Archivo de la categoría: Publicaciones

Recensiones, críticas y análisis de publicaciones filosóficas o de interés filosófico.

Paisajes de filosofía y poesía

Coincidiendo con el cincuenta aniversario de su primera publicación y después de soportar años de difícil acceso por estar agotado, el ensayo ‘Un lugar de la palabra: Segovia’ de María Zambrano vuelve a ver la luz en un libro de paisajes de filosofía y poesía que promete ser emblemático para la ciudad castellana donde la autora vivió años decisivos de su infancia y adolescencia.
El sello segoviano Ediciones Derviche ha reunido en un solo libro los tres ensayos en los que María Zambrano habla de Segovia: ‘Ciudad ausente’ (Revista Manantial, nº IV. Segovia, 1928), ‘San Juan de la Cruz, de la ‘Noche obscura’ a la más clara mística’ (Revista Sur, nº 63. Buenos Aires, diciembre de 1939), y ‘Un lugar de la palabra: Segovia’ (incluida en España, sueño y verdad. Ed. Edhasa. Barcelona, 1965). Este último ensayo da título al libro que lleva el prólogo del doctor en Filología Hispánica, Jesús Pastor Martín, y está ilustrado con fotografías de Mario Antón Lobo que buscan transformar en imágenes el espíritu presente en los textos de la pensadora nacida en Vélez (Málaga).
En la introducción, Jesús Pastor recuerda ciudades que tienen un libro de referencia, —obras que atrapan la esencia de los rincones, la historia, la gente; referencias literarias que la ciudad incorpora a su patrimonio—, para con esta argumentación mostrar la relevancia de ‘Un lugar de la palabra: Segovia’. Así cita el Dublín de Joyce en Ulises, el París de Víctor Hugo, el Londres de Dickens, la Sevilla del francés Merimée en ‘Carmen’, la Granada del estadounidense W. Irving en ‘Los cuentos de la Alhambra’, la presencia permanente de Oviedo en ‘La Regenta’ de Clarín, y como Benito Pérez Galdós, por encima de héroes concretos, hace de Madrid el auténtico protagonista en ‘Fortunata y Jacinta’. Pero el profesor de Literatura precisa que a diferencia de los casos anteriores, con el ensayo ‘Un lugar de la palabra: Segovia’ no estamos ante una ficción y su marco, sino ante un borbotón de pensamientos a medio camino entre filosofía y poesía. “Frase por frase, el alma de la ciudad se mezcla con el alma humana y se convierte en referencia del pensamiento literario. Una de las grandes figuras de la filosofía traslada a la palabra su visión personal de Segovia. Pocas ciudades del mundo han contado con este privilegio”, manifiesta Jesús Pastor.
La editorial Derviche, creada e impulsada por la iniciativa de los propietarios de la librería Entre Libros, ha cruzado el cincuentenario ‘España, sueño y verdad’ con el treinta aniversario de la proclamación de Segovia como ciudad patrimonio de la Humanidad para que el nuevo libro sea “un humilde y justo homenaje a la figura de María Zambrano y a la huella que dejó en Segovia”, señalan fuentes de la editorial.
El libro ‘Un lugar de la palabra: Segovia. Tres ensayos poéticos’ será presentado el martes día 2 de junio en el instituto ‘Mariano Quintanilla’, donde estudió María Zambrano. Intervendrán el vicerrector de la Universidad de Valladolid (UVa), Juan José Garcillán García, la profesora, escritora y concejala electa Marifé Santiago Bolaños, el profesor y especialista en la persona de María Zambrano, Rodrigo García Martín, el prologista y doctor en filología Hispánica, Jesús Pastor Martín y el fotógrafo y profesor de música, Mario Antón Lobo.

Este artículo ha sido publicado por El Adelantado de Segovia en: www.eladelantado.com

«Apología de lo cotidiano»

La publicación de un trabajo de filosofía de creación, no de una glosa de historia de la filosofía, ni un manual de divulgación o un estudio académico de interpretación sobre una corriente, escuela o autor, es algo tan poco frecuente en catalán y castellano que ya adquiere los visos de noticiable. Y si la obra en cuestión se transforma en un éxito que ya va por la segunda edición, agotada su primera tirada de 4.500 ejemplares (éxito relativo, por supuesto, pero innegable teniendo en cuenta que los lectores naturales de filosofía quizá sean aún más escasos que los de poesía), entonces estamos frente a todo un verdadero fenómeno.

Ese fenómeno se llama La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad (Quaderns Crema y Acantilado en catalán y castellano respectivamente) del profesor de la Universitat de Barcelona Josep Maria Esquirol, autor de El respeto o la mirada atenta (2006) y El respirar de los días (2009), entre otros títulos. Una obra que se aparta tanto obviamente de la popular autoayuda«porque uno de sus objetivos es denunciar los discursos banales sobre la felicidad y la superación», explica Esquirol, como del sesudo e indigesto estudio académico. «Después de 30 años en las aulas, utilizar la jerga filosófica era lo más fácil, pero de lo que se trataba era de expresar una idea de fondo con el lenguaje comprensible de la experiencia», dice el filósofo acerca de la asequibilidad de la obra, quizá la gran clave de su éxito en librerías.

Lo cierto es que las ideas de Esquirol son ya de por sí seductoras porque apuntan a la recuperación o más bien a la interrogación de lo propio de la condición humana en el frío, monocorde y cada vez más nihilista mundo tecnificado que nos rodea. Y su tesis de partida completa o corrige las premisas existencialistas. «En la filosofía contemporánea, en buena parte deudora de Heidegger y Sartre, se impone la concepción de la existencia como decisión y proyecto, a través de un movimiento de expansión. Me parece una idea muy rica, pero parcial. Y en cambio muy cercano a la experiencia de la vida es el movimiento de recogimiento y amparo. Para poder proyectarse al exterior, primero hay que estar en el espacio protegido de proximidad de la casa», explica Esquirol.

