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La ESO adelanta itinerarios, desplaza a Filosofía e introduce Programación

La Comunidad de Madrid ha presentado a la comunidad educativa su borrador de currículum de ESO, que adapta el nacional en aplicación de la LOMCE, aprobada en en solitario por el PP y con un futuro dudoso ante la posibilidad de un cambio de Gobierno. En algunas comunidades se ha paralizado o suavizado la aplicación de la reforma educativa, pero en Madrid está previsto que el nuevo currículum se empiece a aplicar el próximo año escolar en los cursos impares de Secundaria. Supondrá importantes cambios, como un adelanto de la elección del itinerario educativo, la reducción de los contenidos de Música, Plástica y Tecnología y la desaparición casi total de la Filosofía en esta etapa. En Madrid la principal novedad será la inclusión de contenido de Programación en la asignatura de Tecnología. Educación para la Ciudadanía desaparece y Religión contará en las medias. Además, CCOO, que ha pedido la retirada del currículum, ha criticado que se pretende enseñar por competencias, pero que finalmente priman los contenidos, con extensos temarios.

Adelanto del itinerario: Hasta ahora era en 4º de la ESO cuando el alumno debía elegir su futuro. Con la LOMCE, será al finalizar 3º cuando deba decidir si continúa por los nuevos itinerarios de enseñanzas académicas o de enseñanzas aplicadas. Es más, ya en 3º tendrá que tomar su primera decisión, ya que habrá dos tipos de matemáticas según su posible orientación. «Es inadmisible que el título básico de la Educación Básica Obligatoria que debe alcanzar toda la ciudadanía no sea el mismo para todos y todas», apunta CCOO en su voto particular al currículum de la ESO en Madrid.

Evaluación final o reválida: A final de la etapa todos los alumnos deberán superar una prueba externa para poder titular en ESO. Este título, al contrario que en la actualidad, indicará la nota media del alumno, en la que un 70 por ciento procederá de las calificaciones obtenidas durante el ciclo y un 30 por ciento de la prueba final. Así, las notas que se obtengan desde los 12 años contarán en el título final de ESO. En caso de no superar la evaluación final, el alumno obtendrá una «certificación con carácter oficial y validez en toda España», en la que constarán sus datos académicos, pero que no será equivalente al título de ESO.

Se adelanta la Diversificación: Los alumnos que necesitan adaptaciones curriculares cursaban Diversificación en 3º y 4º de ESO. Con la nueva legislación, comenzarán en 2º y terminarán en 3º, dejando a los alumnos de 4º con la única opción académica de pasar a FP Básica, la nueva modalidad que solo exige como requisito haber cursado 3º de la ESO. Hasta ahora los alumnos de Diversificación titulaban en ESO.

Adiós a la Filosofía: La Filosofía es la asignatura que peor parada queda con la LOMCE. En 4º de Secundaria, Ética deja de ser obligatoria y se convierte en una optativa centrada en Filosofía. Es decir, los alumnos podrán acabar su educación obligatoria sin haber tenido ningún acercamiento a esta materia, defendida como parte del sistema educativo por numerosas instituciones de primer nivel. Además, sus contenidos se alejan de la antigua asignatura de Ética y son muy similares a los de la única asignatura obligatoria que quedará de este ámbito de conocimiento en los institutos, Filosofía de 1º de Bachillerato. «Todos los alumnos deberían cursar unos contenidos éticos. Eso es lo que demanda la sociedad. Nuestros banqueros saben mucho de economía, pero por poco de ética», ilustra la responsable de Educación de la Red Española de Filosofía, Esperanza Rodríguez.

Menos Educación Plástica y Músical: Las Artes Plásticas y la Música también se han visto desplazadas por otras asignaturas consideradas troncales o instrumentales, como Matemáticas, Inglés o Biología, que ven incrementada en una hora su docencia semanal en algunos cursos. Música y Plástica se cursarán de forma obligatoria en dos cursos de la ESO, pero en uno de ellos pierden una hora de docencia. Además, en 4º se mantienen como optativas, perdiendo también una hora semanal. El hueco para las asignaturas consideras menos importantes por el Ministerio de Educación en su reforma queda aún peor parado en los centros bilingües, donde el idioma extranjero tiene más carga horaria.

Tecnología y Programación: La asignatura de Tecnología ha mantenido su estatus de asignatura obligatoria en Secundaria en Madrid. A cambio, perderá parte de sus contenidos para ampliar los de programación y se llamará Tecnología, Programación y Robótica. En 4º se mantiene solo como optativa del itinerario de enseñanzas aplicadas, aunque los profesores piden que se oferte también a los alumnos de las enseñanzas académicas que vayan a cursar el Bachillerato Científico-Técnico. «Se ha eliminado un 80 por ciento de los contenidos de Tecnología para centrarse en Programación y Robótica. Es como si das Ciencias y te centras solo en las células. Se va a perder la capacidad de dar tecnología de forma global», se queja David Díez, portavoz de la Asociación de Profesores de Tecnología.

Se elimina Educación para la Ciudadanía: La materia de Educación para la Ciudadanía se elimina de 2º de la ESO, como ya lo ha hecho en 5º de Primaria. En el currículum estatal y regional se recogen una serie de elementos transversales en materia de valores, como la igualdad o el rechazo de la violencia, pero después no están incluidos en los contenidos de las materias, por lo que se corre el riesgo de que no se traten, según denuncia CCOO. El sindicato también llama la atención sobre que se haga referencia expresa a las víctimas del terrorismo o del Holocausto judío, que están incluidos en los contenidos de otras asignaturas y se recogen también en los conceptos genéricos de igualdad o denuncia de la violencia. 

Religión contará a efectos académicos: La Religión se convierte en asignatura evaluable que contará para las medias, ganando peso. Además, tendrá una alternativa fuerte, con carga lectiva específica, como pedía la Conferencia Episcopal. Su alternativa será Valores Éticos, una asignatura que recoge valores morales emanados de la Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos y fundamentales para la formación de los alumnos como ciudadanos. «No se entiende que no deban ser conocidos por todo el alumnado», recoge CCOO en su voto particular sobre esta cesión a la Iglesia, que ha sido muy criticada por diversos sectores.

Ajedrez: El ajedrez se ha incluido como una optativa, que después los centros ofertarán en función de la disponibilidad de profesores que tengan. Además, la escasez de horas para asignaturas que han quedado relegadas como Filosofía o Música o los refuerzos de materias troncales hacen aún más difícil encontrar un hueco para esta nueva asignatura.

