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Artículos y demás publicaciones en los diversos foros.

«La filosofía es un servicio público». Una entrevista a José Antonio Marina

¿Debería haber en política más filósofos que ayudaran a solventar los problemas?

-No. Los filósofos del siglo XX se equivocaron tanto en política que casi mejor que estén fuera. Lo que sí debería haber es una parte de la filosofía que es el pensamiento crítico, absolutamente imprescindible para el buen funcionamiento de una sociedad democrática. Sin él, es muy fácil adoctrinar a la gente y tomarle el pelo.

-¿Cómo ha de introducirse ese pensamiento crítico?

-De manera transversal a través de la educación. Precisamente estoy trabajando en ello desde la Universidad de Padres. Desde ella insistimos mucho en que los niños deben aprender sobre estas cuestiones desde los 4 años. Por ejemplo, en Francia se ha puesto en marcha un taller de Filosofía para pequeños de esa edad. Lo primero que tienen que conseguir durante un año es escuchar lo que dice el otro. También se les enseña a guardar el turno y a explicar las cosas. Es algo que les divierte muchísimo. Creo que también dentro de cada una de las asignaturas debería enseñarse a pensar críticamente sobre ellas mismas.

¿Por qué la educación no está siendo uno de los ejes del debate en la precampaña electoral?

-Porque a la gente no le interesa la educación. Solo se habla mucho del tema como de Santa Bárbara cuando truena, de manera que cada vez que aparece un informe PISA todo el mundo dice ‘esto es horrible’… Por eso, en las encuestas del CIS, nunca aparece la educación entre las prioridades de la gente. En la última, solo interesaba a un 7%. Y eso es grave porque quiere decir que no se han dado cuenta de lo importante que es la educación para nuestro futuro, no solamente social sino también económico. Subir 20 puntos en PISA supone subir el PIB un 35.

-Los colegios jesuitas han empezado a dar clases sin asignaturas y sin exámenes. ¿Aprueba ese modelo?

-Sí. Hay que introducir métodos así, que sean muy transversales. Lo que sucede es que son muy costosos de implementar, y no me estoy refiriendo al dinero. Lo que necesitan fundamentalmente es un cambio en los profesores. Espero que los jesuitas hayan empezado por la formación de su profesorado. Esto tiene que ver además con un cambio que se dio en el año 2000 en el sistema educativo de Europa: se introdujo todo un sistema organizado no por asignaturas sino por competencias. Cuando el PSOE desarrollo la ley de educación incluyó las competencias pero sin quitar las asignaturas, lo cual provocó una situación con dos sistemas contradictorios. Por otra parte, cuando apareció la distribución de las ocho competencias seleccionadas por la UE yo quise poner en marcha una campaña para decir que faltaba una: la filosofía. Se enseña lengua, tecnología, matemáticas, ciencia…, pero no se enseña a reflexionar críticamente sobre ellas. Me parecía un sistema absolutamente antieuropeo porque la creación de Europa fue el pensamiento crítico. Así, el sistema educativo de Europa lo que puede conseguir es formar una sociedad aparentemente muy competente, pero desde el punto de vista personal y social, muy vulnerable.

-¿Dónde está la gran filosofía, la que proponía un gran ideal a la sociedad de su tiempo?

-Eso se acabó después de los totalitarismos. Apareció una moda dentro de la filosofía que era el pensamiento débil: mejor no hacer grandes proclamas porque se habían pasado de rosca. Mi idea de la filosofía va por ahí. Por eso puedo decir que la filosofía es un servicio público. Porque la filosofía no son las grandes construcciones conceptuales de Hegel, del marxismo, de los naturalistas nazis, unas moles megalo-conceptuales. La filosofía es una cosa muy precisa: el estudio de la inteligencia, su funcionamiento, sus límites y las cosas que ha hecho a lo largo de la historia.

-Pero sin ideal, ¿no estamos condenados a conformarnos con el orden establecido, tal y como se preguntaba Javier Gomá en un artículo?

-Tomado desde una teoría de la inteligencia, eso funciona de otro modo. La inteligencia funciona por proyectos. Y uno de los grandes proyectos que tiene es el de dignificar la especie humana, ese es el gran proyecto ético. Un proyecto en el que estamos intentando redefinirnos como especie. Y eso también lo admite Javier Gomá. El gran proyecto ético es el más ambicioso, el más urgente y el que enlaza la filosofía con la vida de todos los días y con la felicidad de toda la especie humana.

-¿Cuán creativo ha de ser un filósofo?

-Tiene que ser creativo con los problemas heurísticos, es decir, con aquellos cuya solución desconoce. Cuanto más complejos, difíciles y universales sean los problemas, más creatividad hay que tener. Y los problemas más serios y difíciles que tenemos ahora son los que afectan a la felicidad personal y a la dignidad de la convivencia, es decir, problemas éticos. En Occidente, hemos llegado después de muchas experiencias muy dramáticas al mejor modelo que se nos ha ocurrido para resolver los problemas. Un modelo que está basado en la racionalidad científica, la capacidad técnica, la democracia política y el mercado libre económico. Lo que pasa es que son cuatro patas que no tienen ningún sistema de frenado y que dejadas solo a su dinámica pueden conducir a cualquier cosa. Todas ellas necesitan enmarcarse en un marco ético para no ser instituciones suicidas.

Pero ese marco ético ya existe. ¿Qué está fallando?

-Sí. Pero justo en este momento quienes no se lo creen son los propios filósofos. Casi todos los filósofos que salen de las facultades de Filosofía de España son escépticos en temas morales. Y son cuestiones fundamentales. Conquistar los derechos humanos fue una epopeya de la inteligencia. La idea de que pertenecemos a una humanidad única es una idea muy reciente. Y se rompe con mucha facilidad. ¿Por qué matan los islamistas radicales a los cristianos? Pues porque creen que pertenecen a otra especie y que son como material desechable.

Una lectura para estos tiempos de precampaña electoral.

La rebelión de las masas de Ortega y Gasset.

Una entrevista publicada por M. Elena Vallés en: www.laopinioncoruna.es

Publicación: El materialismo dialéctico: sistema e historia

Venancio Andreu Baldó es profesor de secundaria y doctor en filosofía por la Universidad de Murcia. El verano pasado participó en el I Congreso de la REF, con una comunicación titulada «El mundo en que vivimos: una teoría de teorías sobre la globalización».