Del mismo modo que se vio obligado a desarticular «el par conceptual de vida cotidiana y existencia inauténtica», tan común entre ciertas apropiaciones divulgativas, «para recuperar la hondísima riqueza de la experiencia cotidiana que nos pasa desapercibida», dice el pensador que hace sin ambages «una apología de la cotidianidad». Para Esquirol «la condición de resistente responde a nuestra manera de ser, de estar en el mundo, que quizá necesite ser intensificada en nuestro contexto existencial de disgregación y erosión del sentido, para pensar la resistencia tanto en términos políticos y temporales como también ontológicos», señala.

La resistencia de la que habla Esquirol es la de lo humano, frente a la muerte o derrumbe del humanismo moderno que postula Sloterdijk. «Resistencia a la disgregación que no es tanto una crítica a la tecnificación del mundo, como una denuncia de la demanda de actualidad, que nos pierde y confunde. Resistir es ser uno mismo», aclara. Y el segundo factor de disgregación que «lleva a la pérdida del hombre y de lo humano», advierte, «es la banalización del lenguaje, incluso en su registro científico y técnico, pero vacío y desconectado del sentido profundo de nuestra experiencia de la vida».

Su concepción del lenguaje es en parte deudora de Habermas, que lo define como emancipación. «Cuando me dirijo a alguien, lo quiero como interlocutor, no como esclavo, dice Habermas. Yo intento una variación sobre esa idea muy rica sobre la intención del lenguaje como amparo, en un diálogo con Lévinas, a quien considero un compañero de viaje. El lenguaje revela, en fórmulas tan sencillas como el saludo, el cuidado y la solicitud para con el otro, para con el prójimo», explica. Quizá en este último sustantivo se encuentra la llave de su filosofía de la resistencia íntima, porque la «intimidad» por la que aboga «es sinónimo de proximidad, de la cercanía afectiva, que no tiene que ver con la distancia física, sino con el espacio experiencial del afecto, con la idea de prójimo y el rostro del otro», concluye.

Este artículo ha sido publicado por Matías Néspolo en: www.elmundo.es

Ojo con él

Reseña de «Campo de retamas» escrita por José Luis Pardo

Los pecios de Rafael Sánchez Ferlosio, reunidos en su libro ‘Campo de retamas’, no son los residuos superficiales de su prosa, sino que brillan por sí solos

Decía Nietzsche que los aforismos deben ser cumbres, de tal manera que la lectura de un libro de sentencias habría de causar en el espíritu la impresión de ir saltando de pico en pico, prescindiendo del trabajo afanoso y arriesgado de la subida y del interminable y tedioso proceso de descenso, de tal modo que quien lee se vea siempre sorprendido por la fórmula, no sabiendo nunca “cómo ha llegado allí” ni tampoco cómo podrá coronar la cumbre siguiente sin despeinarse, con el mismo gesto elegante y despreocupado con el que David Niven y Cantinflas, en la versión cinematográfica de La vuelta al mundo en ochenta días, utilizan al pasar junto a ellas la providencial nieve de las montañas para enfriar una botella de champán que, cómo no, llevaba preparada en la despensa del globo. En este sentido, puede que los aforismos de Nietzsche pertenezcan a la misma estirpe que los de La Rochefoucauld e incluso que los de Lichtenberg, pero está claro que su linaje no es el mismo que el de los pecios de Rafael Sánchez Ferlosio, espléndidamente reunidos en su último libro, Campo de retamas.

El hecho de que un pecio sea, técnicamente, el resto de un naufragio, nos indica solamente que no es una “sentencia”, término que —para empezar, en su acepción judicial— sugiere la confección de un veredicto resolutorio e inapelable, aunque nos hurte toda la larga y compleja instrucción del sumario que ha llevado a esa conclusión. Una sentencia es siempre un éxito, la salida terminante y acabada de un proceso (pues un proceso judicial interminable, sin declaración de culpabilidad o de inocencia y sin reparto de responsabilidades, como los que a menudo parecen tener lugar en nuestros tribunales, va siempre acompañado, para nosotros, de una resonancia angustiosa y kaf­kiana de fracaso, de expectativas insatisfechas). Los pecios de Sánchez Ferlosio tienen más bien el aire de un comienzo, de un incipit, de una incoación de final incierto que, ciertamente, arroja una luz sobre el asunto que trata, pero no es la del relámpago o el fogonazo de una iluminación deslumbrante y definitiva que localiza en la oscuridad el blanco posible de un disparo, sino más bien la de “una bombilla temblorosa e impávida, desafiando la ominosa noche, en la ciudad bajo los bombarderos”, como dice uno de ellos. Y, si algún parentesco se les hubiera de buscar, sería más bien con escritos del tipo de las Voces de Antonio Porchia (“La verdad tiene muy pocos amigos, y los muy pocos amigos que tiene son suicidas”) o de los Pensamientos despeinados de Stanislaw Jerzy Lec (“Es difícil andar con la cabeza alta sin darse aires”).

