¿Vivimos en el Antropoceno o en el Capitaloceno? ¿Qué fuerza geo-histórica es la responsable de la actual transformación acelerada de los ecosistemas terrestres? Desde que el concepto de Antropoceno (del griego ἄνθρωπος, Anthropos: humano; y καινός, kainos: nuevo) irrumpiera a comienzos del siglo XXI para anunciar la llegada de una nueva época geológica desencadenada por los impactos antropogénicos en el sistema-Tierra, los debates no han dejado de sucederse. ¿Cuándo comenzó exactamente el Antropoceno? ¿Quién o quiénes son los responsables de su llegada? En los célebres términos de Will Steffen, Paul J. Crutzen y John R. McNeil («The Antrophocene: Are Humans Now Overwhelming the Great Forces of Nature?», 2007): “El término Antropoceno sugiere que la Tierra ha abandonado ya su época geológica natural, el actual estado interglaciar llamado Holoceno. Las actividades humanas se han convertido en algo tan profundo y omnipresente que rivalizan con las grandes fuerzas de la naturaleza y están empujando a la Tierra al interior de una terra incognita”.
Ante los peligros que emergen en esta nueva tierra desconocida, muchas voces (Andreas Malm, Jason Moore, Ian Angus, Christophe Bonneuil, etc.) comenzaron a defender un término alternativo, el Capitaloceno, para denunciar que no habría sido el ser humano en su conjunto sino la dinámica estructuralmente expansiva del capitalismo moderno la fuerza motriz que habría desencadenado la crisis planetaria que hoy atravesamos. Con todo, se trata de un debate mucho más complejo y rico que el que plantea la disyuntiva dicotómica Anthropos vs. Capital. Para introducir al público en los muchos matices que rodean esta controversia, pueden ser de utilidad las siguientes consideraciones preliminares.
El planeta Tierra tiene unos 4.600 millones de años. En geología, este tiempo se divide en eones, eras, períodos, épocas y edades. Según la Comisión Internacional de Estratigrafía de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas, actualmente estaríamos en el eón Fanerozoico, la era Cenozoica, el período Cuaternario, la época del Holoceno y la edad Magalayense. Pero, como sucede con todos los mapas construidos por los seres humanos, este también está obligado a actualizarse según los cambios producidos en el mundo real.
La idea de que el planeta Tierra ya habría dejado atrás el Holoceno para entrar en el Antropoceno tiene un origen conocido y otro menos conocido. El primero es aquel que lo sitúa a comienzos del siglo XXI, cuando el Nobel de Química Paul J. Crutzen interpeló a uno de sus colegas al grito de: “Ya no estamos en el Holoceno ¡Estamos en el… Antropoceno!”. Antes que él, su colega Eugene F. Stoermer había utilizado el mismo término. Y antes que Stoermer –y este es el origen menos conocido–, el geólogo soviético E. V. Shantser lo había utilizado en su artículo «El sistema antropogénico (período)», publicado en 1973 en La Gran Enciclopedia Soviética—. Shantser, por su parte, hizo referencia a Alexei Petrovich Pavlov como el introductor en la década de 1920 de la noción de Sistema antropogénico o Antropoceno. Sin embargo, estos dos rusos no tuvieron una repercusión proporcional a la del breve artículo de Paul J. Crutzen y Eugene F. Stoermer («The ‘Anthropocene’», 2000).
La razón de esta diferencia quizá se explique por el estatus científico del que gozaba Crutzen en el año 2000. Junto a Mario Molina y Frank Sherwood Rowland, Crutzen recibió el Nobel de Química por sus aportaciones a la comprensión científica del adelgazamiento de la capa de ozono. Este detalle es importante: Molina y Rowland fueron los primeros en alertar al mundo de los efectos de los gases CFC en la capa de ozono, y sus aportaciones –junto a las de Crutzen– fueron decisivas para la demostración del origen antropogénico de dichos efectos, frente a las empresas DuPont y General Motors que hicieron todo lo posible por negar la evidencia científica, como han demostrado Naomi Oreskes y Erik M. Conway en Mercaderes de la duda. Esto explica que, si bien el término nació al calor de los debates geológicos –y desde entonces ha seguido siendo discutido y analizado en el Anthropocene Working Group dirigido por Jan Zalasiewicz–, su sentido más general e interdisciplinar -es decir, su capacidad para sintetizar el conjunto de las crisis eco-sociales contemporáneas en un solo término- fue el que le dio alas para viajar desde la geología a las ciencias histórico-sociales, las humanidades y la filosofía, a la prensa científica internacional y, en general, a todos los medios de comunicación.
El término Antropoceno, por tanto, no es exclusivo del siglo XXI ni está todavía geológicamente consensuado -por su corta duración, se dice, todavía podría ser solamente un evento geológico. Sin embargo, en apenas veinte años, este concepto geohistórico sí se ha convertido en un centro de gravedad para todas las investigaciones y debates sobre las transformaciones antropogénicas del planeta Tierra, tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales y en los movimientos ecosociales actuales, como el reciente Rebelión Científica.
Desde su fundación en 2020, este Laboratorio Filosófico sobre la Pandemia y el Antropoceno ha sido una ventana abierta a este nuevo campo de estudio científico y de debate teórico y político. Entre otros muchos temas, El Laboratorio ha abordado el análisis de la pandemia como un episodio del Antropoceno; el contexto del Antropoceno para comprender la relación del capitalismo global con los océanos; o el acercamiento a las utopías reales emergentes en este nuevo planeta desconocido.
Para seguir elaborando instrumentos teóricos que nos permitan comprender la gran crisis ecosocial del presente, El Laboratorio ha decidido dedicar el debate de noviembre de 2022 a las muy variadas reflexiones y críticas que ha suscitado la contraposición conceptual entre el Antropoceno y el Capitaloceno. Y para ello contamos con cuatro valiosas contribuciones: el director de cine y guionista Alejandro Pedregal, investigador visitante en el Departamento de Media de la Universidad de Aalto (Finlandia), nos explica la génesis del concepto de Antropoceno y las muchas alternativas terminológicas que se han propuesto; la fiósofa Clara Navarro Ruiz se apoya en un reciente estudio de Kohei Saito para defender una interpretación ecosocialista de Marx y de su crítica a la economía política capitalista; el antropólogo sueco Alf Hornborg, profesor de Ecología Humana en la Universidad de Lund, cuestiona el uso que hace Jason W. Moore del concepto de Capitaloceno; y las sociólogas mexicanas Mina Lorena Navarro Trujillo y Lucía Linsalata, en cambio, utilizan la perspectiva de Jason W. Moore y de varias pensadoras ecofeministas sobre «el capitaloceno en la trama de la vida» como marco teórico para comprender las «luchas por lo común» de muchas comunidades latinoamericanas.