Venancio ha puesto a nuestra disposición un libro que he escrito recientemente sobre materialismo dialéctico. Su título es: «Materialismo dialéctico: sistema e historia. La actualidad del marxismo revolucionario». Está publicado por Nexosofía, La Torre del Virrey, dirigida por Antonio Lastra,  el 6 de marzo de 2015, y se encuentra en la Red.

El libro está centrado en las cuatros grandes interacciones dialécticas, a su juicio, de la realidad, y de la teoría marxista: lo abstracto y lo concreto, el todo y las partes, el objeto y el sujeto, y la teoría y praxis.

Es un libro extenso, que pretende abarcar, en la concepción marxista revolucionaria de la realidad, la realidad en sus múltiples momentos, y sus referencias son, amén de los clásicos Marx y Engels, autores marxistas occidentales clave del XX, sobre todo Gramsci, Lukács, Korsch, Sartre, entre otros, también Lenin y Trotski, y otros más recientes de tendencia trotskista, como los teóricos en torno a International Socialism: Ch. Hraman, T. Cliff, A. Callinicos, etc.

Puede encontrarse aquí:  www.latorredelvirrey.org/nxs/?p=109

«El desconcierto» (Temas de hoy, o de 1983…)

El artículo que os presentamos a continuación lo hemos encontrado rastreando la hemeroteca de El País, donde un 27 de marzo de 1983, José Luis Sampedro, una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo (y de aquel) escribía sobre la confusión, el desconcierto y los miedos que no sólo se fraguaban en aquella época sino que ya eran una realidad. Treinta y dos años después podemos leerlo con toda la actualidad que conforma cada pensamiento de este texto. La crisis del 83 y la del 2008 enredadas entre palabras.
Disfrútenlo…Y piénsenlo.

Se repite continuamente que la humanidad, y, ante todo, el mundo occidental padecen una época de crisis. Pero, ¿de qué crisis se trata? Para el autor de este trabajo, la escala de esta crisis puede asimilarse a la de una ruptura global, sin precedentes desde el Renacimiento. El sistema de desarrollo industrial del que se esperaron todos los frutos ha rozado sus límites al menos en tres frentes. Sus límites físicos, ante la proximidad de agotamiento de los recursos no renovables; sus horizontes políticos, que han entrado en colisión con la resistencia del mundo pobre; y sus límites psicológicos, por el desdén de la civilización industrial hacia las necesidades no materiales del hombre. El modelo, en consecuencia, según Sampedro, se encuentra agotado y al igual que en otros momentos históricos de trasformación radical es necesario un urgente cambio de actitud que propicie la instauración de un nuevo orden material y moral del mundo.

Este gran desconcierto., este desequílibrio, este desordenado removerse, esto que llamamos crisis. ¿Dónde aquel optimismo, aquel planear seguro, aquella fe en el progreso?,»No sabemos lo que nos pasa, y eso es justamente lo que nos pasa», precisaba hace medio siglo Ortega en repetida frase. Ahora incluso es más grave: no sabem os a veces lo que somos, y, en consecuencia, no somos del todo. Cómo reconocía el presidente Carter en un discurso: «Percibimos la crisis en las crecientes dudas sobre el sentido de nuestras vidas y en la pérdida de la unidad de fines para nuestra nación».Abundancia de medios, gracias a los prodigios técnicos, pero pobreza de fines. ¿Acaso se ofrece de verdad otro que no sea la riqueza material? Es decir, sobrevivir en la abundancia; pero subsistir no es vivir. Sociólogos y psicólogos señalan el agotamiento de las utopías. Para G . Steiner, «hoy nos encontra mos en una situación sin precedentes: los jóvenes no poseen más ventanas utópicas que abrir», mientras que, hasta hace poco, siempre las hubo: Rusia en 1917, la guerra de España, el Frente Popular, la primavera de Praga, el Chile de Allende o la China de Mao».

¿Qué crisis?

¡Qué contraste con épocas anteriores! El siglo XVI, con los descubrimientos geográficos y los inventos, prometía al hombre occidental la conquista del mundo; el XVII le deslúmbraba con la razón; el XVII, con los horizontes de la Ilustración; el XIX, transido de historia, con el progreso … ; el XX nos ha ofrecido hasta ahora el desarrollo económico, pero el hambre sigue donde estaba y, en el resto, la abundancia no basta para vivir contentos. Bien porque se sigue deseando más o porque, como escribían en los muros de la Sorbona los estudiantes de mayo de 1968, «nadie puede enamorarse de una tasa de crecimiento».

Esto que llamamos crisis. Ahora bien, ¿qué crisis? ¿Dónde, de quién? Se afirma que es mundial, pero si preguntáramos al pastor andino, al pescador malayo, al campesino indio, reaccionarían con estupor. La crisis mundial no es vivida (aunque ciertamente sea padecida) por una gran mayoría de la humanidad. La conciencia de estar viviendo una crisis (caracterizada por Granisci, por Brecht, o por ambos, como la etapa en que «lo, viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer») sólo se da en los países ricos y en los estratos sociales altos de los países pobres: esta constatación sugiere ya que la crisis se genera en el mundo económicamente desarrollado. Con eso nos asomamos ya a las causas, como luego diré.

Es en ese mundo industrial¡zado donde más se debate a diario sobre la crisis, sin por eso haber aclarado al menos el significado de ese vocablo. Asombra la vaguedad del concepto crisis y la ausencia de una definición científica más o menos generalmente aceptada. Compruébese con una referencia, nada menos que en la Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, donde, en su artículo Crisis, James A. Robinson enumera los conceptos siguientes, a su juicio relacionados con el de crisis o incluso, posibles sustitutivos suyos: «Estrés, conflicto, tensión, pánico y catástrofe». Ciertamente sería difícil aplicar ninguno de ellos a la crisis actual, que, lejos de ser una situación grave y aguda como las enumeradas, es un proceso cuya persistencia ha desmentido a los primeros optimistas y que, sin duda, durará todavía largo tiempo, aunque pueda presentar recuperaciones transitorias.

Esa duración obliga a reflexionar porque además, a difem rencia de la gran depresión iñiciada en 1929, todo está en cuestión,y no sólo la economía: artes, religiones, creencias, instituciones como la familia e incluso la capacidad del sistema industrial para superar la crisis. Y escribo industrial porque aquí me refiero tanto al mundo capitalista como al comunista; por eso algunos piensan ya en la sociedad posindustrial.