Se ha dicho a veces que los pecios de Sánchez Ferlosio son como “la otra cara” de su escritura, la vertiente paratáctica, breve, directa e inmediata de una prosa habitualmente cargada de subordinaciones, intrincados vericuetos y prolijos apéndices que dibujan un mapa de pensamiento lleno de laberintos. Pero es posible que esta contraposición sea en sí misma artificial, como la que su autor denuncia a menudo en el presuntuoso contraste entre lo profundo y lo superficial. Quiero decir que estos pecios no son los residuos “superficiales” de una prosa que, en otras manifestaciones, enunciaría un pensamiento más “profundo”, no son maneras comprimidas de expresar lo que en otros textos se dice con mayor escrupulosidad. Es más, ni siquiera creo que pueda decirse que son construcciones sintácticas “directas”. Si en algún sentido son “restos” de algo, podría sostenerse que son más bien frases subordinadas sueltas y perdidas de su contexto, al que han dejado de necesitar para brillar por sí solas como esa bombilla temblorosa recién citada, frases accesorias emancipadas de su conexión con la principal como retamas que, en lugar de ofrecerse como simple combustible para hornos que cocinan discursos de relleno o masticables para lectores iracundos, se convierten en extrañas flores de racimo, formaciones de malas hierbas que adquieren una inesperada belleza, “flores del mal” de un conocimiento impensado. Y en ese punto muestran un elemento fundamental del “método” de esta escritura, a saber, que en ella lo subordinado se insubordina contra lo presuntamente principal y adquiere un protagonismo inhabitual, que los desvíos aparentemente secundarios son en ella lo más importante, y el “argumento” general solamente un pretexto, como cuando su autor “comenta” textos periodísticos, coplas populares o fórmulas ideológico-propagandísticas. Y si lo de “método” hay que ponerlo entre comillas es porque esta transformación no ocurre nunca de modo deliberado, sino que acontece justamente como un naufragio que arruina el equilibrio argumental o al menos lo torpedea, como el resultado imprevisible pero irremediable que impide al jardinero podar del todo las excrecencias improductivas que invaden los cultivos, porque a menudo encuentra algo más y algo diferente de lo que creía estar buscando. La escritura de Sánchez Ferlosio nunca es “profunda” en el sentido de “oscura” o de “solemne”; puede ser difícil, pero nunca abandona la claridad.

También por ello es corriente, tanto a propósito de los pecios como de los ensayos, subrayar la “originalidad” de Sánchez Ferlosio, extremo este que con razón suele indignarle. Porque su obra está tan vinculada a la trama viva de nuestra tradición cultural que exhibe siempre la inconfundible condición de lo impersonalmente originario, sin tener que depender para nada de la “originalidad” literaria característica del estilo personal, invariablemente obsesionada por la novedad y la distinción. Pero es completamente injusto hacer de Ferlosio un escritor “raro”, “heterodoxo” o (aún peor) “maldito”. Alguien dijo una vez que todas las grandes obras están escritas en una suerte de “lengua extranjera”, y no hay mayor elogio para un escritor que decir de él que ha sido capaz de mostrarnos nuestra lengua como si fuera otra, de hacernos sentir extraños a lo que decimos de tan inadvertido como nos pasa; pero en este caso no hay dudas de que esa lengua extranjera es el castellano llano, cuyo cuidado no consiste en salvaguardas académicas, sino en el ejercicio sistemático y continuado de la lengua para decir a alguien algo acerca de algo. Y, en este punto, Sánchez Ferlosio sigue siendo un ejemplo cabal de lo que significa ser un escritor. Que eso se haya convertido en una “rareza” debería, como decía cierto usuario de las tarjetas black pillado in fraganti, hacernos reflexionar.

José Luis Pardo

Este artículo fue originalmente publicado el 15 de mayo de 2015 en el suplemento Babelia de El País

Razones para leer FILOSOFÍA

Si el ámbito del pensamiento nunca ha estado exento de paradojas, éstas parecen hacerse más agudas e imprevisibles en el presente siglo. Mientras la filosofía queda relegada al ostracismo en los planes de estudio de Secundaria y Bachillerato para mayor gloria de los tecnócratas que idearon la Lomce, los espacios de debate pierden presencia e influencia en los medios de comunicación y la vida pública (o pretenden hacerse pasar por filosóficos cuando en realidad son otra cosa) y las críticas que emanan del modelo socialdemócrata rara vez trascienden el contexto partidista, la materia vive un auténtico esplendor editorial, de difícil parangón en la España del último siglo. A las reediciones de clásicos, sometidos a un trabajo crítico e interpretativo cada vez más exigente, y en formatos altamente competitivos en cuanto a atractivo y legibilidad (lejos quedan los viejos mamotretos académicos a prueba de criterios estéticos), se unen los lanzamientos de filósofos contemporáneos con una ambición en cuanto a número de lectores que hace tiempo dejó de ser discreta, por no hablar de las muchas colecciones para neófitos, textos divulgativos y hasta adaptaciones de títulos emblemáticos en formato cómic. Si en las últimas décadas se dieron precedentes rayanos en fenómenos como la autoayuda (basta citar Más Platón y menos Prozac, de Lou Marinoff, todo un best-seller que sirve más bien como manual de asesoramiento filosófico, una disciplina de larga tradición en países como Francia y EEUU que en España se encuentra aún en pañales), el lector parece haberse puesto ahora del lado de la filosofía de manera más directa, dispuesto a acudir a las fuentes de primera mano o, al menos, con intermediarios de mayor confianza. Podrían ponerse sobre la mesa varios argumentos para discernir esta paradoja, pero existe una idea esencial: en tiempos de inestabilidad y cambio, cuando no está muy claro qué espera a las sociedades a la vuelta de la esquina, y con estructuras muy sensibles modificadas para garantizar la continuidad del sistema socieconómico en términos a su vez permanentemente descalificados, la figura del lector se confunde con la del ciudadano y quien acude a un libro lo hace buscando respuestas. Del mismo modo, ensayos de otras disciplinas próximas como la economía (el ejemplo de Thomas Piketty es proverbial) ocupan actualmente en las librerías estantes que hace sólo unos años quedaban reservados a los ases de la novela. Ocurre, sin embargo, y como es bien sabido, que la filosofía no da respuestas, sino que hace preguntas. El procedimiento, sin embargo, viene funcionando desde hace algunos miles de años y, aunque con altibajos, el balance puede darse por satisfactorio: es en la formulación de preguntas donde el lector/ ciudadano encuentra el propio combustible intelectual para sostenerse en un ambiente cada vez más adverso. De cualquier forma, que sean cada vez más los lectores que demandan filosofía, y que las editoriales respondan en consecuencia, demuestra que una política educativa empeñada en restringir el pensamiento está condenada al fracaso. Y si es cierto que Peter Sloterdijk nunca saldrá tan rentable como Stephen King, también lo es que el best-seller ha sufrido en los últimos años su propia involución capitalista: las ventas millonarias quedan distribuidas cada vez en menos títulos, y ya no resulta demasiado extraño que los filósofos de la caverna puedan hablar de tú a novelistas mucho más promocionados en lo que a hacer caja se refiere. Todo esto viene a cuenta, al cabo, a que hoy se celebra la última jornada de la Feria del Libro de Málaga. Y, dado que la múltiple oferta editorial responde a la urgente necesidad de lectura filosófica, no está de más apuntar ciertas recomendaciones.

