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Habermas y Taylor obtienen el premio Kluge, el Nobel de la filosofía

El filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, de 86 años, y su colega canadiense Charles Taylor, de 83, han recibido el premio mejor dotado en el campo de la filosofía –y que no tiene su correspondiente Nobel–, el premio John W. Kluge dotado de 1,5 millones de dólares. El premio fundado por el empresario germano-estadounidense John Werner Kluge ha recaído en estos dos brillantes filósofos sobre todo por su participación en el debate político a nivel público. Así lo ha indicado el director de la biblioteca del Congreso estadounidense James Billington, en Washington D.C., donde se ha anunciado el premio.

Habermas es conocido por sus trabajos en ética, filosofía política y derecho, y sus teorías son conocidas, estudiadas y discutidas en todo el mundo. El filósofo alemán es el miembro más eminente de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt y uno de los exponentes de la Teoría crítica. Entre sus aportaciones destacan la construcción teórica de la acción comunicativa y la democracia deliberativa: «Habermas es un erudito cuya influencia no debe ser subestimada» ha indicado Billington. Tras la la Caída del Muro, el alemán se expresado sobre todo acerca de la integración europea y la globalización.

Taylor, por su parte, se ha ocupado acerca de la multiculturalidad criticando la tesis del «Choque de las culturas». La fundación Kluge premia y financia a intelectuales de las humanidades y las ciencias sociales por la obra de toda una vida, como por ejemplo a los filósofos Leszek Kolakowski y Paul Ricoeur, a los historiadores Peter Brown y John Hope Franklin o al sociólogo ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.

Esta noticia ha sido publicada por José Pablo Jofré en: www.abc.es/cultura

Charles Taylor: «Las personas no tienen claro hoy el sentido de la vida»

Charles Taylor (Montreal, 1931) es profesor emérito de Filosofía en la Universidad de McGill. Formado en Oxford, es un profundo conocedor de las corrientes del pensamiento contemporáneo. En su última obra, La era secular (Gedisa, dos volúmenes que suman más de 1.200 páginas) analiza el impacto de la ciencia, la Reforma protestante y las mejoras socioeconómicas en las transformaciones de los sistemas de creencias en Occidente. Está convencido de que la convivencia religiosa es posible y deseable, así como de que la fe, hoy en retirada, no desaparecerá. Sostiene la conveniencia de encontrar un nuevo lenguaje para explicar el presente, ante el agotamiento de las viejas palabras. Entre sus obras destacan Las fuentes del yo y La ética de la autenticidad (Paidós). El Gobierno canadiense le encargó, junto al sociólogo Gérard Bouchard, un trabajo sobre las diferencias culturales y la acogida de inmigrantes, hoy conocido como el informe de la comisión Bouchard-Taylor.

Pregunta. Usted ha estudiado el declive de las creencias religiosas, convencido de que ése es un cambio central en la sociedad actual. ¿Es así?

Respuesta. He intentado dar una perspectiva sobre uno de los cambios de era vividos durante los últimos doscientos años. Hemos pasado de una sociedad marcada por la cristiandad a otra abierta y diversificada. Ahora hay distintas formas de ser cristiano o ateo. Es una situación completamente nueva en la historia de la humanidad. Mi idea era describir el presente y comprender cómo se ha pasado de la fe a la falta de fe.

P. Y, ¿qué ha pasado?

R. Bueno, lo que se cuenta es siempre una narración, un relato, como dice Paul Ricoeur. Yo creo que la vida humana no se comprende sin un relato. Al analizar la situación de la espiritualidad y de la religión compruebo que hay muchas personas que buscan algo, sea una concepción atea o religiosa. Hay también muchas personas que lamentan la erosión de la cristiandad y se resisten a su desaparición. El desafío es entender a las dos partes, creyentes y no creyentes, y que convivan.

P. En su obra habla de ataques de los laicos a los cristianos. En España se da más bien lo contrario: hay creyentes que intentan convertir sus opiniones en leyes y prohibir el aborto.

R. El laicismo dirigido a contener la religión tiene sentido cuando hay una iglesia hegemónica, pero en Francia, Canadá, Estados Unidos, Alemania, se da una diversidad sin hegemonía posible por parte de una iglesia. Si España no está ahí, el laicismo contra una iglesia hegemónica es todavía pertinente. Pero lo que ocurre a veces en Occidente es que no hay un anticlericalismo contra el catolicismo, sino contra los musulmanes que, por ejemplo en Francia, son una minoría ya discriminada. El resultado es una marginación que acelera su sentimiento de exclusión. Algo muy diferente a lo que ocurrió en Francia durante la Tercera República. Entonces había un problema porque una parte de la población quería reinstaurar un régimen monárquico católico y había que luchar contra ello.

P. El futuro, ¿será más tolerante?

R. Tolerancia no es la mejor palabra. Una democracia no es tolerante, es un régimen de derecho, algo superior a la tolerancia. La cuestión es si somos capaces de mantener un verdadero régimen de derecho. En caso contrario, la mejor solución disponible es la tolerancia. Pero el objetivo ha de ser una democracia en la que cada cual tenga el derecho a expresar su opinión, a votar como quiera, a practicar la religión que acepte. ¿Soy optimista en cuanto al futuro del sistema de derecho? No creo que vaya a desaparecer, pero extenderse a todo el planeta… Ya vemos lo que ocurre en China, Rusia, Arabia Saudí. Lo probable es que haya avances y retrocesos. Ahí está la evolución de Rusia hacia una forma de dictadura larvada, pero Túnez es un ejemplo de evolución positiva. Sí, en el futuro habrá pérdidas y ganancias, avances y retrocesos. Es difícil pensar que el mundo vaya gradualmente hacia una democracia como cree Francis Fukuyama con el fin de la historia.

P. En los sesenta, dice usted, se vivió una revalorización del cuerpo asociada a una sexualidad menos prohibitiva, frente a la que reaccionaron las iglesias.

R. Hay muchas personas mayores que se sienten perturbadas por este cambio, sea por la mayor laxitud de las relaciones entre sexos o por el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Les choca. También había en la mayoría de religiones un vínculo muy fuerte respecto a esta moral sexual puesta en cuestión, pero las cosas han cambiado mucho y cambiarán más.