Espíritu Emprendedor: Ante la situación de alto desempleo actual, el Gobierno central ha potenciado en el currículum los contenidos relacionados con el espíritu emprendedor y lo señala como una de las siete competencias que busca trabajar en ESO. Para ello se ha incluido la asignatura Iniciativa a la Actividad Emprendedora y Empresarial como optativa en 3º de la ESO (ya existía la posibilidad en 4º) y Economía como optativa en 4º, así como dos asignaturas relacionadas con esta cuestión en el itinerario de enseñanzas aplicadas.

Este artículo ha sido escrito por Carmen M. Gutierrez en: www.madridiario.es

Manuel Cruz: «La historia demuestra que todo es contingente»

Es un filósofo atípico. Es frecuente encontrar su nombre en los medios de comunicación y no aborda la disciplina desde un punto de vista academicista y poco terrenal. Manuel Cruz (Barcelona, 1951) estuvo esta semana al foro Enciende la Tierra, organizado por la Fundación CajaCanarias, hablando de los efectos de la globalización en la razón y de los espacios que aún le quedan al ciudadano para ejercer el pensamiento crítico.

-¿Recuerda en qué momento decidió que iba a estudiar Filosofía?

“Decidí estudiar Filosofía hace mucho tiempo. Eran años distintos a los de ahora. No era normal que los hijos de familias trabajadoras llegaran a la Universidad y, cuando ello ocurría, los padres esperaban que eso significara que el hijo pudiera acceder a una profesión que valiera la pena desde el punto de vista del mercado de trabajo. Una carrera de Humanidades parecía condenar a la enseñanza y, de alguna manera, en la clase trabajadora parecía que eso era desaprovechar la inversión. Pero al final los padres siempre acaban queriendo que los hijos estudien aquello que les haga más felices, y como era evidente que a mí lo que más me satisfacía era la filosofía, pues les acabó pareciendo bien”.

-¿Qué es lo mejor que le ha dado la filosofía?

“Me ha permitido una relación con la realidad más intensa. La filosofía te permite entender mejor la realidad, el mundo, y, por tanto, la propia vida. No en el sentido de que a través de la filosofía te des cuenta de que todo tiene sentido. No. Pero te permite darte cuenta de que a veces las cosas no tienen el sentido que parecía, y otras veces, aquellas cosas que parecía que tenían sentido, no tienen ninguno”.

-Siempre se dice que los ignorantes son más felices. Entonces, la filosofía ¿nos hace más infelices?

“No lo creo. Hay una anécdota que se le atribuye al filósofo Hilary Putnam que me parece válida para contestar. Él decía que si a la gente le ofrecieran, como en Matrix, dos pastillas -una roja y otra azul- y le dijeran que si te tomas la pastilla azul no te enterarás de lo que pasa, pero serás muy feliz, y que si te tomas la roja, te enterarás de todo lo que pasa, pero no se te garantiza la felicidad, los seres humanos prefieren tomar la pastilla roja. Cuando uno apuesta por pensar, por la inteligencia, por la racionalidad, por el sentido, lo hace porque considera que son valores en sí mismos. Que luego, además, aporten o no la felicidad… Eso ya no lo sé. Supongo que entendemos la felicidad como un cierto bienestar y no estoy seguro de que el bienestar inconsciente sea en sentido propio felicidad”.

-Se habla de la tarea de pensar. ¿Pensar es una tarea?

“Sí, pensar es una tarea. Tengo la sensación de que disponemos de una energía limitada y tenemos que decidir a qué la dedicamos, en qué la aplicamos. Hay gente a la que no le queda más remedio que dedicar esa energía a otras tareas, como es la propia supervivencia. Para mucha gente pensar no puede ser la prioridad. Por eso es más obligatorio que los que podemos dedicarnos a ello lo hagamos. No se le puede pedir a alguien que se tiene que levantar a las cuatro de la mañana para ir a la otra punta de la isla a trabajar que, además, disfrute pensando. Me parecería una frivolidad por mi parte pretenderlo”.

-La crisis ha hecho que nos escandalicemos más por la corrupción y que, al mismo tiempo, se generalice el “sálvese quien pueda”. ¿Hemos elevado nuestro nivel de exigencia ética o lo hemos reducido?

“La crisis ha implicado lecciones aceleradas de capitalismo para mucha gente. La sociedad capitalista siempre ha sido competitiva. La diferencia es que en la época de vacas gordas los navajeos son para ascender, y si no llegas hasta arriba del todo, al menos llegas a la mitad. Cuando llega la crisis la mentalidad sigue siendo la misma, pero ahora no es una competición por llegar el primero, sino para no caer el primero. Así y todo, durante la crisis también han surgido comportamientos no contaminados, han aparecido elementos de solidaridad. Las sociedades mediterráneas han sobrellevado la mala situación gracias a distintas formas de apoyo, basadas sobre todo en las relaciones familiares. Hay muchas familias donde más de tres personas viven de la pensión del abuelo y muchos hijos siguen viviendo en casa de sus padres porque no encuentran trabajo. Deberíamos apreciar estas formas de solidaridad; a veces no les damos la importancia que tienen. Las personas que las practican no son conscientes de estar haciendo algo excepcional. Pero significa que la mentalidad neoliberal no lo ha empapado todo”.

-La indignación de los españoles ¿ha sido emocional o racional?

“La indignación ha sido fundamentalmente emocional. No es una crítica, pero es que no ha tenido una gran elaboración política. No es una característica española, ha sido común a toda Europa. Hay un empobrecimiento generalizado de la política, de los discursos, y eso se traslada también a la indignación”.

-El discurso de la casta ¿infantiliza a la ciudadanía?

“El discurso de la casta está empobrecimiento extraordinariamente la política. Con él se hace una simplificación desmesurada de la realidad y no se clarifica. Hay muchas ciudades pequeñas o pueblos donde existen fuerzas políticas no mayoritarias, militantes concretos, que trabajan abnegadamente sin buscar perpetuarse en el poder y que no tienen reconocimiento. Y de repente se han encontrado con que hay encuestas que dicen que su formación pertenece a la casta y, por lo tanto, su trabajo no tiene valor. En cambio, entra gente nueva, que no ha hecho nada, y que sí tiene reconocimiento simplemente porque forma parte de la marca. Este efecto no es positivo. Pero hay otra cosa peor: el lenguaje de la casta es un lenguaje que disuelve las diferencias clásicas y básicas entre las fuerzas políticas. Ahora se dice que la casta no es de derechas ni de izquierdas. Durante mucho tiempo este discurso era solo de la derecha. Me sorprende que sea la izquierda quien esté usando ahora ese lenguaje”.

