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La ESO adelanta itinerarios, desplaza a Filosofía e introduce Programación

La Comunidad de Madrid ha presentado a la comunidad educativa su borrador de currículum de ESO, que adapta el nacional en aplicación de la LOMCE, aprobada en en solitario por el PP y con un futuro dudoso ante la posibilidad de un cambio de Gobierno. En algunas comunidades se ha paralizado o suavizado la aplicación de la reforma educativa, pero en Madrid está previsto que el nuevo currículum se empiece a aplicar el próximo año escolar en los cursos impares de Secundaria. Supondrá importantes cambios, como un adelanto de la elección del itinerario educativo, la reducción de los contenidos de Música, Plástica y Tecnología y la desaparición casi total de la Filosofía en esta etapa. En Madrid la principal novedad será la inclusión de contenido de Programación en la asignatura de Tecnología. Educación para la Ciudadanía desaparece y Religión contará en las medias. Además, CCOO, que ha pedido la retirada del currículum, ha criticado que se pretende enseñar por competencias, pero que finalmente priman los contenidos, con extensos temarios.

Adelanto del itinerario: Hasta ahora era en 4º de la ESO cuando el alumno debía elegir su futuro. Con la LOMCE, será al finalizar 3º cuando deba decidir si continúa por los nuevos itinerarios de enseñanzas académicas o de enseñanzas aplicadas. Es más, ya en 3º tendrá que tomar su primera decisión, ya que habrá dos tipos de matemáticas según su posible orientación. «Es inadmisible que el título básico de la Educación Básica Obligatoria que debe alcanzar toda la ciudadanía no sea el mismo para todos y todas», apunta CCOO en su voto particular al currículum de la ESO en Madrid.

Evaluación final o reválida: A final de la etapa todos los alumnos deberán superar una prueba externa para poder titular en ESO. Este título, al contrario que en la actualidad, indicará la nota media del alumno, en la que un 70 por ciento procederá de las calificaciones obtenidas durante el ciclo y un 30 por ciento de la prueba final. Así, las notas que se obtengan desde los 12 años contarán en el título final de ESO. En caso de no superar la evaluación final, el alumno obtendrá una «certificación con carácter oficial y validez en toda España», en la que constarán sus datos académicos, pero que no será equivalente al título de ESO.

Se adelanta la Diversificación: Los alumnos que necesitan adaptaciones curriculares cursaban Diversificación en 3º y 4º de ESO. Con la nueva legislación, comenzarán en 2º y terminarán en 3º, dejando a los alumnos de 4º con la única opción académica de pasar a FP Básica, la nueva modalidad que solo exige como requisito haber cursado 3º de la ESO. Hasta ahora los alumnos de Diversificación titulaban en ESO.

Adiós a la Filosofía: La Filosofía es la asignatura que peor parada queda con la LOMCE. En 4º de Secundaria, Ética deja de ser obligatoria y se convierte en una optativa centrada en Filosofía. Es decir, los alumnos podrán acabar su educación obligatoria sin haber tenido ningún acercamiento a esta materia, defendida como parte del sistema educativo por numerosas instituciones de primer nivel. Además, sus contenidos se alejan de la antigua asignatura de Ética y son muy similares a los de la única asignatura obligatoria que quedará de este ámbito de conocimiento en los institutos, Filosofía de 1º de Bachillerato. «Todos los alumnos deberían cursar unos contenidos éticos. Eso es lo que demanda la sociedad. Nuestros banqueros saben mucho de economía, pero por poco de ética», ilustra la responsable de Educación de la Red Española de Filosofía, Esperanza Rodríguez.

Menos Educación Plástica y Músical: Las Artes Plásticas y la Música también se han visto desplazadas por otras asignaturas consideradas troncales o instrumentales, como Matemáticas, Inglés o Biología, que ven incrementada en una hora su docencia semanal en algunos cursos. Música y Plástica se cursarán de forma obligatoria en dos cursos de la ESO, pero en uno de ellos pierden una hora de docencia. Además, en 4º se mantienen como optativas, perdiendo también una hora semanal. El hueco para las asignaturas consideras menos importantes por el Ministerio de Educación en su reforma queda aún peor parado en los centros bilingües, donde el idioma extranjero tiene más carga horaria.

Tecnología y Programación: La asignatura de Tecnología ha mantenido su estatus de asignatura obligatoria en Secundaria en Madrid. A cambio, perderá parte de sus contenidos para ampliar los de programación y se llamará Tecnología, Programación y Robótica. En 4º se mantiene solo como optativa del itinerario de enseñanzas aplicadas, aunque los profesores piden que se oferte también a los alumnos de las enseñanzas académicas que vayan a cursar el Bachillerato Científico-Técnico. «Se ha eliminado un 80 por ciento de los contenidos de Tecnología para centrarse en Programación y Robótica. Es como si das Ciencias y te centras solo en las células. Se va a perder la capacidad de dar tecnología de forma global», se queja David Díez, portavoz de la Asociación de Profesores de Tecnología.

Se elimina Educación para la Ciudadanía: La materia de Educación para la Ciudadanía se elimina de 2º de la ESO, como ya lo ha hecho en 5º de Primaria. En el currículum estatal y regional se recogen una serie de elementos transversales en materia de valores, como la igualdad o el rechazo de la violencia, pero después no están incluidos en los contenidos de las materias, por lo que se corre el riesgo de que no se traten, según denuncia CCOO. El sindicato también llama la atención sobre que se haga referencia expresa a las víctimas del terrorismo o del Holocausto judío, que están incluidos en los contenidos de otras asignaturas y se recogen también en los conceptos genéricos de igualdad o denuncia de la violencia. 

Religión contará a efectos académicos: La Religión se convierte en asignatura evaluable que contará para las medias, ganando peso. Además, tendrá una alternativa fuerte, con carga lectiva específica, como pedía la Conferencia Episcopal. Su alternativa será Valores Éticos, una asignatura que recoge valores morales emanados de la Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos y fundamentales para la formación de los alumnos como ciudadanos. «No se entiende que no deban ser conocidos por todo el alumnado», recoge CCOO en su voto particular sobre esta cesión a la Iglesia, que ha sido muy criticada por diversos sectores.

Ajedrez: El ajedrez se ha incluido como una optativa, que después los centros ofertarán en función de la disponibilidad de profesores que tengan. Además, la escasez de horas para asignaturas que han quedado relegadas como Filosofía o Música o los refuerzos de materias troncales hacen aún más difícil encontrar un hueco para esta nueva asignatura.

Espíritu Emprendedor: Ante la situación de alto desempleo actual, el Gobierno central ha potenciado en el currículum los contenidos relacionados con el espíritu emprendedor y lo señala como una de las siete competencias que busca trabajar en ESO. Para ello se ha incluido la asignatura Iniciativa a la Actividad Emprendedora y Empresarial como optativa en 3º de la ESO (ya existía la posibilidad en 4º) y Economía como optativa en 4º, así como dos asignaturas relacionadas con esta cuestión en el itinerario de enseñanzas aplicadas.

Este artículo ha sido escrito por Carmen M. Gutierrez en: www.madridiario.es

María Zambrano contra la injusta desigualdad y en defensa de la libertad

María Zambrano criticó desde su primer libro de 1930, «Horizonte de Liberalismo», publicado ahora en el volumen I de sus Obras Completas, todo sistema fuente de injusta desigualdad. La pensadora participaba con 24 años en actividades cívicas y en la FUE, que precipitó la caída de Primo de Rivera.