Para empezar, por una cuestión de cercanía, magisterio, oportunidad e influencia, conviene subrayar el reciente lanzamiento a cargo de Galaxia Gutenberg del nuevo tomo de las Obras completas de María Zambrano, el que corresponde a la primera entrega, con una detallada y completa revisión editorial de Jesús Moreno. Destaca en su índice el primer libro que publicó la pensadora veleña, Horizontes del liberalismo (1930), en el que Zambrano lanzaba un órdago respecto a cuestiones más que candentes en este 2015: la posición del individuo entre las ideologías económicas, la desconfianza hacia los credos revolucionarios («Una política de esencia revolucionaria no significa necesariamente una revolución») y el lamento por el devenir de una doctrina liberal que, en virtud de la interpretación más voraz del capitalismo, se aferró al individualismo más extremo hasta borrar todo rasgo de fe en el nosotros. Contiene el volumen asimismo otros tres títulos fundamentales: Los intelectuales en el drama de España (1937),Pensamiento y poesía en la vida española (1939) y Filosofía y poesía (1939), en el que Zambrano define y estructura su propio sistema filosófico: la razón poética, un procedimiento con el que la pensadora plantea una seria superación de Ortega en su determinación integral y que ejerció una enorme influencia durante el siglo XX. En estos libros, primerizos pero de una autoridad ya más que solvente, armados a la sombra de la Guerra Civil y el exilio que habría de sobrevenir poco después, María Zambrano pregona su advertencia esencial: la consagración del racionalismo como marco único para el pensamiento y la praxis sólo puede conducir al desastre. El estallido de la Segunda Guerra Mundial en el mismo 1939 y los horrores que Europa contó hasta su fin le dieron la razón con demasiada celeridad.

Una de las editoriales que en los últimos años ha mostrado mayor interés en alimentar su catálogo filosófico es Errata Naturae, tanto con títulos recientes como con cuidadas reediciones y traducciones de clásicos muy diversos (su atención a Henry David Thoreau ha sido especialmente celebrada). De entre sus últimos lanzamientos merece ser destacado La inmensa soledad del francés Frédéric Pajak (1955), un autor que combina sin tapujos la filosofía, la novela y el cómic y que en este libro sienta en la misma mesa a Friedrich Nietzsche y Cesare Pavese (con Turín como mar de fondo) para bordar una aproximación libre y poética a sus vidas, sus ideas, sus épocas, sus confluencias y sus desencuentros. El mismo sello rescató recientemente el Manual para la vida feliz del griego Epicteto, referencia clave de la escuela estoica, en un volumen completado con un ensayo de Pierre Hardot . El libro merece una lectura completada con una anterior propuesta de Errata Naturae, publicada hace dos años, a la que merece la pena volver por su carácter fundacional: Filosofía para la felicidad, de Epicuro, con la hermosa traducción de Carlos García Gual y Javier Palacios Tauste. Claro, que si de clásicos se trata, Alianza nunca falla con su colección de filosofía en su apartado de libros de bolsillo: este mismo mes han vuelto a las librerías losPensamientos de Pascal con la traducción de Xavier Zubiri, y muy poco antes lo hicieron In vino veritas de Kierkegaard, Los judíos de Jesús Mosterín, la Política de Aristóteles, Investigación sobre el conocimiento humano de David Hume y el Tratado teológico-político de Spinoza, sólo por citar unos cuantos. Las bases de la civilización occidental siguen por lo tanto accesibles y a buen precio.