Manuel Cruz

-¿Nos hemos creído que lo nuevo es bueno solo por ser nuevo? Ocurre en política, pero también en la búsqueda de empleo: la experiencia no parece ya un valor…

“Lo nuevo no tiene por qué ser bueno. Puede serlo, igual que lo antiguo puede ser bueno, pero también malo. Hay que analizar cada situación en sí misma. No me preocupa que Hillary Clinton tenga 68 años. Me importaría si estuviera enferma y eso pudiera influir en su capacidad al frente del gobierno. Si se tuviera que enfrentar, por ejemplo, a Sarah Palin, del Tea Party, que tiene 20 años menos, ¿implicaría que ella es mejor solo por ser más joven? Este discurso no me sirve. A lo viejo, y no me refiero solo desde el punto de vista de la edad, le cuesta percibir cuánto de nuevo hay en lo nuevo, le cuesta reconocer lo nuevo. En realidad no hay nada nuevo que sea absolutamente nuevo, solo parcialmente nuevo. Y lo nuevo, sin embargo, está convencido de que es inaugural. Hace un par de años leí una carta al director en El País en la que una chica escribía sobre su generación. La calificaba como totalmente nueva. Yo suelo leérsela a mis alumnos y a continuación les demuestro cómo lo que ella dijo ya lo había dicho un filósofo francés 30 años antes. Objetivamente no es nuevo, solo subjetivamente. No debemos dejarnos arrastrar los eslóganes de lo nuevo. Si la regeneración política es necesaria habrá que regenerar la política, pero veo en muchos discursos y en muchos de los presuntos nuevos políticos actitudes que no son nuevas; las veo y pienso: “esto ya lo he visto”. Yo no soy analista político, pero lo que está ocurriendo ahora, que un partido emergente le haga una opa hostil al resto y estos acaben subiéndose al carro ganador, eso ya ocurrió en los años 80 cuando apareció el PSOE. Esto ya lo vimos. No digo que la historia se repita, pero sí digo con fuerza que nada es absolutamente nuevo. La novedad siempre es parcial”.

-¿La inmediatez, que sí parece ser algo nuevo, nos está haciendo más estúpidos?

“Hoy todo cambia a tal velocidad que la gente no sabe a qué aferrarse. Y esto sí es nuevo y sí es malo. Esta rapidez se ve en la política. Antes, cuando un partido sacaba mayoría absoluta, los ciudadanos decían: ahora tenemos PP o PSOE para ocho años, porque sabían que el gobierno tenía margen para superar una legislatura aunque perdiera apoyos por el camino. Este lenguaje ya no se puede usar en Europa. Mira lo que ha ocurrido con el Pasok, en Grecia, que es un partido histórico. Hoy, un partido puede desaparecer del Parlamento en una legislatura. A la gente le da la sensación de que todo es muy acelerado y que es muy complicado defender las cosas. Hoy ni siquiera se puede hablar del votante de toda la vida. Ese concepto también ha ido desapareciendo. Pero es comprensible. A veces parece que se le está exigiendo al votante más que al propio partido. Pongo un ejemplo: la defensa de la renta básica de Podemos. Sus votantes empezaron a defender la medida y de repente ellos dijeron que solo era una propuesta para las elecciones europeas, no para las nacionales. Exiges que los votantes sean reflexivos pero luego los supuestos líderes no lo son”.

-A pesar de esa velocidad e inestabilidad, tenemos la sensación de que el mundo es como es y que no se puede cambiar. ¿Es culpa del capitalismo?

“Al hombre lo que más le cuesta es percibir el carácter contingente de la historia. La historia demuestra que todo es contingente. Cuando vivíamos en el franquismo la gente estaba convencida de que en este país no iba a haber democracia nunca, y llevamos ya 40 años. No se pueden hacer afirmaciones tan rotundas sobre la imposibilidad del cambio. Ahora pensamos que el único camino posible es la democracia, pero ¿realmente hay tanto apoyo a la democracia? El país que actualmente es la locomotora del planeta tiene una economía capitalista, pero en política no es nada liberal. Me refiero a China. Hay que ser extremadamente prudentes. Hannah Arendt, en uno de sus escritos, contaba una anécdota que le pasó a un rey francés -no me acuerdo qué Luis era-, que al ver protestas en la calle le preguntó a su sirviente si había una revuelta. Él le contestó: “No, no es una revuelta, es una revolución”. La historia siempre puede dar más vueltas”.

-Ángel Gabilondo ha vuelto a dar el salto a la política. Fue ministro de Educación y ahora se presenta con el PSOE en la Comunidad de Madrid. ¿Necesitamos más filósofos en política?

“No soy objetivo al hablar de Ángel Gabilondo, porque es alguien a quien tengo un grandísimo afecto y aprecio intelectual. En realidad, él, de alguna manera, ya ha respondido a esta pregunta. El otro día contestó a una cuestión parecida de la siguiente forma: ¿A qué profesión tiene que pertenecer un político? ¿Por qué un registrador de la propiedad, como es Mariano Rajoy, está más capacitado que un filósofo para ser presidente del Gobierno? ¿A José María Aznar ser técnico de Hacienda le dio una visión del mundo más global que le permitió establecer pactos internacionales como el de la guerra del Golfo? En términos generales, introducir en la vida pública voces que de alguna manera buscan más reflexión, es bueno. Los políticos hoy no reflexionan, solo dan respuestas ortopédicas, de argumentario. No se atreven a pensar”.

-Ha estudiado en profundidad la obra de Hannah Arendt. ¿Qué es lo más vigente de su pensamiento?

“Su reflexión filosófica sobre la naturaleza política, sobre los intereses que mueven a la política. La verdad es que Arendt resiste muy bien al tiempo, tanto sus textos más abstractos como sus textos más pegados a la coyuntura. Sus escritos sobre el pasado y el futuro de la educación, que escribió en los años 60, son muy útiles 50 años después”.

Artículo publicado por Saray Encinoso en: www.diariodeavisos.com

«La filosofía es un servicio público». Una entrevista a José Antonio Marina

¿Debería haber en política más filósofos que ayudaran a solventar los problemas?

-No. Los filósofos del siglo XX se equivocaron tanto en política que casi mejor que estén fuera. Lo que sí debería haber es una parte de la filosofía que es el pensamiento crítico, absolutamente imprescindible para el buen funcionamiento de una sociedad democrática. Sin él, es muy fácil adoctrinar a la gente y tomarle el pelo.

-¿Cómo ha de introducirse ese pensamiento crítico?