Este reclamo ético de igualdad y libertad, base de su defensa de la democracia en favor de las clases humilladas, llega en un nuevo volumen de sus Obras Completas, que se presenta mañana en la Biblioteca Nacional, en un momento de crisis económica y desigualdad en el que adquiere máxima actualidad la obra de la pensadora.

Zambrano advirtió antes de morir en 1991 de la necesidad de «renacer» de un Occidente que «había perdido el alma, el mundo y la tierra» y propuso una «razón poética» que recuperase las raíces del sentir y de la experiencia del hombre.

El volumen I de las Obras Completas de María Zambrano (Vélez-Málaga 1904-Madrid 1991), es el tercero en aparecer de los ocho que compondrán finalmente la edición que publica Galaxia Gutenberg, bajo la dirección de Jesús Moreno Sanz, profesor de Filosofía de la UNED y especialista en la obra de la pensadora.

Recupera este volumen varios textos inéditos y recoge los cuatro primeros libros de Zambrano, fechados entre 1930 y 1939: «Horizonte de Liberalismo» (1930) y «Los intelectuales en el drama de España» (1937), de carácter cívico y político, y «Pensamiento y poesía en la vida española «(1939) y «Filosofía y poesía» (1939), en los que busca la «razón poética» antes de salir para el exilio, en el que vivió cuarenta años.

En estos primeros libros, ha explicado a Efe Jesús Moreno, está ya la raíz del pensamiento de María Zambrano, en la que se entrecruzan la «razón cívica», que se ocupa de la libertad y de los problemas de la ciudadanía, y la «razón poética», con la que propuso recuperar la unión en el pensar de filosofía, poesía y religión.

«Ella ve muy claramente la malversación de la política -afirma Jesús Moreno-, por eso busca la raíz de la política como algo vivo, la «razón cívica», que es lo que ella hizo implicándose en actividades ciudadanas y en grupos como la FUE (Federación Universitaria Escolar), que al decir de muchos historiadores de ese momento precipitó la caída de la dictadura de Primo de Rivera».

«Lo que propone es un nuevo liberalismo y una mayor igualdad económica, para lo que habría de reformarse radicalmente el capitalismo. Y, claro, una libertad cultural. Es el pistoletazo de salida del pensar de María Zambrano, que antecede a su valerosa opción republicana, en el segundo libro, «Los intelectuales en el drama de España», una crítica al fascismo, preludio de su crítica al totalitarismo a partir de 1940″.

«Escribo bajo las bombas», le dice en carta a Rosa Chacel, cuando trabaja en este libro en Barcelona, después de su regreso a España en 1937, en un momento en que se daba ya por perdida la guerra para los republicanos. Le preguntó un periodista: ¿cómo vuelve ahora que todo el mundo se va y la guerra está perdida? «Por eso, precisamente», respondió.

En «Los intelectuales en el drama de España» es muy visible cómo la pensadora pasa de lo que Jesús Moreno llama la «razón armada» en defensa de la República, muy vehemente y apasionada en sus primeros textos, simbolizada en Atenea con escudo, casco y armas, a «la razón misericordiosa», encabezada por el artículo sobre «Misericordia» de Galdós, que supera todo rencor sin dejar de defender la República.

Esta razón misericordiosa antecede a la «razón poética», que nacerá ya como tal entre 1954 y 1956.

«En ‘Pensamiento y poesía española’ resalta que en el propio fracaso español anida la ‘trágica esperanza’, que atravesará toda la obra de la pensadora, en suma, la máxima esperanza en el resurgir de una democracia en España, como la historia ha demostrado. ‘Filosofía y poesía’ es ya el máximo impulso de esa razón cívica hacia la ‘razón poética'».

Mis queridos filósofos

Ocurre a veces que uno necesita reconciliarse formalmente con la razón, días en que el mundo se vuelve opaco y el alma se siente huérfana de conceptos y anhelosa de armonía y claridad. Es el momento entonces de regresar a la filosofía. Y es que a veces el conocimiento intuitivo y emocional del arte y de la literatura empacha y cansa, quizá porque su empeño no es tanto esclarecer las cosas como enriquecerlas y, valga la paradoja, iluminarlas con nuevos enigmas, de modo que en la filosofía descansamos de ese oscuro entender y, por decirlo así, canjeamos por ideas claras y distintas nuestras perplejidades y vislumbres, como quien convierte su incierta mercadería en letras de cambio bien acreditadas.

Siempre he sido aficionado a la filosofía, y nunca me ha faltado un filósofo de cabecera. Cada momento ha tenido el suyo. Ha habido épocas de Nietzsche, de Ortega, de Spinoza, de Berkeley, de Heidegger, de Benjamin y Adorno, de Sartre y de Camus, y de tantos otros, y siempre de Schopenhauer, de quien nunca me canso, y por supuesto de Montaigne. De Montaigne me admira la suave y amena indagación que hace de sí mismo y de las cosas sencillas de su alrededor. Pocas veces nos dice nada que el lector no creyera haber pensado antes. La obviedad se convierte sin saber cómo en un hallazgo y en un don. Los pensamientos de siempre cobran en él el resplandor del primer día, y hasta sus muchas citas clásicas se nos revelan con toda la fuerza repentina de la novedad. De pronto descubrimos que todo en el mundo está por descubrir.

Así que uno es una especie de trotaconceptos, un vagabundo que en cualquier parte (un tratado de lo más sesudo, un artículo de periódico, una sentencia, hasta un refrán) encuentra hospedaje: es decir, encuentra el consuelo, y hasta la caricia maternal, de una idea que de pronto, como un relámpago en la noche, pone luz en el mundo. En cuestión de ideas, soy nómada. Apenas he conocido el placer de la creencia, y aún menos el de la militancia. Soy un viajero que hoy hace fonda aquí, y pide siempre el menú degustación, y que mañana continúa alegremente su camino. Como mero aficionado a la filosofía, me gusta además mi irresponsabilidad de lector, cosa que en la literatura me ocurrió solo en mis primeros años de juventud, cuando leía de todo, sin ley ni canon, y tenía tan buen apetito que no había libro o cómic al que le hiciera ascos. Por otra parte, yo suelo leer los textos filosóficos con cierto ánimo novelero, como si me contasen una historia cuyos personajes, héroes y malvados, son las ideas, y donde hay un argumento, un conflicto, una trama, una intriga, y hasta un desenlace desdichado o feliz. De filosofía, entiendo poco, y no aspiro a más, y en mis lecturas hace tiempo que renuncié a obtener cualquier botín teórico, lo cual me ofrece una levedad de lo más placentera. Vivo desde siempre en una alocada soltería filosófica.

Luego, otro día, resulta que te cansas y hasta reniegas de ese lenguaje y de esa luz, de esas pretensiones de alzar una torre de conocimiento tan alta como la de Babel, y regresas a la penumbra del arte y la literatura, y así vas, de los filósofos a los poetas, del razonamiento a la revelación, del no entender entendiendo al alivio, y acaso también al espejismo, de entender algo de una vez para siempre, y de reposar al fin en esa Ítaca tan inalcanzable que es la ilusión de la verdad. De las palabras que te guían a las palabras que te pierden.