La crisis de los optimistas

Ante esa intensidad y generalidad de la crisisl los optimistas del sistema confían en una mera de crecimiento: algo comparable a una crisálida, de la que emergía luego la brillante mariposa, encamando esa misma civilización. ¿El argumento optimista? Esencialmente, la magia de la técnica. La crisis de la energía será resuelta, según ellos, por la técnica energética; la del hambre, por la futura nutrición, y así sucesivamente. Hasta el pensamiento, esa carcoma interior que no nos deja en paz, delegará en la memoria de los bancos de datos y en el poder analítico de las computadoras.

Así es su futuro. Entretanto, uno recuerda que la técnica prometía a los ricos la paz del ocio, pero en realidad ha traído la angustia del paro, sin librar por eso’ del hambre a los pobres. Y además ha llegado con ella lo no previsto: la degradación del medio ambiente, inquietante para los técnicos’de la naturaleza. En cuanto a los científicos sociales, no digamos: desde la impotencia de los economistas frente a la inflación con paro hasta la de los políticos, psicólogos y Sociólogos ante las guerras, los armamentos, el terrorismo, la droga, las religiones exóticas o inventadas. y otros intentos de buscar hacia afuera la identidad que nos falta por dentro. La verdad es que resultan dudosos y hasta negativos a veces los dones aportados al hombre mismo por una técnica tan eficaz para enfrentarse con las cosas.

La crisis de los humanistas

Por eso, y porque este gran desconcierto nace y se vive más en los países adelantados, muchos oponemos una interpretación alternativa y contemplamos la crisis no como una perturbación transitoria del crecimiento, sino como el ocaso de un sistema que ha llegado a su final histórico. De la agitada crisálida actual no emergerá la mariposa con alas de acero y con motor de uranio, sino otra cosa. ¿Cuál? Nuestra utopía -y al aportar una utopía llenamos ya un vacío de la crisis es que surja, sencillamente, el hombre.Quede bien claro que eso no significa rechazar la técnica, sino sólo su tiranía, impuesta por una ciencia cuyos prodigios deslumbran, pero no iluminan. Y quede claro todavía que nuestra interpretación no es pesimista, sino, al contrario, ultraoptimista, en el sentido de que mientras los optimistas se conforman con mantener un sistema favorable a los objetos (aunque los disfracen profesando verbalmente unos u otros ideales) nosotros aspiramos a una vida centrada en el hombre. Más aún, tenemos la esperanza de que la crisis, al liquidar el sistema agotado, pueda conducir a un modelo de desarrollo humanizado.

En otras palabras, interpretamos esta crisis como una ruptura global, un golpe de timón en la historia de Occidente, sin precedentes desde el Renacimiento. Es entonces cuando el europeo se instala egocéntricamente como individuo frente al (y distinto del) mundo, al que consídera su botín. Con Descartes, definitivamente, el hombre pasa de criatura a creador, y desde entonces impulsa la explotación tecnocrática de su universo, siguiendo la vía hoy llamada desarrollo.

Ahora bien, ese desarrollo ha engendrado esta crisis y ha entrado a su vez en,crisis al acercarse a sus límites. Límites, en primer lugar,fisicos, pues aunque sean discutibles las fechas dadas por el Club de Roma para el agotamiento de recursos no renovables, sigue siendo verdad elemental que el crecimiento indefinido no es posible en un medio limitado.

Además, el desarrollismo de los ricos entra en conflicto político con la resistencia de los pobres,. hoy todavía débil, pero creciente. Por último, límites psicológicos en el seno mismo del mundo desarrollado, por el desdén de la civilización industrial hacia las necesidades no materiales del hombre que, insatisfechas, se manifiestan en los desequilibrios individuales y sociales aludidos anteriormente.

Pues, ¿acaso ese modelo ofrece a las masas algo más que elevar el nivel de consumo, oficialmente llamado nivel de vida? ¡Como si consumir más equivaliese a vivir mejor! Si hoy escribiera Marx, cuyo centenario acabamos de celebrar, tendría que completar la alienación debida a las relaciones de producción con la impuesta por las relaciones de consumo.

Por una doble estrategia

Nos encadenamos, en efecto, con nuestros pagos a plazos, para obtener los bienes cuya necesidad inventa la publicidad o el falso prestigio social, y sacrificamos un satisfactorio bienestar al, .siempre inalcanzable (y por eso frustrante) mejorestar. Por supuesto, muchísimos se sienten satisfechos por el consumismo, pero eso mismo muestra hasta qué punto han sido amputadas las facultades humanas para vivir plenamente otros goces no cosificados. Así es como pueblos enteros venden su condición humana por el plato de lentejas que les ofrece la economía de mercado.

A la vista de esos límites, la crisis se nos apa rece como un ocaso y, a la vez, una aurora. Y mientras alborea y se afirma el día del hombre, ¿qué hacer?

Pues lo que han hecho siempre los de un mundo nuevo durante la transición desde lo viejo. Vivir una doble vida, como los cristianos en la Roma antigua, con una doble estrategia: subsistir en el marco declinante mientras preparan el futuro; cooperar con lo destructivo de toda crisis para edificar sobre las ruinas; soportar en la calle los edictos imperiales mientras refuerzan la fraternidad creadora en las catacumbas. Con ese criterio, por ejemplo, los ciudadanos conscientes rechazamos el consumismo, aunque compremos lo necesario.

Desde esa óptica, por dar ejemplo a escala mundial, el nuevo orden económico internacional ya resulta viejo, aun no habiendo nacido. El Tercer Mundo hará bien en sacar lo que pueda de ese proyecto anticuado, pero hará mucho mejor si defiende sus culturas propias y lucha por economías nacionales menos dependientes.

Por eso yo no veo ambigüedad ninguna en la presencia de un país intermedio como España en Nueva Delhi, sino, al contrario, un ejercicio de la doble estrategia ante el cual me felicito como español: convivir en el área de poder político mundial en donde estamos, pero contribuir a la defensa de otras culturas humanas como la nuestra.

Es decir, luchando así por la pluralidad de los estilos de vida y contra la uniformidad planetaria, que. es de temer pueda acabar impuesta a todos por la combinación del poderío militar con técnicas concentracionarias.

