¡Pasen, pasen, al fondo hay sitio!

Jesús Cabrera de la Iglesia

¿Para qué vamos a engañarnos? Digamos las cosas claramente. Lo que a los gobernantes y a los bien-pensantes les importa más que nada es el PIB, pues representa el valor agregado de todo lo que producimos en el año los residentes en España y a lo que, restándole ciertas partidas -como quien dice “sin IVA”- se convierte en la expresión cuantitativa de la Renta Interior que, a su vez, es la suma de lo que hemos ganado dicho año los que residimos en este país (tanto los ricos como los pobres, y tanto los que tenemos reconocida la nacionalidad como los residentes extranjeros, tengan o no tengan papeles). Y, ¿será necesario decirlo?: si la Renta Interior se divide por el número de personas residentes, se obtiene el promedio de “Renta per cápita”, que no es lo que gana nadie en particular (ya sea de sueldo o de los dividendos de su capital), pues habrá muchos que han ganado mucho menos y otros, pocos, que habrán ganado muchísimo más -nadie se come el medio pollo justo si no es por rara casualidad. A partir de esto, es muy de tener en cuenta, y especialmente por los que mandan, que si la magnitud de la “Renta per cápita” no experimenta cada año un mínimo crecimiento y, para ello el dividendo ha de crecer proporcionalmente más que el divisor, resultará muy difícil montar la demagogia comparativa del “España va bien” que utilizan, explícita o implícitamente, tanto los de derechas como los de izquierdas cuando están en el poder. Pero, ¡vamos con lo de la inmigración!  

Repitámoslo: lo que importa por encima de todo a los “interesados” es el PIB y, a continuación, lo que de inmediato salta a la palestra es la “Renta per cápita”, mas ¿por qué afirmamos que primero el PIB? Deberemos entender que el PIB es lo más importante para “ellos” y, en consecuencia, para todos nosotros que dependemos de ellos, por una sencilla razón implícita en su definición, pero que quedará más clara diciéndolo en catalán que es la lengua que todos usamos en familia: Escolta, eh, que el PIB es el negoci que hemos pillat y el negoci es el negoci, cuanto que más mejor, eh. ¿Tú me entiendes? Pues bien, ¿nos dará lo mismo que se haya hecho con más o con menos gente? ¡Ah!, eso depende. Cada negocio tiene su intríngulis y unos verán la posibilidad de hacerlo con más mano de obra y otros con no tanta pero, en cualquier caso, siempre es mejor hacerlo con la menos gente posible ya que, en cuanto te descuidas, se llevan la ganancia, ¡vaya puñeta! Pero… ¡vamos con lo de la inmigración!  

A ver si nos aclaramos: ¿el sistema productivo español puede seguir aumentando el valor de su producción anual durante, pongamos, una década sin que venga aquí más gente a trabajar? Unos opinan que sí (llamémoslos “prodeaquís”), y otros piensan que no (los llamaremos “prodeallendes”), es como lo de “la parrala” que se decía en tiempos, pero a mí me parece que, al menos en teoría, ambas formas de ver la cuestión son razonables y defendibles aunque ambas no se podrán hacer in extremis al mismo tiempo y, luego, en la práctica, ya se verá lo que se hizo y cómo resultó. Lo que supongo resulta obvio, ahora mismo y de momento, es que los “prodeallendes” lo tienen más fácil en tanto la entrada masiva de emigrantes, que por una parte resulta “internacionalistamente” ineludible, en una primera etapa presionará a la baja los salarios más bajos a pagar por las empresas que producen infraestructuras usando mucha mano de obra poco cualificada y magreará con más facilidad sus “cuentas de pérdidas y ganancias” y, a más a más, al aumentar el número de residentes, aumentará con ello la demanda interior, es decir, el número de clientes potenciales compradores de las casas que se construyan y de todo género de bienes y servicios que se produzcan.  