Uno no sería ni la persona, ni el ciudadano, ni el lector y el escritor que es, sin la filosofía, sin esa fina lluvia de ideas, de pálpitos, de querellas intelectuales, de ecos dialécticos, que nos vienen del pasado y que se filtran en nuestra inteligencia y en nuestro corazón y que nos dotan de la clarividencia y el carácter necesarios para enfrentar críticamente el mundo y construir nuestra visión propia de la realidad, y que solo ahí, en ese gran río de conocimiento que es el legado de nuestros mayores, podemos encontrar. Esa es nuestra herencia, y no tenemos otra. En la filosofía (y, si se quiere, también en la literatura, que no es otra cosa que el patio de vecindad de las humanidades) está la llave de nuestra salvación como personas libres, lúcidas y mayores de edad.

Porque ocurre que del mismo modo que las facciones de nuestro rostro o las huellas de nuestros dedos son distintas, así también nuestro mundo interior y nuestra visión de la realidad son por fuerza exclusivos. Somos irrepetibles. Estamos condenados a ser originales. O mejor: en nosotros está la semilla de la originalidad, y de nosotros depende que caiga en buena tierra o que se agoste sin remedio. Pero para saber lo que valemos, y para lograr ser nosotros mismos, nos lo tenemos que ganar, y para eso es necesario un poco de soledad, de recogimiento, de esfuerzo, de lentitud… y de la ayuda de nuestros filósofos, de los de antes y de los de ahora, de los densos y de los ligeros, de los ceñudos y de los festivos, porque sin ellos estaremos condenados a la ignorancia y a la palabrería: carne de cañón.

Y he aquí que ahora, nuestros actuales gobernantes, no contentos con haber menoscabado la literatura en las escuelas, los libros en las bibliotecas y el teatro y el cine en las taquillas, han decidido también arrinconar a la filosofía, haciéndola meramente optativa, lo cual equivale a su extinción. ¿Qué muchacho, o qué padres de muchacho, van a elegir o a animar a elegir como asignatura la filosofía, que al fin y al cabo no sirve para nada, cuando se puede optar por otra materia más técnica y práctica, que acaso pueda servir para aspirar a un puesto de trabajo, por mísero que sea?

Triste país el nuestro. Trabajando cada cual para obtener sus pequeñas ventajas, nos estamos labrando entre todos la desdicha colectiva. Hoy sabemos ya que, en asuntos de educación, de ciencia y de cultura, el sueño de la Transición produjo, si no monstruos, sí figuras grotescas. Al cabo del tiempo, al cabo de tantos proyectos y sueños de regeneración, uno contempla el panorama social y comprueba que, tras la apariencia y el barniz de la modernidad, seguimos siendo el mismo país ignorante y atrasado de siempre. Queda una gran minoría ilustrada, cómo no, pero se antoja poco logro para las oportunidades históricas que tuvimos y que una vez más desperdiciamos. Diríase que hay una conjura para que estas cosas sean así. No de otro modo se puede interpretar el desprecio y la saña con que nuestros gobernantes persiguen a las humanidades en las escuelas y a la ciencia y a la cultura allá donde se encuentren. Como si hubieran recibido de ellas una afrenta que hay que vengar y reparar.

Seguimos, pues, como siempre en nuestra desdichada historia, a la espera de un Gobierno ilustrado, que crea de verdad en esa gran evidencia de que el progreso y la grandeza de un país se construyen por fuerza desde la educación. Algo que todo el mundo dice pero que nadie hace, quizá porque tampoco ellos, los mandatarios y demás malandrines, son amigos de la lectura y el estudio. Basta leer un par de horas a Montaigne, o cultivar el hábito de alternar, aunque sea solo de pasada, con nuestros queridos filósofos, para defendernos de la banalidad y desenmascarar y ponernos a salvo de los discursos baratos, tramposos, fatuos y hasta ridículos de la mayoría de nuestros políticos. Más que nunca, ante la ristra de elecciones que se nos avecinan, quizá esta sea la hora de regresar a la filosofía.

Este artículo ha sido publicado por el escritor Luis Landero en: www.elpais.com

Manuel Cruz: «La historia demuestra que todo es contingente»

Es un filósofo atípico. Es frecuente encontrar su nombre en los medios de comunicación y no aborda la disciplina desde un punto de vista academicista y poco terrenal. Manuel Cruz (Barcelona, 1951) estuvo esta semana al foro Enciende la Tierra, organizado por la Fundación CajaCanarias, hablando de los efectos de la globalización en la razón y de los espacios que aún le quedan al ciudadano para ejercer el pensamiento crítico.

-¿Recuerda en qué momento decidió que iba a estudiar Filosofía?

“Decidí estudiar Filosofía hace mucho tiempo. Eran años distintos a los de ahora. No era normal que los hijos de familias trabajadoras llegaran a la Universidad y, cuando ello ocurría, los padres esperaban que eso significara que el hijo pudiera acceder a una profesión que valiera la pena desde el punto de vista del mercado de trabajo. Una carrera de Humanidades parecía condenar a la enseñanza y, de alguna manera, en la clase trabajadora parecía que eso era desaprovechar la inversión. Pero al final los padres siempre acaban queriendo que los hijos estudien aquello que les haga más felices, y como era evidente que a mí lo que más me satisfacía era la filosofía, pues les acabó pareciendo bien”.

-¿Qué es lo mejor que le ha dado la filosofía?

“Me ha permitido una relación con la realidad más intensa. La filosofía te permite entender mejor la realidad, el mundo, y, por tanto, la propia vida. No en el sentido de que a través de la filosofía te des cuenta de que todo tiene sentido. No. Pero te permite darte cuenta de que a veces las cosas no tienen el sentido que parecía, y otras veces, aquellas cosas que parecía que tenían sentido, no tienen ninguno”.

-Siempre se dice que los ignorantes son más felices. Entonces, la filosofía ¿nos hace más infelices?

“No lo creo. Hay una anécdota que se le atribuye al filósofo Hilary Putnam que me parece válida para contestar. Él decía que si a la gente le ofrecieran, como en Matrix, dos pastillas -una roja y otra azul- y le dijeran que si te tomas la pastilla azul no te enterarás de lo que pasa, pero serás muy feliz, y que si te tomas la roja, te enterarás de todo lo que pasa, pero no se te garantiza la felicidad, los seres humanos prefieren tomar la pastilla roja. Cuando uno apuesta por pensar, por la inteligencia, por la racionalidad, por el sentido, lo hace porque considera que son valores en sí mismos. Que luego, además, aporten o no la felicidad… Eso ya no lo sé. Supongo que entendemos la felicidad como un cierto bienestar y no estoy seguro de que el bienestar inconsciente sea en sentido propio felicidad”.

-Se habla de la tarea de pensar. ¿Pensar es una tarea?

“Sí, pensar es una tarea. Tengo la sensación de que disponemos de una energía limitada y tenemos que decidir a qué la dedicamos, en qué la aplicamos. Hay gente a la que no le queda más remedio que dedicar esa energía a otras tareas, como es la propia supervivencia. Para mucha gente pensar no puede ser la prioridad. Por eso es más obligatorio que los que podemos dedicarnos a ello lo hagamos. No se le puede pedir a alguien que se tiene que levantar a las cuatro de la mañana para ir a la otra punta de la isla a trabajar que, además, disfrute pensando. Me parecería una frivolidad por mi parte pretenderlo”.