Para esa doble estrategia es indispensable una toma de conciencia que, afortunadamente, empieza a extenderse. En declaraciones tercermundistas, en reivindicaciones de grupos marginados y en serios estudios científicos empieza a difundirse la idea de que más no es sinónimo de mejor, y de que ser es más importante que tener. Y, para pasar a los actos, esa conciencia debe apoyarse en la solidaridad de los grupos y los pueblos cuyas varias identidades culturales tiende a borrar la uniformidad cosificada del desarrollo actual.

La crisis favorece esa lucha contra los modelos impuestos desde los países ricos, porque ha sembrado en éstos la incertidumbre, el desconcierto y la falta de sentido de su identidad, desprestigiando entre ellos mismos el mundo tecnificado que han construido o, al menos, erosionando los valores en que se basa.

Doble estrategia, en suma, para aprovechar la crisis como transición hacia el desarrollo integral del hombre, que no es sólo homo oeconomicus (mero productor y consumidor), sino también hombre estético, ético, religioso y, simplemente, vividor y gozador de sí mismo, en un empleo sensato de la vida. Esta es la conclusión ineludible cuando se entiende la crisis como una ruptura histórica contra la civilización de los objetos.

José Luis Sampedro es catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense de Madrid, y autor de varias novelas.

Artículo publicado en El País el 27 de marzo de 1983, por José Luis Sampedro.

Cierra exitosamente IV Congreso Dominicano de Filosofía

Con una asistencia masiva de personas cerró el pasado jueves 16 de abril de 2015, el IV Congreso Dominicano de Filosofía, titulado Los desafíos de las ciencias sociales: Una mirada filosófica, celebrada los días 14, 15 y 16 de abril 2015, en diferentes espacios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo ( UASD ).

Maestros de diversas áreas de las ciencias sociales y estudiantes de todas las carreras académicas, se presentaron desde las 8:00 am, en los varios espacios donde se exhibieron las ponencias de maestros tanto de la UASD, como otros invitados de otras universidades del pais y el extranjero.

La actividad organizada por la escuela de filosofía de la (UASD) y su director el Dr. Leonardo Díaz, con el apoyo de Ramón Rodríguez Espinal Decano de la Facultad de Humanidades, la Academia de Ciencias de la Republica Dominicana y la colaboración de la Asociación de Estudiantes de Filosofía de la  UASD (ASEUFIL), se mantuvo desde las 8:30 hasta las 7:30 en constante movimiento de los disertadores, invitados, estudiantes y curiosos, “ la actividad ha sido todo un éxito, hemos recibido más del doble de asistencia de lo previsto “  expreso Díaz a LOSMINA.NET, prensa oficial del evento.

Los estudiantes que asistieron al evento mostraban asombro e interés por lo que estaba allí ocurriendo, durante las varias horas que duro se observo una asistencia masiva de diferentes provincias y sectores del país, tanto de la carrera de filosofía como de otras de la ciencia y el saber humano.

“… hemos visto el entusiasmo y la disposición de los jóvenes asistentes, se nos han acercado a preguntar por la carrera de filosofía y lo hemos invitado a pasar por la escuela de filosofía de la UASD, ubicada en el 5to piso del edificio administrativo de la universidad o llamarnos a los   teléfonos: 809-535- 8273, ext. 5780: Cels.809-448-7019/809-982-7502 y también seguirnos en Facbook: ASEUFIL o Escuela Filosofía Uasd  y en Twitter @escuelafiluasd ” dijeron los miembros de ASEUFIL a LOSMINA.NET, y agregaron “ es la FILOSOFIA y los filósofos de Quisqueya quienes descontaminaremos al país de las malas costumbres que nos afectan»

Al cerrar con la actividad los conferencistas, maestros y miembros de ASEUFIL se dirigieron a la academia de ciencias dominicana a presenciar la ponencia del invitado de honor el Doctor Antonio Campillo, finalista del XIII premio de Ensayo  Anagrama y Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.

Originalmente publicado en Losmina.net

Y si Sócrates dialogase con Wert…

En este enlace os dejamos hoy un interesante texto escrito por Juan Antonio Negrete en el que tres personajes -Sócrates, Wertíades (Wert) y Querofonte- discuten y dialogan sobre la política educativa. Un cruce entre las historias política, filosófica y humana. Una interesante propuesta que seguro os deja muy sorprendidos.

En Wertíades o del mérito nos encontramos con lo que sería una reflexión sobre los errores ya cometidos y la vuelta cíclica siempre a una ausencia clara de la razón y de tantos valores que hoy circunda nuestra vida.

http://es.scribd.com/doc/110683500/Wertiades-o-del-merito

Con la filosofía a rastras

En un mes y medio terminarán segundo de Bachillerato y aseguran que no les va a dar tiempo a dar ni la mitad del temario, algo que les preocupa sobremanera de cara a la selectividad. Un grupo de alumnos del IES Cánovas del Castillo salió ayer a la puerta del centro con sus pancartas para denunciar una situación que les trae de cabeza desde el comienzo de curso. Según explicaron los estudiantes, tanto de diurno como de nocturno, la titular de la asignatura comenzó a faltar a causa de pruebas médicas y bajas de corta duración poco después de que comenzara el curso y estuvieron dos meses sin docente. Según afirmaron los alumnos, en diciembre llegó el profesor sustituto, que tuvo que marcharse de nuevo en enero por la vuelta de la titular de la plaza.

Esta docente interina volvió a causar baja y «luchamos para que volviera el mismo profesor, para poder tener un poco de continuidad», afirmaron los alumnos. Por suerte para ellos, el mismo sustituto volvió a hacerse cargo de la asignatura y lograron hacer un segundo trimestre con cierta normalidad. Pero el miércoles fue su último día, ya que la titular volvió al centro. «Ha vuelto y nos ha dicho que todavía hay tiempo de dar la materia y que no hemos perdido tantas clases, pero de las tres horas que tenemos la semana que viene ya nos han advertido que dos no las vamos a dar porque tiene citas médicas», aseguraban ayer Ana y Alba.

El programa de Filosofía para segundo de Bachillerato está compuesto por ocho autores, según relataban ayer. Sin embargo, por falta de tiempo y para adecuar la materia al examen de selectividad se hizo una selección de cuatro, Platón, Descartes, Nietzsche y Ortega y Gasset. «Teníamos que dar ocho, pero se vio que iba a ser imposible poder dar a estos autores y se redujo a lo mínimo para pasar el examen, y de ese mínimo no hemos dado ni la mitad», protestaban los alumnos en la puerta del centro.