P. El referéndum en Irlanda sobre el matrimonio homosexual tuvo la oposición de la Iglesia católica. ¿Por qué tanta reticencia?

R. Hemos vivido siglos en la cristiandad, no en el cristianismo: una civilización donde todo, la moral, el arte, estaba inspirado por el cristianismo. La mayoría de las iglesias fueron formadas en esa concepción moral, coronada por el hecho de ser una moral considerada absolutamente válida, a salvo de la crítica. Es comprensible que quienes han gestionado estas iglesias se resistan a lo nuevo porque creen que cuestiona la lógica del cristianismo.

P. ¿Decía usted que las cosas cambiarán?

R. Es evidente. Muchos de los jóvenes que han votado en Irlanda se consideran todavía católicos, aunque discrepen de la jerarquía. Ésta ha hecho lo mismo en los dos últimos siglos. Pío IX condenó los derechos humanos y la democracia. La jerarquía adoptó una postura de oposición y de condena, una actitud que ha llegado hasta Benedicto XVI. Es una pena, pero hay que superarlo.

P. Usted asocia la idea de la muerte a la percepción de una pérdida del sentido de la vida

R. Hoy las personas no tienen claro el sentido de la vida. Hace siglos sabían que cada cual tenía que ganarse la salvación —como se decía en Quebec— obedeciendo a la Iglesia, siendo un buen cristiano. Y se tenía un temor inmenso a ser condenado. El significado de la vida era tan claro que nadie se quejaba de la falta de sentido. Con los cambios, hay quien cree que la vida no tiene sentido. Las reacciones pueden ir desde el intento de hallar sentido en el sinsentido, como Camus, hasta hundirse o paralizarse. Creo que hay algo en el ser humano que actúa contra esto: un deseo de sentido. Se puede decir que la vida no tiene sentido o que el sentido es incierto, pero hay constantemente en el hombre movimientos de significación que renacen en la vida y eso nos indica que somos menos distintos de los antiguos de lo que creemos, a veces con un sentimiento de superioridad.

P. ¿Superioridad?

R. Creemos ser superiores porque los antiguos estaban obnubilados y aceptaban las historias que les contaban y nosotros no. Somos menos distintos que eso aunque haya diferencias.

P. Cita usted a Camus. Es un rasgo de su obra utilizar tanto textos literarios como filosóficos.

R. Para explorar los distintos modos de significación de la vida, el lenguaje filosófico, que quiere ser muy claro, no es suficiente. Hay un pensamiento sutil, como decía Pascal. No hay solamente un pensamiento matemático capaz de explorar las distintas formas de significado. Para hablar como un filósofo hay que leer literatura, escuchar música, porque hay otras formas de expresar las cosas. El discurso del filósofo cojea un poco, debo decirlo, sin esa referencia a la literatura. En ella se da una riqueza, una densidad de pensamiento que falta completamente en otros textos. Yo intento navegar entre los unos y otros porque creo que es necesario.

P. También sostiene que el lenguaje actual ha perdido fuerza.

R. Nos hallamos en una nueva situación. Usaré una analogía: si voy a China, al principio estoy desorientado; tengo que aprender algo de la lengua, aprender conceptos que me son extraños, antes de poder hablar con las personas. Lo mismo ocurre cuando nace una nueva era. Aparecen problemas nuevos y no siempre tenemos las palabras adecuadas para expresar una opinión. Estamos obligados a encontrar el lenguaje que nos permita describir la nueva situación. Vivimos en una era en la que todo cambia muy rápidamente. Necesitamos un lenguaje que dé cuenta de los nuevos significados. Es un proceso sin fin.

Esta entrevista ha sido publicada por Francesc Arroyo en: www.elpais.com

Conciencia de lo tremendo

EN UN PRINCIPIO ERA EL HAMBRE. ANTOLOGÍA ESENCIAL

Chantal Maillard. Prólogo Virginia Trueba. Selección de los textos, Antonio F. Rodríguez Esteban y Ch. Maillard. Fondo de Cultura Económica de España. Madrid, 2015. 176 páginas. 18 euros

«No creo en la poesía como literatura, ni creo en la literatura. Creo que hay formas de expresión que nos permiten conectar con el interior más profundo de nuestro ser, comunicar aquello que no se comunica fácilmente, la interioridad y las emociones, y que para eso ayuda la musicalidad de la poesía». Esa intención de conectar con esas cosas concretas incrustadas en lo más profundo de lo que somos, esa expectativa de significado a lo que se nos escapa, ese ansia constante de no-ser, ese ocaso interior que nos resguarda de la violencia exterior y que conforma otro tipo de violencia más cercana al vacío y a sus respuestas necesarias -eso y mucho más-, es lo que ha sostenido con exquisita precisión la poética de Chantal Maillard, y que se reúne ahora en una antología esencial, En un principio era el hambre, que pone punto y seguido a unos años prolíficos en los cuales la poeta ha ido dando forma a los ecos del poema después de atender al dolor y al silencio, con todo lo que el silencio arrastra, con todo lo que el dolor impone. No venía mal recapitular: también en este 2015 ha visto la luz el poemario La herida en la lengua (Tusquets), uno de los ya fundamentales del año, venga lo que venga; el ensayo La baba del caracol (Vaso Roto), donde explica la mirada esparcida desde la que parte quien construye; y ya cuando asome el otoño aparecerá La mujer de pie (Galaxia Gutenberg), libro que adelanta esta antología y que recorrerá la discontinuidad de lo efímero: «Oídme, soy de aquellos que vagan entre los límites. Quien me escuche sin ansia entenderá. No somos libres de enseñarle a nadie lo que importa». Mucho más que literatura.

Nacida en Bruselas en 1951 y trasladada a España en pleno franquismo con apenas 13 años, sólo puede entender la escritura como viaje, lejos del estricto movimiento, aspectos que la convirtieron desde muy pronto en una persona que no se encontraba demasiado cómoda en esta realidad: «Escribo porque es la manera más veloz que tengo de moverme». Y de ahí el viaje, los diarios, la conciencia, lo concreto.