De vuelta a la filosofía contemporánea, una de las últimas entregas que mayor impacto ha cosechado en España en los últimos años es la Tetralogía de la ejemplaridad de Javier Gomá (1965), puesta en circulación por la editorial Taurus con cuatro obras del pensador bilbaíno, de lectura independiente pero con evidentes conexiones: Imitación y experiencia, Aquiles en el gineceo, Ejemplaridad pública y Necesario pero imposible. La recuperación y agrupación de los mismos responde a la cada vez más vehemente exigencia social de ejemplaridad por parte de los representantes públicos (una exigencia que permite a Gomá argumentar que, si bien la ejemplaridad puede sufrir una crisis en el presente en cuanto a la praxis, su ideal se mantiene bien álgido) en un contexto marcado a fuego por la corrupción. En el último catálogo de la editorial Sexto Piso destaca El alma de las marionetas, del filósofo británico John Gray (1948), una aproximación a la libertad del ser humano a través de la obra literaria de Stanislaw Lem, Jorge Luis Borges y otros escritores. Altamente recomendable es la lectura de Mis chistes, mi filosofía, un volumen del esloveno Slavoj Zizek (1949) publicado por Anagrama el pasado marzo que propone una lectura irónica e irreverente, aunque no por ello menos comprometida, de algunas de las causas del dolor de cabeza de nuestro tiempo, a cargo del considerado «filósofo más peligroso de Occidente». Una opción siempre recurrente es la del gran apóstol del ateísmo, el francés Michel Onfray (1959), del que circula en las librerías un abundante catálogo con perlas recientes como su Antimanual de filosofía (Edaf, 2013) y Nietzsche, el cómic hagiográfico facturado junto a Maximilien Le Roy y publicado en España por la ya citada editorial Sexto Piso en 2012. Si surge el ánimo de equilibrar, se puede acudir a los Escritos libertarios de Albert Camus que divulgó en España Tusquets el año pasado. Aunque para los lectores de filosofía siempre quedará Fernando Savater (1947): su última obra al respecto, ¡No te prives! Defensa de la ciudadanía, publicada por Ariel también el año pasado, resulta más que pertinente.

Entre todas estas orillas abundan las colecciones divulgativas, como Filosofía para profanos, la deliciosa serie de libritos que firman a cuatro manos la pensadora Maite Larrauri y el dibujante Max y que publica Tàndem. Por no hablar de las adaptaciones al manga de títulos como Así habló Zaratustra y El capital que publica Herder. Hay para todos. Mejor darse el gusto.

Este artículo ha sido publicado por Pablo Bujalance en: www.malagahoy.es

«Walter Benjamin regresa a la urbe»

Hace año y medio, en enero de 2014, di cuenta de la aparición del primer volumen de la Obra de los pasajes, nombre que toma en la edición de Abada el célebre Das Passagen-Werk,magno trabajo inacabado de Walter Benjamin. Allí anunciaba la publicación del segundo volumen en unos meses. Han sido bastantes más de los que suponía, pero por fin aquí está el cierre de la obra. Nadie que comprara el primero puede quedarse sin el segundo y aquellos que prefirieron esperar a que la obra estuviera completa, ya pueden ir a la librería con una maleta. Los dos volúmenes suman 1.662 páginas. Una edición colosal en inmejorable traducción de Juan Barja.

Ustedes se preguntarán si es éste el momento idóneo para entrar en una obra semejante, inmensa cantera donde se acumulan los materiales y las herramientas anhelantes del obrero que es cada lector y de quien se espera trabajo, reflexión, imaginación y esfuerzo. Sí, así lo creo. No se me ocurre mejor momento que éste, cuando todo aquello de lo que habla Benjamin está balanceándose en el filo del precipicio.

El primer volumen comenzaba con esa pieza seminal que ha dado lugar a un replanteamiento general del juicio sobre las grandes ciudades industriales, las diversas metrópolis cuyo modelo inicial fue París. En aquel París, capital del siglo XIX, había mayor número de ideas en aluvión y sin apenas desbroce que en toda la obra de los urbanistas hasta ese día. A esas escasas páginas le han nacido las doce tribus del pensamiento sobre la ciudad contemporánea. Lo asombroso es que el breve artículo era sólo el anuncio de un trabajo extenso e intenso sobre los orígenes del capitalismo para el que Benjamin acumuló tal cantidad de materiales que su pura presencia impidió la realización del proyecto. Parece un cuento de misterio: cuando Benjamin ya lo supo todo sobre la fantasmagoría capitalista del XIX, se desentendió del asunto principal.

Walter Benjamin. /EFFIGIE/LEEMAGE (LEEMAGE)

Como el condenado a muerte de Borges, el cual, tras observar con suma atención la piel del jaguar que va a devorarlo vivo, descubre la escritura secreta del universo, lo que le permite leer el firmamento estrellado y averiguar el plan universal de los dioses de manera que ya la muerte no le importa, así también Benjamin, tras acumular en las que llamó Notas y materialesmiles de citas, comentarios, fragmentos, ideas y esquemas, dejó de ocuparse en aquel asunto vagamente marxista sobre el capitalismo y pasó a consideraciones de mayor calado sobre la existencia de los humanos y su historia. Los alemanes le facilitaron la salida. Dado que iban a matarle y estaba condenado a muerte, prefirió suicidarse en Portbou.

En el segundo volumen prosigue la edición de las Notas y materiales. Son otras 800 páginas sobre los asuntos esenciales de su investigación. Hay capítulos sobre el desarrollo técnico, que iba a ser la nueva religión de las metrópolis hasta el día de hoy. Las vías férreas, la litografía, la fotografía o la escuela politécnica emergen como embriones del futuro (y actual) desarrollo del Titán. Fourier, Saint-Simon, Marx son los barbudos abuelos veterotestamentarios. Victor Hugo, Daumier, el Jugendstil, los momentos de iluminación del capitalismo de las catacumbas. Y así sucesivamente.