Los estudiantes acudieron tanto al centro como al inspector de zona. Hasta le trasladaron el tema a la propia delegada de Educación, cuando realizó una visita al instituto. «Hemos intentado todo lo que estaba en nuestra mano», decían e indicaron que «hemos pensado que si sacábamos nuestro problema a la calle quizás podría haber una solución». No quieren un aprobado general. Lo que demandan es poder recibir los conocimientos planificados.

Noticia publicada el 17 de abril de 2015 por Cristina Fernández en: www.malagahoy.es

Vida sin cultura

Quizá lleguemos a ver cómo será la vida sin cultura. De momento ya tenemos indicios de lo que está siendo, paulatinamente, un mundo que ha optado, al parecer, por desembarazarse de la cultura de la palabra pese a poseer índices de alfabetización escolar sin precedentes. Hace poco un editor me comentaba que el problema -o, más bien, el síntoma- no eran los bajos niveles de venta de libros sino la drástica disminución del hábito de la lectura. Si el problema fuera de ventas, decía, con esperar a la recuperación económica sería suficiente; sin embargo, la caída de la lectura, al adquirir continuidad estructural, se convierte en un fenómeno epocal que necesariamente marcará el futuro. El preocupado editor -un buen editor, de buena literatura- añadía que, además, la inmensa mayoría de los libros que se leen son de pésima calidad, desde best sellers prefabricados que avergonzarían a los grandes autores de best sellers tradicionales hasta panfletos de autoayuda que sacarían los colores a los curanderos espirituales de antaño.

De querer preocupar todavía más al editor, y a los que piensan como él, se podría analizar detenidamente la última encuesta sobre la lectura que hace unas semanas apareció en los medios de comunicación. No sólo un tanto por ciento muy elevado de la población jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia. Para muchos de nuestros contemporáneos la lectura se ha hecho agresivamente superflua e incluso experimentan una cierta incomodidad al ser preguntados al respecto. Dicen no tener tiempo para leer, o que prefieren dedicar su tiempo a otras cosas más útiles y divertidas. Nos encontramos, por tanto, ante una bastante generalizada falta de prestigio social de la lectura que probablemente oculte una incapacidad real para leer. Dicho de otro modo: el acto de leer se ha transformado en un acto altamente dificultoso y, para muchos, imposible. Me refiero, claro está, a leer un texto que vaya más allá de la instrucción de manual, del mensaje breve o del titular de noticia. Me refiero a leer un texto de una cierta complejidad mental que requiera un cierto uso de la memoria y que exija una cierta duración temporal para ir eligiendo en libertad, y en soledad, los distintos caminos ofrecidos por las sucesivas encrucijadas argumentales.

El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad. Él abomina de lo complejo como algo insoportablemente pesado; desprecia la memoria, para la que ya tenemos nuestras máquinas; no tiene tiempo que perder en vericuetos textuales; no se atreve a elegir libremente en la soledad que, de modo implacable, exige la lectura. En definitiva, nuestro pseudolector actual ha sido alfabetizado en la escuela y, en muchos casos, ha acudido a la universidad, pero no está en condiciones de confrontarse con el legado histórico de la cultura humanista e ilustrada construido a lo largo de más de dos milenios. Este pseudolector -en el que se identifica a la mayoría de nuestros contemporáneos- no puede leer un solo libro verdaderamente significativo de lo que hemos llamado, durante siglos, «cultura».

Quien escuche una opinión semejante rápidamente alegará que hemos sustituido la cultura de la palabra por la cultura de la imagen, el argumento favorito cuando se conversa de estas cuestiones. De ser así, habríamos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar. Surgen, como es lógico, las nuevas tecnologías, extraordinarias productoras de imágenes, e incluso las vastas muchedumbres que el turismo masivo ha dirigido hacia las salas de los museos de todo el mundo. Esto probaría que el hombre actual, reacio al valor de la palabra, confía su conocimiento al poder de la imagen. Esto es indudable, pero, ¿cuál es la calidad de su mirada? ¿Mira auténticamente? A este respecto, puede hacerse un experimento interesante en los museos a los que se accede con móviles y cámaras fotográficas, que son casi todos por la presión del denominado turismo cultural.

Les propongo tres ejemplos de obras maestras sometidas al asedio de dicho turismo: La Gioconda en el Museo del Louvre, El nacimiento de Venus en los Uffizi y La Pietà en la Basílica de San Pedro. No intenten acercarse a las obras con detenimiento porque eso es imposible; apóstense, más bien, a un lado y miren a los que tendrían que mirar. La conclusión es fácil: en su mayoría no miran porque únicamente tienen tiempo de observar, unos segundos, a través de su cámara: de posar para hacerse un selfie. Capturadas las imágenes, los ajetreados cazadores vuelven en tropel a la comitiva que desfila por las galerías. ¿Alguien tiene tiempo de pensar en la ambigua ironía de Leonardo, o en la sensualidad de Botticelli, o en el sereno dramatismo de Miguel Ángel? Es más: ¿alguien piensa que tiene que pensar en tales cosas?

Paradójicamente, nuestra célebre cultura de la imagen alberga una mirada de baja calidad en la que la velocidad del consumo parece proporcionalmente inverso a la captación del sentido. El experimento en los museos, aun con su componente paródico, ilustra bien la orientación presente del acto de mirar: un acto masivo, permanente, que atraviesa fronteras e intimidades, pero, simultáneamente, un acto superficial, amnésico, que apenas proporciona significado al que mira, si este niega las propiedades que exigiría una mirada profunda y que, de alguna manera, se identifican con los que requiere el acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libre elección desde la libertad. Frente a estas propiedades la mirada idolátrica es un vertiginoso consumo de imágenes que se devoran entre sí. Al adicto a esta mirada, al ciego mirón, le ocurre lo que al pseudolector: tampoco está en condiciones de confrontarse con las imágenes creadas a lo largo de milenios, desde una pintura renacentista a una secuencia de Orson Welles: las mira pero no las ve.

