Miguel de Unamuno: la vida de un rebelde

Conflictos y polémicas moldearon la imagen del Miguel de Unamuno contradictorio, irreductible. Pero, al tiempo, también era un ser tierno y familiar. Este es un perfil biográfico del personaje desde todos sus ángulos.

Pilar G. Rodríguez

Menos mal que los Rabeté comparten aficiones e investigaciones literarias, porque de no ser así su relación sería del todo inviable. En medio de esta pareja de prestigiosos hispanistas: Unamuno. Lo han adoptado familiarmente en calidad de no se sabe bien qué, pero ahí esta este personaje al que Colette y Jean Claude Rabaté seguro que han incorporado a sus desayunos y meriendas. Le han dedicado media vida, si no más. Su publicación más reciente sobre el filósofo es de este año, y además es noticia puesto que acaba de ganar el primer premio en la categoría de Mejor Monografía en Ciencias Jurídicas y Sociales de los Premios Nacionales de Edición Universitaria 2018. Se trata de Epistolario I (1880-1899)publicado por Ediciones Universidad de Salamanca, y recoge las cartas que un joven e hiperactivo Unamuno escribió en el decisivo periodo finisecular.

Colette y Jean Claude Rabaté firmaban también la impresionante biografía Miguel de Unamuno editada por Taurus en 2011. Es el volumen que guía este artículo. Entre sus fuentes ya se contaban numerosas cartas, además de cuadernillos autobiográficos, colaboraciones periodísticas, discursos…. Un material excepcional a la hora de recuperar al hombre que habitaba tras el nombre de Miguel de Unamuno.

 

De afectos profundos pero secos

1864 “Yo me he criado en una familia de puritanos, sequedad y fórmula, así es que mis afectos son afectos profundos pero secos (…). He mamado con la leche el escepticismo”.
Miguel de Unamuno nace en la calle Ronda del casco viejo de Bilbao. Era el tercer hijo y primer varón, tras María Felisa y María Jesusa, del matrimonio del panadero y comerciante de harinas Félix de Unamuno Larraza y su sobrina, Salomé Jugo Unamuno. El oficio permitía que la familia viviera con cierta holgura, de modo que seguirán naciendo hijos: Félix, Susana y María Mercedes… Pero pronto la desgracia llega a casa de los Unamuno. El padre muere prematuramente, a los 47 años, y también una hermana. El clima de severidad y austeridad se instala en el hogar y los escasos momentos de celebración apenas son capaces de esquivarlo.

1875 “Para unos marca el uso del pantalón largo, para otros el del reló, para todos el principio de la edad del pavo y de las concupiscencias del saber”.
Tras ser testigo del asedio de Bilbao, durante la III Guerra Carlista, el joven Unamuno de 11 años se prepara para entrar al instituto. Dibujando caricaturas de sus profesores gana cierta popularidad. En paralelo a sus clases, acude a sesiones de dibujo y pintura con Antonio Lecuona. Durante toda su vida cultivará el dibujo y durante toda su vida lamentará no dominar el uso del color, lo que le hizo desistir de la carrera artística.

La infancia de Unamuno transcurre en una familia recia marcada por la prematura muerte del padre. El pequeño Unamuno se distrae dibujando, para lo que demuestra cierta habilidad

1880 “Soy vascongado y llego con recelo y cautela a terreno poco y mal espigado hasta hoy”.
El baile de lecturas y los descubrimientos que para él representan Kant, Descartes o Hegel le hacen adoptar la decisión de estudiar Filosofía, para lo que debe marchar a Madrid. La ciudad no le causa buena impresión en un principio. Se siente aislado y le pesa la soledad, por lo que se concentra en el estudio, mientras echa dolorosamente de menos a la novia que se ha dejado en Bilbao y que se convertirá en su esposa. Con su tesis, Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, bajo el brazo regresa a Bilbao lleno de nuevos proyectos.

