¿Para qué sirven las humanidades?

Como todos sabéis, hay en marcha un debate importante sobre la crisis de las Humanidades. Normalmente esos debatesson un poco tristes porque van del llanto a la añoranza y poco
más.

Sin embargo, el otro día en el Ateneu Barcelonès hicimos un Debate sobre el tema (patrocinado por la Universitat Autònoma de Barcelona) que realmente salió poco tópico.

En la mesa redonda aparecen Joan Carbonell, profesor de Filología Latina (UAB), Ricard Solé, físico e ICREA (UPF) y M. Àngels Cabré, escritora y directora Observatorio Cultural de Género de Catalunya.

El vídeo está en catalán, y aunque nos planteamos subtitularlo, debéis ser comprensivos con la tardanza en la elaboración de los subtítulos de un vídeo de casi dos horas.

Vídeo enviado por Ramón Alcoberro

https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=Eb1aZJz9m88

Con la filosofía a rastras

En un mes y medio terminarán segundo de Bachillerato y aseguran que no les va a dar tiempo a dar ni la mitad del temario, algo que les preocupa sobremanera de cara a la selectividad. Un grupo de alumnos del IES Cánovas del Castillo salió ayer a la puerta del centro con sus pancartas para denunciar una situación que les trae de cabeza desde el comienzo de curso. Según explicaron los estudiantes, tanto de diurno como de nocturno, la titular de la asignatura comenzó a faltar a causa de pruebas médicas y bajas de corta duración poco después de que comenzara el curso y estuvieron dos meses sin docente. Según afirmaron los alumnos, en diciembre llegó el profesor sustituto, que tuvo que marcharse de nuevo en enero por la vuelta de la titular de la plaza.

Esta docente interina volvió a causar baja y «luchamos para que volviera el mismo profesor, para poder tener un poco de continuidad», afirmaron los alumnos. Por suerte para ellos, el mismo sustituto volvió a hacerse cargo de la asignatura y lograron hacer un segundo trimestre con cierta normalidad. Pero el miércoles fue su último día, ya que la titular volvió al centro. «Ha vuelto y nos ha dicho que todavía hay tiempo de dar la materia y que no hemos perdido tantas clases, pero de las tres horas que tenemos la semana que viene ya nos han advertido que dos no las vamos a dar porque tiene citas médicas», aseguraban ayer Ana y Alba.

El programa de Filosofía para segundo de Bachillerato está compuesto por ocho autores, según relataban ayer. Sin embargo, por falta de tiempo y para adecuar la materia al examen de selectividad se hizo una selección de cuatro, Platón, Descartes, Nietzsche y Ortega y Gasset. «Teníamos que dar ocho, pero se vio que iba a ser imposible poder dar a estos autores y se redujo a lo mínimo para pasar el examen, y de ese mínimo no hemos dado ni la mitad», protestaban los alumnos en la puerta del centro.

Los estudiantes acudieron tanto al centro como al inspector de zona. Hasta le trasladaron el tema a la propia delegada de Educación, cuando realizó una visita al instituto. «Hemos intentado todo lo que estaba en nuestra mano», decían e indicaron que «hemos pensado que si sacábamos nuestro problema a la calle quizás podría haber una solución». No quieren un aprobado general. Lo que demandan es poder recibir los conocimientos planificados.

Noticia publicada el 17 de abril de 2015 por Cristina Fernández en: www.malagahoy.es

Vida sin cultura

Quizá lleguemos a ver cómo será la vida sin cultura. De momento ya tenemos indicios de lo que está siendo, paulatinamente, un mundo que ha optado, al parecer, por desembarazarse de la cultura de la palabra pese a poseer índices de alfabetización escolar sin precedentes. Hace poco un editor me comentaba que el problema -o, más bien, el síntoma- no eran los bajos niveles de venta de libros sino la drástica disminución del hábito de la lectura. Si el problema fuera de ventas, decía, con esperar a la recuperación económica sería suficiente; sin embargo, la caída de la lectura, al adquirir continuidad estructural, se convierte en un fenómeno epocal que necesariamente marcará el futuro. El preocupado editor -un buen editor, de buena literatura- añadía que, además, la inmensa mayoría de los libros que se leen son de pésima calidad, desde best sellers prefabricados que avergonzarían a los grandes autores de best sellers tradicionales hasta panfletos de autoayuda que sacarían los colores a los curanderos espirituales de antaño.

De querer preocupar todavía más al editor, y a los que piensan como él, se podría analizar detenidamente la última encuesta sobre la lectura que hace unas semanas apareció en los medios de comunicación. No sólo un tanto por ciento muy elevado de la población jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia. Para muchos de nuestros contemporáneos la lectura se ha hecho agresivamente superflua e incluso experimentan una cierta incomodidad al ser preguntados al respecto. Dicen no tener tiempo para leer, o que prefieren dedicar su tiempo a otras cosas más útiles y divertidas. Nos encontramos, por tanto, ante una bastante generalizada falta de prestigio social de la lectura que probablemente oculte una incapacidad real para leer. Dicho de otro modo: el acto de leer se ha transformado en un acto altamente dificultoso y, para muchos, imposible. Me refiero, claro está, a leer un texto que vaya más allá de la instrucción de manual, del mensaje breve o del titular de noticia. Me refiero a leer un texto de una cierta complejidad mental que requiera un cierto uso de la memoria y que exija una cierta duración temporal para ir eligiendo en libertad, y en soledad, los distintos caminos ofrecidos por las sucesivas encrucijadas argumentales.

