Donna Haraway

Donna Haraway: en la frontera entre filosofía, ciencia y poshumanismo

Donna Haraway es conocida por ser la impulsora del pensamiento poshumanista. Un enfoque filosófico y científico que critica las dicotomías binarias en las que se ha basado el pensamiento occidental. Además, es una filósofa feminista y acuñó la «identidad cíborg» que, según ella, está llamada a ser la vía para emanciparnos de la explotación y la opresión.

Por Irene Gómez-Olano

La biología a debate: simios y humanos en el siglo XX

En 1933, se estrenaba la película de King Kong en las salas de cine más importantes de Nueva York. La conocida historia de un gorila gigante trasladado a la gran ciudad contra su voluntad se convertía en uno de los primeros filmes de terror de la década de los años 30, un género que más tarde gozaría de amplia popularidad.

Asociamos este género con todo tipo de monstruos, demonios, fantasmas y criaturas absolutamente fantásticas. Por ese motivo, no deja de llamar la atención que una de las primeras grandes criaturas que se clavarían en las pesadillas de niños y adultos y que daría la vuelta al mundo fuera, precisamente, un primate gigante.

Los primates llevaban siendo casi medio siglo motivo de enorme interés por parte de la comunidad científica. Por eso, científicos como el psicólogo y primatólogo estadounidense Robert Mearns Yerkes habían puesto en marcha, a comienzos de siglo, la disciplina de la psicobiología.

Esta disciplina no estaba solo motivada por un inocente interés científico. Era sobre todo la cristalización de una necesidad de conocer la mente humana para poner a funcionar un sistema de reclutamiento en base a criterios militares para la Primera Guerra Mundial.

En 1917, Yerkes, como presidente de la Asociación de Psicología Norteamericana, desarrolló los primeros tests de inteligencia conocidos. Estos exámenes se aplicaron a más de un millón de soldados durante la guerra para conocer sus aptitudes y para la eliminación eugenésica de soldados inmigrantes. Uno de los elementos que medían estos exámenes era el nivel de cultura adquirida, algo en cuyos resultados interferían el idioma y la clase social.

En 1991, otra primatóloga, también estadounidense, recoge este ejemplo en su compilación de artículos titulada Mujeres, simios y cíborgs: la reinvención de la naturaleza. Su nombre es Donna Haraway, tiene 50 años y una década antes había ocupado la primera cátedra de Teoría feminista en Estados Unidos, en la Universidad de California, de la que todavía hoy es profesora emérita.

Para Donna Haraway, que combina en su pensamiento la filosofía con la biología, el caso de Yerkes y la psicobiología supone un ejemplo perfecto de los sesgos que arrastra la ciencia, que se supone imparcial y carente de toda subjetividad, pero reproduce los prejuicios preexistentes. Estos sesgos eran patriarcales y antropocéntricos y estaban al servicio del poder económico y político.

Para Donna Haraway, la biología del siglo XX ejemplificaba a la perfección cómo la ciencia estaba plagada de sesgos patriarcales y antropocéntricos y estaba al servicio del poder económico y político

En los años 40 del siglo XX, señala la filósofa, la psicobiología de Yerkes es desplazada por otra disciplina: la sociobiología. Esta nueva corriente, representada por autores como Edward O. Wilson y Richard Dawkins, sentaba sus bases en la estadística y las ciencias de la información emergentes, modernizando el enfoque de principios de siglo acorde con los avances científicos y tecnológicos.

Lo que no desplazó la sociobiología fueron los sesgos con los cuales se abordó la actividad científica y la relación con sus objetos de estudio. Según Donna Haraway, esta disciplina sirvió para establecer un control estadístico de las masas, introduciendo el elemento genético en su reflexión, y fundando un cierto tipo de humanismo científico.

Donna Haraway describió la emergencia de la sociobiología como parte de una revolución en las comunicaciones. «Una revolución en las comunicaciones quiere decir una nueva teorización de los objetos naturales como objetos tecnológicos entendidos en términos de mecanismos de producción, de transferencia y de almacenamiento de información».