-De manera transversal a través de la educación. Precisamente estoy trabajando en ello desde la Universidad de Padres. Desde ella insistimos mucho en que los niños deben aprender sobre estas cuestiones desde los 4 años. Por ejemplo, en Francia se ha puesto en marcha un taller de Filosofía para pequeños de esa edad. Lo primero que tienen que conseguir durante un año es escuchar lo que dice el otro. También se les enseña a guardar el turno y a explicar las cosas. Es algo que les divierte muchísimo. Creo que también dentro de cada una de las asignaturas debería enseñarse a pensar críticamente sobre ellas mismas.

¿Por qué la educación no está siendo uno de los ejes del debate en la precampaña electoral?

-Porque a la gente no le interesa la educación. Solo se habla mucho del tema como de Santa Bárbara cuando truena, de manera que cada vez que aparece un informe PISA todo el mundo dice ‘esto es horrible’… Por eso, en las encuestas del CIS, nunca aparece la educación entre las prioridades de la gente. En la última, solo interesaba a un 7%. Y eso es grave porque quiere decir que no se han dado cuenta de lo importante que es la educación para nuestro futuro, no solamente social sino también económico. Subir 20 puntos en PISA supone subir el PIB un 35.

-Los colegios jesuitas han empezado a dar clases sin asignaturas y sin exámenes. ¿Aprueba ese modelo?

-Sí. Hay que introducir métodos así, que sean muy transversales. Lo que sucede es que son muy costosos de implementar, y no me estoy refiriendo al dinero. Lo que necesitan fundamentalmente es un cambio en los profesores. Espero que los jesuitas hayan empezado por la formación de su profesorado. Esto tiene que ver además con un cambio que se dio en el año 2000 en el sistema educativo de Europa: se introdujo todo un sistema organizado no por asignaturas sino por competencias. Cuando el PSOE desarrollo la ley de educación incluyó las competencias pero sin quitar las asignaturas, lo cual provocó una situación con dos sistemas contradictorios. Por otra parte, cuando apareció la distribución de las ocho competencias seleccionadas por la UE yo quise poner en marcha una campaña para decir que faltaba una: la filosofía. Se enseña lengua, tecnología, matemáticas, ciencia…, pero no se enseña a reflexionar críticamente sobre ellas. Me parecía un sistema absolutamente antieuropeo porque la creación de Europa fue el pensamiento crítico. Así, el sistema educativo de Europa lo que puede conseguir es formar una sociedad aparentemente muy competente, pero desde el punto de vista personal y social, muy vulnerable.

-¿Dónde está la gran filosofía, la que proponía un gran ideal a la sociedad de su tiempo?

-Eso se acabó después de los totalitarismos. Apareció una moda dentro de la filosofía que era el pensamiento débil: mejor no hacer grandes proclamas porque se habían pasado de rosca. Mi idea de la filosofía va por ahí. Por eso puedo decir que la filosofía es un servicio público. Porque la filosofía no son las grandes construcciones conceptuales de Hegel, del marxismo, de los naturalistas nazis, unas moles megalo-conceptuales. La filosofía es una cosa muy precisa: el estudio de la inteligencia, su funcionamiento, sus límites y las cosas que ha hecho a lo largo de la historia.

-Pero sin ideal, ¿no estamos condenados a conformarnos con el orden establecido, tal y como se preguntaba Javier Gomá en un artículo?

-Tomado desde una teoría de la inteligencia, eso funciona de otro modo. La inteligencia funciona por proyectos. Y uno de los grandes proyectos que tiene es el de dignificar la especie humana, ese es el gran proyecto ético. Un proyecto en el que estamos intentando redefinirnos como especie. Y eso también lo admite Javier Gomá. El gran proyecto ético es el más ambicioso, el más urgente y el que enlaza la filosofía con la vida de todos los días y con la felicidad de toda la especie humana.

-¿Cuán creativo ha de ser un filósofo?

-Tiene que ser creativo con los problemas heurísticos, es decir, con aquellos cuya solución desconoce. Cuanto más complejos, difíciles y universales sean los problemas, más creatividad hay que tener. Y los problemas más serios y difíciles que tenemos ahora son los que afectan a la felicidad personal y a la dignidad de la convivencia, es decir, problemas éticos. En Occidente, hemos llegado después de muchas experiencias muy dramáticas al mejor modelo que se nos ha ocurrido para resolver los problemas. Un modelo que está basado en la racionalidad científica, la capacidad técnica, la democracia política y el mercado libre económico. Lo que pasa es que son cuatro patas que no tienen ningún sistema de frenado y que dejadas solo a su dinámica pueden conducir a cualquier cosa. Todas ellas necesitan enmarcarse en un marco ético para no ser instituciones suicidas.

Pero ese marco ético ya existe. ¿Qué está fallando?

-Sí. Pero justo en este momento quienes no se lo creen son los propios filósofos. Casi todos los filósofos que salen de las facultades de Filosofía de España son escépticos en temas morales. Y son cuestiones fundamentales. Conquistar los derechos humanos fue una epopeya de la inteligencia. La idea de que pertenecemos a una humanidad única es una idea muy reciente. Y se rompe con mucha facilidad. ¿Por qué matan los islamistas radicales a los cristianos? Pues porque creen que pertenecen a otra especie y que son como material desechable.

Una lectura para estos tiempos de precampaña electoral.

La rebelión de las masas de Ortega y Gasset.

Una entrevista publicada por M. Elena Vallés en: www.laopinioncoruna.es

Y si Sócrates dialogase con Wert…

En este enlace os dejamos hoy un interesante texto escrito por Juan Antonio Negrete en el que tres personajes -Sócrates, Wertíades (Wert) y Querofonte- discuten y dialogan sobre la política educativa. Un cruce entre las historias política, filosófica y humana. Una interesante propuesta que seguro os deja muy sorprendidos.

En Wertíades o del mérito nos encontramos con lo que sería una reflexión sobre los errores ya cometidos y la vuelta cíclica siempre a una ausencia clara de la razón y de tantos valores que hoy circunda nuestra vida.

http://es.scribd.com/doc/110683500/Wertiades-o-del-merito

Con la filosofía a rastras

En un mes y medio terminarán segundo de Bachillerato y aseguran que no les va a dar tiempo a dar ni la mitad del temario, algo que les preocupa sobremanera de cara a la selectividad. Un grupo de alumnos del IES Cánovas del Castillo salió ayer a la puerta del centro con sus pancartas para denunciar una situación que les trae de cabeza desde el comienzo de curso. Según explicaron los estudiantes, tanto de diurno como de nocturno, la titular de la asignatura comenzó a faltar a causa de pruebas médicas y bajas de corta duración poco después de que comenzara el curso y estuvieron dos meses sin docente. Según afirmaron los alumnos, en diciembre llegó el profesor sustituto, que tuvo que marcharse de nuevo en enero por la vuelta de la titular de la plaza.