El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad. Él abomina de lo complejo como algo insoportablemente pesado; desprecia la memoria, para la que ya tenemos nuestras máquinas; no tiene tiempo que perder en vericuetos textuales; no se atreve a elegir libremente en la soledad que, de modo implacable, exige la lectura. En definitiva, nuestro pseudolector actual ha sido alfabetizado en la escuela y, en muchos casos, ha acudido a la universidad, pero no está en condiciones de confrontarse con el legado histórico de la cultura humanista e ilustrada construido a lo largo de más de dos milenios. Este pseudolector -en el que se identifica a la mayoría de nuestros contemporáneos- no puede leer un solo libro verdaderamente significativo de lo que hemos llamado, durante siglos, «cultura».

Quien escuche una opinión semejante rápidamente alegará que hemos sustituido la cultura de la palabra por la cultura de la imagen, el argumento favorito cuando se conversa de estas cuestiones. De ser así, habríamos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar. Surgen, como es lógico, las nuevas tecnologías, extraordinarias productoras de imágenes, e incluso las vastas muchedumbres que el turismo masivo ha dirigido hacia las salas de los museos de todo el mundo. Esto probaría que el hombre actual, reacio al valor de la palabra, confía su conocimiento al poder de la imagen. Esto es indudable, pero, ¿cuál es la calidad de su mirada? ¿Mira auténticamente? A este respecto, puede hacerse un experimento interesante en los museos a los que se accede con móviles y cámaras fotográficas, que son casi todos por la presión del denominado turismo cultural.

Les propongo tres ejemplos de obras maestras sometidas al asedio de dicho turismo: La Gioconda en el Museo del Louvre, El nacimiento de Venus en los Uffizi y La Pietà en la Basílica de San Pedro. No intenten acercarse a las obras con detenimiento porque eso es imposible; apóstense, más bien, a un lado y miren a los que tendrían que mirar. La conclusión es fácil: en su mayoría no miran porque únicamente tienen tiempo de observar, unos segundos, a través de su cámara: de posar para hacerse un selfie. Capturadas las imágenes, los ajetreados cazadores vuelven en tropel a la comitiva que desfila por las galerías. ¿Alguien tiene tiempo de pensar en la ambigua ironía de Leonardo, o en la sensualidad de Botticelli, o en el sereno dramatismo de Miguel Ángel? Es más: ¿alguien piensa que tiene que pensar en tales cosas?

Paradójicamente, nuestra célebre cultura de la imagen alberga una mirada de baja calidad en la que la velocidad del consumo parece proporcionalmente inverso a la captación del sentido. El experimento en los museos, aun con su componente paródico, ilustra bien la orientación presente del acto de mirar: un acto masivo, permanente, que atraviesa fronteras e intimidades, pero, simultáneamente, un acto superficial, amnésico, que apenas proporciona significado al que mira, si este niega las propiedades que exigiría una mirada profunda y que, de alguna manera, se identifican con los que requiere el acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libre elección desde la libertad. Frente a estas propiedades la mirada idolátrica es un vertiginoso consumo de imágenes que se devoran entre sí. Al adicto a esta mirada, al ciego mirón, le ocurre lo que al pseudolector: tampoco está en condiciones de confrontarse con las imágenes creadas a lo largo de milenios, desde una pintura renacentista a una secuencia de Orson Welles: las mira pero no las ve.

De ser cierto esto, la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas, a los ojos y oídos de muchos, al mismo tiempo. El pseudolector, que ha aceptado que a su alrededor se desvanezcan las palabras, marcha al unísono con el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el océano de las imágenes. La casi desaparición del acto de leer y, pese a la abundante materia prima visual, el empobrecimiento del acto de mirar llevan consigo una creciente dificultad para la interrogación. En nuestro escenario actual el espectáculo tiene una apariencia impactante pero las voces que escuchamos son escasamente interrogativas. Y con bastante justificación puede identificarse el oscurecimiento actual de la cultura humanista e ilustrada con nuestra triple incapacidad para leer, mirar e interrogar. Cuando en la última reforma educativa se defiende enfáticamente que la lógica filosófica va a ser sustituida, en la enseñanza escolar, por la «lógica del emprendedor» no hace sino sancionarse el fin de una determinada manera de entender el acceso al conocimiento. Aunque ni siquiera quien ha acuñado esta frase sabe qué diablos significa la «lógica del emprendedor», aquella sustitución es perfectamente representativa del modo de pensar dominante en la actualidad.

El mundo político se ha adaptado sin titubeos al nuevo decorado, expulsando de su retórica cualquier conexión cultural. Esto habría sido imposible en los últimos tres siglos. Pero el mundo político, el que más crudamente expresa las oscilaciones de la oferta y la demanda, no es sino la superficie especular en la que se contemplan los otros mundos, más o menos distorsionadamente. La expulsión de la cultura -o de una determinada cultura: la de la palabra, la de la mirada, la de la interrogación- es un proceso colectivo que afecta a todos los ámbitos, desde los medios de comunicación hasta, paradójicamente, las mismas universidades. No obstante, en ninguno de ellos es tan determinante como en el de los propios ciudadanos, que han dejado de relacionar su libertad con aquella búsqueda de la verdad, el bien y la belleza que caracterizaba la libertad humanista e ilustrada. La utilidad, la apariencia y la posesión parecen, hoy, valores más sólidos en la supuesta conquista de la felicidad.

Y puede que sea cierto. Igual la vida sin cultura es mucho más feliz. O puede que no: puede que la vida sin cultura no sea ni siquiera vida sino un pobre simulacro, un juego que sea aburrido jugar.