Poeta, ensayista, filósofa y doctora en Filosofía (con una tesis doctoral sobre María Zambrano defendida en 1987), es una de las voces más vanguardistas en el concepto más estricto del término, y honestas en el sentido más huérfano de la palabra. Maillard apostó todo a la honradez sin por ello dejar de atender al estilo y de ahí parte la singularidad y radicalidad de su voz dentro del -desorientado- panorama actual.

Volver a sentir (al otro), recuperar la compasión perdida, «hallar un pueblo sabio. Desear salvar la tierra si tan solo se hallase uno» son los hechos concretos que sostienen su búsqueda; cuestionar los conceptos para dar con los acontecimientos, para tratar de vivir con ellos, es su fin; dejar de escribir para vivir, porque ya apuntó Nietzsche que el concepto hace que perdamos la realidad de las cosas. Escribir es la curación, no la necesidad; sí una forma de aliviarse, de encontrar la comunicación con lo sencillo.

Filosofía y poesía parten de actitudes distintas que se reconocen, no sin complejos, en su propio ritmo, sin confundirse. María Zambrano marcó en Platón esta escisión, que dio supremacía al pensamiento filosófico. Platón contra Homero. La poesía no busca soluciones, no inventa nada. Maillard concreta, lima : «El poema es aquello a lo que apunta el decir (…) El poema no nos enseña nada que no sepamos ya. El poema des-cubre». Y lo hace desde la luz obsesiva de María Zambrano, la luz como respuesta a las buenas preguntas: «La poesía seguirá buscando la inocencia de la palabra».

No hay mucho de inflexión en esta momentánea parada en su viaje; viaje que, como indica Virginia Trueba en el magnífico prólogo que abre el libro, «sirve para des-entumecernos, despertarnos la atención y disponernos al acontecimiento«. Justo a eso aspiraba su libro Matar a Platón, con el que ganó el Premio Nacional de Poesía en 2004, a vivir con el acontecimiento, prescindiendo así de los conceptos, porque «no existe el infinito, pero sí el instante: abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido». Libro austero y crudo, escrito durante una grave enfermedad, está formado por dos poemas largos; el segundo, Escribir, ahonda en el dolor que no abandonará a la poeta, y del que la poeta no renegará, y por eso avanza, escribe: «Escribir / para rebelarse / sin provecho / a pesar de la derrota ya prevista». En Husos (2006), superada la grave enfermedad, habla de sobrevivir quien ya vive en lo eterno: «Sobrevivir. A plazos. Plazos cortos. / Plazos para sobrevivir. / Vivir sobre». Un año más tarde publica Hilos, posterior a la imprevisible muerte de su hijo, y quizás estemos en el año, en los poemas, que consolidan no ya una voz, sino una personalidad incuestionable: «Querer sobrevivir / ha de ser la costumbre». EnLa baba del caracol, una acertada ampliación de su Contra el arte y otras imposturas, insiste: «El dolor es nuestra condición. En él todos podemos reconocernos. Y, sin embargo, es lo más absolutamente individual».

Chantal Maillard des-cubre esa parte confusa de nosotros mismos: «La escritura poética: una manera de propiciar la descarga que abre la brecha». Y de la brecha la herida, las respuestas, el alivio profundo: «Oídme, os hablo de cosas muy concretas». Un encuentro con lo real, muy lejos de la literatura.

Este artículo ha sido escrito por Alejandro Simón en: www.diariodesevilla.es

Curso a distancia de prácticas filosóficas

En el fin de semana del 17-18 de  Octubre de 2015 próximo iniciaremos

una nueva edición del Curso a Distancia de Prácticas Filosóficas. Esta será la

cuarta edición  coordinada por Mercedes García Márquez y Ana Sanz

Fuentes, siguiendo los principios del Institut de Pratiques Philosophiques.

El curso que proponemos es una forma sistemática de introducirse en la

práctica filosófica, es decir, en la ejercitación de las competencias filosóficas

y las actitudes necesarias para ser capaces de pensar de manera clara y

rigurosa acercando, de este modo, la filosofía a la realización de una vida

más plena. Hacemos uso de metodología online: aula virtual con tutorías,

videoconferencias y foro de intercambios.  El “método es el mensaje”: el

aprendizaje se basa en la propia acción dentro del curso orientada por las

coordinadoras. De hecho no haremos uso de textos teóricos hasta que no

haya habido una inmersión en la ejercitación.

El curso completo está estructurado en tres etapas consecutivas. Siendo la

primera de introducción y las siguientes dedicadas a la profundización en la

consulta filosófica individual y a la animación de talleres. Cada una

constituye un módulo independiente, y para los que se inician será

necesario pasar por la primera etapa de introducción. La temática de esta

primera etapa se centra en los tres pilares principales del método del

Institut de Pratiques Philosophiques: la argumentación, la consulta

individual y la realización de talleres grupales. En los tres nos detendremos

para ejercitarnos y reflexionar sobre su ejecución, sus requerimientos y su

alcance.

La duración de cada una de las tres etapas (o módulos) es de tres meses de

actividad coordinada y grupal a la que le siguen otros tres meses de trabajo

individual, al término de los cuales se retoma el contacto con el grupo

para finalizar la etapa. Ese mismo ritmo de trabajo se repite en los módulos

2 y 3.

El precio de cada módulo es de 150 euros. Se puede realizar el primer

módulo y así evaluar la posibilidad de continuar o estimar que con la

introducción ya es suficiente para los objetivos que uno se haya marcado.

Podéis ampliar la información en los enlaces siguientes:

Etapa primera, módulo de Introducción a la Práctica Filosófica.

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/curso-a-distancia-de-practicas-

filosoficas/primera-etapa-del-curso-a-distancia-de-practicas-filosoficas/

Etapa segunda, módulo centrado en la consulta filosófica individual

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/curso-a-distancia-de-practicas-

filosoficas/curso-a-distancia-de-practicas-filosoficas-segunda-etapa-la-

consulta-filosofica-individual/

Etapa tercera, módulo centrado en la animación de Talleres, online y

presenciales.