De ser cierto esto, la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas, a los ojos y oídos de muchos, al mismo tiempo. El pseudolector, que ha aceptado que a su alrededor se desvanezcan las palabras, marcha al unísono con el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el océano de las imágenes. La casi desaparición del acto de leer y, pese a la abundante materia prima visual, el empobrecimiento del acto de mirar llevan consigo una creciente dificultad para la interrogación. En nuestro escenario actual el espectáculo tiene una apariencia impactante pero las voces que escuchamos son escasamente interrogativas. Y con bastante justificación puede identificarse el oscurecimiento actual de la cultura humanista e ilustrada con nuestra triple incapacidad para leer, mirar e interrogar. Cuando en la última reforma educativa se defiende enfáticamente que la lógica filosófica va a ser sustituida, en la enseñanza escolar, por la «lógica del emprendedor» no hace sino sancionarse el fin de una determinada manera de entender el acceso al conocimiento. Aunque ni siquiera quien ha acuñado esta frase sabe qué diablos significa la «lógica del emprendedor», aquella sustitución es perfectamente representativa del modo de pensar dominante en la actualidad.

El mundo político se ha adaptado sin titubeos al nuevo decorado, expulsando de su retórica cualquier conexión cultural. Esto habría sido imposible en los últimos tres siglos. Pero el mundo político, el que más crudamente expresa las oscilaciones de la oferta y la demanda, no es sino la superficie especular en la que se contemplan los otros mundos, más o menos distorsionadamente. La expulsión de la cultura -o de una determinada cultura: la de la palabra, la de la mirada, la de la interrogación- es un proceso colectivo que afecta a todos los ámbitos, desde los medios de comunicación hasta, paradójicamente, las mismas universidades. No obstante, en ninguno de ellos es tan determinante como en el de los propios ciudadanos, que han dejado de relacionar su libertad con aquella búsqueda de la verdad, el bien y la belleza que caracterizaba la libertad humanista e ilustrada. La utilidad, la apariencia y la posesión parecen, hoy, valores más sólidos en la supuesta conquista de la felicidad.

Y puede que sea cierto. Igual la vida sin cultura es mucho más feliz. O puede que no: puede que la vida sin cultura no sea ni siquiera vida sino un pobre simulacro, un juego que sea aburrido jugar.

Artículo publicado en El País, por Rafael Argullol.

Pablo Huerga: «La Filosofía ahora no puede salvar el mundo, ni curarlo»

Premio de las Letras Asturianas en 2009 por su ensayo ‘El fin de la educación’, Pablo Huerga Melcón es un filósofo y ensayista nacido en Benavides de Órbigo, «una ‘villa’ arraigada en el trabajo y el esfuerzo, que a pesar de que también sufrió a su modo el maremoto de dinero europeo que arrasó España, sigue adelante. Un referente renovado en la comarca del Órbigo y en la provincia de León. Siempre lo ha sido. No hay más que ver las Fiestas del Cristo, año tras año».

Formado en la Facultad de Filosofía de Oviedo, donde realizó su tesis doctoral con el maestro Gustavo Bueno, «el mejor filósofo español del siglo XXI, y uno de los más grandes de todos los tiempos», asegura Pablo, quien desea que la obra del autor de ‘El mito de la cultura’ se divulgue y sea leída todo lo posible por los españoles, porque «en su trabajo hay ante todo una exaltación de la firmeza, de la fortaleza, de la resistencia, de la tenacidad, el altruismo y el rigor racionalista contra el fanatismo y el papanatismo ideológico que hoy hunde a España en la miseria». En este sentido, está convencido de que aquellas personas que estén en disposición de leer alguno de los magníficos libros de Gustavo Bueno, estarían salvadas de la barbarie. Así de contundente se expresa este profesor de Filosofía y Coordinador de Nuevas Tecnologías en el IES Rosario de Acuña de Gijón.

‘El fin de la educación’ es un ensayo de análisis filosófico de la educación desde el materialismo filosófico, que estudia el origen histórico de la escuela en su vinculación con transformaciones históricas como el origen de la escritura alfabética, así como de las crisis de personalidad que han ido fraguando la Historia. Se lamenta Pablo que ahora ya ha desaparecido de este premio la categoría de ensayo en la que le cupo la suerte de participar.

Aparte de este laureado ensayo, ha publicado ‘La otra cara del Guernica’, un extraordinario análisis del cuadro de Picasso, y ‘La ciencia en la encrucijada’, que recoge su trabajo de Tesis doctoral sobre el físico soviético Boris Hesse, siempre desde el materialismo filosófico, que es una doctrina de raíces profundas y lejanas, arraigada en los mismos orígenes de la filosofía académica, en Grecia, y construida por Gustavo Bueno en una serie de libros que, para él, son fundamentales: ‘Ensayos materialistas’, ‘El animal divino’, ‘Teoría del cierre categorial’, ‘España frente a Europa’, ‘El sentido de la vida’, entre otros, habida cuenta de que la obra del filósofo Gustavo Bueno es extensa y sustanciosa.

Argumenta Pablo que el materialismo filosófico consiste en analizar las ideas filosóficas considerándolas como entidades materiales (dotadas de una materialidad no tangible, pero tampoco reducibles meramente a pensamientos o productos psicológicos), por tanto, en conceder a la Filosofía un valor como disciplina académica sustantiva. «Además, el Materialismo entiende esta disciplina como un saber de segundo grado que se alimenta del propio desarrollo de las ciencias; un saber que considera las ideas como surgiendo y realizándose a través de las ciencias, artes y técnicas, en conflicto constante; y que usa la disciplina de la symploké platónica para analizar dichas ideas y sus conflictos, es decir, el pluralismo filosófico, entendido como racionalismo operatorio, no como relativismo; que no se conforma con tomar a las ideas en sus totalidades lingüísticas o estéticas y las analiza en sus componentes materiales y sus conflictos histórico-dialécticos».

Por tanto, se podría decir, en palabras de Pablo, que el materialismo filosófico es la única forma de practicar el arte de la filosofía académica hoy en día. «Pero es difícil de entender, de desarrollar, y de leer», matiza. «Lo que hoy se entiende por filosofía en general, no tiene nada que ver con la disciplina académica, o tiene tanto que ver con ella, como cualquier otra cosa; y los que suelen practicarla en tertulias y programas de radio, no suelen ser filósofos, sino más bien los nuevos sofistas. Pero es un fenómeno inevitable en democracia, como ya pronosticó Platón».