Artículo publicado en El País, por Rafael Argullol.

Pablo Huerga: «La Filosofía ahora no puede salvar el mundo, ni curarlo»

Premio de las Letras Asturianas en 2009 por su ensayo ‘El fin de la educación’, Pablo Huerga Melcón es un filósofo y ensayista nacido en Benavides de Órbigo, «una ‘villa’ arraigada en el trabajo y el esfuerzo, que a pesar de que también sufrió a su modo el maremoto de dinero europeo que arrasó España, sigue adelante. Un referente renovado en la comarca del Órbigo y en la provincia de León. Siempre lo ha sido. No hay más que ver las Fiestas del Cristo, año tras año».

Formado en la Facultad de Filosofía de Oviedo, donde realizó su tesis doctoral con el maestro Gustavo Bueno, «el mejor filósofo español del siglo XXI, y uno de los más grandes de todos los tiempos», asegura Pablo, quien desea que la obra del autor de ‘El mito de la cultura’ se divulgue y sea leída todo lo posible por los españoles, porque «en su trabajo hay ante todo una exaltación de la firmeza, de la fortaleza, de la resistencia, de la tenacidad, el altruismo y el rigor racionalista contra el fanatismo y el papanatismo ideológico que hoy hunde a España en la miseria». En este sentido, está convencido de que aquellas personas que estén en disposición de leer alguno de los magníficos libros de Gustavo Bueno, estarían salvadas de la barbarie. Así de contundente se expresa este profesor de Filosofía y Coordinador de Nuevas Tecnologías en el IES Rosario de Acuña de Gijón.

‘El fin de la educación’ es un ensayo de análisis filosófico de la educación desde el materialismo filosófico, que estudia el origen histórico de la escuela en su vinculación con transformaciones históricas como el origen de la escritura alfabética, así como de las crisis de personalidad que han ido fraguando la Historia. Se lamenta Pablo que ahora ya ha desaparecido de este premio la categoría de ensayo en la que le cupo la suerte de participar.

Aparte de este laureado ensayo, ha publicado ‘La otra cara del Guernica’, un extraordinario análisis del cuadro de Picasso, y ‘La ciencia en la encrucijada’, que recoge su trabajo de Tesis doctoral sobre el físico soviético Boris Hesse, siempre desde el materialismo filosófico, que es una doctrina de raíces profundas y lejanas, arraigada en los mismos orígenes de la filosofía académica, en Grecia, y construida por Gustavo Bueno en una serie de libros que, para él, son fundamentales: ‘Ensayos materialistas’, ‘El animal divino’, ‘Teoría del cierre categorial’, ‘España frente a Europa’, ‘El sentido de la vida’, entre otros, habida cuenta de que la obra del filósofo Gustavo Bueno es extensa y sustanciosa.

Argumenta Pablo que el materialismo filosófico consiste en analizar las ideas filosóficas considerándolas como entidades materiales (dotadas de una materialidad no tangible, pero tampoco reducibles meramente a pensamientos o productos psicológicos), por tanto, en conceder a la Filosofía un valor como disciplina académica sustantiva. «Además, el Materialismo entiende esta disciplina como un saber de segundo grado que se alimenta del propio desarrollo de las ciencias; un saber que considera las ideas como surgiendo y realizándose a través de las ciencias, artes y técnicas, en conflicto constante; y que usa la disciplina de la symploké platónica para analizar dichas ideas y sus conflictos, es decir, el pluralismo filosófico, entendido como racionalismo operatorio, no como relativismo; que no se conforma con tomar a las ideas en sus totalidades lingüísticas o estéticas y las analiza en sus componentes materiales y sus conflictos histórico-dialécticos».

Por tanto, se podría decir, en palabras de Pablo, que el materialismo filosófico es la única forma de practicar el arte de la filosofía académica hoy en día. «Pero es difícil de entender, de desarrollar, y de leer», matiza. «Lo que hoy se entiende por filosofía en general, no tiene nada que ver con la disciplina académica, o tiene tanto que ver con ella, como cualquier otra cosa; y los que suelen practicarla en tertulias y programas de radio, no suelen ser filósofos, sino más bien los nuevos sofistas. Pero es un fenómeno inevitable en democracia, como ya pronosticó Platón».

Como buen filósofo, señala que la Filosofía ha sido entendida tradicionalmente como la medicina del alma. Y el papel que debería cumplir hoy es criticar, analizar y dar la batalla de las ideas en la medida de lo posible. «La filosofía se ejercita siempre a la contra. Ahora, no puede salvar el mundo, ni curarlo. Si se está vivo, se está enfermo. Comprender el presente histórico, analizarlo, conocerlo todo lo que se pueda, es tarea de la filosofía; de los hombres, de los pueblos, condenarse o salvarse», nos previene, consciente de que si la enfermedad del mundo es una enfermedad moral no hay duda de que la Filosofía tiene un papel importante que desempeñar. «Ahora bien, si la enfermedad del mundo consiste en haberse insensibilizado con respecto a la filosofía, la cosa se complica, y seguramente el mundo enfermo, el mal de Europa es precisamente éste. Ya lo pronosticó hace muchos años Edmund Husserl en un libro famoso: ‘La crisis de las ciencias europeas’. Nos hemos dejado arrastrar por el maquinismo desalmado».