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/curso-a-distancia-de-practicas-

filosoficas/curso-a-distancia-de-practicas-filosoficas-tercera-etapa-

animacion-de-talleres-de-practica-filosofica/

Para cualquier duda, podéis escribir a:

practicasfilosoficas@yahoo.es

 

Esta nota informativa ha sido publicada por: Mercedes García Márquez y Ana Sanz Fuentes.

http://tallerdepracticasfilosoficas.com/

Diez años moviendo la filosofía

Mover las ideas e inspirar las acciones, con una buena dosis de entusiasmo como nexo de unión entre teoría y práctica, fue la divisa que impulsó la puesta en marcha de la escuela de filosofía Es Racó de ses Idees en el año 2005. Ha transcurrido un decenio y no hemos parado de mover la filosofía, de llevar a la práctica las buenas ideas de griegos, indos, chinos, neoplatónicos, estoicos, herméticos, racionalistas, vitalistas, existencialistas, etc.

Así como los músculos se vuelven rígidos cuando no se ejercitan, así la filosofía también se endurece y deviene inservible cuando las ideas no se practican. En un mundo donde las ideas se hacen cada vez más dogmáticas prueba de ello es la ausencia de diálogo en tantos ámbitos de la sociedad venimos proponiendo «sacudir» la filosofía, quitarle el polvo del discurso intelectual estéril y liberarla de la etiqueta de «cosa rara y pesada». La movemos y renovamos para que vuelva a ser el numen luminoso que fue.

Esto es lo que hemos venido haciendo desde 2005. ¿Cómo se mueve la filosofía? ¿Cómo se renueva, se rejuvenece y se hace más flexible? Nuestra fórmula ha sido el binomio filosofía/voluntariado. Que las ideas inspiren acciones útiles para el conjunto de la sociedad mediante el voluntariado, y que los voluntarios sean conscientes del sentido de sus acción participativa. La filosofía es una muy buena herramienta para encontrar el sentido de la vida, y el voluntariado es un medio para comprobar que ese sentido es real. El filósofo voluntario armoniza la mente, el corazón y las manos, pone de acuerdo lo que piensa, lo que siente y lo que hace. Esta autenticidad individual es una de las fontanas de la felicidad.

Pero nuestra fórmula no es original. Ya en la Academia de Platón y en la Escuela de los Filaletheos de Alejandría, los discípulos se formaban para comprender las leyes de la vida y para ayudar solidariamente a la sociedad. Y esta falta de originalidad es una de las características de la escuela de filosofía que dirijo. Lo que transmitimos es el saber de la humanidad, la tradición de oriente y occidente. No hemos inventado nada y es que, a estas alturas, poca cosa se puede inventar sobre el sentido de la vida.

¿Es necesaria una escuela de filosofía? ¿Se puede aprender la búsqueda del sentido de la vida? La respuesta la dio hace 2.500 años el genial Sócrates. Le preguntó a uno de sus discípulos que si buscaba zapatos dónde iría a buscarlos y el discípulo le contestó que obviamente al mercado; entonces siguió Sócrates si buscas el conocimiento del sentido de la vida ¿a dónde vas a ir? ¡A una escuela de filosofía! Es Racó de ses Idees es una escuela de filosofía sin barreras, sin complejos, sin discriminaciones, abierta a todos los que apasionadamente buscan el conocimiento que crece desde el corazón-conciencia.

Algo que nos satisface es habernos mantenido fieles a los principios fundacionales. Uno de ellos es favorecer la participación de todos los ciudadanos y acercar a todos la cultura. Todas nuestras actividades culturales son de entrada libre, no le ponemos precio a la cultura porque la cultura no tiene precio; tiene valor, un valor de transformación de la sociedad y del individuo. La cultura y las tradiciones de Mallorca han tenido y siguen teniendo un lugar destacado en Es Racó de ses Idees. Hemos visitado la Mallorca talaiótica, romana, islámica, medieval y cristiana. Nos hemos acercado a Ramon Llull, Jaume I, al archiduque Luis Salvador y a personalidades de la cultura actual. En los tiempos de crisis que vivimos mantenemos nuestro compromiso y seguiremos esforzándonos para que nadie se quede sin cultura.

Filosofía, voluntariado y cultura son los tres campos de acción de esta escuela de filosofía. El sentido de la filosofía es la formación del individuo. El sentido del voluntariado es ayudar en la formación de lazos de fraternidad real entre los seres humanos. El sentido que le damos a la cultura es ser generadora de un buen ambiente social. Tres campos de acción con finalidades claras y útiles para todos.

Este 2015 cumplimos diez años moviendo la filosofía, el voluntariado y la cultura hacia un ideal de conocimiento, justicia y belleza que nos lleve, en los años venideros, a lograr una Mallorca mejor de la que tenemos. Tenemos que agradecer públicamente a quienes han hecho posible la plasmación de este sueño, a todos los miles de asistentes a las actividades, a los estudiantes y, por supuesto, a los maestros de filosofía como Platón, Sócrates o Buda, entre otros muchos.

Este artículo ha sido escrito por el director de Es Racó de ses Idees: Francisco Capacete González en: www.diariodemallorca.es

Los niños que discuten sobre conceptos de Filosofía mejoran en lectura y matemáticas

¿Qué ventajas tiene que un niño de diez años mantenga discusiones filosóficas acerca de conceptos como la verdad, la justicia o el conocimiento con sus compañeros? Más allá de los beneficios que puede aportarle profundizar en conocimientos filosóficos, científicos de la Universidad de Durham han descubierto que también podría ayudarles a mejorar sus habilidades en matemáticas y lectura, lo que podría suponer hasta un avance de dos meses en alumnos de entornos desfavorecidos.

La investigación, financiada por la Education Endowment Foundation (EEF), se desarrolló con 3.159 alumnos de 48 escuelas en el Reino Unido, con los que se puso en práctica el proyecto “Filosofía para Niños”, utilizado por unos 3.000 profesores en Reino Unido.

Por los resultados se dedujo que los alumnos que los participaron en las sesiones filosóficas tuvieron un avance de cuatro meses en el área relacionada con la lectura, y de tres meses en matemáticas, al tiempo que también avanzaron un par de meses en la capacidad de escritura respecto a otros compañeros que no realizaron las sesiones de filosofía. Además, los profesores observaron que los niños que realizaban discusiones filosóficas con sus iguales ganaron en confianza, paciencia y autoestima.