-La crisis ha hecho que nos escandalicemos más por la corrupción y que, al mismo tiempo, se generalice el “sálvese quien pueda”. ¿Hemos elevado nuestro nivel de exigencia ética o lo hemos reducido?

“La crisis ha implicado lecciones aceleradas de capitalismo para mucha gente. La sociedad capitalista siempre ha sido competitiva. La diferencia es que en la época de vacas gordas los navajeos son para ascender, y si no llegas hasta arriba del todo, al menos llegas a la mitad. Cuando llega la crisis la mentalidad sigue siendo la misma, pero ahora no es una competición por llegar el primero, sino para no caer el primero. Así y todo, durante la crisis también han surgido comportamientos no contaminados, han aparecido elementos de solidaridad. Las sociedades mediterráneas han sobrellevado la mala situación gracias a distintas formas de apoyo, basadas sobre todo en las relaciones familiares. Hay muchas familias donde más de tres personas viven de la pensión del abuelo y muchos hijos siguen viviendo en casa de sus padres porque no encuentran trabajo. Deberíamos apreciar estas formas de solidaridad; a veces no les damos la importancia que tienen. Las personas que las practican no son conscientes de estar haciendo algo excepcional. Pero significa que la mentalidad neoliberal no lo ha empapado todo”.

-La indignación de los españoles ¿ha sido emocional o racional?

“La indignación ha sido fundamentalmente emocional. No es una crítica, pero es que no ha tenido una gran elaboración política. No es una característica española, ha sido común a toda Europa. Hay un empobrecimiento generalizado de la política, de los discursos, y eso se traslada también a la indignación”.

-El discurso de la casta ¿infantiliza a la ciudadanía?

“El discurso de la casta está empobrecimiento extraordinariamente la política. Con él se hace una simplificación desmesurada de la realidad y no se clarifica. Hay muchas ciudades pequeñas o pueblos donde existen fuerzas políticas no mayoritarias, militantes concretos, que trabajan abnegadamente sin buscar perpetuarse en el poder y que no tienen reconocimiento. Y de repente se han encontrado con que hay encuestas que dicen que su formación pertenece a la casta y, por lo tanto, su trabajo no tiene valor. En cambio, entra gente nueva, que no ha hecho nada, y que sí tiene reconocimiento simplemente porque forma parte de la marca. Este efecto no es positivo. Pero hay otra cosa peor: el lenguaje de la casta es un lenguaje que disuelve las diferencias clásicas y básicas entre las fuerzas políticas. Ahora se dice que la casta no es de derechas ni de izquierdas. Durante mucho tiempo este discurso era solo de la derecha. Me sorprende que sea la izquierda quien esté usando ahora ese lenguaje”.

Manuel Cruz

-¿Nos hemos creído que lo nuevo es bueno solo por ser nuevo? Ocurre en política, pero también en la búsqueda de empleo: la experiencia no parece ya un valor…

“Lo nuevo no tiene por qué ser bueno. Puede serlo, igual que lo antiguo puede ser bueno, pero también malo. Hay que analizar cada situación en sí misma. No me preocupa que Hillary Clinton tenga 68 años. Me importaría si estuviera enferma y eso pudiera influir en su capacidad al frente del gobierno. Si se tuviera que enfrentar, por ejemplo, a Sarah Palin, del Tea Party, que tiene 20 años menos, ¿implicaría que ella es mejor solo por ser más joven? Este discurso no me sirve. A lo viejo, y no me refiero solo desde el punto de vista de la edad, le cuesta percibir cuánto de nuevo hay en lo nuevo, le cuesta reconocer lo nuevo. En realidad no hay nada nuevo que sea absolutamente nuevo, solo parcialmente nuevo. Y lo nuevo, sin embargo, está convencido de que es inaugural. Hace un par de años leí una carta al director en El País en la que una chica escribía sobre su generación. La calificaba como totalmente nueva. Yo suelo leérsela a mis alumnos y a continuación les demuestro cómo lo que ella dijo ya lo había dicho un filósofo francés 30 años antes. Objetivamente no es nuevo, solo subjetivamente. No debemos dejarnos arrastrar los eslóganes de lo nuevo. Si la regeneración política es necesaria habrá que regenerar la política, pero veo en muchos discursos y en muchos de los presuntos nuevos políticos actitudes que no son nuevas; las veo y pienso: “esto ya lo he visto”. Yo no soy analista político, pero lo que está ocurriendo ahora, que un partido emergente le haga una opa hostil al resto y estos acaben subiéndose al carro ganador, eso ya ocurrió en los años 80 cuando apareció el PSOE. Esto ya lo vimos. No digo que la historia se repita, pero sí digo con fuerza que nada es absolutamente nuevo. La novedad siempre es parcial”.

-¿La inmediatez, que sí parece ser algo nuevo, nos está haciendo más estúpidos?

“Hoy todo cambia a tal velocidad que la gente no sabe a qué aferrarse. Y esto sí es nuevo y sí es malo. Esta rapidez se ve en la política. Antes, cuando un partido sacaba mayoría absoluta, los ciudadanos decían: ahora tenemos PP o PSOE para ocho años, porque sabían que el gobierno tenía margen para superar una legislatura aunque perdiera apoyos por el camino. Este lenguaje ya no se puede usar en Europa. Mira lo que ha ocurrido con el Pasok, en Grecia, que es un partido histórico. Hoy, un partido puede desaparecer del Parlamento en una legislatura. A la gente le da la sensación de que todo es muy acelerado y que es muy complicado defender las cosas. Hoy ni siquiera se puede hablar del votante de toda la vida. Ese concepto también ha ido desapareciendo. Pero es comprensible. A veces parece que se le está exigiendo al votante más que al propio partido. Pongo un ejemplo: la defensa de la renta básica de Podemos. Sus votantes empezaron a defender la medida y de repente ellos dijeron que solo era una propuesta para las elecciones europeas, no para las nacionales. Exiges que los votantes sean reflexivos pero luego los supuestos líderes no lo son”.

-A pesar de esa velocidad e inestabilidad, tenemos la sensación de que el mundo es como es y que no se puede cambiar. ¿Es culpa del capitalismo?

“Al hombre lo que más le cuesta es percibir el carácter contingente de la historia. La historia demuestra que todo es contingente. Cuando vivíamos en el franquismo la gente estaba convencida de que en este país no iba a haber democracia nunca, y llevamos ya 40 años. No se pueden hacer afirmaciones tan rotundas sobre la imposibilidad del cambio. Ahora pensamos que el único camino posible es la democracia, pero ¿realmente hay tanto apoyo a la democracia? El país que actualmente es la locomotora del planeta tiene una economía capitalista, pero en política no es nada liberal. Me refiero a China. Hay que ser extremadamente prudentes. Hannah Arendt, en uno de sus escritos, contaba una anécdota que le pasó a un rey francés -no me acuerdo qué Luis era-, que al ver protestas en la calle le preguntó a su sirviente si había una revuelta. Él le contestó: “No, no es una revuelta, es una revolución”. La historia siempre puede dar más vueltas”.