Pablo, que en tiempos fuera profesor asociado de la Facultad de Filosofía de Oviedo, ha publicado en revistas como ‘El Basilisco’, ‘El Catoblepas’ o ‘Paideia’, entre otras, así como en diversos medios periodísticos. Es coautor de varios manuales de Filosofía de Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Y ha colaborado también con la Universidad Autónoma de México en diversos proyectos editoriales, dirigidos por su amigo, el profesor mejicano Carlos Massé Narváez, desde el año 1999, cuando coincidió con él en Cuba en un congreso de Ciencia, Tecnología y Sociedad, adonde iba a presentar su ópera prima ‘La ciencia en la encrucijada’. «Nos conocimos en Camagüey y pasamos también algún buen rato en La Habana. Era cuando el neoliberalismo empezaba a hacer estragos en el mundo académico universitario hispanoamericano a través de la OEI. Desde entonces siempre que me lo han pedido, he colaborado con ellos, y son ya varios los proyectos. Creo que les ha interesado la perspectiva del materialismo filosófico de Gustavo Bueno», rememora este autor leonés,  quien reconoce que su tierra es pródiga en escritores y estudiosos, como es el caso de Fray Bernardino de Sahagún, «sin duda uno de los más importantes eruditos leoneses de todos los tiempos». Asimismo, dice que ha leído con gusto a Llamazares, y a Luis Mateo Díez. «Recuerdo que hace ya muchos años hicimos la ruta del Curueño con tienda de campaña, siguiendo el libro de Llamazares, ‘El río del olvido'».

León cervantino

Su pasión por ‘El Quijote’ le lleva a fantasear con que León es una provincia literaria por el hecho de utilizar la lengua de Cervantes, puesto que hay quien piensa que Cervantes tenía orígenes leoneses-gallegos «(vamos, de los Ancares, donde existe un pueblo llamado Cervantes), me refiero al libro de César Brandáriz, ‘Cervantes descodificado’, precisa. Y añade: «tal vez la idea procede del caso del caballero leonés y Zoraida que se narra en el episodio de la venta, en la primera parte de ‘El Quijote’; un episodio que podría tener tintes autobiográficos, al parecer». No obstante, la tesis resulta  cada vez más difícil de defender –sostiene–, habida cuenta de que se ha encontrado incluso hasta la partida de bautismo de Sancho Panza en Esquivias, según la investigación de Sabino de Diego; pero para un leonés es estimulante. «Pensar, por ejemplo, que la ínsula Barataria hubiera estado ubicada en Benavente…», sentencia con humor Pablo, que recuerda con añoranza su lugar de nacimiento, donde todo el mundo sabe quién es, «o puede saberlo, si quiere».

«Recuerdo que hace ya muchos años hicimos la ruta del Curueño con tienda de campaña, siguiendo el libro de Llamazares, ‘El río del olvido'».

Benavides es, según Pablo, arcilla, ladrillos, vino, sol y viento helado de Galicia. La conciencia clara del trabajo impostergable y pese a todo. El calor de Las Tejeras en invierno. La trémula sombra del camión Pegaso 170 de su padre atravesando la carretera hacia Zamora cargado de ladrillos, después de comer. Su familia. La Matanza. Recuerdos de una infancia encapsulada en el tiempo. «Mirar desde la ventana de la escuela la ventisca con nieve racheada mientras un rebaño de vacas se dirige a la plaza del ganado. Los garrafones de vino de Melcón vacíos, apilados en el patio de un bar en Quintanilla del Monte, a las tres de la tarde de un día de agosto. Cosas que nunca te diré. El peso del tiempo». Benavides es, en definitiva, un laberinto de recuerdos que le ayuda a dormir todas las noches.

En breve se publicará su obra ‘La ventana indiscreta’, con resonancias hitchcockianas. No en vano, se trata de un ensayo filosófico materialista sobre el cine, que ofrece un análisis de algunos aspectos del ‘séptimo arte’ desde la perspectiva de la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno. En este libro, aborda el viejo problema de la proximidad entre el arte y la ciencia, a la vez que propone algunas ideas audaces sobre el arte que seguro generarán alguna polémica interesante. «Creo que es mi libro más original y comprometido y me encantaría que se leyera. Es difícil, porque el ejercicio de la filosofía así lo requiere, pero me parece que puede resultar muy interesante. Lo recomiendo. Tengo que agradecer a mis amigos de la editorial Rema y Vive de Gijón, por haberme dado la oportunidad de escribir y publicar este trabajo», concluye.

Entrevista breve a Pablo Huerga Melcón

«Los libros no deberían leerse nunca una sola vez»

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Nunca he dejado de leer ‘El Quijote’, por supuesto; también ‘La Odisea’. ‘Los nueve libros de la historia’ de Herodoto, ‘La historia verdadera de la conquista de Nueva España’, de Bernal Díaz del Castillo, los ‘Episodios nacionales’ de Galdós y más Galdós. ‘La República’ de Platón, ‘Momentos estelares de la Humanidad’ de Stephan Zweig, o el ‘Manifiesto comunista’ de Marx. Suelo repetir lecturas bastante a menudo, en función de los trabajos que esté realizando. Los libros no deberían leerse nunca una sola vez.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Para un español, Don Quijote, Unamuno, Gustavo Bueno; para mí, mis padres.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Con todos mis respetos, particularmente desdeñable, el libro de Tzvetan Todorov,  ‘La conquista de América’, por tramposo.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Uno es lo que hace.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

portada de La ventana indiscreta

La bondad, la lealtad, la dignidad.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Podríamos quizá decir que verdaderamente estamos alcanzando a vislumbrar el modelo de sociedad al que aspiran los europeos y estamos comprobando que ese modelo no merece la pena. España ha tenido que dejar de ser ella misma para ser Europa. Los políticos que han aspirado a convertir a España en Europa han debido ser, por ello, grandes traidores, y lo son, y lo saben. Una vez comprobado que Europa no es el camino, debemos reconsiderar nuestra hermandad hispanoamericana, no nos queda otra; o eso, o acabamos todos hablando inglés. ¿Qué tendría que hacer España en caso de que Gran Bretaña entrara en guerra con Argentina? ¿Qué tendría que hacer España si EEUU entra en guerra con Venezuela, o con Cuba?