El investigador que ha dirigido el proyecto, Stephen Gorard, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Durham, ha comentado al respecto que “las sesiones de filosofía pueden tener un impacto positivo en matemáticas, lectura o escritura, pero lo más importante es que parecen funcionar especialmente bien en niños más desfavorecidos. Esto es importante para identificar qué funciona y qué no, y ayudar a los directores a decidir cómo gastar sus fondos para lograr el mayor beneficio de los alumnos”.

El programa “Filosofía para Niños” ayuda a los alumnos a cuestionar, razonar y construir argumentos, mientras que, para poder realizarlo, los profesores reciben dos días de capacitación profesional antes del programa, y un seguimiento a lo largo del mismo.

En una lección típica, profesores y alumnos se sientan en un círculo. El docente comienza presentando un estímulo, como un vídeo, una imagen o un periódico para provocar el interés de los alumnos. Después, se invita a los niños a pensar en silencio y se divide a los niños en grupos, de manera que cada uno selecciona una pregunta con potencial filosófico, de manera que se estimule una discusión con el resto. Estas discusiones son compatibles con actividades orientadas a desarrollar el razonamiento y la comprensión de conceptos en los niños.

Por su parte, Kevan Collins, director ejecutivo de la EEF, ha confirmado que los resultados del programa “nos dan evidencia de su impacto positivo en matemáticas y lectura de los alumnos de Primaria. Dado su bajo costo, los profesores deben utilizar los resultados de la investigación para plantearse seriamente si incluir estas sesiones de filosofía en sus aulas”.

Esta noticia ha sido publicada originalmente por Eva del Amo en: www.aprendemas.com

Cuando la diversión viene impuesta

Javier Gomá y Toño Fraguas exploran la tendencia social que nos obliga a divertirnos y nos explican cómo debemos tender hacia el autonoconocimiento para hallar la verdadera plenitud

Muchos de nosotros estamos deseando que llegue el verano para romper con la rutina y las costumbres anuales y descansar. Sosegarnos para divertirnos, para vivir un verano eufórico y exótico que nos haga experimentar miles de sensaciones nuevas y convertir sueños y anhelos en realidad.

Sin embargo, no tenemos tan claro que las metas tan altas que nos marcamos se cumplan, y podemos sentirnos frustrados a la vuelta de vacaciones porque nuestras expectativas no han sido cubiertas como esperábamos en nuestros elevados sueños. Es aquí donde surge el problema de la diversión impuesta por decreto, en la que todos, en mayor o menor medida, hemos caído y seguimos cayendo.

La tendencia a compartir en las redes sociales, o incluso a alardear de lo bien que lo pasamos, lo felices que somos, lo a gusto que estamos… Ese comportamiento puede leerse como un estadio provocado por la ansiedad de la ausencia de retos, o por que no somos capaces de enfrentarnos al silencio que nos devuelve el espejo si nos paramos apensar en nosotros mismos, bajarnos del tren y tomar un momento para ‘autopertenecernos’.

Javier Gomá y Toño Fraguas redibujan los conceptos de inteligenciasabiduría en busca de un crecimiento interior, que termine provocando una diversión que nos complazca y nos complete, que nos llene y responda a un reflejo de voluntad. Que lo que hagamos, sea porque realmente disfrutamos, no porque los demás lo hacen y no queremos ser menos, o por evitar quedarnos sin nada que contar cuando empiece septiembre.

El tiempo es la única dimensión

El filósofo Gomá nos regala un axioma al que deberíamos regresar a menudo. El tiempo es lo único que tenemos los seres humanos. Ese tesoro, efímero y a la vez constante y continuo, tiene que convertirse en nuestro aliado a la hora de invertirlo para nuestro gozo sincero.

«La filosofía proyecta luz sobre la vida» afirma Gomá, quien argumenta que ésta disciplina es la herramienta a la que debemos recurrir para desviar todas las variables a nuestro alcance hacia un único foco. Nosotros mismos y nuestras prioridades (sin que esto suponga volvernos egoístas y huraños).

Necesitamos un momento al día para ‘autoplantearnos‘. Ya que, en definitiva, «las costumbres son el remedio que nos hemos dado los hombres en respuesta a la brevedad de la vida, porque si cada mañana tuvieramos q inventar el mundo entero no hariamos otra cosa«.

Este artículo ha sido publicado por Annais Pascual en: www.cadenaser.com

– En este enlace podéis escuchar el podcast de la conversación radiofónica:

http://cadenaser.com/programa/2015/07/13/hoy_por_hoy/1436798527_423699.html

IN MEMORIAM, PEPE DE JIMÉNEZ

Y la huida es la única moral que cabe en Auschwitz: escapar por la arista de una esquina que siempre está por inventar, haciéndole caso al viento. Y es verdad que la evasión es un trabajo lento, inacabable. Ahora lo sé. Pero, en Auschwitz, la única patria posible se llama Fuga,

MOREY, Miguel (1994). Deseo de ser piel roja. Barcelona: Anagrama

Locos, están locos, pero no lo saben; hoy la locura se llama normalidad y a los medio cuerdos nos llaman locos.

JIMÉNEZ, Pepe de: Cachai? Texto del propio autor.