Como en el anterior, ocupa un lugar privilegiado el ocioso paseante que es el nuevo actor de la representación urbana, el flâneur que escruta, observa, vigila, advierte, las peculiaridades de esa sociedad apiñada en espacios exiguos. Este es el padre del investigador moderno, sociólogo, etnólogo, antropólogo, novelista, detective privado o asesino en serie, pues todo irá naciendo del primer flâneur,desde el criminal que aprovecha el anonimato metropolitano para degollar prostitutas, hasta el poeta que se sumerge en las ondas embriagadoras de la multitud, como escribió Baudelaire.

Justamente, para júbilo de los benjaminianos, merece la pena informar de que se acaba de editar el libro del amigo de Benjamin que inspiró la figura del flâneur, Franz Hessel, cuyos Paseos por Berlín(errata naturae) escritos en 1929 son el modelo de lo que el filósofo explicará largamente en los Pasajes.Y también es un maravilloso viaje por la metrópolis de hace casi cien años que nos permite descubrir, no ya los cambios, sino las metamorfosis de la vida berlinesa.

Desde que la obra de Benjamin comenzó a divulgarse con una cierta seriedad, tan tarde como en los años sesenta del siglo pasado, su figura ha ido creciendo hasta hacerse inevitable. En la actualidad estudian a Benjamin en los centros de negocios, en los departamentos de Arquitectura, de Ingeniería, de Teología, de Sociología, de Economía, de Bellas Artes, en fin, en todos los departamentos menos en los de Filosofía. Exagero, también en los de Filosofía, aunque algo más tarde. El retraso se debió al marxismo de Benjamin, que viene a ser como el cubismo de Morandi, o sea, nulo, lo que irritaba a los profesores progresistas, que son legión. En la actualidad, Benjamin ha permeado ya hasta las redacciones de las revistas de peluquería. Es algo preocupante.

Justamente por su enorme popularidad, apenas hay obra contra Benjamin o crítica con sus posiciones. Sólo de vez en cuando alguien se atreve a poner en duda algunos de sus juicios. En un reciente trabajo de Joan DeJean(How Paris became Paris), por ejemplo, se corrige que el plan de Haussmann para la remodelación de la urbe respondiera a las ideas tan avanzadas y racionales que supone Benjamin. Sorprendentemente para el criterio actual, DeJean afirma que quizás se trataba de completar la reforma de Luis XIV, las grandes avenidas y bulevares construidos bajo su reino en las viejas defensas devenidas, obsoletas por el avance de la artillería. Paradoja: habría sido una continuación tradicionalista del diseño monárquico y no una invención revolucionaria. Una golondrina no hace verano. Estamos aún a la espera de una visión en verdad crítica de esta obra inmensa, caótica, imaginativa, onírica, que tanto se parece a nuestra propia época. Quizás por eso la amamos tanto.

La edición se completa con una extensa sección en la que el editor explica la composición de Pasajes mediante cientos de cartas de Benjamin a Adorno, a Scholem, a Horkheimer, a Hanna Arendt, con decenas de respuestas. Es una antología epistolar del filósofo, imprescindible para cualquier aficionado. Admirable e imprescindible edición.

Este artículo ha sido publicado por Félix de Azúa en: www.elpais.com

El Murphy Palmero: «Corrómpeme para estar a la altura de mi país»

Olímpicamente inoportuno. Ramón Araújo, cómico humanista, satírico, irónico y sarcástico, tiene ingenio en cantidades industriales. “Corrómpeme, para estar a la altura de mi país”, es uno de los aforismos que recoge en su último libro ‘El Murphy Palmero. Una aproximación insignificante al pesimismo preventivo y creativo’, que llegará a las librerías en las próximas semanas, y en el que analiza “cuestiones generales de carácter humanista”. “Los humoristas tendemos a ser humanistas porque nos preocupa el estado del hombre, desnudamos la apariencia de las cosas, combatimos lo políticamente correcto, la hipocresía, la vanidad y el abuso de poder que nos acompaña desde el principio de la humanidad”, ha explicado en una conversación desternillante con LA PALMA AHORA. Esta obra es de broma pero va en serio. “Muchos políticos piensan que autocrítica es un rent a car”, reza otra de las máximas del Murphy Palmero.

Araújo ha estado un año y medio, más o menos, estrujándose las meninges para discurrir una serie de reflexiones que, hay que reconocerlo, son de antología. “Cuando me levantaba por la mañana y se me ocurrían frases – a veces era un torbellino de ideas- me iba corriendo al ordenador para escribirlas”, dice. “Este libro surgió del pensamiento crítico que encierra siempre el no, como una cuestión básica, una especie de pesimismo intelectual, pero en el fondo lleva un optimismo del corazón y un pesimismo de la razón, de la observación del mundo, que enfada un poco”.  Reconoce que el libro de ‘La Ley de Murphy’ ha marcado su vida. “Es una de mis obras favoritas, magnífica, extraordinaria, de lo más inteligente que he leído nunca”, asegura. “Como cómico, me atrevería a decir que no he leído nada más agudo, más satírico”, insiste.

A estas alturas de su vida, Ramón Araújo, docente jubilado, necesitaba definir “un montón de cosas importantes, conceptos políticos que yo mismo tenía que aclarar a la edad que tengo, una visión del mundo nítida, cosas como el pensamiento crítico, una filosofía general de la vida, pero siempre con carácter humorístico y satírico, irónico y sarcástico”, subraya.  Y ha llegado a sus propias conclusiones. “¿Mi ideología? A la izquierda de los egoístas y a la derecha de los gandules”.

En el ‘El Murphy Palmero. Una aproximación insignificante al pesimismo preventivo y creativo’ el lector puede encontrar de todo, de lo divino y lo humano. “El problema no es que tropecemos dos veces en la misma piedra. El problema es que nadie quita la jodida piedra”,  según una de sus justificaciones prácticas del pesimismo existencial.