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Una buena conversación, en cualquier circunstancia.

¿Por qué escribes?

Para organizar mis estudios y mis ideas, y fijarlas antes de que el tiempo las borre. Si valen, bien, y si no, tampoco estorban. Creo que todos deberíamos hacer lo mismo.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar el estilo literario?

Pueden ejercitarlo, si quien escribe así lo procura. Pero sus fines son otros y son involuntarios. Son la Escila y la Caribdis de nuestra civilización. Resumiendo: todas las redes sociales o, en general, lo que se llama web 2.0 y 3.0, etc., son simplemente formularios de bases de datos disfrazados, que recaban información a discreción sobre todos nosotros, abriendo grandes expectativas a los comerciantes de ‘metadatos’. Si apelamos a la clásica distinción racionalista entre apariencia y realidad, podemos decir que la apariencia es la red social, la realidad es el ‘Gran Hermano’.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Dependiendo del tema. El instrumental es el materialismo filosófico y por tanto, la obra de Gustavo Bueno. El material de trabajo, la tradición literaria filosófica;  y el resto de las fuentes procede siempre de la propia organización de los asuntos y problemas que me ponga entre manos. Ahora es el cine y el arte, antes fue la educación, más atrás la historia y la filosofía de la ciencia. El ejercicio disciplinado de la Filosofía nos obliga a superar el gremialismo; somos siempre unos intrusos, a algunos les molesta, pero en general, somos inofensivos. Sin embargo, a veces nos metemos en camisas de once varas. Somos los Quijotes de la civilización moderna, y pretendemos derribar gigantes, por la fuerza de la voluntad. Sólo por la locura de intentarlo dejamos de pasar inadvertidos, primero nos toman por locos, pero si seguimos insistiendo, todavía hay quien encuentra algún interés en lo que decimos. Quizá se pueda aspirar a que, al menos, algún «Caballero de la Blanca Luna» saldrá a buscarte disfrazado de filósofo para llevarte a casa a bien morir, solo, por supuesto, si previamente te ha derrotado en buena lid dialéctica. Pero los tiempos de la filosofía institucionalizada en España se acaban. Las nuevas leyes de educación, tanto desde el PSOE como desde el PP, han ido socavando insaciables la necesidad de formar a ciudadanos con conocimientos básicos de Filosofía, se conoce que les estorba para sus maquiavélicos (otro filósofo) planes.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

He trabajado mucho con los blogs, tengo varios en los que escribo de vez en cuando, es algo que forma parte de mi trabajo como profesor y Coordinador de Nuevas Tecnologías en el IES Rosario de Acuña. Uno de los blogs es de cuestiones informáticas, aplicaciones informáticas e intervenciones de todo tipo que he ido haciendo en el instituto para implantar el uso de las nuevas tecnologías en la educación. Otros, sobre Comunicación Audiovisual, Historia de la Filosofía, Educación para la ciudadanía, y uno más personal que titulo «Apuntes sobre la globalización», recogen muchos materiales propios y ajenos que utilizo en clase con mis alumnos. También desarrollo una página web institucional en el centro, pero ninguno de estos materiales los he desarrollado como herramienta literaria, sino más bien como herramienta didáctica. Y ahí están. Te digo las direcciones:

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

«No creo que una palabra [tampoco una frase] pueda resumir toda una vida», decía el periodista que investigaba la vida de Charles Foster Kane en ‘Ciudadano Kane’ de Orson Welles; pero como programa de vida, siempre me ronda esa frase de Marx: «Los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo; de lo que se trata es de cambiarlo.»

Este artículo ha sido publicado por Manuel Cuenya, en: www.ileon.com

«La democracia es un lujo del norte» y otras 14 frases memorables de Eduardo Galeano

– La palabra política se ha manoseado tanto que significa todo y no significa nada. Entrevista en Punto Final, Nº775, 2013.

– La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. El libro de los Abrazos.

– Los asesinos del planeta derraman de vez en cuando alguna lágrima para que la platea sepa que también tienen su corazoncito. Pero es puro teatro. Bien saben que los modelos de vida de hoy, que ellos imponen, son modelos de muerte.Entrevista en Público, 2008.

– Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Fragmento del poema Miedo Global.

– El automóvil, el televisor, el vídeo, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para «ganar tiempo» o para «pasar el tiempo», se apoderan del tiempo. Ser como ellos.

Las venas abiertas de América Latina me genera una enorme tristeza porque el mundo no ha cambiado en nada. Para mí sería mejor que ese libro estuviera en un museo de arqueología junto a las momias egipcias, pero no es así. Entrevista en Ñ (Clarín), 2012.

– La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto. Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia. Las venas abiertas de América Latina.

– El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandezaDías y noches de amor y de guerra.