Las nuevas necesidades bélicas imponían nuevas formas de control y parametrización sociales. Una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, esta disciplina se implantó en el ámbito de la gestión laboral, reforzando prejuicios sobre la naturaleza y propósitos humanos que para la autora serían profundamente opresivos.

Tanto la psicobiología como la sociobiología habían sido disciplinas ampliamente aceptadas como ciencias rigurosas e imparciales. Pero los ideales científicos de objetividad, totalización y universalidad contrastaban con los numerosos prejuicios con los que enfrentaba el científico su práctica cotidiana.

Los ejemplos más evidentes tenían que ver con la selección de sujetos de interés. Ambos ámbitos estudiaban el comportamiento social de los seres humanos en relación con el de los animales, y aquí los primates tenían un papel fundamental. Como la familia de animales más próxima genéticamente al ser humano, los científicos se acercaban a ellos tratando de entender su comportamiento y qué luz podía arrojar sobre el ser humano.

Es por este motivo que el chimpancé se convirtió en el animal de moda. Los escritos evolucionistas de Darwin empiezan a reeditarse con portadas donde un hombre y un chimpancé se dan la mano o se miran frente a frente. Se considera a este animal como uno de los parientes próximos de nuestra especie.

Tanto la psicobiología como la sociobiología habían sido disciplinas aceptadas como rigurosas e imparciales. Pero los ideales de objetividad, totalización y universalidad contrastaban con los prejuicios con los que enfrentaba el científico su práctica cotidiana

¿Por qué el chimpancé y no otro primate? Donna Haraway señala que no hay nada de arbitrario en esta elección. Mientras un primate como el bonobo manifiesta formas de socialización a menudo amigables con otras comunidades y utiliza el sexo y el contacto empático como una herramienta de socialización, al chimpancé se lo asociaba con el individualismo y la violencia.

Los chimpancés encajaban mucho mejor con la visión que los sociobiólogos tenían del ser humano. La metáfora del homo oeconomicus, del ser individualista y competitivo que somos, que sirvió para justificar las posteriores políticas neoliberales, podía interpretarse como una lectura universal de nuestra naturaleza. Si nuestros parientes cercanos también son violentos, van a «la guerra» y compiten entre sí por los recursos, sostenían, ese es el comportamiento humano que debemos promover.

Como señalaron más tarde otros científicos (particularmente notable es el caso de Lynn Margulis y sus estudios sobre la «simbiogénesis»), los elementos de cooperación y empatía son clave en la evolución humana y se combinan con los de competitividad genética y entre individuos.

El enorme gorila subido al recién construido Empire State que podemos ver en King Kong era la epítome de todo lo que querían demostrar los primatólogos de mediados de siglo. El primate, dicen, es un ser violento, agresivo, que conquista lo que quiere tomándolo sin más. Los científicos, que secuestran al primate y lo arrastran miles de kilómetros fuera de su hogar, son la contrapartida necesaria del primate. La moraleja no rema a favor de una práctica científica más respetuosa con el entorno, sino que señala los peligros de introducir al otro en la sociedad «civilizada».

El chimpancé se convirtió en el animal de moda porque encajaba con la visión que los sociobiólogos tenían del ser humano. Si nuestros parientes cercanos son violentos, van a «la guerra» y compiten entre sí por los recursos, sostenían, ese es el comportamiento humano que debemos promover

Del humanismo al poshumanismo

Donna Haraway no solo es una de las primatólogas vivas más reconocidas internacionalmente, sino también una filósofa notable. Su pensamiento transita las fronteras entre la filosofía y la ciencia, y entre la teoría y la praxis. La enorme reflexión que realiza en torno a los prejuicios en la ciencia y su pelea por otro modo de hacer van ligadas a una profunda crítica a los ideales del humanismo filosófico.

Para Haraway, el problema del pensamiento que genera violencia hacia la sociedad y hacia sus objetos de estudio, imponiendo modelos irreales y opresivos, es que se basan en un humanismo obsoleto. En cierto modo, el ser humano es para ella, como declaró Foucault en Las palabras y las cosas, «solo una invención reciente, una figura que no tiene ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber y que desaparecerá en cuanto este encuentre una forma nueva».