-Ángel Gabilondo ha vuelto a dar el salto a la política. Fue ministro de Educación y ahora se presenta con el PSOE en la Comunidad de Madrid. ¿Necesitamos más filósofos en política?

“No soy objetivo al hablar de Ángel Gabilondo, porque es alguien a quien tengo un grandísimo afecto y aprecio intelectual. En realidad, él, de alguna manera, ya ha respondido a esta pregunta. El otro día contestó a una cuestión parecida de la siguiente forma: ¿A qué profesión tiene que pertenecer un político? ¿Por qué un registrador de la propiedad, como es Mariano Rajoy, está más capacitado que un filósofo para ser presidente del Gobierno? ¿A José María Aznar ser técnico de Hacienda le dio una visión del mundo más global que le permitió establecer pactos internacionales como el de la guerra del Golfo? En términos generales, introducir en la vida pública voces que de alguna manera buscan más reflexión, es bueno. Los políticos hoy no reflexionan, solo dan respuestas ortopédicas, de argumentario. No se atreven a pensar”.

-Ha estudiado en profundidad la obra de Hannah Arendt. ¿Qué es lo más vigente de su pensamiento?

“Su reflexión filosófica sobre la naturaleza política, sobre los intereses que mueven a la política. La verdad es que Arendt resiste muy bien al tiempo, tanto sus textos más abstractos como sus textos más pegados a la coyuntura. Sus escritos sobre el pasado y el futuro de la educación, que escribió en los años 60, son muy útiles 50 años después”.

Artículo publicado por Saray Encinoso en: www.diariodeavisos.com

Los filósofos alertan de que la lógica económica se ha impuesto a la razón

La «lógica distributiva» de la economía ha eclipsado a la lógica de la razón, tanto que ha convertido hasta las relaciones amorosas en un simple negocio, puro mercantilismo, y las está desnaturalizando. Esto criticaron anoche el filósofo Manuel Cruz y el crítico de arte Fernando Castro durante la segunda cita con las charlas de Enciende la Tierra, un foro de reflexión de la Fundación CajaCanarias moderado por el periodista Carmelo Martín y bajo el título El agotamiento de la razón.

Por eso, por el peso que ha cobrado el pragmatismo frente al racionalismo, Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y autor de más de una veintena de libros, señaló que vivimos una época en la que «la ignorancia saca pecho» y en la que el saber cada vez tiene menos prestigio social. «Antes todas las esferas de una sociedad dependían de una gran esfera: la política. Ahora esa gran placenta es la economía. Con la política por lo menos pensábamos que podíamos cambiar algo, por ejemplo, en las elecciones, pero con la economía no podemos cambiar nada. Solo podemos protegernos pero no intervenir», explicó.

Fernando Castro, profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid y muy conocido por sus críticas de arte en el suplemento ABC Cultural, habló de que nos encontramos en «un estado de excepción económica, en el que nos han obligado a apretarnos el cinturón sin preguntarnos si queríamos o no». «El ministro Wert dijo una vez, al preguntársele por los recortes de más de 10.000 millones en Sanidad y Educación, que el Gobierno lo había tenido que hacer con todo su pesar. Y se quedó tan pancho», detalló.

Ambos reivindicaron la importancia de la filosofía y, en general, de las humanidades en un tiempo en el que han ido perdiendo peso a pasos agigantados. En ese sentido, Manuel Cruz dijo que el pragmatismo se autojustifica con el realismo mientras que «los filósofos y los pensadores han quedado como unos fantasiosos», como si la reflexión ya no tuviera sentido. Y esto, según este asiduo desde hace muchos años a medios de comunicación españoles (especialmente en El País, la Cadena Ser y Radio Nacional) y argentinos (La Nación y Clarín), se está notando especialmente en el modelo educativo. «Las directrices que llegan desde las administraciones son que la educación tiene que organizarse como una FP en todos los niveles, priorizando la perspectiva práctica aplicada al mercado laboral. Hay incluso colegios privados en los que los padres empiezan a exigir a los profesores que se dejen de dar tantas humanidades y se centren en aquello que tiene salidas laborales. Muchas presiones empujan en esa dirección».

«Es como una profecía eso de que hay que ser algo en la vida», puntualizó Fernando Castro, para acto seguido defender a los profesores de asignaturas tan denostadas como Filosofía. «Es un honor ser profesor de Filosofía. Es un honor debatir sobre el Banquete de Platón en un aula», señaló el crítico de arte, para quien la filosofía abarca todo, hasta lo banal. «Veo programas del corazón y todo lo que se me ponga por delante en televisión. A veces escribo mientras veo por la mañana a Ana Rosa [presentadora de Tele 5] y por la noche a Maruenda [director de La Razón]. También sigo cómo van la prima de riesgo y los mercados. Me he interesado mucho por la economía también. Y dos cosas tengo claras con la crisis: que los expertos en economía no tenían ni idea y que en España pusimos a un pirómano para apagar el incendio económico. Porque otra cosa no se puede concluir cuando se coloca como ministro de Economía a alguien [Luis de Guindos] que trabajó para Lehman Brothers», la compañía de productos financieros estadounidense cuya quiebra desató la crisis en 2008.

Castro enfatizó ese carácter multifacético de la filosofía hablando de su propia experiencia. «He hecho cinco películas porno, trabajado para programas de televisión… En la filosofía se puede entrar en todo», manifestó entre las risas de los asistentes al salón de actos de la Fundación CajaCanarias en Santa Cruz de Tenerife.

Cruz aclaró que la filosofía «no es solo preguntarse por el porqué de todas las cosas, sino si se está seguro de todas ellas, si se sostienen». Entonces, señaló que ahora se impone «el discurso de la incertidumbre». «Todo es un vete a saber pero lo que la gente no sabe es que los poderes están permanentemente planificando. El problema es que dicen poco de lo que se planifica y la sociedad vive en una burbuja».

También hablaron los dos pensadores de la volatilidad de la política con vistas a las inminentes elecciones. Castro, por ejemplo, destacó que «lo importante» es abandonar «esa situación monocorde, gris, del bipartidismo». Y comparó la actual situación con la película Mad Max. Más allá de la Cúpula del Trueno. «Estamos ante un momento que algunos califican de apocalíptico, porque está en peligro su supremacía, mientras en las teles tenemos a los todólogos, esos políticos tertulianos que lo saben todo». «Y, mientras, tenemos a Wert, un talibán. Es preocupante tenerlo al frente de Educación y Cultura», concluyó el crítico.

Artículo publicado por Daniel Millet en: www.laopinion.es

«La filosofía es un servicio público». Una entrevista a José Antonio Marina

¿Debería haber en política más filósofos que ayudaran a solventar los problemas?

-No. Los filósofos del siglo XX se equivocaron tanto en política que casi mejor que estén fuera. Lo que sí debería haber es una parte de la filosofía que es el pensamiento crítico, absolutamente imprescindible para el buen funcionamiento de una sociedad democrática. Sin él, es muy fácil adoctrinar a la gente y tomarle el pelo.

-¿Cómo ha de introducirse ese pensamiento crítico?