La pelea por la cátedra

1884 “Querrán decir los señores de la comisión para qué se decía en el anuncio de la provisión de la plaza que se presentaran con la solicitud los documentos que se tuvieran por conveniente? ¿Para arrollarlo en papel higiénico?”.
La carrera por hacerse con una plaza de catedrático de Instituto o Universidad le proporcionará no pocos sinsabores y una amarga sensación de fracaso. Para hacer frente a la mala situación económica da clases en un colegio y particulares. Poco a poco se va haciendo un hueco como cronista en la prensa local. Desde allí entrará en polémicas con personajes como Sabino Arana, que lo considerará españolista ya que Unamuno había afirmado que el vascuence estaba próximo a desaparecer y que el bilingüismo no era posible.

1889 “¡Oh! Cuando yo tenga hijos de carne y hueso, con vida con amor y dulzura. Es uno de mis sueños y como el niño que guarda sus ochavos en la hucha hasta recoger un duro con que comprar algún juguete, así yo guardo mis ternuras para cuando tenga un hijo”.
La etapa de Bilbao no satisfizo sus expectativas, pero el joven y vigoroso Unamuno persevera y vuelve a Madrid para seguir estudiando oposiciones. El dolor por no tener cerca a su amada se mitiga en enero de 1891, cuando por fin se casa con ella dispuesto a formar la familia que añora. Pero sus estudios lo reclaman y pocos meses después regresa a Madrid, porque llegan las ansiadas oposiciones a la cátedra de la Universidad de Salamanca. En junio de ese año sus esfuerzos son recompensados.

1891 es un año decisivo y feliz para Unamuno: consigue la cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca poco después de casarse con su novia de siempre, Concha Lizárraga

Un socialista más

1894 “Ha acabado por penetrarme la convicción de que el socialismo limpio y puro, sin disfraz ni vacuna (…) es el único ideal hoy vivo de veras, es la religión de la humanidad”.
En Salamanca, mientras van naciendo hijos a buen ritmo, Unamuno se centra en su actividad académica y de traducción. Pero la agitación política que siempre se encargó de promover lo lleva a Bilbao, en cuya prensa aparecen sus artículos con mucha frecuencia. En octubre de 1894 envía a La lucha de clases la carta Un socialista más, con la que queda reflejado su compromiso. La colaboración durará tres años, hasta la crisis personal de 1897, donde se juntan cansancio, angustia, dolor ante la enfermedad de un hijo y pensamientos suicidas. Finalmente cae en una gran depresión.

1898 “Mientras subsistan máximas tan estúpidas, inhumanas y criminales como aquellas de España para los españoles, América para los americanos, Bilbao para los bilbaínos, ni habrá nunca paz verdadera, ni verdadero progreso”.
Representante destacado de la Generación del 98, Unamuno fue uno de los pocos intelectuales que querían la independencia de Cuba. El Desastre acabaría por darle la razón, pero a costa de un sufrimiento al que Unamuno siempre se mostró muy sensible. Su actividad literaria, periodística, ensayística y filosófica, especialmente en esta época, es una reflexión continua sobre la historia, el presente del país y su necesidad de renovación y regeneración.

Predicador laico

1901 “Soy de un país de grandes jugadores de pelota y yo juego a la pelota con las ideas, por las que no siento respeto alguno. Cuando a fuerza de pelotazos reviento una, cojo otra”.
No iba a tener la universidad de Salamanca rector más atípico –ni más conocido– que Miguel de Unamuno. En esa época, cuando está a punto de nacer su séptimo hijo, Unamuno cultiva con esmero su labor de conferenciante en los llamados sermones laicos. Ningún tema –economía, política, religión– se le resiste y, como él mismo dice, juega a la pelota con las ideas en un toma y daca que le ocasionará sonadas polémicas, por ejemplo, con el obispo de Salamanca y otros jerarcas de la Iglesia católica a raíz de un escrito filtrado donde Unamuno declaraba haberse vuelto hacia un cierto “protestantismo liberal” y donde las autoridades religiosas ven que se ha apartado de la “madre Iglesia”. Unamuno polemiza con todos –ataca a los latifundistas, a los políticos, se posiciona como antitaurino–, y vuelve su pluma hacia Latinoamérica, donde se siente mejor valorado y más cómodo.

1914 “Pido, pues, que se me forme expediente por mi gestión y que se aclaren los hechos por una visita de inspección hecha por persona imparcial y competente y con la ilustración necesaria, y no por cualquier pobre diablo que venga con prejuicios”.
El ministro de Instrucción Pública destituye a Unamuno del rectorado por razones políticas, convirtiéndolo así en mártir de la oposición liberal. Por supuesto, no conseguirán callarlo. Solo los acontecimientos internacionales, el inicio de la Gran Guerra, lo desviarán de su cruzada personal. Unamuno se manifiesta como aliadófilo y contra la neutralidad de España en la guerra mundial.