-Harta de que le tomaran el pelo, la gente hizo uso del poco usado sentido común. Se preguntó la gente: ¿Por qué prometen cambios y otra vez nos invitan a elegir entre lo mismo y lo mismo? ¿Por qué no hicieron esos cambios si llevan una eternidad en el gobierno? El vicepresidente del país llegó a la conclusión de que este pueblo preguntón no es inteligente. Aguas de Octubre. La Jornada, 2004

-La llamada comunidad internacional ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro? Plomo impune

-Los Estados Unidos pueden ejercer impunemente su función de policías del mundo. Y ya se sabe que este país, que nunca fue invadido por nadie, tiene la vieja costumbre de invadir a los demás. Ser como ellos.

– Vale la pena repetirlo una vez más, para que los sordos escuchen: Haití fue el país fundador de la independencia de América y el primero que derrotó a la esclavitud en el mundo. Merece mucho más que la notoriedad nacida de sus desgracias. Artículo en Público, 2011.

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Las venas abiertas de América Latina.

– La ficción de la legalidad amparaba al indio; la explotación de la realidad lo desangraba. Las venas abiertas de América Latina.

– Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

Este artículo ha sido publicado en: www.publico.es

Crisis de los pilares que afectan a Occidente

‘‘Damos la libertad por un hecho, y por eso no entendemos su increíble vulnerabilidad’’

Nial Ferguson (1964- ) historiador británico

Los valores centrales de Occidente están en crisis. Por un lado está el ‘‘capitalismo liberal’’, el cual podemos posicionar como el fundamento de la filosofía social de la población. Eso quiere decir que los derechos a la propiedad, el trabajo y las inversiones se ejercen bajo la tutela de un Estado que permite las condiciones para que esto se de. Lo que se busca  es  evitar los abusos de poder del gobierno y de los grandes capitales. El valor que se resalta aquí es el de la meritocracia, con el cual, el que logra las mejores cosas, es el más preparado para ello.

La crisis del capitalismo liberal se precipitó por la falta de regulación sobre actores económicos. En la práctica, esto quiere decir que los monopolios domésticos se han transformado en corporaciones transnacionales, las cuales, bajo un sistema neoliberal, han rebasado a las autoridades en muchas instancias.

La ‘‘corporatización’’ de lo social y la subsecuente privatización del espacio público ponen en evidencia la tácita y a veces obvia relación que existe entre Estado y empresa, lo cual seria más fielmente un representativo de relaciones de lealtad y fidelidad feudales, que de autonomía y separación de las esferas políticas.

Por otro lado está el ‘‘libre mercado’’, filosofía económica contemporánea que técnicamente equipara el tablero de competencia de los actores que participan en la economía. Aquí la clave es que el gobierno no intervenga directamente en la planeación de variables económicas, para que las leyes de la oferta y la demanda distribuyan justamente lo que a cada quien le corresponde, como resultado de lo que se trabajó e intercambió. El valor que se resalta con esto es el de la competencia sana y abierta.

La crisis de los libres mercados se pone en evidencia por el desarrollo del Estado. Este actor político, que debiese estar fungiendo como árbitro, ha crecido no sólo en tamaño, sino en atribuciones de todo tipo, lo que ha hecho del concepto y la práctica del libre mercado un mero adorno.

Por último, está la ‘‘democracia republicana’’, filosofía política que institucionaliza caminos reales de participación ciudadana organizada para un pueblo  soberano. En este caso, la representación debe velar por los intereses del pueblo. El valor determinante para este sistema es el de la colaboración social en las decisiones oficiales.

Tristemente, cada vez es más fácil darse cuenta de que se vota, pero no siempre se logra una resonancia con lo que se exige. Asimismo, el nivel del discurso público se reduce gracias a los medios de masa y su estandarización de contenidos, lo que debilita la calidad de las resoluciones y, por ende, afecta a la democracia.

Es por todo esto que Occidente está fracasando en su afán de liberar a sus colectividades. Las autoridades participan en las economías con la excusa de salvarlas de sí mismas. La competencia y la meritocracia del capitalismo se estancan por la injerencia de grupos con mucho capital que tuercen las leyes a su favor, evidenciando aún más la paradoja de un gobierno grande que no ha hecho más que someterse a sus demandas. ¿Y qué decir de la República en sí misma? Concepto que determina la soberanía de la ciudadanía y el respeto del espacio común.

Creo que el fracaso de la democracia como forma efectiva de representación es, en este contexto, algo secundario, si tomamos en cuenta que lo público como tal está desapareciendo por debajo del poder avasallador del capital y demás intereses privados.

Por eso digo que la democracia se ha convertido en propaganda de relaciones públicas y consentimiento sociopsicológico. En algunos casos, el autoritarismo ha sido el remedio, arrojándonos de facto siglos atrás en cuestiones de organización social efectiva.

Este artículo ha sido publicado por Juan Carlos Guerra en: www.elhorizonte.mx

La vida es más que una lista de tareas

Empecemos con un cuento. El de La Cenicienta. Pero no nos fijaremos ni en el zapato de cristal, ni en la calabaza que se convierte en carruaje, ni en el príncipe azul. Vamos a poner nuestra atención en la cantidad de tareas que debe hacer Cenicienta antes de ir al baile. Fregar, limpiar, planchar, ordenar, cocinar y volver a fregar, limpiar, ordenar… Lógicamente, cuando llega la hora de ir al baile, que es lo que realmente le hace ilusión y lo que de verdad cambiará su vida, está tan cansada que necesita la mágica ayuda del Hada Madrina para conseguirlo. Sin ella, Cenicienta se hubiera quedado en casa, cansada y pensando con ansiedad en todo lo que aún le queda por hacer y en todo aquello para lo que no tendrá tiempo.