Como buen filósofo, señala que la Filosofía ha sido entendida tradicionalmente como la medicina del alma. Y el papel que debería cumplir hoy es criticar, analizar y dar la batalla de las ideas en la medida de lo posible. «La filosofía se ejercita siempre a la contra. Ahora, no puede salvar el mundo, ni curarlo. Si se está vivo, se está enfermo. Comprender el presente histórico, analizarlo, conocerlo todo lo que se pueda, es tarea de la filosofía; de los hombres, de los pueblos, condenarse o salvarse», nos previene, consciente de que si la enfermedad del mundo es una enfermedad moral no hay duda de que la Filosofía tiene un papel importante que desempeñar. «Ahora bien, si la enfermedad del mundo consiste en haberse insensibilizado con respecto a la filosofía, la cosa se complica, y seguramente el mundo enfermo, el mal de Europa es precisamente éste. Ya lo pronosticó hace muchos años Edmund Husserl en un libro famoso: ‘La crisis de las ciencias europeas’. Nos hemos dejado arrastrar por el maquinismo desalmado».

Pablo, que en tiempos fuera profesor asociado de la Facultad de Filosofía de Oviedo, ha publicado en revistas como ‘El Basilisco’, ‘El Catoblepas’ o ‘Paideia’, entre otras, así como en diversos medios periodísticos. Es coautor de varios manuales de Filosofía de Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Y ha colaborado también con la Universidad Autónoma de México en diversos proyectos editoriales, dirigidos por su amigo, el profesor mejicano Carlos Massé Narváez, desde el año 1999, cuando coincidió con él en Cuba en un congreso de Ciencia, Tecnología y Sociedad, adonde iba a presentar su ópera prima ‘La ciencia en la encrucijada’. «Nos conocimos en Camagüey y pasamos también algún buen rato en La Habana. Era cuando el neoliberalismo empezaba a hacer estragos en el mundo académico universitario hispanoamericano a través de la OEI. Desde entonces siempre que me lo han pedido, he colaborado con ellos, y son ya varios los proyectos. Creo que les ha interesado la perspectiva del materialismo filosófico de Gustavo Bueno», rememora este autor leonés,  quien reconoce que su tierra es pródiga en escritores y estudiosos, como es el caso de Fray Bernardino de Sahagún, «sin duda uno de los más importantes eruditos leoneses de todos los tiempos». Asimismo, dice que ha leído con gusto a Llamazares, y a Luis Mateo Díez. «Recuerdo que hace ya muchos años hicimos la ruta del Curueño con tienda de campaña, siguiendo el libro de Llamazares, ‘El río del olvido'».

León cervantino

Su pasión por ‘El Quijote’ le lleva a fantasear con que León es una provincia literaria por el hecho de utilizar la lengua de Cervantes, puesto que hay quien piensa que Cervantes tenía orígenes leoneses-gallegos «(vamos, de los Ancares, donde existe un pueblo llamado Cervantes), me refiero al libro de César Brandáriz, ‘Cervantes descodificado’, precisa. Y añade: «tal vez la idea procede del caso del caballero leonés y Zoraida que se narra en el episodio de la venta, en la primera parte de ‘El Quijote’; un episodio que podría tener tintes autobiográficos, al parecer». No obstante, la tesis resulta  cada vez más difícil de defender –sostiene–, habida cuenta de que se ha encontrado incluso hasta la partida de bautismo de Sancho Panza en Esquivias, según la investigación de Sabino de Diego; pero para un leonés es estimulante. «Pensar, por ejemplo, que la ínsula Barataria hubiera estado ubicada en Benavente…», sentencia con humor Pablo, que recuerda con añoranza su lugar de nacimiento, donde todo el mundo sabe quién es, «o puede saberlo, si quiere».

«Recuerdo que hace ya muchos años hicimos la ruta del Curueño con tienda de campaña, siguiendo el libro de Llamazares, ‘El río del olvido'».

Benavides es, según Pablo, arcilla, ladrillos, vino, sol y viento helado de Galicia. La conciencia clara del trabajo impostergable y pese a todo. El calor de Las Tejeras en invierno. La trémula sombra del camión Pegaso 170 de su padre atravesando la carretera hacia Zamora cargado de ladrillos, después de comer. Su familia. La Matanza. Recuerdos de una infancia encapsulada en el tiempo. «Mirar desde la ventana de la escuela la ventisca con nieve racheada mientras un rebaño de vacas se dirige a la plaza del ganado. Los garrafones de vino de Melcón vacíos, apilados en el patio de un bar en Quintanilla del Monte, a las tres de la tarde de un día de agosto. Cosas que nunca te diré. El peso del tiempo». Benavides es, en definitiva, un laberinto de recuerdos que le ayuda a dormir todas las noches.

En breve se publicará su obra ‘La ventana indiscreta’, con resonancias hitchcockianas. No en vano, se trata de un ensayo filosófico materialista sobre el cine, que ofrece un análisis de algunos aspectos del ‘séptimo arte’ desde la perspectiva de la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno. En este libro, aborda el viejo problema de la proximidad entre el arte y la ciencia, a la vez que propone algunas ideas audaces sobre el arte que seguro generarán alguna polémica interesante. «Creo que es mi libro más original y comprometido y me encantaría que se leyera. Es difícil, porque el ejercicio de la filosofía así lo requiere, pero me parece que puede resultar muy interesante. Lo recomiendo. Tengo que agradecer a mis amigos de la editorial Rema y Vive de Gijón, por haberme dado la oportunidad de escribir y publicar este trabajo», concluye.

Entrevista breve a Pablo Huerga Melcón

«Los libros no deberían leerse nunca una sola vez»

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Nunca he dejado de leer ‘El Quijote’, por supuesto; también ‘La Odisea’. ‘Los nueve libros de la historia’ de Herodoto, ‘La historia verdadera de la conquista de Nueva España’, de Bernal Díaz del Castillo, los ‘Episodios nacionales’ de Galdós y más Galdós. ‘La República’ de Platón, ‘Momentos estelares de la Humanidad’ de Stephan Zweig, o el ‘Manifiesto comunista’ de Marx. Suelo repetir lecturas bastante a menudo, en función de los trabajos que esté realizando. Los libros no deberían leerse nunca una sola vez.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Para un español, Don Quijote, Unamuno, Gustavo Bueno; para mí, mis padres.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Con todos mis respetos, particularmente desdeñable, el libro de Tzvetan Todorov,  ‘La conquista de América’, por tramposo.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Uno es lo que hace.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

portada de La ventana indiscreta

La bondad, la lealtad, la dignidad.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Podríamos quizá decir que verdaderamente estamos alcanzando a vislumbrar el modelo de sociedad al que aspiran los europeos y estamos comprobando que ese modelo no merece la pena. España ha tenido que dejar de ser ella misma para ser Europa. Los políticos que han aspirado a convertir a España en Europa han debido ser, por ello, grandes traidores, y lo son, y lo saben. Una vez comprobado que Europa no es el camino, debemos reconsiderar nuestra hermandad hispanoamericana, no nos queda otra; o eso, o acabamos todos hablando inglés. ¿Qué tendría que hacer España en caso de que Gran Bretaña entrara en guerra con Argentina? ¿Qué tendría que hacer España si EEUU entra en guerra con Venezuela, o con Cuba?