Es posible que bastantes lectores de estas líneas hayan recibido alguna vez una o muchas llamadas de Pepe de Jiménez. A mí me pasó por primera vez hace unos 15 años. Carmen, la conserje de mi centro me dijo en varias ocasiones que había un hombre que me estaba llamando y que no lograba contactar conmigo. Al fin lo consiguió y me empezó a “vender” su producto. Era un filósofo dedicado al teatro que había hecho una adaptación de Deseo de ser piel roja, de Miguel Morey, y andaba girando por todo el país, pensando especialmente en los institutos, a los que ofrecía la obra como una clase alternativa de filosofía. Se expresaba de forma torrencial, enumerando todos los lugares en los que habían actuado y mencionando las críticas positivas que habían recibido.
En principio me sonó bien la idea de utilizar el teatro como un vehículo para la filosofía. No teníamos (ni seguimos teniendo) muchas actividades paralelas a la propia clase, así que le dije que lo comentaría con mis compañeros y le daría respuesta.
Debo confesar que en ese momento no había leído la obra de Morey, así que me puse rápidamente a la tarea. Me pareció un ensayo potente, duro y poético a la vez. Desde mi desconocimiento escénico me parecía absolutamente imposible convertir ese texto en una obra teatral, así que, casi más movido por la curiosidad de ver qué había hecho, le dije que sí.
Creo que la función fue en Abril. Conocí a Pepe en persona: casi calvo, con el poco pelo que le quedaba blanco y largo. Una eterna chupa de piel negra, y prácticamente afónico. Acababan de llegar de no sé dónde, viajando toda la noche, y había cogido frío por el camino. Aún así, medio en susurros, siguió contándome con entusiasmo cómo había adaptado la obra y cómo estaba recorriendo el país contactando con muchos profes de filosofía.
Creo recordar que la compañía la formaban seis personas, además de él, y tenía un nombre verdaderamente expresivo: Plan de Fugas.
El montaje, a tono con la dureza del texto: unos andamios, cadenas, un prisionero, unos kapos. No recuerdo mucho más, excepto el ánimo de los actores, con un espléndido Adán Rodríguez a la cabeza, que, después de la función, se unieron al diálogo que mantenía Pepe con el público. Mostraban la pasión de quien está haciendo algo más que un trabajo que le sirve para mantenerse con dignidad.
Pepe tenía la costumbre de invitar a comer a los profes asistentes después de la función. Un menú del día, que la cosa no estaba para dispendios. No sé de qué hablamos aquel día, pero a lo largo de la extensa sobremesa se desarrolló un vínculo de afecto que ha perdurado hasta ahora.
Durante mucho tiempo estuvo rulando por ahí con el Deseo. Sé que en algún momento estuvo en Chile y ahí surgió Cachai?, esta vez con un texto suyo, aunque trufado de aportaciones de gente como Víctor Gómez Pin y otros.

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Era 2007 y yo estaba enfrascado en la organización de un encuentro anual que celebramos las personas que trabajamos en y con el programa de “Filosofía para Niños”. Iba a celebrarse en Sanxenxo (Pontevedra). Pepe me llamó y me ofreció casi estrenarlo para nosotros. Y allí conocí la historia del ventrílocuo Miguel Zamora que había vivido con su hermano pequeño en un cementerio durante una larga y cruel temporada después de que los milicos asesinaran al resto de su familia. Un cuasi monólogo protagonizado de nuevo por Adán Rodríguez, con la ayuda de un muñeco que aportaba un hermoso contrapunto humorístico y filosófico.
Y de nuevo Pepe se sumergió en un océano de llamadas a los centros, viajes, coloquios con los estudiantes… siempre reivindicando la dolorosa lucidez como la forma de vida inevitable de quien se asoma en serio al pensamiento.
Fiel a su condición de cómico nunca quiso otra seguridad que la de su creatividad. La crisis le golpeó muy duramente. Los ayuntamientos y los centros escolares redujeron drásticamente sus presupuestos para actividades culturales. Las funciones contratadas escaseaban hasta desaparecer. Pepe tuvo que reinventarse de nuevo, esta vez de la mano del cine. Después de no pocas penalidades económicas y de salud, había desarrollado un proyecto cinematográfico que desarrollaba en los centros de la tercera edad de Cataluña, sin renunciar nunca a la mirada crítica y reflexiva sobre el disparatado “orden” en el que vivimos.
Estaba empezando a recuperar la esperanza. Tenía mucha ilusión puesta en los nuevos proyectos que estaba poniendo en marcha, pero su cuerpo no pudo más, y se apagó de repente.
No tenía más familia que los que le hemos conocido y querido a lo largo de estos años. Por mi parte, solo deseo que este pequeño texto sirva para honrar y conservar la memoria de su paso por la tierra. Hasta pronto, Pepe.

Jesús Merino Palacios.
Profesor de Filosofía en el IES Armando Cotarelo. Vilagarcía de Arousa. Pontevedra

Vicente Serrano: «Nuestra tarea es la de pensar el presente, eso que a pesar de todo podríamos seguir llamando la contingencia moderna»

Vicente Serrano estudió Derecho en Valladolid por tradición familiar, aunque siempre le interesó más lo que había detrás de las normas, la ratio iuris. Terminada la carrera de leyes, decidió estudiar Filosofía y, tras la licenciatura en la Complutense, se doctoró con una tesis sobre la filosofía del Idealismo alemán. Después trazó una vida académica más o menos ortodoxa, con puntuales actividades de otra índole. Ha traducido y ha enseñado Filosofía y ha publicado libros y artículos. Eso es lo que sigue haciendo en Chile, país que le ha acogido generosamente, en la hermosa ciudad de Valdivia, en cuya Universidad Austral es profesor titular y donde dirige actualmente el Instituto de Filosofía y la Escuela de Graduados. Carlos Javier González Serrano charla con este filósofo y escritor para la revista Filosofía Hoy.

¿Qué es hoy la filosofía más allá de los muros de la universidad? ¿Tiene sentido hablar de filosofía no universitaria?

Veo difícil que la filosofía se pueda desligar de la universidad. Nunca lo ha hecho del todo o rara vez. De la universidad o de sus análogos en el mundo antiguo en forma de escuelas, de la Academia, del Liceo… Pero una cosa es la formación universitaria, que yo diría es casi imprescindible hoy en día, y otra cosa es que necesariamente la filosofía se confunda con la condición de profesor universitario. Sobran ejemplos de lo que digo. Por lo demás, yo distinguiría entre la producción académica en sentido estricto y el pensamiento filosófico sin más. Aunque seguramente no habría lo uno sin lo otro, la dinámica de productividad académica puede perjudicar a la primera en un mismo autor. Obedecen a reglas distintas y no fácilmente compatibles. Posiblemente, y consideradas conjuntamente, sin los aportes de la primera no se produce la segunda, pero lo cierto es que un autor con voluntad de pensar puede encontrar en ocasiones que la vida académica, con sus reglas, no se lo facilite y deba tomar algunas cautelas.

Tras una dilatada carrera como autor, en la que te has alzado con el Premio de Ensayo Anagrama por La herida de Spinoza, ¿cuál dirías que es actualmente la calidad de los libros que se escriben sobre filosofía?