Pues bien, nosotros no somos muy diferentes a ella. Antes de poder asistir a nuestros bailes, es decir, a aquello que realmente nos hace ilusión, nos motiva y quién sabe si también puede cambiar nuestras vidas, nos vemos inmersos en un sinfín de quehaceres: la casa perfectamente ordenada, la lavadora tendida, el niño apuntado a cuatro actividades extraescolares; hay que ser, por supuesto, tremendamente productivos en nuestros trabajos, excelentes e imaginativos amantes con una vida social rica, activa y variada… y tener actualizado Facebook. ¡Ah!, y sería bueno comer cinco piezas de fruta al día y correr diez kilómetros y no tener ojeras y… Hacer, hacer y hacer. Al final de nuestro cuento, lo que sucede es que el baile siempre queda relegado a mañana, a “cuando acabe esto…”. Y así pasan los días.

Como mínimo, Cenicienta tiene una excusa, o dos. Las malvadas hermanastras la obligan y la maltratan. Una fuerza externa la presiona, somete y explota. Pero hoy las hermanastras somos nosotros mismos. Byung-Chul Han, en su célebre libro La sociedad del cansancio, nos advierte de que vivimos en una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones y laboratorios genéticos. Es decir, en la sociedad del rendimiento, del multitasking(multitarea). Y una de las características de esta sociedad es que el individuo se autoexplota con la coartada de la obligación. Tenemos a las hermanastras dentro, diciéndonos todo aquello que debemos hacer en una continua y excéntrica carrera en espiral. Porque hoy el único pecado es no hacer nada. Hasta los momentos de ocio o los periodos de vacaciones se han convertido en una conjunción inagotable de tareas que nos dejan más cansados que cuando empezamos.

Además, como señala el filósofo surcoreano, al no haber un explotador externo al que podamos enfrentarnos y oponernos con un rotundo ¡no!, la lucha resulta más complicada. Sin embargo, también es verdad que basta con querer para vencer a las dos hermanastras que nos tiranizan y desatar la magia del Hada Madrina que llevamos dentro.

Para conectarnos

ANNA PARINI

 

Admitamos pues que nos rodeael afán de productividad, que quien más quien menos se deja seducir por esas insoportables apps que nos alertan de todo aquello que nos queda por hacer. O por las libretas preparadas para que podamos hacer listas que cumplir. O por libros que nos explican cómo hacerlo todo, cómo llegar a todas partes y que el tiempo nos cunda más. Pero llega el momento de abandonar esa locura, porque en el fondo, y paradójicamente, no hay nada menos productivo que el afán de productividad. Byung-Chul Han asegura que el multitasking nos conduce a un estado de atención superficial y debemos tener en cuenta que los logros de la humanidad se deben a una atención profunda y contemplativa. Así, también nuestros logros dependen de saber poner el foco y la atención en aquellas cosas importantes, en los bailes que merecen la pena. Y para ello vamos a atacar al enemigo con sus mismas armas y confeccionar una lista, pero inteligente, que nos sirva a nosotros y no que acabemos nosotros sirviéndola a ella. ¿Cómo?

El baile, en primer lugar. Hay que darle la vuelta a la lista. No dejar el baile para “cuando acabe todo esto”. Ocuparnos primero de lo fundamental, de nosotros mismos. Empezar el día dedicándonos a aquello que sabemos que nos hará bien. Imaginemos un tipo que tiene que escribir un artículo y antes de empezar, sin embargo, lee los correos pendientes, atiende las alertas de las redes sociales y contesta un par de whatsapps. ¿Resultado? Cansancio antes de empezar. Cenicienta bien puede ir al baile y dejar esas otras cosas que requieren menos brillantez para después.

Bien, ¿y qué hacemos con todo lo demás? Porque está claro que hay cosas que no podemos simplemente dejarlas de lado. ¿Cómo hacer entonces? Ayudará dividir el registro de tareas en tres grandes grupos.

Cosas que afrontar. Lo que tengamos que hacer, hagámoslo. Una vez hayamos ido al baile, no dejemos que esas otras cosas que volverán a aparecer tarde o temprano revoloteen por nuestra cabeza. Por ejemplo, una llamada incómoda que vamos postergando. ¡Son tres minutos! Pero si seguimos retrasándola, en lugar de 180 segundos llegará a durar seis meses en nuestra cabeza.

Cosas que organizar. No hace falta que carguemos con todo. Podemos delegar, pedir ayuda, repartir tareas, conseguir que ciertas cosas se realicen sin que recaigan en nosotros.

Cosas que no hacer. Seguro que en esta lista hay muchos elementos que realmente no son necesarios. Que se pueden eliminar directamente y, de esta manera, liberar espacio. Cada uno debe decidir cuáles. Pero es importante que nos demos cuenta de que en este punto radica la primera gran victoria personal para olvidarnos de la vorágine de la hiperactividad sin sentido. Renunciar a todo aquello que ni nos aporta ni es estrictamente necesario. Saber qué es lo que no hay que realizar es tan importante como ponerse manos a la obra con aquello que sí lo es.