La obra está ilustrada por Joel Pérez, “un dibujante y humorista crítico y satírico, con una vena a la que me siento muy cercana”, afirma. La edición corre a cargo de Ediciones Alternativas. “Siempre he tenido el apoyo de Miguel Calero, que es un mecenas, lleva muchos años editando libros contra viento y marea”, resalta.

A modo de prólogo, Aráujo escribe: “El pesimismo creativo y preventivo se basa en una idea muy simple: para lo bueno siempre estoy preparado, para lo malo debo prepararme, así no me sorprenderá y sabré qué hacer”. Más adelante, reflexiona: “Tal vez la crisis, ese caballo de Troya tan feo y negativo, oculte en sus tripas un modo de vida más humano y creativo, la energía del abismo”. En su ‘Definición Minimalista Garafiana del Principio de Entropía’ concluye que “todo termina yéndose al carajo”. En fin, un libro recomendable, y hasta imprescindible,  para transitar por este mundo.

Este artículo ha sido publicado por Esther R. Medina en: www.eldiario.es

(Imagen tomada del mismo diario digital)

Publicado el libro «La lengua de las matemáticas y otros relatos exactos»

Publicado el libro «La lengua de las matemáticas y otros relatos exactos», de Fernando Álvarez, Óscar Martín y Cristóbal Pareja.

Fernando Álvarez, Óscar Martín y Cristóbal Pareja son tres profesores de la Universidad Complutense, dos de ellos matemáticos y un doctor en informática, que publican este pequeño libro de divulgación con la editorial Catarata

Son doce relatos que recogen historias antiguas sobre las matemáticas 

Publicamos la introducción y el primer capítulo para nuestros lectores (1)

El lector conoce, sin duda, que en el Egipto faraónico de los ptolomeos, Eratóstenes halló la longitud de la circunferencia de la Tierra, asomándose a un pozo que reflejaba los rayos del Sol. Pero quizá le sorprenda saber que, de todo el antiguo mundo occidental, solo allí podía hacerse ese descubrimiento.

Otra historia mil veces repetida cuenta que Tales de Mileto, con la sola ayuda de un palo, pudo determinar la altura de la Gran Pirámide, pero un poco de astronomía plantea hoy serias dudas sobre la versión popular. En esta obra se recogen muchas historias antiguas, porque es probable que la invención de las matemáticas –pues invención fue– viniese impulsada en su origen por el deseo de medir el mundo.

No en vano Aristarco, utilizando sus eclipses como una regla graduada, fue capaz de decir a sus coetáneos cuán lejos estaba el Sol y cuán cerca la Luna. Así, de la mano de personajes como Tales de Mileto, Eratóstenes, Al-Juarismi, Arquímedes, Bach y Beethoven, este libro nos pasea por estos y otros relatos – relatos exactos , al decir de los autores– para desvelarnos la belleza de las matemáticas.

(1) Esta noticia apareció originalmente en Diario Turing, la sección de cultura científica de Eldiario.es. Para acceder a la lectura de la introducción y primer capítulo del libro, pincha aquí.

Publicación: El materialismo dialéctico: sistema e historia

Venancio Andreu Baldó es profesor de secundaria y doctor en filosofía por la Universidad de Murcia. El verano pasado participó en el I Congreso de la REF, con una comunicación titulada «El mundo en que vivimos: una teoría de teorías sobre la globalización».

Venancio ha puesto a nuestra disposición un libro que he escrito recientemente sobre materialismo dialéctico. Su título es: «Materialismo dialéctico: sistema e historia. La actualidad del marxismo revolucionario». Está publicado por Nexosofía, La Torre del Virrey, dirigida por Antonio Lastra,  el 6 de marzo de 2015, y se encuentra en la Red.

El libro está centrado en las cuatros grandes interacciones dialécticas, a su juicio, de la realidad, y de la teoría marxista: lo abstracto y lo concreto, el todo y las partes, el objeto y el sujeto, y la teoría y praxis.

Es un libro extenso, que pretende abarcar, en la concepción marxista revolucionaria de la realidad, la realidad en sus múltiples momentos, y sus referencias son, amén de los clásicos Marx y Engels, autores marxistas occidentales clave del XX, sobre todo Gramsci, Lukács, Korsch, Sartre, entre otros, también Lenin y Trotski, y otros más recientes de tendencia trotskista, como los teóricos en torno a International Socialism: Ch. Hraman, T. Cliff, A. Callinicos, etc.

Puede encontrarse aquí:  www.latorredelvirrey.org/nxs/?p=109

Y si Sócrates dialogase con Wert…

En este enlace os dejamos hoy un interesante texto escrito por Juan Antonio Negrete en el que tres personajes -Sócrates, Wertíades (Wert) y Querofonte- discuten y dialogan sobre la política educativa. Un cruce entre las historias política, filosófica y humana. Una interesante propuesta que seguro os deja muy sorprendidos.

En Wertíades o del mérito nos encontramos con lo que sería una reflexión sobre los errores ya cometidos y la vuelta cíclica siempre a una ausencia clara de la razón y de tantos valores que hoy circunda nuestra vida.

http://es.scribd.com/doc/110683500/Wertiades-o-del-merito

Hermenéutica del sentido

Luis Garagalza, profesor de la Universidad del País Vasco, publica en Editorial Anthropos su libro “El sentido de la Hermenéutica”, cuyo subtítulo reza “La articulación simbólica del mundo”. En esta rica obra filosófica se estudia la Hermenéutica contemporánea, fundada por H.G. Gadamer, como una filosofía de la comprensión e interpretación del sentido, a través de su simbólica, es decir, del lenguaje simbólico.