Una vez más hay que distinguir esos dos tipos de producción de los que hablaba. La estrictamente académica, los papers y artículos indexados, tienen un gran nivel cuantitativo en todo el mundo, aunque como en todo hay mucha prescindible, mucha reiteración. El diseño de ese tipo de productividad (la palabra lo dice todo) procede de las disciplinas científicas puras y aplicado a las Humanidades genera cierta perversión, porque el modelo clásico de estas, y creo que sigue siendo vigente, es de larga distancia y requiere tiempo y meditación. Su forma es el libro, y no el informe que da cuenta de una investigación puntal y empírica, que es en lo que consiste el artículo científico en ciencias. El pensamiento filosófico es otra cosa, aunque sin duda se apoya en lo primero, y ahí creo que en eso estamos algo expectantes.

Entre tus obras encontramos un libro de muy atractivo título, Soñando monstruos. Terror y delirio en la modernidad, que muy bien podría entenderse como imprescindible antesala a La herida de Spinoza. Al principio de aquella primera obra, explicas que te resultó muy reveladora la posibilidad de que el genio maligno de Descartes, y no su cogito (“pienso, luego existo”), constituyera los auténticos albores de la modernidad. ¿Por qué?

Nuestra tarea es la de pensar el presente, eso que a pesar de todo podríamos seguir llamando la contingencia moderna. Durante los ya largos siglos modernos esa contingencia estuvo recubierta por construcciones metafísicas a partir de la trampa del yo cartesiano, que en múltiples versiones llegan hasta Sartre. Las filosofías del último tercio del siglo XX cuestionaron las premisa modernas y en eso creo que tuvieron una enorme importancia los llamados maestros de la sospecha (mal llamados así porque más que sospechar constatan): Freud, Nietzsche y Marx, que son sin duda los principales inspiradores del pensamiento contemporáneo. Si se consideran las nociones que cada uno de ellos propuso, el inconsciente, la voluntad de poder o el capital, creo que pueden muy bien expresar metáforas de ese genio maligno que subyacía al yo en el relato cartesiano, y a su vez este puede muy bien ser una metáfora casi perfecta de la contingencia moderna en la que todavía estamos. Las filosofías etiquetadas como posmodernas descubrieron, o más bien redescubrieron, ese fondo de lo moderno mas allá de la pantalla del yo. Niegan el relato del que el cogito depende y entonces, si nos atenemos a la tradición, resulta que lo que hay detrás es ese genio maligno, esa instancia anterior al yo, se genera una especie de ontología un tanto extraña de un ser obligado a desearse a sí misma, a desarrollar una constante persecución y fragmentación de sí, lo que es tanto como decir que también existe una constante fuga de su propia condición. Esa es, creo, una descripción de nuestro mundo. Reflexionar sobre ella ayuda a situarnos críticamente y a dar cuenta de algunos fenómenos de nuestra cotidianeidad. ¿De qué sirve la filosofía si no da cuenta de eso?

Vicente Serrano

Todos los títulos de tus libros encierran un tinte oscuro, enigmático, casi terrorífico. ¿Qué tienen que ver, y cómo se relacionan, el terror y la filosofía?

Creo que el género de terror, que como tal es una cosa moderna, una auténtica novedad, es el síntoma de una fisura en los relatos oficiales de la metafísica a los que me refería antes. Fue al tratar de dar cuenta de esa fisura y del fondo que se descubre al asomarse a ella cuando reparé en la centralidad de ese género y en la necesidad de comprender por qué surge como género en el momento en que surge. Precisamente en las mismas fechas en que Hegel cierra de nuevo esa grieta, o lo intentó, en un nuevo esfuerzo metafísico donde perfecciona la ocultación de lo que el genio maligno representa. La mejor filosofía y la más interesante del XIX y XX surge contra esa nueva versión, contra ese falso cierre hegeliano. Pero la literatura y el género de terror se anticipó en eso. El género de terror se permitió, en sus comienzos, transgredir y expresar lo que la filosofía con su espíritu de seriedad todavía no se atreve a hacer. En el clima de ese género a comienzos del XIX y en lo que representa están ya prefigurados los temas de la angustia y de la locura, los grandes temas de las filosofías del siglo XX, primero en el existencialismo y luego en el postestructuralismo. Es decir, que con el tiempo se produce un trasvase desde el género de terror y lo que allí se expresa a la filosofía del siglo XX y también a la literatura sin más, a la gran literatura. Ese trasvase, sus causas y etapas es lo que estudié en Soñando monstruos. El género en sí mismo hasta que se produce ese trasvase ya a fines del XIX (lo que viene luego es otra cosa), me parecía un buen vehículo para entender nuestro mundo, atravesado por esa contingencia de la que antes hablábamos. Pero eso no quiere decir que uno cultive el terror o la locura o la angustia, sino más bien la posibilidad de dar cuenta de su raíz para tal vez poder vivir la alegría con el afecto fundamental, como resistencia, que es lo que traté de mostrar en La herida de Spinoza. 

¿Sigue siendo la filosofía la búsqueda de aquello que Schelling y Novalis designaron como “lo incondicionado” [das Unbedingte], aquello que siempre permanece al margen de cualquier cambio?

Ellos producen en un momento de exaltación generalizada en su medio, en eso que se llamó el Romanticismo, y detectan desajustes y a la vez lo hacen desde una esperanza en encontrar un lugar donde anclarla. Necesitan algo que sustituya la divinidad perdida y de hecho, incapaces de hacerlo, vuelven a la vieja divinidad, como les reprochó Nietzsche. Esa idea es por tanto producto de una época y construida con materiales de la tradición filosófica ya perdida. La prueba de que lo incondicionado que buscan no existe ya para nosotros está precisamente en que Kant se ve obligado a introducirlo en la moral, es decir, no en lo que se da, sino en el orden del deber ser. De ahí surgen los derechos humanos como exigencia frente a la voracidad de lo real moderno. Más allá de eso, creo que el núcleo de lo que hay que pensar está en algo tan condicionado como es la vida afectiva. Y ahí el maestro, pese al tiempo transcurrido, sigue siendo Spinoza.

Entre tus libros destaca una magnífica introducción al pensamiento de Schelling que lleva por título Absoluto y conciencia. ¿Qué puede hoy enseñarnos este filósofo alemán?