Con esta provocativa declaración, Foucault desmontaba la idea de la ahistórica universalidad humana en la que se había basado el pensamiento humanista anterior. El ser humano, para el pensamiento humanista, es entendido como cogito, como ser racional y ciudadano titular de derechos. El concepto «hombre», señala Donna Haraway, no es fruto de un orden natural, sino parte de un discurso científico y político que ha determinado qué es lo «natural».

Haraway abraza la idea de que la modernidad ha dado paso ya a una posmodernidad, un tipo de tiempo distinto. Esto, lejos de ser algo negativo, constituye una oportunidad. Lo nocivo de la modernidad sería, precisamente, la corriente humanista, y lo reivindicable, el potencial emancipador de la Ilustración. El humanismo sería la fe ciega del perfeccionamiento humano a través de una razón totalizante y taxativa.

Para Donna Haraway, el problema del pensamiento que genera violencia hacia la sociedad y hacia sus objetos de estudio, imponiendo modelos irreales y opresivos, es que se basan en un humanismo obsoleto

Uno de los problemas que ve Donna Haraway en esta forma de entender al ser humano es que excluye a una gran parte de los seres humanos: todos aquellos que no se ajustan a lo que la ciencia y la política han definido como «hombre» y que emerge de la Revolución francesa. El ideal humanista de sujeto emerge de forma inmediata con atributos masculinos y burgueses.

El discurso emancipatorio de la Revolución francesa excluyó así a las mujeres, a los trabajadores y a la población de las periferias. A la par, el sujeto emancipado aspiraba a representar una cierta universidad y a todos los oprimidos. La subordinación material (económica) de estos sectores ha ido de la mano de la generación de discursos políticos y científicos que han servido para justificar esa subordinación.

Pero el hombre moderno no es el sujeto universal. Para Donna Haraway, solo es uno de los posibles puntos de vista desde los que se puede generar conocimiento racional. El poshumanismo de Haraway es una apuesta por el rechazo del ideal de unidad humana. Propone, en cambio, que el conocimiento solo puede elaborarse desde la pluralidad de voces.

El poshumanismo es, a la vez, un deseo de emancipación y un diagnóstico de época. En este doble sentido, Donna Haraway opina que las tecnologías de control, cada vez más desarrolladas, están siendo sustituidas y desplazadas por la tecnología biomédica y la cibernética, que genera más control social, pero también una ventana de oportunidad. Esta oportunidad se basa en que la medicina y la cibernética están desdibujando en nosotros lo que es fruto de la naturaleza y lo que es fruto de la tecnología.

De esa intersección nacen criaturas híbridas, como el cíborg, que se convertirá en el mayor interés de Haraway. Esta criatura ya no es humana, y mucho menos humanista. Otra poshumanista, la filósofa Rosi Braidotti, irá más allá de Donna Haraway y hablará de que se está edificando ya una identidad poshumana.

El hombre moderno no es el sujeto universal. Para Donna Haraway, solo es uno de los posibles puntos de vista desde los que se puede generar conocimiento. El poshumanismo es una apuesta por el rechazo del ideal de unidad humana. El conocimiento solo puede elaborarse desde la pluralidad

Pensamiento situado

El poshumanismo pretende no volver a cometer los errores del humanismo. Donna Haraway es consciente de que, como feminista blanca y norteamericana, su propuesta política no representa a todos los oprimidos. Ve necesario plantear la cuestión de la emancipación desde nuevas coordenadas, sin esencialismos y sin simplificaciones, aceptando la heterogeneidad.

Haraway también ve necesario que la reflexión académica en torno al conocimiento y el discurso político de la emancipación se encuentren. Es desde estas coordenadas desde donde emerge la epistemología situada, o el pensamiento situado.

El pensamiento situado trata de ser una apertura a las posibilidades del conocer, y no una visión del saber como cierre de conceptos. Trata de ser una deconstrucción de las nociones de objetividad, individualidad y abstracción. El conocimiento, piensa Haraway, se da siempre desde un cuerpo, desde una perspectiva concreta y desde una parcialidad específica.