-De manera transversal a través de la educación. Precisamente estoy trabajando en ello desde la Universidad de Padres. Desde ella insistimos mucho en que los niños deben aprender sobre estas cuestiones desde los 4 años. Por ejemplo, en Francia se ha puesto en marcha un taller de Filosofía para pequeños de esa edad. Lo primero que tienen que conseguir durante un año es escuchar lo que dice el otro. También se les enseña a guardar el turno y a explicar las cosas. Es algo que les divierte muchísimo. Creo que también dentro de cada una de las asignaturas debería enseñarse a pensar críticamente sobre ellas mismas.

¿Por qué la educación no está siendo uno de los ejes del debate en la precampaña electoral?

-Porque a la gente no le interesa la educación. Solo se habla mucho del tema como de Santa Bárbara cuando truena, de manera que cada vez que aparece un informe PISA todo el mundo dice ‘esto es horrible’… Por eso, en las encuestas del CIS, nunca aparece la educación entre las prioridades de la gente. En la última, solo interesaba a un 7%. Y eso es grave porque quiere decir que no se han dado cuenta de lo importante que es la educación para nuestro futuro, no solamente social sino también económico. Subir 20 puntos en PISA supone subir el PIB un 35.

-Los colegios jesuitas han empezado a dar clases sin asignaturas y sin exámenes. ¿Aprueba ese modelo?

-Sí. Hay que introducir métodos así, que sean muy transversales. Lo que sucede es que son muy costosos de implementar, y no me estoy refiriendo al dinero. Lo que necesitan fundamentalmente es un cambio en los profesores. Espero que los jesuitas hayan empezado por la formación de su profesorado. Esto tiene que ver además con un cambio que se dio en el año 2000 en el sistema educativo de Europa: se introdujo todo un sistema organizado no por asignaturas sino por competencias. Cuando el PSOE desarrollo la ley de educación incluyó las competencias pero sin quitar las asignaturas, lo cual provocó una situación con dos sistemas contradictorios. Por otra parte, cuando apareció la distribución de las ocho competencias seleccionadas por la UE yo quise poner en marcha una campaña para decir que faltaba una: la filosofía. Se enseña lengua, tecnología, matemáticas, ciencia…, pero no se enseña a reflexionar críticamente sobre ellas. Me parecía un sistema absolutamente antieuropeo porque la creación de Europa fue el pensamiento crítico. Así, el sistema educativo de Europa lo que puede conseguir es formar una sociedad aparentemente muy competente, pero desde el punto de vista personal y social, muy vulnerable.

-¿Dónde está la gran filosofía, la que proponía un gran ideal a la sociedad de su tiempo?

-Eso se acabó después de los totalitarismos. Apareció una moda dentro de la filosofía que era el pensamiento débil: mejor no hacer grandes proclamas porque se habían pasado de rosca. Mi idea de la filosofía va por ahí. Por eso puedo decir que la filosofía es un servicio público. Porque la filosofía no son las grandes construcciones conceptuales de Hegel, del marxismo, de los naturalistas nazis, unas moles megalo-conceptuales. La filosofía es una cosa muy precisa: el estudio de la inteligencia, su funcionamiento, sus límites y las cosas que ha hecho a lo largo de la historia.

-Pero sin ideal, ¿no estamos condenados a conformarnos con el orden establecido, tal y como se preguntaba Javier Gomá en un artículo?

-Tomado desde una teoría de la inteligencia, eso funciona de otro modo. La inteligencia funciona por proyectos. Y uno de los grandes proyectos que tiene es el de dignificar la especie humana, ese es el gran proyecto ético. Un proyecto en el que estamos intentando redefinirnos como especie. Y eso también lo admite Javier Gomá. El gran proyecto ético es el más ambicioso, el más urgente y el que enlaza la filosofía con la vida de todos los días y con la felicidad de toda la especie humana.

-¿Cuán creativo ha de ser un filósofo?

-Tiene que ser creativo con los problemas heurísticos, es decir, con aquellos cuya solución desconoce. Cuanto más complejos, difíciles y universales sean los problemas, más creatividad hay que tener. Y los problemas más serios y difíciles que tenemos ahora son los que afectan a la felicidad personal y a la dignidad de la convivencia, es decir, problemas éticos. En Occidente, hemos llegado después de muchas experiencias muy dramáticas al mejor modelo que se nos ha ocurrido para resolver los problemas. Un modelo que está basado en la racionalidad científica, la capacidad técnica, la democracia política y el mercado libre económico. Lo que pasa es que son cuatro patas que no tienen ningún sistema de frenado y que dejadas solo a su dinámica pueden conducir a cualquier cosa. Todas ellas necesitan enmarcarse en un marco ético para no ser instituciones suicidas.

Pero ese marco ético ya existe. ¿Qué está fallando?

-Sí. Pero justo en este momento quienes no se lo creen son los propios filósofos. Casi todos los filósofos que salen de las facultades de Filosofía de España son escépticos en temas morales. Y son cuestiones fundamentales. Conquistar los derechos humanos fue una epopeya de la inteligencia. La idea de que pertenecemos a una humanidad única es una idea muy reciente. Y se rompe con mucha facilidad. ¿Por qué matan los islamistas radicales a los cristianos? Pues porque creen que pertenecen a otra especie y que son como material desechable.

Una lectura para estos tiempos de precampaña electoral.

La rebelión de las masas de Ortega y Gasset.

Una entrevista publicada por M. Elena Vallés en: www.laopinioncoruna.es

El objetivo de la educación

El documento audiovisual que hoy os presentamos trata sobre una cuestión esencial en la actualidad: el fin que la educación tiene en sí misma para conformar la sociedad en que «debemos vivir».

El pensador y crítico Noam Chomsky nos muestra su visión sobre los dos conceptos que se dan entorno a la educación y cómo la realidad estructurada ha ido potenciando uno en detrimento del otro. Un análisis reflexivo muy interesante que coloca en primera línea uno de los aspectos más transversales en la formación de una sociedad: el crecimiento y desarrollo del ser humano a través de la educación.

«El desconcierto» (Temas de hoy, o de 1983…)

El artículo que os presentamos a continuación lo hemos encontrado rastreando la hemeroteca de El País, donde un 27 de marzo de 1983, José Luis Sampedro, una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo (y de aquel) escribía sobre la confusión, el desconcierto y los miedos que no sólo se fraguaban en aquella época sino que ya eran una realidad. Treinta y dos años después podemos leerlo con toda la actualidad que conforma cada pensamiento de este texto. La crisis del 83 y la del 2008 enredadas entre palabras.
Disfrútenlo…Y piénsenlo.

Se repite continuamente que la humanidad, y, ante todo, el mundo occidental padecen una época de crisis. Pero, ¿de qué crisis se trata? Para el autor de este trabajo, la escala de esta crisis puede asimilarse a la de una ruptura global, sin precedentes desde el Renacimiento. El sistema de desarrollo industrial del que se esperaron todos los frutos ha rozado sus límites al menos en tres frentes. Sus límites físicos, ante la proximidad de agotamiento de los recursos no renovables; sus horizontes políticos, que han entrado en colisión con la resistencia del mundo pobre; y sus límites psicológicos, por el desdén de la civilización industrial hacia las necesidades no materiales del hombre. El modelo, en consecuencia, según Sampedro, se encuentra agotado y al igual que en otros momentos históricos de trasformación radical es necesario un urgente cambio de actitud que propicie la instauración de un nuevo orden material y moral del mundo.

