja de resistencia incondicional e inagotable, cosa que contribuiría al fortalecimiento del movimiento obrero. Incluso si la RB no estuviera acompañada por leyes adicionales más favorables para la organización sindical, se podría de esta manera reforzar la capacidad obrera para luchar por sindicatos. Hoy en día los defensores de los sindicatos, en algunos lugares y ocasiones, han argumentado contra la RB por diversas razones. A veces los sindicalistas objetan a la RB de la misma forma en que son a veces hostiles al bienestarismo, a saber: que podría ser un instrumento mediante el cual los que trabajan duro deberían mantener a los vagos. Pero también existe un argumento más directamente ligado al poder sindical: el miedo de que con una RB los trabajadores no tendrían necesidad de los sindicatos. Si la única función de los sindicatos fuera garantizar unos niveles de vida mínimos, entonces sí que la RB podría representar una inquietud realista. Pero en la medida en que los sindicatos también se ocupan de la organización del proceso laboral, de las condiciones de trabajo, del trato justo dentro de las disputas, etcétera, la RB no amenazaría la función de los sindicatos. En cualquier caso, la capacidad añadida para la lucha que proveería la RB probablemente representaría un mayor beneficio que cualquier reducción marginal de las funciones de la organización colectiva.
2. Desmercantilizar el trabajo. El efecto más obvio de la RB es la desmercantilización parcial del trabajo. Un aspecto de la RB que mayor atención ha recibido y que está expresado en el toque de rebato de Philippe Van Parijs: “libertad real para todos”. Si una RB sostenible provee un nivel de subsistencia culturalmente aceptable, entonces ello significa que las necesidades básicas de la población están cubiertas sin la compulsión de tener que entrar en el mercado de trabajo.
3. Ampliar el potencial para la economía social. La RB puede parecer, a primera vista, que no tenga demasiada relación con el principio socialista de aumentar el poder social sobre la actividad económica. Después de todo, la RB es una transferencia individual y no existen constricciones acerca de lo que deban hacer los individuos con ella. En tales términos, parece una reforma puramente individualista.
Creo que esta es una forma muy limitada de entender las implicaciones de la RB. Ya hemos visto cómo la RB puede tener consecuencias colectivas mediante la mejora del poder del trabajo respecto al capital. La RB también, en mi opinión, tiene el potencial de crear las condiciones para una economía social mucho más extensa y profunda. La economía social es una manera alternativa de organizar una actividad económica distinta tanto de la provisión del mercado capitalista como de la provisión del estado. Su característica principal consiste en la producción organizada por colectividades directamente para satisfacer las necesidades y no sujeta a la disciplina de la maximización de las ganancias ni a la racionalidad tecnocrática-estatal. Una parte importante de esta actividad supone la provisión de varias clases de servicios, muchos de los cuales son bastante intensivos en trabajo. Uno de los principales problemas que los actores colectivos deben hacer frente en la economía social es generar un nivel de vida decente para los proveedores de estos servicios. Por supuesto esto es un problema crónico en las artes, pero también afecta a los esfuerzos de las comunidades para organizar los servicios de la economía social para varios tipos de actividades de atención. La RB resuelve substancialmente este problema. La RB puede ser vista como una transferencia masiva del excedente social desde el mercado capitalista hacia la economía social, desde la acumulación del capital a lo que puede ser llamada acumulación social —la acumulación de la capacidad de la sociedad para la autoorganización de las actividades económicas orientadas a las necesidades.
La RB, sin más, solamente contribuye a resolver uno de los problemas a los que enfrenta una economía social fortalecida, es decir, la ruptura del lazo entre las condiciones mínimas de vida y la participación en el mercado de trabajo capitalista. No ofrece capital para infraestructuras ni contribuciones no laborales para la economía social. Como tal, el enriquecimiento de la producción económica social mediante la RB estará limitado probablemente a los servicios intensivos en trabajo. Pero también la RB aporta un subsidio para la actividad política, para el asociacionismo, para los movimientos sociales, ya que éstos también dependen sobre todo del tiempo y el esfuerzo de la gente. Y esto a su vez puede mejorar las perspectivas de una gama más extensa de reformas que eventualmente ampliaría el espacio para avanzar hacia el socialismo.
Conclusión
Todo esto puede parecer disonancia cognitiva. El socialismo en cualquier sentido de la palabra parece muy lejos de la agenda de la política americana en el contexto actual. Y, por supuesto, si estoy en lo cierto que una RB generosa podría contribuir de una forma importante a revitalizar el desafío socialista al capitalismo mediante la desmercantilización parcial del trabajo, el fortalecimiento de los trabajadores y ampliando la economía social fuera del mercado, entonces la RB está incluso más alejada de la agenda de lo que podríamos pensar. Pero aún así, no viviremos bajo la nube del triunfalismo capitalista derechista por siempre. Habrá nuevos episodios de políticas progresivas e igualitarias incluso en América. Y cuando estos episodios vengan, la RB debería ser un tema prioritario no simplemente a causa de su concordancia con algunos presupuestos fundamentales de la justicia social, sino porque puede contribuir a una amplia transformación del propio capitalismo.