En el otro extremo de opinión, el de los “prodeaquís”, la cuestión es también muy clara y convincente enunciada del modo siguiente: “nos proponemos aumentar suficientemente el valor de la producción nacional anual (PIB) con la gente de aquí, sin necesidad, casi, de gente de fuera” ¡Fenomenal! Los economistas de este país más sesudos que conozco están muy preocupados con la “productividad” de la economía española, observando que no crece lo suficiente o que ha decaído relativamente comparándola con la de los otros países ricos, lo cual convierte en apremiante la necesidad de aumentarla. ¿Esto no es tanto como decir que hay que obtener nuevos aumentos de la producción con los mismos recursos humanos? ¿No encaja divinamente con la idea de los “prodeaquís”? Lo malo es que no sabemos si realmente es posible aumentar la producción del país y al mismo tiempo la “productividad” sin la entrada masiva de mano de obra y no es suficiente con proponérnoslo, aunque, de hecho, en las últimas décadas bastantes veces ha ocurrido ya en mayor o menor medida. Mas, ¿es factible resistirse a la presión migratoria del continente africano, del sub-continente americano y del este europeo? ¡Seamos realistas para variar!: No. Por lo tanto, la tesis de los “prodeaquís”, admitiendo que es correcta, sólo podrá ser verificada al final, dentro de diez años, y si es el caso, en términos relativos de más o menos inmigrantes y más o menos mejora de la “productividad” y esto último, sin duda, no depende de la voluntad de los políticos, que no obstante algo pueden ayudar, sino de la “inteligencia” del Sistema Productivo y de los recursos utilizados, vengan de donde vengan.  

Pero, tras lo dicho, aunque creo que aclara bastante la cosa, no me quedo a gusto. ¿Será todo, sólo, cuestión de “pelas”? ¿qué pasa con la cultura “nuestra” y la de los “inmigrantes”?, ¿y con la “solidaridad” internacional?, ¿cómo le van a salir las cuentas dentro de unos años al “Estado del Bienestar”? Y, nuestras hijas y nietas… ¿Con “quién” se casarán?, ¿tendrán que ir “a misa” con velo?, ¿nos parirá cada una 1,3 nietos o biznietos de promedio por lo menos? Y los recursos naturales… ¿Darán para tanto?, ¿los “fondos de pensiones” podrán mantener al menos su poder adquisitivo?, ¿cómo evolucionará la demografía española en general y la “pirámide de población” en particular? Y, cuando los chinos y los hindúes terminen de levantar cabeza, ya mismo, ¿qué va a ser de nosotros?… ¡¡¡Es qué, caramba, comparados con los más de 6.500 millones de mandunguis que pululan por el Planeta, somos una birria y nos creemos, en lo cultural y en lo demás, el ombligo del Mundo y con derecho, ¡naturalmente!, a vivir mucho mejor que los demás!!!  

Todavía me queda para una docena de renglones dentro de los límites del “mini-manifiesto” y me puedo explayar en otro importante enfoque de los muchos a que el asunto se presta: el del “derecho de gentes” o, como ahora se dice, el de los “derechos humanos” ¿Quién ha sido tan osado de ponerle puertas al mar? Los militares y los funcionarios. Sí, ellos han sido y lo han venido haciendo desde siempre hasta ahora mismo a la fuerza bruta, con la mejor tecnología y cobrando sus soldadas de los beneficios obtenidos de los negocios establecidos en los Estados según se iban “fronterizando”, delimitando espacios territoriales y humanos dentro de los cuales imponer, costara lo que costara, el propio “aquí-mando-yo” ¿De dónde han salido si no estas entelequias que llamamos España, Francia, EE.UU. China, Marruecos, Nigeria, Polonia, Brasil, etc.? ¿Por qué la gente de paz no puede ir de un lado para otro, a donde más le convenga o apetezca, sin tener que mentir diciendo que va a estudiar o a hacer turismo o negocios? ¿Para cuándo una organización mundial o global, si se prefiere, que procure y garantice a todos los mismos derechos y las mismas oportunidades a la hora de intentar ganarse la vida? ¿Por qué no inventan de una puñetera vez una moneda única universal aunque sea de plástico? ¿Cuándo seremos todos bilingües por lo menos? ¿Qué pasó con la ilusión ilustrada de la “fraternidad” y la quizá no tanto del “internacionalismo”? ¡¡¿A dónde demonios vamos a parar?!!        


* Aparte de la referencia al “camarote” de los Hermanos Marx, ésta era la frase que utilizaban hace años los camareros en los abarrotados bares de chateo de Madrid que daban aquellas tapas tan ricas… A ver si cuaja y la empiezan a utilizar los aduaneros del mundo entero… Mas, mi madre, como explicación universal a cuanto de malo ocurría en el pueblo, solía decir: “¡es que ya somos tantos!”.      

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