El humanismo y la ciencia moderna han rechazado la posibilidad de que existan epistemologías alternativas. Con sus discursos, han alimentado una Ciencia, con mayúscula y en singular, hecha bajo unos ciertos intereses. Los ejemplos en torno a la psicobiología y la sociobiología que veíamos al inicio son solo una muestra.

Para apostar por una epistemología situada es necesario, en primer lugar, identificar nuestras «tecnologías semióticas», es decir, desvelar aquello que está oculto y que genera los significados sociales que le atribuimos a la ciencia. Por ejemplo, tras la pretensión de precisión, dice, se esconde un afán casi militarista. Y la ciencia también se ha puesto al servicio de la productividad, un valor que solo podemos asociar con el capitalismo.

Tras una lectura crítica de cómo producimos esos significados es necesario establecer un diálogo entre comunidades, aquello que no hace la ciencia humanista y que le hace establecer un diálogo con otros tipos de conocimiento en forma impositiva. Esta traducción garantiza la posibilidad de un diálogo entre puntos de vista particulares, encarnados, que en lugar de competir, propone Donna Haraway, deben ponerse en contacto, exponer sus diferencias y llegar a acuerdos.

El pensamiento situado es pensamiento desde un cuerpo, se sabe parcial y dialoga con los otros. Entiende que es provisional y que puede ser complementado con la perspectiva ajena. No renuncia, para Donna Haraway, a la objetividad: no se trata de un relativismo absoluto. Más bien es un reconocimiento a las deficiencias de la actividad científica y un compromiso con los puntos de vista de los otros. Lo que buscamos no es plena subjetividad, sino una objetividad encarnada.

Renuncia al reduccionismo y al trato del otro como mero objeto de estudio. Trata de establecer otro tipo de relación con los animales y la naturaleza. Se opone a los binomios clásicos de mujer-hombre o alma-cuerpo porque son también producto de una ciencia binaria y patriarcal, para Haraway.

El pensamiento situado trata de ser una apertura a las posibilidades del conocer, y no una visión del saber como cierre de conceptos

La visión feminista de Donna Haraway

Haraway toma como punto de partida los posicionamientos del socialismo y del feminismo como vías para la emancipación. Pero de ambos dará una visión personal y heterodoxa. En el contexto en el que escribe la filósofa, el feminismo está siendo, además, criticado por una serie de autoras que ven que el enfoque blanco y burgués es insuficiente.

Aunque el feminismo siempre estuvo en contacto con otros movimientos de emancipación, como el movimiento obrero, existe una tendencia en los años 70 y 80, de la mano de la emergencia de programas de investigación en Estudios de la mujer, que tienden a invisibilizar a una parte del sujeto que se propone emancipar.

Esta es la reflexión que realizan feministas socialistas negras como Angela Davis y bell hooks. Según esta última (El feminismo es para todo el mundo), el conflicto surgió «entre la visión reformista de la liberación de las mujeres, que exigía igualdad de derechos dentro de la estructura de clases existente, y los modelos más radicales o revolucionarios que impulsaban cambios fundamentales en la estructura existente para que los modelos de reciprocidad e igualdad reemplazaran a los viejos paradigmas. Sin embargo, conforme avanzaba el movimiento feminista y los grupos privilegiados de mujeres blancas con educación superior empezaron a tener el mismo acceso al poder de clase que los hombres blancos, la lucha de clases feminista dejó de ser considerada importante».

El problema, como señala a continuación hooks, es que ni las mujeres de clase trabajadora ni las migrantes y negras se vieron beneficiadas del ascenso social de unas pocas mujeres. El problema de las que se sentían encerradas como amas de casa era un problema relativo a una minoría de mujeres blancas con educación superior, porque mientras estaban «atrapadas» en sus hogares, la mayor parte de las mujeres, a la par que se encargaban del trabajo doméstico, formaban parte del proletariado del país y trabajaban largas jornadas por salarios menores que los de los hombres.

Haraway toma como punto de partida los posicionamientos del socialismo y del feminismo, pero de ambos dará una visión personal y heterodoxa. En este contexto, el feminismo está siendo, además, criticado por una serie de autoras que ven que el enfoque blanco y burgués es insuficiente

Donna Haraway es sensible a estas críticas que el feminismo negro está estableciendo en el seno de los Estudios de las mujeres y los movimientos sociales. Su enfoque se basa en criticar el análisis feminista esencialista que se basa en dualismos jerárquicos. Tal como señala Haraway, el «nosotras» del feminismo más extendido es enormemente acotado y deja fuera a la mayor parte de los sujetos que sufren y resisten los ataques del capitalismo patriarcal.