Un exilio que se parece al Edén

1920 “Está perdido y nos pierde (habla de Alfonso XIII). Se mete en negocios turbios, juega, bebe –y no agua– y putea”.
Inmerso en diversos juicios por “delitos de impresa”, es condenado a prisión por injurias al Rey, aunque la sentencia no llega a cumplirse. En 1921 es nombrado vicerrector, pero de nuevo sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera, del que dirá “que no tiene más seso que una rana”, son esgrimidos como causas de una nueva destitución y posterior destierro a Fuerteventura, en febrero de 1924. Las vacaciones en el exilio de Fuerteventura, donde lee, pase y escribe innumerables cartas, no duran mucho. Pronto será indultado, aunque él decide continuar de forma voluntaria su exilio en Francia. La acogida en París le causará una grata impresión, pero tampoco esta ciudad le durará mucho a Unamuno, que enseguida parte para Hendaya.

Contra pronóstico, el destierro en Fuerteventura se transforma en una experiencia de los más placentera

1930 “Comienza una nueva era y termina una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido”.
Con la caída del régimen de Primo de Rivera, Unamuno ultima su vuelta a España. Salamanca le prepara una calurosa acogida. Como está cubierta su cátedra de Griego, se le concede la de Historia de la Lengua Española. Unamuno vuelve a la vida docente y a la escena política con renovados bríos: se presenta como candidato a concejal por la unión republicano-socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931 y resulta elegido. Desde el balcón del ayuntamiento, el filósofo proclama dos días después la República. De nuevo es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca. También progresa la carrera política de Unamuno. Se presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la conjunción republicano-socialista en Salamanca.

Dolor de España

1932 “He dicho que me dolía España y hoy me sigue doliendo. Y me duele, además, su república”.
Prematuramente el escritor e intelectual empieza a desencantarse con el gobierno en el que tantas expectativas había puesto y en 1933 decide no presentarse a la reelección. Estamos en los últimos años de la vida de Unamuno y le llegan algunos honores. Cuando se jubila de su actividad docente, es nombrado rector vitalicio de la Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. En 1935, en pleno desencanto político que muestra como es habitual en él con toda claridad, es nombrado ciudadano de honor de la República.

1936 … y entre brumas, en el puerto espera muriendo el muerto que fui yo. 
Aquí mis nietos se quedan alentando mientras puedan respirar,
la vista fija en el suelo. ¿Qué pensarán de un abuelo singular?
El Unamuno incorregible, incombustible, contestatario, ajeno siempre al qué dirán de todos, se pregunta en sus últimos tiempos por lo que sus nietos pensarán de él. Aparece el hombre tan humano que también fue. Políticamente, la decepción de la República es tan profunda que le hace inclinarse, al iniciarse la guerra civil, hacia el bando rebelde, donde quiso ver posibilidades de regeneración y cambio. Tampoco duró mucho el apoyo, especialmente tras la represión en Salamanca, que tocó de lleno a muchos de los amigos personales de Unamuno. En su escritorio se amontonan cartas de mujeres de conocidos y desconocidos, que le piden que interceda por sus maridos o hermanos encarcelados, torturados y fusilados. El desastre humano le conmueve y le impide permanecer callado e impasible. Tendrá oportunidad de exponer su desacuerdo en la fiesta de la raza, el 12 de octubre de 1936, cuando pronuncia su “conquistar no es convertir. Vencer no es convencer” en el famoso incidente con Millán Astray. Tras él, es confinado en su propia casa de Salamanca. Tanto sus amigos republicanos como los fascistas lo ven como un traidor y desconfían de sus vaivenes. Aislado, experimenta un doloroso exilio interior mientras es testigo de cómo el exterior va enloqueciendo con los avatares de la guerra incivil. No lo resistirá ya muchos meses. Muere el último día de 1936.

Fuente:

https://blogs.herdereditorial.com/filco/miguel-de-unamuno-vida-de-un-rebelde/

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