En la primera parte, se descubre el lenguaje como el hilo conductor del pensamiento contemporáneo a partir del humanismo. En la segunda parte, se analiza el lenguaje en la tradición filosófica y cultural, especialmente en el romanticismo y el simbolismo. En la tercera parte, se proyecta la relación entre el sentido y el sinsentido, caracterizando a este último liminarmente como la negatividad y el mal.

Si en el Preámbulo del libro el autor plantea la Hermenéutica como una filosofía existencial abierta al sentido simbólico, en la Conclusión se replantea la Hermenéutica como una filosofía existencial abierta a un sentido que limita con el sinsentido. Finalmente se trata de afirmar el sentido, así como de asumir el sinsentido críticamente, hasta abrirlo a una trascendencia cultural y simbólica, en la línea de G. Durand y H. Corbin.

Pero el profesor Garagalza aporta a una tal Hermenéutica simbólica una impronta personal inconfundible, la cual consiste en proponer una versión radical del sentido en correlación conflictiva con el sinsentido, una visión dialéctica inspirada por E. Cassirer, pero corrigiendo su idealismo. En efecto, mientras que la Hermenéutica simbólica moderna funciona imaginalmente de arriba abajo, la Hermenéutica garagalziana funciona radicalmente de abajo arriba, desde la periferia del sentido y su frontera con el sinsentido.

El sentido de la Hermenéutica consiste precisamente en mantener abierta la pregunta por el sentido de la existencia. Pero al preguntar por el sentido de la existencia se alude ya al sinsentido: no habría pregunta por el sentido sin la sospecha o la impresión de un cierto sinsentido y absurdo. Sentido y sinsentido resultarían, pues, correlativos. Quizás podría decirse que la interpretación pretende precisamente dar sentido a lo que se ofrece de entrada como sinsentido, articularlo, asumirlo o integrarlo. Interpretar el sinsentido puede ofrecer ya una cierta apertura, un esbozo de sentido, el inicio de una búsqueda, aunque sea una búsqueda inacabable. La necesidad de búsqueda puede servir para comprender que la interpretación humana consiste en asumir, sobrellevar y aceptar el sinsentido efectivo, patente, literal, intentando abrirlo a un sentido interior, latente, afectivo, que si se presenta no lo hace de un modo directo, sino simbólico.

Lo que interesa en el libro que comentamos es la pregunta por el sentido humano, existencial, concreto, más que la razón pura, esencial y abstracta que ha imperado en nuestra filosofía metafísica y en nuestra cultura occidental. El sentido de la hermenéutica se inserta, pues, en la línea de la crítica de la metafísica, pues resulta ser un sentido implicado con el sinsentido, un sentido que no es inmutable, estático, sino que va aconteciendo, cuando acontece, a través de la apertura de la interpretación . Podríamos comparar la razón de la metafísica con la luz del sol que expulsa a la oscuridad como el héroe expulsa al dragón en las mitologías patriarcales, una luz presuntamente pura y sin sombras. El sentido de la hermenéutica se parecería a la luz más débil de la luna, que coexiste con la oscuridad, que la penetra sin eliminarla, posibilitando otro modo de visión en la que lo preponderante no es ya la mera visión sino la audiovisión mixta.

Se trataría entonces de tomar conciencia de que nuestras interpretaciones son interpretaciones, nuestros símbolos, símbolos, nuestras teorías y modelos teorías y modelos, para no confundirlas con la realidad misma dogmatizándolos. Esa toma de conciencia crítica y autocrítica no es una aniquilación total, aunque sí propicia una transgresión del sentido literal, ideológico o dogmático, para entenderlas ahora como propuestas humanas o antropológicas y liberar su sentido simbólico.

Por todo ello, y por su claridad expositiva de las grandes corrientes hermenéuticas de nuestra cultura, esta es una gran obra aportativa de filosofía hermenéutica. Su propuesta es una Hermenéutica radical de carácter emergentista, ya que se concibe el sentido emergiendo desde el sinsentido demergente. Esta radicalidad emergentista estaría en línea con el emergentismo, propiciado tanto por la física como por la biología contemporánea.
La Hermenéutica emergentista de Luis Garagalza se reclama del trasfondo socrático, cuando piensa el sentido radical como un eros daimónico: el cual es una potencia de sentido que emerge de la impotencia o sinsentido (la pena o penuria, el deseo radical). De este modo, el emergentismo tanto filosófico como científico obtendría un auténtico eco socrático-platónico: esta es una de las pistas más fructíferas procedentes de la riqueza de esta obra hermenéutica. La cual precisa de una lectura más concienzuda para aquilatar todas sus virtualidades.

Y es que en efecto, como dice nuestro autor, detrás de la Hermenéutica se agazapa una hermética, simbolizada por Hermes, “el dios que procede del inframundo mítico-vivencial pero accede al Olimpo (conciencia solar) sin desprenderse de su proveniencia: surge conjuntamente con el mito (en la vivencia, en el mundo de la vida), pero hace posible el despliegue del logos, la ciencia-conciencia y la crítica”. Diríamos entonces que Hermes es eros revertido en logos, lo sentido revertido en el sentido, consignificando así la “erotología” de la existencia humana.

(Bibliografía)
—Luis Garagalza, El sentido de la Hermenéutica. La articulación simbólica del mundo. Editorial Anthropos, Barcelona y México, 2014.

Artículo de Andrés Ortiz-Osés, publicado en www.blogs.periodistadigital.com