En su texto de 1985 Manifiesto cíborg, señala Donna Haraway que «Ninguno de ‘nosotros’ tiene ya la capacidad simbólica o material para dictar la forma de la realidad de ninguno de ‘ellos’. O al menos ‘nosotros’ no podemos alegar inocencia de practicar ese tipo de dominaciones». Las feministas que adhieran a este enfoque cíborg que propone la filósofa deberán asumir que toda categorización que asume naturalezas previas de forma acrítica tiene el potencial de ejercer violencia sobre otros sujetos.

En relación con esto, el feminismo poshumanista de Haraway se basa en la epistemología situada que definimos previamente. Un modo de conocer que no necesita fingir ser objetivo y totalizante, sino que se reconoce parcial, fragmentario y contingente y que se abre a otros modos de conocer para alcanzar una mejor comprensión del mundo.

La identidad cíborg que reivindicó como forma de comprendernos en el mundo contemporáneo es la amalgama de seres humanos que se identifican o han sido arrastradas hacia «lo otro» de las personas blancas, los hombres y la burguesía. La idea de este feminismo no es reivindicar el polo oprimido de los binomios preexistentes, sino destruir ese binarismo: «El cíborg es una criatura en un mundo posgénero».

Donna Haraway es sensible a las críticas que el feminismo negro está estableciendo. Señala que el «nosotras» del feminismo más extendido deja fuera a la mayor parte de los sujetos que sufren y resisten los ataques del capitalismo patriarcal

El «Manifiesto cíborg»

La «cuestión cíborg» es central en la obra de Donna Haraway. El Manifiesto cíborg en el que plantea esta cuestión es el texto más conocido y discutido de la filósofa. En este texto, se define el cíborg como:

«… una criatura híbrida, compuesta de organismo y de máquina. Se trata de máquinas y de organismos especiales, apropiados para este final de milenio. Los cíborgs son entes híbridos posteriores a la Segunda guerra mundial compuestos, en primer término, de humanos o de otras criaturas orgánicas tras el disfraz —no escogido— de ‘alta tecnología’, en tanto que sistemas de información controlados ergonómicamente, y capaces de trabajar, desear y reproducirse. El segundo ingrediente esencial en los cíborgs son las máquinas, asimismo aparatos diseñados ergonómicamente, como textos y como sistemas autónomos de comunicación».

Aunque solemos asociar al cíborg con el futuro y la ciencia ficción, para Donna Haraway no tenemos que esperar tanto. Es la criatura de frontera que somos, fruto de los avances tecnológicos y del cuestionamiento de las dicotomías científicas y filosóficas clásicas. Es el ser capaz de enfrentar al sistema desde sus quicios y sus brechas.

Como toda la literatura de Donna Haraway, el cíborg juega con los límites entre la realidad y la ficción. Se trata de un organismo material con una dimensión ficticia: «Un cíborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción. La realidad social son nuestras relaciones sociales vividas, nuestra construcción política más importante, un mundo cambiante de ficción».

Se trata del sujeto que está llamado a emanciparse, de la intersección en la que se resumen todos los seres oprimidos que resisten los ataques de la explotación y la violencia. Expresa las fronteras que se están evaporando: no es humano ni animal, no es hombre o máquina. Es una síntesis entre lo físico y lo no físico en tanto sus tecnologías operan en el espacio de lo invisible.

Con el cíborg se cierra el círculo del pensamiento de Haraway. Se apela al enorme gorila subido al Empire State a su liberación. Se le desencadena de su prisión como criatura de terror. No por nada el libro de Haraway recoge estos tres seres de frontera llamados a ser libres: mujeres, cíborgs y… simios. El simio que somos, plantea la filósofa, y el que no somos, debe superar la opresión en común.

Fuente: https://filco.es/pensamiento-donna-haraway/

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