Esta docente interina volvió a causar baja y «luchamos para que volviera el mismo profesor, para poder tener un poco de continuidad», afirmaron los alumnos. Por suerte para ellos, el mismo sustituto volvió a hacerse cargo de la asignatura y lograron hacer un segundo trimestre con cierta normalidad. Pero el miércoles fue su último día, ya que la titular volvió al centro. «Ha vuelto y nos ha dicho que todavía hay tiempo de dar la materia y que no hemos perdido tantas clases, pero de las tres horas que tenemos la semana que viene ya nos han advertido que dos no las vamos a dar porque tiene citas médicas», aseguraban ayer Ana y Alba.

El programa de Filosofía para segundo de Bachillerato está compuesto por ocho autores, según relataban ayer. Sin embargo, por falta de tiempo y para adecuar la materia al examen de selectividad se hizo una selección de cuatro, Platón, Descartes, Nietzsche y Ortega y Gasset. «Teníamos que dar ocho, pero se vio que iba a ser imposible poder dar a estos autores y se redujo a lo mínimo para pasar el examen, y de ese mínimo no hemos dado ni la mitad», protestaban los alumnos en la puerta del centro.

Los estudiantes acudieron tanto al centro como al inspector de zona. Hasta le trasladaron el tema a la propia delegada de Educación, cuando realizó una visita al instituto. «Hemos intentado todo lo que estaba en nuestra mano», decían e indicaron que «hemos pensado que si sacábamos nuestro problema a la calle quizás podría haber una solución». No quieren un aprobado general. Lo que demandan es poder recibir los conocimientos planificados.

Noticia publicada el 17 de abril de 2015 por Cristina Fernández en: www.malagahoy.es

Un viaje por la filosofía de Sampedro

Ninguna obra en la prolífica creación literaria de José Luis Sampedro resume con mayor precisión su lúcido pensamiento que ‘Octubre, Octubre’. A través de la novela a la que dedicó 19 años de su vida, Sampedro dialoga con su «arcano entrevisto» y ahonda en las profundidades de su propia espesura. Dos años después de su muerte, ‘La vida perenne’ (Plaza & Janés), su segunda obra póstuma, acerca definitivamente ese camino hacia la sabiduría al lector.

Todo un mundo espiritual para una obra inclasificable, cuyo interés reside en su singularidad. Una filosofía vital que discurre desde la doctrina zen hasta el pensamiento místico occidental de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, pasando por las enseñanzas de los maestros sufíes Yalal ad-Dir Rumi, Hujwiri y Attar de Nishapur, el taoísmo filosófico de Chuang Tzu, el pensamiento hinduista basado en el Bhagavad Gita, la filosofía griega clásica, el libertinismo francés y ‘La filosofía perenne’ de Aldous Huxley. Un intrincado esquema de «muñecas rusas» que le convirtió en un referente moral y ético, siempre a medio camino entre Occidente y Oriente, por cuya cultura profesaba una constante fascinación.

José Luis Sampedro dialoga con estos pilares de su filosofía vital y con el lector a través de las reflexivas imágenes de Chema Madoz, el hombre con el que estableció un vínculo imborrable a través de las portadas de sus últimas obras, un hilo conductor que se mantiene tras su muerte hace dos años.

El fotógrafo madrileño asumió con una mezcla de «sorpresa e ilusión» el reto de ilustrar el recorrido por el pensamiento de un hombre por el que sigue profesando una «gran admiración» pese a no haber podido conocerle en persona. «Transpiraba y respiraba lucidez y sensatez, resulta difícil encontrar personas que se puedan erigir en faro, en bocanada de aire fresco», sostiene Chema Madoz, cuyo objetivo descontextualiza los objetos, que se trascienden a sí mismos.

Según Olga Lucas, viuda del escritor y gran impulsora del proyecto junto al editor Ángel Lucía, ‘La vida perenne’ constituye «la trastienda de ‘Octubre, Octubre’, un antídoto contra la prisa de nuestros días mediante el alegato del sentimiento», en consonancia con el ideal humanista de Sampedro, que parafraseando a su manera a Descartes, solía afirmar aquello de «siento, luego existo».

50.000 notas

En el proceso de selección y ordenación de citas e ideas jugó un papel clave Lucía, el editor con el que solía trabajar Sampedro y más allá, el hombre con el que solía compartir algunas de sus reflexiones más profundas. «Se hará lo que se pueda», afirmó durante la presentación de la obra Olga Lucas, tras ser preguntada por la tradición de conmemorar la efeméride de la muerte de su marido con la publicación de obras inéditas. Aunque no descartó esta posibilidad, aseguró que no existen ya obras enteras terminadas entre las más de 50.000 notas que Sampedro dejó a su muerte.

«Lo importante es que su legado sigue vivo, nos gusta conmemorar el aniversario de su muerte publicando y no mediante actos grandilocuentes o funerales laicos. Además, la sociedad no ha evolucionado lo suficiente como para olvidar sus reflexiones», subraya la viuda del escritor, que más allá de las grandes novelas como ‘La sonrisa etrusca’, ‘La vieja sirena’ o ‘El amante lesbiano’, dedicó los últimos años de su vida a la reflexión.

«En sus últimos años, José Luis estaba muy preocupado por la crisis de valores en tiempos de cambio, por la situación de los jóvenes y sus inquitudes». A tenor de las palabras de su viuda, resultan aún más trascendentales las enseñanzas de su pensamiento, la fórmula de la extraordinaria lucidez con la que vivió sus 96 años de existencia.

Artículo publicado en: www.laverdad.es. Autor: José Manuel Andrés

Charles Baudelaire: el encuentro con el mal

Al contrario de lo que sucede con otros autores –más preocupados por el juicio de la Historia–,Baudelaire (1821-1867) se deja conocer en sus escritos (en los que siempre se expresó sin tapujos) de igual o mejor forma que en sus actos. No fue un escritor prolífico, tampoco una figura literaria de primera línea en aquel segundo tercio del siglo XIX (eclipsado, entre otros, por Victor Hugo y Alejandro Dumas). A pesar de ello, su descaro a la hora de enfrentarse a los gustos establecidos y a las normas literarias predominantes, junto a la característica sinceridad que rastreamos en sus obras, le dieron pronto una merecida fama gracias a la que sus contemporáneos pudieron comprender mejor, aunque incómodamente, su tiempo y a sí mismos.