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Una buena conversación, en cualquier circunstancia.

¿Por qué escribes?

Para organizar mis estudios y mis ideas, y fijarlas antes de que el tiempo las borre. Si valen, bien, y si no, tampoco estorban. Creo que todos deberíamos hacer lo mismo.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar el estilo literario?

Pueden ejercitarlo, si quien escribe así lo procura. Pero sus fines son otros y son involuntarios. Son la Escila y la Caribdis de nuestra civilización. Resumiendo: todas las redes sociales o, en general, lo que se llama web 2.0 y 3.0, etc., son simplemente formularios de bases de datos disfrazados, que recaban información a discreción sobre todos nosotros, abriendo grandes expectativas a los comerciantes de ‘metadatos’. Si apelamos a la clásica distinción racionalista entre apariencia y realidad, podemos decir que la apariencia es la red social, la realidad es el ‘Gran Hermano’.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Dependiendo del tema. El instrumental es el materialismo filosófico y por tanto, la obra de Gustavo Bueno. El material de trabajo, la tradición literaria filosófica;  y el resto de las fuentes procede siempre de la propia organización de los asuntos y problemas que me ponga entre manos. Ahora es el cine y el arte, antes fue la educación, más atrás la historia y la filosofía de la ciencia. El ejercicio disciplinado de la Filosofía nos obliga a superar el gremialismo; somos siempre unos intrusos, a algunos les molesta, pero en general, somos inofensivos. Sin embargo, a veces nos metemos en camisas de once varas. Somos los Quijotes de la civilización moderna, y pretendemos derribar gigantes, por la fuerza de la voluntad. Sólo por la locura de intentarlo dejamos de pasar inadvertidos, primero nos toman por locos, pero si seguimos insistiendo, todavía hay quien encuentra algún interés en lo que decimos. Quizá se pueda aspirar a que, al menos, algún «Caballero de la Blanca Luna» saldrá a buscarte disfrazado de filósofo para llevarte a casa a bien morir, solo, por supuesto, si previamente te ha derrotado en buena lid dialéctica. Pero los tiempos de la filosofía institucionalizada en España se acaban. Las nuevas leyes de educación, tanto desde el PSOE como desde el PP, han ido socavando insaciables la necesidad de formar a ciudadanos con conocimientos básicos de Filosofía, se conoce que les estorba para sus maquiavélicos (otro filósofo) planes.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

He trabajado mucho con los blogs, tengo varios en los que escribo de vez en cuando, es algo que forma parte de mi trabajo como profesor y Coordinador de Nuevas Tecnologías en el IES Rosario de Acuña. Uno de los blogs es de cuestiones informáticas, aplicaciones informáticas e intervenciones de todo tipo que he ido haciendo en el instituto para implantar el uso de las nuevas tecnologías en la educación. Otros, sobre Comunicación Audiovisual, Historia de la Filosofía, Educación para la ciudadanía, y uno más personal que titulo «Apuntes sobre la globalización», recogen muchos materiales propios y ajenos que utilizo en clase con mis alumnos. También desarrollo una página web institucional en el centro, pero ninguno de estos materiales los he desarrollado como herramienta literaria, sino más bien como herramienta didáctica. Y ahí están. Te digo las direcciones:

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

«No creo que una palabra [tampoco una frase] pueda resumir toda una vida», decía el periodista que investigaba la vida de Charles Foster Kane en ‘Ciudadano Kane’ de Orson Welles; pero como programa de vida, siempre me ronda esa frase de Marx: «Los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo; de lo que se trata es de cambiarlo.»

Este artículo ha sido publicado por Manuel Cuenya, en: www.ileon.com

«La democracia es un lujo del norte» y otras 14 frases memorables de Eduardo Galeano

– La palabra política se ha manoseado tanto que significa todo y no significa nada. Entrevista en Punto Final, Nº775, 2013.

– La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. El libro de los Abrazos.

– Los asesinos del planeta derraman de vez en cuando alguna lágrima para que la platea sepa que también tienen su corazoncito. Pero es puro teatro. Bien saben que los modelos de vida de hoy, que ellos imponen, son modelos de muerte.Entrevista en Público, 2008.

– Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Fragmento del poema Miedo Global.

– El automóvil, el televisor, el vídeo, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para «ganar tiempo» o para «pasar el tiempo», se apoderan del tiempo. Ser como ellos.

Las venas abiertas de América Latina me genera una enorme tristeza porque el mundo no ha cambiado en nada. Para mí sería mejor que ese libro estuviera en un museo de arqueología junto a las momias egipcias, pero no es así. Entrevista en Ñ (Clarín), 2012.

– La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto. Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia. Las venas abiertas de América Latina.

– El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandezaDías y noches de amor y de guerra.

-Harta de que le tomaran el pelo, la gente hizo uso del poco usado sentido común. Se preguntó la gente: ¿Por qué prometen cambios y otra vez nos invitan a elegir entre lo mismo y lo mismo? ¿Por qué no hicieron esos cambios si llevan una eternidad en el gobierno? El vicepresidente del país llegó a la conclusión de que este pueblo preguntón no es inteligente. Aguas de Octubre. La Jornada, 2004

-La llamada comunidad internacional ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro? Plomo impune

-Los Estados Unidos pueden ejercer impunemente su función de policías del mundo. Y ya se sabe que este país, que nunca fue invadido por nadie, tiene la vieja costumbre de invadir a los demás. Ser como ellos.

– Vale la pena repetirlo una vez más, para que los sordos escuchen: Haití fue el país fundador de la independencia de América y el primero que derrotó a la esclavitud en el mundo. Merece mucho más que la notoriedad nacida de sus desgracias. Artículo en Público, 2011.

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Las venas abiertas de América Latina.

– La ficción de la legalidad amparaba al indio; la explotación de la realidad lo desangraba. Las venas abiertas de América Latina.

– Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

Este artículo ha sido publicado en: www.publico.es