Este gran desconcierto., este desequílibrio, este desordenado removerse, esto que llamamos crisis. ¿Dónde aquel optimismo, aquel planear seguro, aquella fe en el progreso?,»No sabemos lo que nos pasa, y eso es justamente lo que nos pasa», precisaba hace medio siglo Ortega en repetida frase. Ahora incluso es más grave: no sabem os a veces lo que somos, y, en consecuencia, no somos del todo. Cómo reconocía el presidente Carter en un discurso: «Percibimos la crisis en las crecientes dudas sobre el sentido de nuestras vidas y en la pérdida de la unidad de fines para nuestra nación».Abundancia de medios, gracias a los prodigios técnicos, pero pobreza de fines. ¿Acaso se ofrece de verdad otro que no sea la riqueza material? Es decir, sobrevivir en la abundancia; pero subsistir no es vivir. Sociólogos y psicólogos señalan el agotamiento de las utopías. Para G . Steiner, «hoy nos encontra mos en una situación sin precedentes: los jóvenes no poseen más ventanas utópicas que abrir», mientras que, hasta hace poco, siempre las hubo: Rusia en 1917, la guerra de España, el Frente Popular, la primavera de Praga, el Chile de Allende o la China de Mao».

¿Qué crisis?

¡Qué contraste con épocas anteriores! El siglo XVI, con los descubrimientos geográficos y los inventos, prometía al hombre occidental la conquista del mundo; el XVII le deslúmbraba con la razón; el XVII, con los horizontes de la Ilustración; el XIX, transido de historia, con el progreso … ; el XX nos ha ofrecido hasta ahora el desarrollo económico, pero el hambre sigue donde estaba y, en el resto, la abundancia no basta para vivir contentos. Bien porque se sigue deseando más o porque, como escribían en los muros de la Sorbona los estudiantes de mayo de 1968, «nadie puede enamorarse de una tasa de crecimiento».

Esto que llamamos crisis. Ahora bien, ¿qué crisis? ¿Dónde, de quién? Se afirma que es mundial, pero si preguntáramos al pastor andino, al pescador malayo, al campesino indio, reaccionarían con estupor. La crisis mundial no es vivida (aunque ciertamente sea padecida) por una gran mayoría de la humanidad. La conciencia de estar viviendo una crisis (caracterizada por Granisci, por Brecht, o por ambos, como la etapa en que «lo, viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer») sólo se da en los países ricos y en los estratos sociales altos de los países pobres: esta constatación sugiere ya que la crisis se genera en el mundo económicamente desarrollado. Con eso nos asomamos ya a las causas, como luego diré.

Es en ese mundo industrial¡zado donde más se debate a diario sobre la crisis, sin por eso haber aclarado al menos el significado de ese vocablo. Asombra la vaguedad del concepto crisis y la ausencia de una definición científica más o menos generalmente aceptada. Compruébese con una referencia, nada menos que en la Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, donde, en su artículo Crisis, James A. Robinson enumera los conceptos siguientes, a su juicio relacionados con el de crisis o incluso, posibles sustitutivos suyos: «Estrés, conflicto, tensión, pánico y catástrofe». Ciertamente sería difícil aplicar ninguno de ellos a la crisis actual, que, lejos de ser una situación grave y aguda como las enumeradas, es un proceso cuya persistencia ha desmentido a los primeros optimistas y que, sin duda, durará todavía largo tiempo, aunque pueda presentar recuperaciones transitorias.

Esa duración obliga a reflexionar porque además, a difem rencia de la gran depresión iñiciada en 1929, todo está en cuestión,y no sólo la economía: artes, religiones, creencias, instituciones como la familia e incluso la capacidad del sistema industrial para superar la crisis. Y escribo industrial porque aquí me refiero tanto al mundo capitalista como al comunista; por eso algunos piensan ya en la sociedad posindustrial.

La crisis de los optimistas

Ante esa intensidad y generalidad de la crisisl los optimistas del sistema confían en una mera de crecimiento: algo comparable a una crisálida, de la que emergía luego la brillante mariposa, encamando esa misma civilización. ¿El argumento optimista? Esencialmente, la magia de la técnica. La crisis de la energía será resuelta, según ellos, por la técnica energética; la del hambre, por la futura nutrición, y así sucesivamente. Hasta el pensamiento, esa carcoma interior que no nos deja en paz, delegará en la memoria de los bancos de datos y en el poder analítico de las computadoras.

Así es su futuro. Entretanto, uno recuerda que la técnica prometía a los ricos la paz del ocio, pero en realidad ha traído la angustia del paro, sin librar por eso’ del hambre a los pobres. Y además ha llegado con ella lo no previsto: la degradación del medio ambiente, inquietante para los técnicos’de la naturaleza. En cuanto a los científicos sociales, no digamos: desde la impotencia de los economistas frente a la inflación con paro hasta la de los políticos, psicólogos y Sociólogos ante las guerras, los armamentos, el terrorismo, la droga, las religiones exóticas o inventadas. y otros intentos de buscar hacia afuera la identidad que nos falta por dentro. La verdad es que resultan dudosos y hasta negativos a veces los dones aportados al hombre mismo por una técnica tan eficaz para enfrentarse con las cosas.

La crisis de los humanistas

Por eso, y porque este gran desconcierto nace y se vive más en los países adelantados, muchos oponemos una interpretación alternativa y contemplamos la crisis no como una perturbación transitoria del crecimiento, sino como el ocaso de un sistema que ha llegado a su final histórico. De la agitada crisálida actual no emergerá la mariposa con alas de acero y con motor de uranio, sino otra cosa. ¿Cuál? Nuestra utopía -y al aportar una utopía llenamos ya un vacío de la crisis es que surja, sencillamente, el hombre.Quede bien claro que eso no significa rechazar la técnica, sino sólo su tiranía, impuesta por una ciencia cuyos prodigios deslumbran, pero no iluminan. Y quede claro todavía que nuestra interpretación no es pesimista, sino, al contrario, ultraoptimista, en el sentido de que mientras los optimistas se conforman con mantener un sistema favorable a los objetos (aunque los disfracen profesando verbalmente unos u otros ideales) nosotros aspiramos a una vida centrada en el hombre. Más aún, tenemos la esperanza de que la crisis, al liquidar el sistema agotado, pueda conducir a un modelo de desarrollo humanizado.

En otras palabras, interpretamos esta crisis como una ruptura global, un golpe de timón en la historia de Occidente, sin precedentes desde el Renacimiento. Es entonces cuando el europeo se instala egocéntricamente como individuo frente al (y distinto del) mundo, al que consídera su botín. Con Descartes, definitivamente, el hombre pasa de criatura a creador, y desde entonces impulsa la explotación tecnocrática de su universo, siguiendo la vía hoy llamada desarrollo.

Ahora bien, ese desarrollo ha engendrado esta crisis y ha entrado a su vez en,crisis al acercarse a sus límites. Límites, en primer lugar,fisicos, pues aunque sean discutibles las fechas dadas por el Club de Roma para el agotamiento de recursos no renovables, sigue siendo verdad elemental que el crecimiento indefinido no es posible en un medio limitado.