Una vez hemos conseguido dejar de correr en esa espiral del día a día fruto de esta sociedad de la multitarea, es el momento de empezar a bailar. Y lo más importante es descubrir cuál es nuestra música. Qué nos hace felices. Qué es lo que realmente nos importa. Sir Ken Robinson lo llama el elemento, y nos asegura que “descubrir el elemento es recuperar capacidades sorprendentes en nuestro interior, y desarrollarlo dará un giro radical no solo al entorno laboral, sino también a las relaciones y, en definitiva, a la vida”. La buena noticia es que todos estamos invitados a un baile en el que seremos protagonistas. Algunos lo conocen ya y solamente deberán mantener a raya a las dos hermanastras. Otros, por el contrario, aún no lo han descubierto y deberán mirar en su interior, porque allí está, esperando a que lo saquen a bailar. Si la respuesta a estas tres preguntas es afirmativa, es que ya lo hemos encontrado:

¿Tenemos ganas de bailar? Si no nos da pereza, si siempre que pensamos en ello nos crece un hormigueo, si cuando estamos desarrollando esa actividad, aunque no sea todas las veces que quisiéramos, lo afrontamos con ganas y dedicación. Si la contestación es sí, atentos, porque puede ser que este sea nuestro elemento. El baile que nos está esperando.

¿Se detiene el tiempo? A pesar de las advertencias del Hada Madrina, Cenicienta está tan encantada en el baile que pierde la percepción del tiempo. Le dan las doce de la noche sin que se dé ni cuenta. Solo las campanadas del reloj la pueden sacar del estado de flow en el que ha caído, el verdadero hechizo cotidiano, y que se caracteriza porque enfocamos nuestra energía y sentimos una implicación total en la tarea, tal como lo definió Mihály Csíkszentmihályi en 1975. Si aquí la respuesta es que sí, seguro que ese es el baile que andamos buscando.

¿Se activará la magia? La magia no es otra cosa que la pasión. Y la pasión es el motor de la grandeza, la autorrealización y la maestría. Si descubrimos aquello que nos apasiona, seremos capaces de focalizar nuestra energía en ello y descubrir que Platón estaba en lo cierto cuando afirmaba que “todas las cosas serán producidas en superior cantidad y calidad, y con mayor facilidad, cuando cada hombre trabaje en una sola ocupación, de acuerdo con sus dones naturales, y en el momento adecuado, sin inmiscuirse en nada más”.

Este artículo fue publicado por Gabriel García de Oro, en www.elpais.com

Sin música, sin filosofía, sin alma

Siempre se pone de ejemplo el sistema educativo finlandés –considerado como el mejor de los evaluados por el informe PISA–, porque se ha demostrado que es uno de los más efectivos

Y en eso tendrá mucho que ver la estabilidad del sistema porque en Finlandia la educación es uno de los temas sobre el que existe total consenso político ya que todos los partidos hace tiempo que comprendieron su importancia. Consenso que ha logrado que el sistema educativo del país alcance estabilidad, lo que permite que se desarrolle sin sobresaltos y con grandes resultados educativos.

Por el contrario, nuestro país, España, ha sufrido importantes cambios en su sistema educativo, dependiendo del partido que gobierne, porque hemos sido incapaces de ponernos de acuerdo en algo tan importante para el funcionamiento de la sociedad. Cambios que se han venido centrando en el aspecto ideológico más que en el educativo porque nunca fuimos capaces de alcanzar el necesario consenso para conseguir el imprescindible gran pacto en educación que la sociedad está demandando. Un pacto que consiga dotar de estabilidad al sistema educativo.

Pues bien, en esta incesante búsqueda de no sé qué, por no sé qué motivos, se encuentran todas las comunidades autónomas, y la nuestra no ha querido ser menos. Así es que, en base a una rentabilidad que no acertamos a entender, en educación, la Ley de Calidad para la Región –un poco pretencioso el nombrecito– ha establecido que los estudiantes de primer ciclo de Secundaria, por ejemplo, vean reducidas sus horas lectivas en las enseñanzas de Música y Artes Plásticas de forma obligatoria. Este recorte es similar en el resto de cursos y en Bachillerato, donde también pierde peso como obligatoria la Filosofía. Sí, la Filosofía también o, lo que es igual, el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje.

Es decir, queremos hacer una sociedad en la que a los jóvenes se les limite la capacidad de pensar, de sentir, de emocionarse y sin esa capacidad es difícil alcanzar otros logros, pero la pérdida de horas de clase obligatorias de esas materias se contempla en los nuevos currículos que la consejería de Educación ha elaborado con el pretexto de dedicar el 70% del horario lectivo a «las materias básicas», según la citada Consejería. Es decir, están perdiendo peso en los nuevos planes de estudio, para Secundaria y Bachillerato, fundamentalmente Música, Plásticas y Filosofía, y una sociedad no debería de prescindir de las asignaturas que hacen pensar y sentir al individuo, aunque quizás es lo que se pretenda.

Nos consta que los profesores de las asignaturas que pierden peso en los nuevos planes de estudio para Secundaria y Bachillerato no cesan en su empeño de hacer reflexionar a los responsables de tamaño despropósito. «Seguimos considerando que la pérdida de la Historia de la Filosofía para el conjunto de alumnos empobrece el conocimiento de nuestra propia identidad cultural occidental y limita una formación integral que sirva para afianzar la madurez personal del alumno».

No, no puede concebirse un plan de estudio coherente si no se establece un equilibrio entre las disciplinas artísticas, humanísticas y científicas. Países como Francia o Finlandia imparten Filosofía –incentivan la capacidad de reflexionar– desde educación primaria y son países tan por encima de nosotros en resultado escolar que nos produce rubor. Ángel Gabilondo, catedrático de Metafísica en la Universidad Autónoma nos dice que: «La filosofía es determinante para impulsar el camino hacia un pensamiento crítico, racional y razonable», y de esto tenemos muchas carencias.

Artículo publicado por Pity Alarcón, en www.laopiniondemurcia.es