Schelling es un pensador que ha tenido una larga trayectoria. En Absoluto y conciencia yo me ocupaba de su esperanzado y juvenil punto de partida, vinculado a esa idea de lo incondicionado de la que hablabas. Mi libro es por tanto un umbral para comprender ese arranque, pero también para comprender su fracaso, de lo que surge lo más interesante, que es su pensamiento posterior, que es un largo esfuerzo contra su primera filosofía, a la que él mismo llama filosofía negativa, como a la de Hegel mismo, a las que contrapone la llamada filosofía positiva. En esa obra posterior, la del llamado Schelling tardío, más allá de las adherencias pseudoteologicas y reaccionarias que posee, hay un monumental esfuerzo por pensar la ansiedad moderna y de ese esfuerzo beben muchas filosofías del siglo XX, aunque no siempre lo confiesen como en el caso de Heidegger.

En todas tus obras se observa un continuo tránsito entre literatos y filósofos. ¿Qué relación media entre literatura y filosofía?

Foucault decía que no había escrito nada más que ficciones. Supongo que hay modos de interpretar eso. Por mi parte creo que incluso el filósofo más estricto no puede dejar de usar metáforas y otros recursos que llamamos “literarios”. Antes me refería a eso. Tal vez el elemento que distingue a unas y otras es, además de la intención, formal: el uso deliberado o no de lo que podemos llamar la fantasía, además de las herramientas, pues en filosofía hablamos de las “ficciones”, que son conceptuales. Eso no quiere decir que sea pura fantasía. En el siglo XX no podemos tener un concepto ingenuo de la realidad que se tenía en el XVII o en el mundo antiguo, o incluso en el XIX. ¿No es el relato cartesiano, del que depende en gran medida la filosofía moderna, un relato, confesado como tal por el propio Descartes como una novelita? En Soñando monstruos comparaba ese momento fundacional del cogitocon la Metamorfosis de Kafka. ¿Y qué es la Fenomenología de Hegel sino una novela elaborada con conceptos, aunque no solo conceptos? Yendo más lejos: ¿alguien realmente cree que la naturaleza de Spinoza era real o más bien una ficción poético-conceptual que sin embargo permitía operar sobre nuestros afectos, tal como eso que aparece reflejado en la parte V de la Ética? Otra cosa son los tecnicismos propios de las filosofías adjetivas, el exigible y necesario rigor filológico de disciplinas que podemos llamar académicas, como la historia de la Filosofía misma, que en todo caso también operan inevitablemente con metáforas en el importante trabajo que desarrollan y que no son incompatibles con eso que llamo ficciones conceptuales.   

En 2005 publicaste un libro de sugerente título, Nihilismo y modernidad. Dialéctica de la antiilustración. ¿A qué “nihilismo” te refieres? ¿Existen formas contemporáneas de nihilismo? ¿Qué pervive hoy aún de la Ilustración alemana y europea en general?

Ese libro surge como un incidente, como un excursus del que no me pude ocupar cuando preparaba mi tesis sobre Fichte en el extinto Departamento II de la Complutense, pero un excursus al que dediqué después una investigación posdoctoral en el departamento de Filosofía IV de la misma Universidad. Al encontrarme con la famosa carta de Jacobi a Fichte en la que le acusa de nihilismo, que yo miso traduje, me di cuenta de que esa polémica anticipaba elementos de las polémicas en torno a la posmodernidad. Proyecté entonces los elementos de ese episodio de 1800 hacia el presente. Jacobi era un declarado antiilustrado, que defendía la divinidad premoderna, y me pareció que el término nihilismo en su evolución a partir de Jacobi contenía elementos clarificadores para comprender las relaciones entre Ilustracion y modernidad, que en mi opinión se suelen identificar erróneamente, pues tan moderno era Jacobi como Fichte, si bien el primero era antiillustrado y el segundo en principio no. La pregunta era: ¿la afirmación del nihilismo tan alejada aparentemente a fines del XX sigue siendo antiilustrada? La respuesta la doy en el libro y exige un recorrido por algunos autores clave del siglo XIX y XX. Es una contrahistoria del nihilismo.   

Nietzsche, Platón, Schopenhauer, Hobbes, Arendt… Si echamos un vistazo al pasado es fácil identificar a las más egregias autoridades en filosofía, pero ¿ocurre lo mismo en la actualidad? ¿Sigues la labor de algún pensador en particular?

Lo que llamas “grandes filosofías” son síntesis afortunadas capaces de reunir en unas nociones y categorías, o si prefieres en ficciones conceptuales, gran número de fenómenos de hechos, síntesis que iluminan nuestro lugar y nuestras relaciones mutuas en un mundo complejo y en nuestras vidas. Hoy falta eso. Vivimos en parte de viajes-síntesis, pero tenemos conciencia de que se desmoronan. Es obvio que antes o después llegarán pensadores que sean capaces de hacerlo, que introducirán algunas categorías que den con la tecla que nos falta para volver a edificar, al menos parcialmente, nuevos proyectos políticos y criterios éticos. 

Has sido director del Instituto Cervantes en Alemania (Múnich), has dado clase en España y en Europa, y ahora impartes docencia en Chile. ¿Existen diferencias cualitativas de un continente a otro a la hora de entender la filosofía? 

América tiene la energía que le falta a Europa. Muchas de las fuentes de su cultura, y aún vivas, son comparables a las de la Grecia clásica. Me refiero a la de los pueblos originarios que todavía subsisten, aunque con dificultades y precariamente en muchos casos, en todo el continente. Esas culturas, a pesar de todo, siguen vivas, y eso, que es una excepción en Occidente, se aprecia en la energía, en la vitalidad que posee una cultura en la que en todo caso Europa dejó sin duda una huella que sigue siendo hoy por hoy dominante. Pero a Europa le falta esa riqueza. Eso se aprecia incluso en la vida en las aulas, pero también en el sesgo en torno a lo latinoamericano que es como un magma por cristalizar y que es una promesa de vida para el pensamiento en este contexto globalizado y algo mortecino, en el que el Occidente europeo o de la América al norte del Río Grande sigue produciendo mucho más pero en una producción que vive de ilustres cadáveres.

Esta entrevista ha sido realizada por Carlos Javier González Serrano en su blog: https://apuntesdelechuza.wordpress.com, y también publicado en la revista Filosofía Hoy.