La vida no posee más que un encanto verdadero: el encanto del juego. Pero, ¿y si nos resulta indiferente ganar o perder?

Las consecuencias del vertiginoso desarrollo urbanístico que en aquel tiempo comenzaba a convertir París en una gran metrópoli (paulatina industrialización, diseño de enormes avenidas, etc.), desarrollo al que Baudelaire asistió durante toda su vida, le inclinaron a observar con actitud recelosa el concepto de progreso y todo cuanto este pudiera traer consigo: “La virtud es artificial, sobrenatural –aseguraba–. El mal se hace sin esfuerzo, naturalmente, por fatalidad; el bien es siempre producto de un arte”. Pero pronto nos asalta uno de los mayores atractivos de la obra del francés: los fuertes contrastes y las contradicciones cordiales de su pensamiento. En 1863 nuestro protagonista publicaba un interesante artículo, bajo el título de “Elogio del maquillaje”, en el que abogaba por la huída de lo natural en favor de aquellas conductas humanas que tienden a “sobrepasar la naturaleza”, a hacer un “permanente y sucesivo esfuerzo de reforma de la naturaleza”. En contra del concepto de buen salvaje de Rousseau, Baudelaire elogiaba todo cuanto estuviera relacionado con lo artificial: debemos alejarnos de todo lo natural, auténtica sede y origen del mal. Mientras, aquella ciudad de París de la que por momentos renegó, no cesaba de cambiar: de devenir, precisamente, “artificial”.

Existen en todo hombre, y a todas horas, dos postulaciones simultáneas: una hacia Dios y otra hacia Satán. La invocación a Dios, o espiritualidad, es un deseo de ascender de grado; la de Satán, o animalidad, es un gozo de rebajarse.

Charles Baudelaire

Baudelaire escribió aquellas líneas ya próximo a su muerte, cuando los achaques de distintas enfermedades (provocadas por sus excesos de juventud –droga, alcohol y prostitución–) hacían mella en su cuerpo y en su ánimo. En ellas intenta justificar una trayectoria vital que siempre interpretará bajo la sombra del arrepentimiento. Un arrepentimiento que no tiene su base en acciones reprobables, sino en la permanente huida del tiempo. Esta concepción de la existencia como un viaje efímero del que hay que dar cuenta quedó claramente expresada en dos de los poemas más célebres de Las flores del mal: “El reloj” y “Lo irreparable”, en los que rastreamos versos como estos: “Acuérdate que el Tiempo es un ávido jugador/ que gana sin hacer trampas, ¡en todo lance!, es la ley”, o “¡Lo Irreparable roe con sus dientes malditos!”.

¡Qué diferente y qué poco es lo que queda de un hombre, a excepción del recuerdo! Pero el recuerdo no es más que un nuevo sufrimiento.

En ninguno de ellos encontramos la confesión de un hombre arrepentido por un acto concreto o por la comisión de alguna fechoría cualquiera. Más allá, a Baudelaire le interesa subrayar el carácter crónico de uno de los males endémicos de nuestra existencia: el tedio de vivir, “el fruto de la melancólica falta de curiosidad”, una indiferencia dolorosa que quedó recogida bajo el nombre de spleen. En una carta que Baudelaire dirigió a su madre en 1957 define certeramente este concepto: “Lo que siento es un inmenso desánimo, una sensación de aislamiento insoportable, una ausencia total de deseos, una imposibilidad de encontrar cualquier diversión”.

Crueldad y voluptuosidad, sensaciones idénticas, como el calor extremo y el extremado frío.

Mucho tiene que ver con el spleen nuestra conciencia fragmentada, siempre en tensión entre dos extremos: el bien y el mal. Baudelaire se deja arrastrar en este punto por Poe, a quien leyó, estudió y tradujo, y al que creyó sin duda cuando el autor norteamoricano explicaba que la perversidad, como fuerza primitiva e irresistible, hace que el hombre sea “sin cesar y a la vez homicida y suicida, asesino y verdugo”. Los seres humanos somos ángeles caídos, divididos esencialmente en dos mitades que se excluyen y repudian de manera constante: “¿Qué es la caída? –escribía Baudelaire en Mi corazón al desnudo–. Si es la unidad que se convierte en dualidad, es Dios quien cae. En otros términos, ¿no será la creación la caída de Dios?”.

Hay que estar siempre ebrio. Nada más: ese es todo el asunto. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que os fatiga la espalda y os inclina hacia la tierra, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.

Retrato Baudelaire

“Quien se liga al placer, es decir, al presente, me hace el efecto del hombre rodando por una pendiente”.

Es más, nos vemos atraídos misteriosa y permanentemente hacia el mal: aquella perversidad constituye una fuente inagotable de placeres para quien da rienda suelta a sus inclinaciones satánicas. Ya curtido por la experiencia que dan los años, Baudelaire no dudaba en afirmar que “la voluptuosidad única y suprema del amor radica en la certidumbre de hacer el mal. Y tanto el hombre como la mujer saben de nacimiento que en el mal se encuentra toda voluptuosidad”. Baudelaire es tajante en este sentido: Dios necesita a Satán para mostrar su poder tanto como Satán necesita de Dios para afirmarse frente a él. Es por eso que ambas fuerzas, inextinguibles, despiertan en el alma humana sentimientos encontrados

 

de temor y veneración. Nuestra necesidad de acudir a la divinidad dependerá, en última instancia, de la imagen que guardemos de nosotros mismos. El fuerte y seguro de sí (términos que recuerdan mucho a Nietzsche) no necesitará echar mano del consuelo de la creencia, mientras que los que caen presa de la desgracia –y la hacen suya como si fueran culpables– buscarán a Dios. Así, Baudelaire mencionaba este mandamiento en Mi corazón al desnudo: “Ser un gran hombre y un santo para sí mismo, he aquí la única cosa importante”.

Este es uno de los caracteres más interesantes de la Belleza, el misterio.

Como decía más arriba, también el progreso, la industrialización y el comercio fomentan la innata perversión humana. El poeta –y el artista en general– es, por el contrario, un repudiado, un paria, alguien a quien se excluye de la sociedad por todo cuanto se atreve a denunciar públicamente: “el mundo está compuesto de gentes que no pueden pensar más que en común, en bandas” –aseguraba Baudelaire–. Sólo puede existir un único progreso moral: el del individuo en su unicidad. La sociedad adocena, adoctrina y empuja a pensar de forma uniforme, erradicando toda eminencia que pretenda resaltar: “Religiosa embriaguez de las grandes ciudades. Panteísmo. Yo soy Todos. Todos, soy yo”. Tal es el placer de sumergirse en la masa, que también esconde un aspecto anímico, existencial: cuando nos mezclamos en una multitud nos sentimos solos, precisamente, porque experimentamos de primera mano la indiferencia –y en ocasiones el desprecio– de quienes nos rodean.