Además, el desarrollismo de los ricos entra en conflicto político con la resistencia de los pobres,. hoy todavía débil, pero creciente. Por último, límites psicológicos en el seno mismo del mundo desarrollado, por el desdén de la civilización industrial hacia las necesidades no materiales del hombre que, insatisfechas, se manifiestan en los desequilibrios individuales y sociales aludidos anteriormente.

Pues, ¿acaso ese modelo ofrece a las masas algo más que elevar el nivel de consumo, oficialmente llamado nivel de vida? ¡Como si consumir más equivaliese a vivir mejor! Si hoy escribiera Marx, cuyo centenario acabamos de celebrar, tendría que completar la alienación debida a las relaciones de producción con la impuesta por las relaciones de consumo.

Por una doble estrategia

Nos encadenamos, en efecto, con nuestros pagos a plazos, para obtener los bienes cuya necesidad inventa la publicidad o el falso prestigio social, y sacrificamos un satisfactorio bienestar al, .siempre inalcanzable (y por eso frustrante) mejorestar. Por supuesto, muchísimos se sienten satisfechos por el consumismo, pero eso mismo muestra hasta qué punto han sido amputadas las facultades humanas para vivir plenamente otros goces no cosificados. Así es como pueblos enteros venden su condición humana por el plato de lentejas que les ofrece la economía de mercado.

A la vista de esos límites, la crisis se nos apa rece como un ocaso y, a la vez, una aurora. Y mientras alborea y se afirma el día del hombre, ¿qué hacer?

Pues lo que han hecho siempre los de un mundo nuevo durante la transición desde lo viejo. Vivir una doble vida, como los cristianos en la Roma antigua, con una doble estrategia: subsistir en el marco declinante mientras preparan el futuro; cooperar con lo destructivo de toda crisis para edificar sobre las ruinas; soportar en la calle los edictos imperiales mientras refuerzan la fraternidad creadora en las catacumbas. Con ese criterio, por ejemplo, los ciudadanos conscientes rechazamos el consumismo, aunque compremos lo necesario.

Desde esa óptica, por dar ejemplo a escala mundial, el nuevo orden económico internacional ya resulta viejo, aun no habiendo nacido. El Tercer Mundo hará bien en sacar lo que pueda de ese proyecto anticuado, pero hará mucho mejor si defiende sus culturas propias y lucha por economías nacionales menos dependientes.

Por eso yo no veo ambigüedad ninguna en la presencia de un país intermedio como España en Nueva Delhi, sino, al contrario, un ejercicio de la doble estrategia ante el cual me felicito como español: convivir en el área de poder político mundial en donde estamos, pero contribuir a la defensa de otras culturas humanas como la nuestra.

Es decir, luchando así por la pluralidad de los estilos de vida y contra la uniformidad planetaria, que. es de temer pueda acabar impuesta a todos por la combinación del poderío militar con técnicas concentracionarias.

Para esa doble estrategia es indispensable una toma de conciencia que, afortunadamente, empieza a extenderse. En declaraciones tercermundistas, en reivindicaciones de grupos marginados y en serios estudios científicos empieza a difundirse la idea de que más no es sinónimo de mejor, y de que ser es más importante que tener. Y, para pasar a los actos, esa conciencia debe apoyarse en la solidaridad de los grupos y los pueblos cuyas varias identidades culturales tiende a borrar la uniformidad cosificada del desarrollo actual.

La crisis favorece esa lucha contra los modelos impuestos desde los países ricos, porque ha sembrado en éstos la incertidumbre, el desconcierto y la falta de sentido de su identidad, desprestigiando entre ellos mismos el mundo tecnificado que han construido o, al menos, erosionando los valores en que se basa.

Doble estrategia, en suma, para aprovechar la crisis como transición hacia el desarrollo integral del hombre, que no es sólo homo oeconomicus (mero productor y consumidor), sino también hombre estético, ético, religioso y, simplemente, vividor y gozador de sí mismo, en un empleo sensato de la vida. Esta es la conclusión ineludible cuando se entiende la crisis como una ruptura histórica contra la civilización de los objetos.

José Luis Sampedro es catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense de Madrid, y autor de varias novelas.

Artículo publicado en El País el 27 de marzo de 1983, por José Luis Sampedro.

Y si Sócrates dialogase con Wert…

En este enlace os dejamos hoy un interesante texto escrito por Juan Antonio Negrete en el que tres personajes -Sócrates, Wertíades (Wert) y Querofonte- discuten y dialogan sobre la política educativa. Un cruce entre las historias política, filosófica y humana. Una interesante propuesta que seguro os deja muy sorprendidos.

En Wertíades o del mérito nos encontramos con lo que sería una reflexión sobre los errores ya cometidos y la vuelta cíclica siempre a una ausencia clara de la razón y de tantos valores que hoy circunda nuestra vida.

http://es.scribd.com/doc/110683500/Wertiades-o-del-merito

Con la filosofía a rastras

En un mes y medio terminarán segundo de Bachillerato y aseguran que no les va a dar tiempo a dar ni la mitad del temario, algo que les preocupa sobremanera de cara a la selectividad. Un grupo de alumnos del IES Cánovas del Castillo salió ayer a la puerta del centro con sus pancartas para denunciar una situación que les trae de cabeza desde el comienzo de curso. Según explicaron los estudiantes, tanto de diurno como de nocturno, la titular de la asignatura comenzó a faltar a causa de pruebas médicas y bajas de corta duración poco después de que comenzara el curso y estuvieron dos meses sin docente. Según afirmaron los alumnos, en diciembre llegó el profesor sustituto, que tuvo que marcharse de nuevo en enero por la vuelta de la titular de la plaza.

Esta docente interina volvió a causar baja y «luchamos para que volviera el mismo profesor, para poder tener un poco de continuidad», afirmaron los alumnos. Por suerte para ellos, el mismo sustituto volvió a hacerse cargo de la asignatura y lograron hacer un segundo trimestre con cierta normalidad. Pero el miércoles fue su último día, ya que la titular volvió al centro. «Ha vuelto y nos ha dicho que todavía hay tiempo de dar la materia y que no hemos perdido tantas clases, pero de las tres horas que tenemos la semana que viene ya nos han advertido que dos no las vamos a dar porque tiene citas médicas», aseguraban ayer Ana y Alba.

El programa de Filosofía para segundo de Bachillerato está compuesto por ocho autores, según relataban ayer. Sin embargo, por falta de tiempo y para adecuar la materia al examen de selectividad se hizo una selección de cuatro, Platón, Descartes, Nietzsche y Ortega y Gasset. «Teníamos que dar ocho, pero se vio que iba a ser imposible poder dar a estos autores y se redujo a lo mínimo para pasar el examen, y de ese mínimo no hemos dado ni la mitad», protestaban los alumnos en la puerta del centro.

Los estudiantes acudieron tanto al centro como al inspector de zona. Hasta le trasladaron el tema a la propia delegada de Educación, cuando realizó una visita al instituto. «Hemos intentado todo lo que estaba en nuestra mano», decían e indicaron que «hemos pensado que si sacábamos nuestro problema a la calle quizás podría haber una solución». No quieren un aprobado general. Lo que demandan es poder recibir los conocimientos planificados.

Noticia publicada el 17 de abril de 2015 por Cristina Fernández en: www.malagahoy.es