Sin el don divino de la esperanza, ¿cómo podríamos atravesar este terrible desierto del tedio?

Baudelaire muere persuadido de que el hombre hace el mal porque sufre, por su condición de desterrado en un escenario que, salvo excepciones, siempre le es hostil. El mal no existiría y sería superfluo si no se diera el sufrimiento, que además es siempre creciente. Aunque –y quizás fuera su único alivio– por encima de este mundo que arremete con la fuerza de un vendaval, siempre planeará el poeta, que no dudará en intentar descubrir entre tanto contraste una unidad que parece perdida… para siempre.

Baudelaire Rochegrosse

Convencido de que la temporalidad afecta decisivamente al núcleo de la moral, Baudelaire redactó Las flores del mal –su obra más conocida, publicada por vez primera en 1857– a sabiendas de que la dualidad entre placer y dolor, unida a la conciencia de la fugacidad del tiempo, constituye lo más característico del ser humano. El libro se vio envuelto desde el principio en la polémica. El ministerio del Interior parisino puso enseguida en marcha una campaña de escarnio mediante la que se declaró que Las flores del mal entrañaba “un desafío lanzado a las leyes que protegen la religión y la moral”. Tanto el autor como sus editores fueron llevados a juicio, acusados de ultrajar la moral pública y las buenas costumbres.  En esta obra, Baudelaire se propuso extraer la belleza del mal y ponerla a disposición de un público “aristocrático”: no se dirige a las masas, sino a la élite espiritual que pueda comprender su mensaje. Su intento de escandalizar y poner en vilo los convencionalismos sociales más arraigados de la época tuvo éxito… al precio de que las autoridades civiles cercenaran el texto original y consintieran su futura publicación sin incluir aquellos poemas que con más fuerza atentaban contra el fomento de la virtud. En Las flores del mal quedan planteados los temas que más preocuparon a Baudelaire durante toda su vida: el amor, el avance inexorable del tiempo, su relación con las mujeres, la brevedad de la existencia, el aburrimiento, la muerte y el papel del artista en la sociedad. Aunque nada es capaz de calmar el gusto del autor por la nada, que llega a convertirse en verdugo de sí mismo: “¡Ay, todo es abismo; –acción, deseo, sueño, palabra!”, suspira Baudelaire.

Los Pequeños poemas en prosa, que su autor nunca llegó a ver publicados en vida, “son –en palabras de Baudelaire– como las Flores pero con mucha más libertad, y más detalles, y más humor”. En ellos no se abandona el terreno moral y se continúa la investigación sobre el mal, aunque en este caso la perspectiva es más social que individual. En las Reflexiones sobre algunos de mis contemporáneos, Baudelaire se preguntaba qué es un poeta: dado que la existencia es un gigantesco jeroglífico, su labor es la de actuar como una suerte de traductor o descifrador. Por eso, “sé siempre poeta, incluso en prosa”, invitaba. Por su parte, en Los paraísos artificiales y El vino y el hachís, Baudelaire pone sobre la mesa los efectos de las drogas y el alcohol –que no tuvo reparos en experimentar a lo largo de toda su vida–.

Por último, es digna de mención una de sus obras menos conocidas, quizás porque se trata de su única novela, donde Baudelaire se autorretrata de manera magistral: La Fanfarlo, redactada alrededor de 1843, en la que narra las cuitas de su álter ego, Samuel Crane, personaje que se verá envuelto en una enrevesada trama amorosa que le llevará a confesar sentimientos de los que se creía a salvo.

Este artículo pertenece al blog Sociofilosofía o El Vuelo de la Lechuza: apuntesdelechuza.wordpress.com

Los jóvenes y la filosofía. Entrevista a la ganadora de la olimpiada filosófica de Castilla y león 2015

Poco antes de las vacaciones de Semana Santa se celebró la final de este año 2015 de la Olimpiada filosófica de Castilla y León, una interesante competición escolar , o más bien celebración, en torno al mundo de la filosofía y el pensamiento. Los participantes eran alumnos de centros de secundaria de toda Castilla y León, uno por provincia después de las finales provinciales, y hoy hemos querido habla con Noemí Fernandez Uemura, ganadora regional de la modalidad de dilemas filosóficos, en un intento de conocer lo que las generaciones más jóvenes piensan sobre algunos asuntos que nunca solemos preguntarles.

Para hablar sobre los jóvenes hay también que escucharles de vez en cuando, así que os dejo con ella.

 

-Juventud y filosofía parecen, en principio, dos temas que extraña ver juntos. ¿Por qué?

Seguramente en este momento de nuestra historia no relacionamos la filosofía con nada que no sean aquellos antiguos y sabios griegos. Al fin y al cabo, ¿cuántos adultos de hoy en día pueden jactarse de haber leído a Platón o a Kant? En el mundo actual no hay, por desgracia tiempo para la filosofía, o más bien, no hay tiempo para pensar, porque tenemos tantas cosas que captan nuestra atención a diario que muchas veces no somos capaces de pararnos a pensar un poco sobre nuestra propia naturaleza y la forma en que vivimos.

-¿Crees que pensar es una actividad de riesgo?

Por supuesto. :)

Si piensas te das cuenta de cosas que ocurren y si te das cuenta de lo que pasa, quieres remediarlo o al menos intentar mejorarlo, y para ello hace falta información, que tiene que ser investigada y eso le da mucha pereza a la gente. Si piensas, te arriesgas a dejar de ser uno de tantos que se dejan llevar sin hacer preguntas, y eso a ciertas personas les molesta.

-¿Puede ayudar en algo la filosofía a nivel práctico o la consideras un pasatiempo intelectual?

La filosofía es un estupendo pasatiempo, pero los pasatiempos tienen también su utilidad, porque cuanto más pienses, más ganas tienes de aprender y de saber cosas nuevas, lo cual es estupendo para desarrollar la curiosidad, que es la base de un buen estudio. Por lo tanto, considero que la filosofía ayuda a mejorar el aprendizaje.

-¿Nos ayuda la filosofía a ser más inteligentes?

No. Un estúpido es un estúpido por mucho que filosofe, pero lo cierto es que los estúpidos no suelen interesarse por la filosofía y si entran en contacto con ella (o se ven obligados a ello en algún momento de su vida), no la entienden porque suelen ser incapaces de seguir un pensamiento lógico sin perderse. La filosofía requiere de cierta inteligencia y ayuda a pensar, pero no hace milagros.

-¿Y a ser mejores personas?

Tampoco. Al fin y al cabo Maquiavelo era un filósofo del que no dudo que no era una buena persona. La filosofía puede ayudar a una buena persona a ser mejor persona, pero también puede ayudar a una mala persona a reforzar sus posiciones.

-Ganadora en la modalidad dilemas… ¿Qué es realmente un dilema, en tu opinión?

Un dilema es una situación real o ficticia en la que existe un problema para el cual hay dos soluciones. Ambas tienen razones por las que son buenas y razones por las que no lo son. Resolver un dilema consiste en analizar minuciosamente la situación y las posibles salidas y decantares por una u otra dependiendo de las conclusiones a las que se ha llegado.

-Por lo que hemos leído, este año los dilemas versaban sobre la diferencia entre lo legal y lo legítimo.  Parece difícil… ¿Algún atajo para desentrañar esos problemas que se nos plantean?

Lo más fácil es pensar lo que haría uno mismo si se encontrase en esa situación. Todos tenemos claro que lo legal es lo que dice la ley, pero tal vez la legitimidad sea un concepto más complicado. Yo creo que si una ley perjudica a alguien inocente, es legítimo que este la infrinja, ya que no sería moral que alguien que no ha hecho el mal se vea castigado. Por ejemplo: si existiese una ley que prohibiese a las personas a acoger a alguien en su casa, lo legal sería cumplir dicha ley, pero sería legítimo acoger a tu hermano sin trabajo.

-¿Cual es para ti el mayor dilema de nuestro tiempo?

La contaminación y el calentamiento global. El dilema planteado sería más o menos así: ¿Deberíamos reducir las emisiones de gases contaminantes, controlar los vertidos industriales en las aguas, fomentar el reciclaje, emplear el transporte público e invertir en la búsqueda de fuentes limpias de energía aunque sea costoso y conlleve a la disminución de nuestro nivel de vida o por el contrario deberíamos continuar igual que ahora arriesgándonos a acabar con el planeta? Para mí la respuesta es clara, pero hay muchas personas en el mundo que no se dan cuenta de la importancia de este asunto.

Muchas gracias.

Suerte en la final nacional de Madrid.

Artículo publicado por Javier Pérez en: www.elcotidiano.es

Manuel Cruz: reflexión, pensamiento y actualidad

Filósofo español, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz nos habla en esta entrevista -realizada por Herder Editorial- sobre cuestiones y planteamientos alrededor de la filosofía en la actualidad, desde sus posibles definiciones, hasta la necesidad de la misma a lo largo de toda la historia y más aún en este presente en que vivimos.

La rebeldía de la cultura

Hace lo suyo que leí un reportaje en Newsweek que hablaba sobre las preferencias de padres de todo el mundo en cuanto a lo que querían que estudiasen sus hijos. Había una clara tendencia, instalada sobre todo en China y EE UU: los padres, celosos del futuro de sus proles, manifestaban una absoluta preferencia hacia conocimientos prácticos y técnicos. Entre ellos la economía y el comercio eran las reinas. Las humanidades, por el contrario, caían en el abismo de la inutilidad.

Aquí en España hemos visto cómo sistemáticamente se han reducido en los institutos materias como filosofía, lengua, literatura, historia, etc. queriendo hacerlas pasar por superfluas. Y lo que es más grave: la gente ha asumido que es así. Un amigo profesor me ha dicho infinidad de veces: “Se quiere formar mecánicos, no ciudadanos críticos que se hagan preguntas o se cuestionen las cosas”.

Hace años recuerdo haber leído en una revista inglesa que, en una universidad, el departamento de Filosofía iba a ser reemplazado por uno nuevo de marketing.

Otra anécdota: hace no mucho, una estudiante francesa de filología me comentó que hoy en día se estudiaba idiomas para después hacer un máster de comercio internacional, que es donde está ‘la pasta’, y por tanto la supervivencia.

¿Cuántas barbaridades depredadoras se han cometido en nombre del pragmático comercio y del progreso económico?

Evidentemente, uno no tiene nada en contra del comercio y la economía así en abstracto (más allá de las brutales injusticias y desigualdades que se crean en nombre de estas palabras). Tampoco de que el mundo se llene de profesionales prácticos y precisos. De técnicos sobresalientes que hagan que todo funcione como un reloj.

Pero… ¿funciona todo como un reloj?

No. Lo que me alarma es que este proceso venga acompañado de una creciente desvalorización y olvido de la cultura y las humanidades. De las ciencias suaves que nos convierten en algo más que bestias. ¿Cuántas barbaridades depredadoras se han cometido en nombre del pragmático comercio y del progreso económico? Guerras, colonialismo, explotación, deforestación, hambre, apoyo a dictaduras.

“En mi trabajo no entran en juego consideraciones morales”, decía hace no mucho en un reportaje sobre bancos de inversión uno de estos estupendos técnicos.

¿Entonces hay aspectos de la vida en los que la moral entra y otros en los que no? Eso, en mi ingenuidad, no lo comprendo. Porque la crisis financiera provocada por las malas prácticas de estos bancos ha generado pobreza y sufrimientos humanamente incalculables. ¿Y no entran en juego consideraciones morales?

Durante dos años sucedió que traté con personas del ámbito del comercio, del marketing, etc. Profesionales estupendos, de una seguridad y precisión irreprochables en su trabajo. Sin embargo, en lo general, sus cálculos siempre fallaban. ¿Por qué? Porque reducen el mundo a números, a estudios de mercado, a planes de optimización del beneficio, a ofertas y demandas. Y esa es una visión paupérrima, incompleta, de la realidad. Ésta no puede comprenderse sin la historia, sin la filosofía, sin la literatura, sin la antropología, sin un conocimiento verdadero del ser humano.

Los seres humanos somos mucho más que consumidores. Las sociedades no son mercados. No todo lo que hay en el universo puede reducirse a marcas. No todo está obligado a ser económicamente rentable.

La cultura es el único antídoto contra estas peligrosísimas idioteces. Porque a mí me parece que tras este convertirnos a todos en robots hay algo verdaderamente siniestro e intencionado. Un salvaje ataque contra la democracia y la libertad verdadera, que es muy distinta de la de “los mercados”.

Por eso la cultura no puede limitarse a ser un adorno que uno se cuelga para lucir en las cenas, como se pretende, sino un instrumento que nos permita manejarnos en la vida. Tomar las decisiones correctas y justas. Si uno quiere ser justo, claro.

Artículo de José Miguel Vilar-Bou, publicado en: www.eldiario.es